En nombre de Dios, el Clemente y Misericordioso

La alabanza es para Dios, Señor de los mundos, y vayan los rezos y la paz con nuestro señor y profeta Abulqásim al-Mustafa Muhammad y con su excelsa y pura familia de elegidos, en especial lo que queda de Dios en la tierra.

Sean ustedes los bienvenidos, queridos jóvenes, hijos amados de la nación, como generación nueva, entusiasta y ávida de esfuerzo y de trabajo que son. Tales son, gracias a Dios, las características de la juventud actual de nuestro país: pletórica de energía, de capacidad y de motivación, y dispuesta a llevar a cabo cualquier tarea de la que sienta que es su deber realizarla. Eso es lo que ve uno en la mayoría de la juventud del país. Se trata, en definitiva, de un gran patrimonio de mucho valor. Esta abundancia de jóvenes, de millones de jóvenes, en un país con tal capacidad de trabajo y esfuerzo de todos estos jóvenes, es una gran bendición. Y aprovecho esta ocasión para alertar aquí de algo que he repetido muchas veces: existe una política destinada a privar a la nación iraní de esa bendición que es la existencia de jóvenes en abundancia y profusión. El resultado de esto de limitar las generaciones será, dentro de diez o quince años, que ustedes no verán ya un país en que se acumule la juventud. Es por eso que tanto insiste, lo recalca y alerta un servidor. Hay riesgos y medidas peligrosas cuyos efectos se manifestarán en diez o veinte años, cuando ya no se podrá hacer nada. Los excelentísimos responsables le han prometido a este servidor ocuparse con diligencia del asunto y solucionar los problemas, lo que, si Dios quiere, tienen que hacer y harán. Estaremos pendientes.

En todo caso, la existencia de los jóvenes ―la existencia de ustedes, queridos― es una bendición para el país. Sigan y manténganse en el camino recto. Este país los necesita; tiene auténtica necesidad de ustedes. Son ustedes quienes deben construir y sacar adelante este país. Es la juventud quien debe hacerlo. Claro está que, del joven que está en la línea de míseras cuestiones materiales, en los estupefacientes y en no sé qué otras cosas, no se espera nada. Pero el joven lleno de motivación, el joven con sentimiento, el joven con sentido del deber ―es decir, ustedes, el conjunto de los jóvenes piadosos del país―…, son esos los que construirán el porvenir.

Ahora les voy a hablar de un asunto relativo a los Estados Unidos de América, dado que la ocasión que motiva este encuentro nuestro tiene que ver con ese país. Luego, si Dios quiere y hay tiempo, les hablaré también de un asunto en relación con nuestras cuestiones internas.

Les diré de ese país que, desde noviembre de 1964, cuando el régimen instalado por Washington en Irán desterró a nuestro querido imam Jomeiní, hasta noviembre de 2019, en que estamos, no ha cambiado en absoluto. Aquel EE. UU. es el mismo de ahora. Aquella misma bestialidad sigue hoy día en él. Aquella dictadura mundial o internacional de EE. UU. sigue también. Ya en aquellos días, EE. UU. era un dictador internacional que tenía gendarmes en distintas regiones del mundo. El gendarme de esta región ―el esbirro en esta región― era Mohammad Reza Pahlaví. En otros lugares eran otras personas. Hoy en día, aquella dictadura sigue existiendo ―claro está, con métodos renovados y con herramientas más modernas―. Aquella misma bestialidad, aquella misma dictadura internacional, aquella maldad, aquella misma ignorancia de todo límite y toda frontera. EE. UU. sigue siendo el mismo EE. UU. Sí, es cierto, hoy se ha vuelto más débil. EE. UU. es más débil que en 1964, pero al mismo tiempo se ha hecho también más salvaje y más ruin. Eso es EE. UU.

Estados Unidos ha sido hostil a Irán. A lo largo de la historia de la relación entre ambos países, EE. UU. siempre ha sido hostil a Irán, incluso con el régimen de la tiranía idólatra tagutí. Esa hostilidad norteamericana se tradujo antes de la Revolución, en el año 1953, en el derrocamiento por golpe de Estado de un Gobierno popular. Un agente estadounidense vino a Teherán con una maleta llena de dólares, se fue a la embajada inglesa, se escondió allí y desde ese lugar empezó a repartir dinero en dólares. Contrataron a una serie de personas y organizaron un golpe de Estado con el que derribaron al Gobierno nacional. Cierto es que aquel Gobierno tuvo también parte de culpa, por haber confiado mucho en Estados Unidos. Ese fue su fallo. Pero el golpe lo dieron ellos. Formaron en el país un Gobierno corrupto que les estuviera supeditado. ¿Qué mayor hostilidad que esa? Tomaron el control de nuestras Fuerzas Armadas, de nuestro petróleo, de las medidas que se adoptaban en nuestro país y de nuestra cultura ―un control total―. Y esa situación perduró desde el año 1953, cuando ocurrió el Golpe del 28 de Mordad (19 de agosto), hasta la Revolución, es decir, el año 1979. Así fue esa hostilidad con Irán y con su pueblo en ese período.

