Uno de los astros brillantes que —por la gracia, asistencia y voluntad de Dios— existen en nuestro tiempo, como vestigios en la Tierra de lo dispuesto por Dios (baqiata-l-lah fi ardhih) y como prueba divina para Sus siervos es el Señor de los Tiempos (Sahib al-Zaman), el Wali absoluto de Dios en la Tierra. Las bendiciones y la luz de su existencia siguen dirigiéndose a la humanidad.

Esta —con todas sus debilidades, desviaciones y padecimientos— disfruta hoy de los rayos resplandecientes de ese Sol espiritual y divino, descendiente del Ahl-ul-bait (el linaje del Profeta). Hoy, la existencia sagrada del Hazrat al-Huyyat (¡puedan nuestras almas sacrificarse por él!) entre los seres humanos de la Tierra es fuente de bendiciones, fuente de conocimiento, fuente de luminosidad, esplendor y todo lo bueno.

Nuestros ojos oscuros e indignos no pueden ver de cerca su rostro celestial, pero él es como un Sol brillante, conectado a corazones y almas; y para cualquier humano que goce de sabiduría no hay dicha mayor que sentir que el Amigo de Dios (Wali de Dios), el Imam justamente designado, el pío siervo de Dios, el siervo elegido entre todos los siervos del mundo, aquel a quien está destinado el Divino Califato sobre la Tierra, está con él para acompañarlo; que lo ve y se comunica con él.

El sueño de la humanidad es la existencia de un ser tan excelso. Las complicaciones no resueltas por los seres humanos a través de la historia miran con esperanza al horizonte, donde un hombre celestial, elegido entre los hombres elegidos de Dios, llegará para deshacer la trama de opresión y tiranía tejida por seres humanos malvados a lo largo de la historia.

Hoy en día, la humanidad se ve afligida por una injusticia y opresión mayores que en ningún otro tiempo anterior, pero el progreso alcanzado por la humanidad es también mayor; la sabiduría alcanzada es más desarrollada. Nos hemos acercado al momento de la reaparición del Mahdi —el Imam de nuestra Era— (¡puedan nuestras almas sacrificarse por él!), el auténtico amado por la humanidad, porque nuestra sabiduría ha progresado.

Ahora la mente humana está preparada para entender, para aprender y para saber, sin duda, que llegará un ser humano excelso para librarlos del peso de la opresión y la tiranía. Se manifiesta el esfuerzo que han hecho precisamente todos los profetas, la promesa exacta que hizo el Profeta del Islam (pb) a la gente mediante el versículo coránico «Y que les libera de las cargas que los abrumaban y de las cadenas que los oprimían» (7:157).

La mano del poder divino puede hacer que se realice este sueño de la humanidad mediante un ser humano celestial, un humano divino, un humano conectado a los mundos del misterio, la espiritualidad, a mundos que no son comprensibles para seres humanos cortos de vista como nosotros. Por eso se ven atraídos hacia ese foco los corazones, el entusiasmo y el amor, y cada día experimentan una atracción mayor que la del día anterior.

El pueblo iraní disfruta en la actualidad de un gran privilegio. La atmósfera que reina en el país es una atmósfera del Imam Mahdi (a.s.). Al Mahdi Prometido no sólo lo esperan chiíes de todo el mundo, sino todos los musulmanes. El privilegio de los chiíes es que conocen esa promesa divina y segura hecha a todas las naciones musulmanas, así como a los seguidores de todas las religiones, por su nombre, sus atributos, sus características y su fecha de nacimiento.

Muchos de nuestros grandes eruditos conocieron personalmente a este amado (Imam) de los corazones de los admiradores durante su ocultación; muchos le hicieron una promesa a él en persona; muchos oyeron de él palabras reconfortantes; muchos fueron acariciados por él, y muchos otros disfrutaron de su bondad, su atención y su amor, aun sin reconocerlo.

En el campo de batalla de la guerra impuesta a Irán, hubo muchos jóvenes que sintieron una presencia espiritual luminosa en los momentos más cruciales; sintieron y se les dio una seguridad en sus corazones, sin que reconocieran ni supieran cuál era la fuente de la misma. Lo mismo sucede hoy en día.  

Ayatolá Jameneí, 23 de noviembre de 2008