Aunque el Eid al-Ghadir se asocia por lo común a la escuela islámica chií imamí, el enorme significado y la temática del acontecimiento en cuestión hacen que, en realidad, concierna a todos los musulmanes. Voy a explicar que el Eid al-Ghadir va más allá aún, y que atañe a todos aquellos que tienen un interés profundo por el bien de la humanidad.

El acontecimiento de Ghadir no consistió sólo en la designación de un sucesor para el santo Profeta (con él la paz). Ghadir tiene dos aspectos: uno es esa designación de un sucesor, y el otro es la relevancia de la cuestión del Imamato —lo que todos los musulmanes entienden por la palabra «imamato»—. «Imamato» quiere decir liderazgo de la gente y la sociedad, tanto en las cuestiones religiosas como en las mundanas. Esa ha sido una de las cuestiones esenciales durante toda la larga historia de la humanidad. La cuestión del Imamato no es algo particular de los musulmanes chiíes ni de los musulmanes en general. «Imamato» quiere decir que un individuo o un grupo gobierna una sociedad y determina la dirección en la que se mueve en lo terrenal y en lo espiritual. Es una cuestión que atañe a todas las sociedades humanas.

Puede haber dos clases de imam. Una es la descrita en el Sagrado Corán: «Y les pusimos como Imam para que guiasen conforme a Nuestro mandato y les revelamos que hicieran buenas obras, que realizaran la oración y que entregaran el impuesto religioso purificador de la riqueza. Y fueron siervos obedientes a Nosotros» (21:73). Esa es la clase de Imam que guía a la gente conforme al designio divino; la clase de Imam que protege a la gente de los peligros, los escollos y los deslices, conduciéndolos hacia el objetivo deseado en la vida terrenal, la vida que se ha concedido a los humanos, dándoles una oportunidad para alcanzar ese objetivo. Esa es una clase de Imam, de la que otro ejemplo son los profetas divinos. El santo Profeta (con él la paz) es asimismo un ejemplo de esa clase de Imam.

El Imam Baqir (con él la paz) reunió a la gente en Mina y dijo: «Ciertamente el Mensajero de Dios fue el Imam». Los profetas divinos, que fueron lo más selecto de entre los seres humanos, se sitúan en esa clase de Imam. Su responsabilidad es guiar a la gente; a ellos los guía Dios el Altísimo, y transfieren la guía divina a la gente. «Y les revelamos las buenas obras». Sus actos son buenas obras y «que realizaran la oración». Hacen sus rezos a diario, lo que es el secreto de una relación sólida entre el hombre y Dios. «Y fueron siervos obedientes a Nosotros»: son sirvientes de Dios, al igual que todos los demás humanos, que son sirvientes de Dios. Su dignidad terrenal no afecta en absoluto a su deseo de corazón de servir a Dios. Esto describe una clase de Imam.

Como ejemplo de la otra clase sirve, en el Sagrado Corán, el Faraón: «Los hicimos imam que llamaban hacia el fuego» (28:41) ―el Faraón era esa clase de Imam―. En esa aleya, la palabra «imam» tiene el mismo significado que en la anterior que he recitado. Esto quiere decir que la vida terrenal de la gente, su religión y su vida en el más allá están todos controlados por el poder de los Imam que eligen ―que llaman a la gente hacia el fuego―, imam que pueden conducir a la gente hacia su destrucción.

En contra de lo que ellos mismos sostienen, incluso el más secularista de los Gobiernos del mundo controla las vidas de su pueblo, en este mundo y en el más allá, lo sepa o no. Las grandes organizaciones culturales que dirigen a las nuevas generaciones en todos los rincones del mundo hacia la inmoralidad y la corrupción son las mismas de las que los Imam dicen que «llaman (a la gente) hacia el fuego». Las instituciones de poder llaman a la gente hacia el fuego en función de sus intereses, de su dominio opresivo y del logro de diferentes objetivos políticos. Las vidas de la gente en este mundo y en el más allá están en sus manos. Tienen control total sobre los cuerpos y almas de la gente.

La afirmación según la cual la Iglesia cristiana se ocupa de asuntos espirituales, mientras que el Gobierno se ocupa de los asuntos mundanos, es una falacia. Cuando el poder está en manos de gente alejada de la religión y de la moral, la Iglesia estará a su servicio, la espiritualidad será aplastada en sus poderosas manos y los cuerpos y almas de la humanidad estarán influidos por elementos sometidos a su poder. Ese es un problema pertinaz del que la humanidad debe ocuparse.

Una sociedad puede ser dirigida o por un Imam justo ―enviado por Dios para guiar a la gente hacia las buenas obras y la justicia― o por aquellos (dirigentes injustos) que están alejados de la justicia y que no están familiarizados con la misma, y que a menudo guardan rencor contra ella, porque la justicia entra en conflicto con sus intereses personales y materiales, por lo que albergan resentimiento. Es siempre uno de esos dos casos, sin posibilidad de un tercero.

Con el establecimiento de un Gobierno y una sociedad civil en Medina, se probó que el Islam no se limitaba a ofrecer consejo y a un llamado verbal hacia Dios, sino que el Islam quiere que las verdades del dominio divino se materialicen en una sociedad, y eso no es posible si no se establece un Gobierno divino.

Al final de su vida, el santo Profeta (con él la paz) seleccionó a su sucesor conforme a la orden y la inspiración de Dios. Claro está que la historia del Islam se dirigió por otros derroteros, pero eso es lo que pidió el santo Profeta del Islam, y ese acontecimiento se convirtió en un modelo que pasó a la historia. No es correcto pensar que la petición (de un sucesor) del santo Profeta (la paz con él) fracasara. Simplemente, aquella petición no fue atendida… en aquella época. Aun así, su declaración fue inculcada a las comunidades musulmanas y viajó a través de la historia del Islam, con lo que en la actualidad pueden verse los resultados en esta parte del mundo islámico. Gracias a Dios y a su poder transformador, ese paradigma y esa senda clara estarán día a día más presentes en el mundo islámico. Ese es el tema que se recalca en Al-Ghadir.

Por lo tanto, la cuestión de Ghadir no es una cuestión chií. Es una cuestión de todos los musulmanes; más aun, de todos los seres humanos. Los pensadores son conscientes de que esa senda clara pertenece a todos los seres humanos. No hay otra. Si gente malvada toma el poder en las comunidades humanas, el mundo sigue la dirección de los signos apreciables en el mundo moderno. Cuanto más se moderniza el mundo, más peligrosos se vuelven los Gobiernos. Por supuesto, cuanto más progresa el mundo en términos de conocimiento, más posibilidades hay de que emerja un sendero de guía. El progreso del conocimiento no lleva la senda de la guía hacia atrás. No, va hacia delante… junto con el avance del conocimiento.

Ayatolá Jameneí, 25 nov 2010