Y, después de la Revolución, ya se sabe: hasta el día de hoy han sido todo amenazas, embargos, difamaciones, problemas fabricados o penetración en el país. Han hecho el mal a Irán y a los iraníes sin cesar. Hay quienes tergiversan la historia, como hacen los propios norteamericanos. A mí me hizo una entrevista un periodista conocido en su época de Estados Unidos en las Naciones Unidas ―aquel año en que fui como presidente de la República― y situó el principio de las diferencias entre Irán y EE. UU. en lo de la embajada, el Nido de Espías. «Desde que los jóvenes de ustedes fueron y tomaron la embajada ha habido problemas entre Irán y EE. UU.», decía. Eso es un falseamiento de la historia. Las cosas no son así. Las diferencias entre el pueblo iraní y EE. UU. empezaron con el Golpe del 28 de Mordad e incluso antes de él, aunque con el golpe del año 1953 llegaron a su cénit. Fueron ellos quienes se comportaron de modo miserable, cometieron una ruindad sometiendo a la nación iraní a un régimen corrupto y subordinado con un golpe de Estado. No es cosa baladí. Este país sufrió durante largos años la opresión de un régimen supeditado a Estados Unidos, de manera que el origen de las hostilidades está en aquel 28 de mordad, el 19 de agosto de 1953. Aunque antes hubo ya programas ―los de Harry Truman, que es de la época de nuestra adolescencia y de los que yo recuerdo más o menos que se presentaban con gestos amistosos, pero en el fondo eran hostiles―, es desde los sucesos del 28 de mordad que todo quedó claro y transparente. Los estadounidenses entraron en acción y, en un país soberano en el que había un Gobierno nacional que era muy popular y que había confiado en ellos ―Mosaddeq confió en los estadounidenses y sufrió las consecuencias―, dieron un golpe de Estado e instauraron un régimen corrupto, ruin, opresor y despiadado. Fue en aquellos días cuando tomó forma en los corazones del pueblo iraní su propia postura de corazón respecto a Estados Unidos.

Miren, nuestro gran imam Jomeiní dijo en un discurso en el año 1963 ―es decir, diez años después del golpe de Estado del 28 de mordad, y cuando había empezado la lucha islámica popular― que nadie en el mundo entero era tan odioso a ojos del pueblo iraní que el presidente de EE. UU. Esto lo dijo el imam en el año 63, y eso muestra el conocimiento que tenía el imam: conocía a su pueblo y sabía que las cosas eran de esa manera.

La Revolución Islámica fue fundamentalmente contra EE. UU. ¡Esto deben saberlo ustedes, queridos jóvenes! Cuando en 1978 entró en escena la Revolución islámica con el liderazgo del imam Jomeiní y con una presencia popular multitudinaria, se destruyó el corrupto régimen monárquico y se instauró la República Islámica, se trató fundamentalmente de una revolución contra EE. UU. Los lemas de la gente, que coreaban los grupos que salían a la calle poniendo sus vidas en peligro, eran lemas antiestadounidenses.

Y en este período, desde el año 79 hasta hoy ―van a ser ya 41 años―, EE. UU. ha hecho todo lo que sabía en aras de esa hostilidad al pueblo de Irán. Si había algo que sabía y podía hacer contra la nación iraní, lo ha hecho, ya sean golpes de Estado, instigaciones, separatismos, asedios, etcétera. Ya lo ven. Y, gracias a Dios que ustedes, los jóvenes de hoy, son inteligentes. Durante mi juventud, los jóvenes no eran así, conscientes y familiarizados con la situación. Ustedes ven todos los actos de hostilidad que han lanzado los estadounidenses en este período, en especial contra los organismos surgidos de la Revolución, incluido el propio sistema islámico, con la propia República Islámica, que surgió de la Revolución.

Claro está que, nosotros, por nuestra parte, no nos hemos quedado quietos. Por nuestra parte hemos hecho también cuanto hemos podido frente a Estados Unidos, y en muchos casos los hemos puesto contra las cuerdas del cuadrilátero. No ha podido defenderse bien, eso también es del todo evidente. Lo ve el mundo entero. Pero la respuesta más importante que ha dado la República Islámica a las tramas de EE. UU. ―y quiero que ustedes los jóvenes tengan esto en cuenta― ha sido impedir que Washington recobrara influencia política en Irán (Gritos de «¡Dios es más grande!» entre la asistencia). La República Islámica ha impedido que EE. UU. vuelva a entrar en el país y que recobre influencia en los pilares del país.

El veto a negociar, con el que se repite una y otra vez que no negociamos, es una de las herramientas con las que se evita que EE. UU. vuelva a entrar en el país. Para los norteamericanos, lógicamente, es muy duro. Ese EE. UU. arrogante y engreído, que se hace de rogar para sentarse a dialogar con presidentes y autoridades de otros países, lleva años insistiendo en negociar con los gobernantes de la República Islámica, y es la República Islámica la que declina hacerlo. Eso para EE. UU. es muy duro. Lo que quiere decir eso es que en el mundo hay una nación y un Gobierno que no aceptan ni se someten al poder usurpado y tagutí de EE. UU. ni a su dictadura internacional. Eso es lo que quiere decir. Ese veto de la negociación no es un acto meramente emocional, detrás tiene un razonamiento sólido. Evita la penetración del enemigo, muestra al mundo el poderío y la majestuosidad de la República Islámica, pone de relieve ante los ojos del mundo entero lo inconsistente que es la majestuosidad del lado contrario, y rechaza sentarse con ellos para negociaciones políticas.

Algunos se figuran que negociar con EE. UU. resolvería los problemas del país. Es un gran error. Están cien por cien equivocados. Para la parte contraria, que nosotros nos sentemos a negociar, que Irán acepte negociar, es sinónimo de poner de rodillas a la República Islámica. Lo que quieren es decir que finalmente han podido, con presiones económicas y fuertes embargos, poner a Irán de rodillas y hacer que se siente con ellos a negociar. Eso es lo que quieren hacer ver al mundo. Quieren demostrar que su estrategia de presión máxima es una estrategia acertada que ha tenido éxito, llevando por fin a la República Islámica a sentarse en la mesa de negociación.

Además, luego no harán ninguna concesión. Déjenme que les diga, con absoluta certeza, que, si los responsables de la República Islámica cometen una ingenuidad, van y se sientan a negociar con sus homólogos estadounidenses, no obtendrán nada. ¡Nada! Ni se reducirán los embargos ni se reducirán las presiones. En cuanto empezasen a negociar, se plantearían nuevas expectativas y nuevas exigencias, tales como «sus misiles deben ser de tal forma», «no tengan ustedes misiles» o «el alcance de sus misiles no debe exceder los 100 o 150 km». Hoy en día, gracias a Dios, nuestros jóvenes fabrican misiles de precisión con un alcance de 2000 km que alcanzan el punto que quieran a esos 2000 km de distancia, con un margen de error de 1 metro (Nuevas exclamaciones de «¡Dios es más grande!» entre el público). Pues ellos dirán que tenemos que destruir esos misiles y que nuestros misiles solo pueden tener un alcance de 150 km. Cuando planteen eso, si uno lo acepta le causan un desastre y, si no lo acepta, tres cuartas partes de lo mismo: la parte contraria empezaría otra vez a decir las mismas cosas que dicen ahora, sin hacer ninguna concesión.

Al fin y al cabo, ahí tienen ustedes delante de sus ojos las experiencias de Cuba y de Corea del Norte. Con las autoridades norcoreanas, no es que negociaran: hasta se deshicieron en elogios mutuos, el uno dijo que amaba al otro, el otro igual… (Risas entre el público). ¿Y cuál fue el resultado? Ni un ápice redujeron los embargos. Esa gente es así. No hace concesiones. Lo sacan a uno de su postura, le dicen al mundo que han puesto a Irán de rodillas, que su estrategia de presión máxima ha tenido éxito, y al final uno no obtiene nada. Negociar es eso.

Entonces viene un Gobierno, como puede ser el Gobierno de Francia, y hace de intermediario; insisten, que si cartas, que si llamadas telefónicas, para allá, para acá, encuentros y más encuentros en Nueva York, esto, lo otro, que si «tienen ustedes que participar en una reunión», que si nos reuníamos…, y esto lo decía el presidente de la República Francesa, ¡se queda uno realmente atónito! Decía que, si había una reunión, se resolverían todos los problemas. Hay que concluir que, una de dos, o bien ese caballero es un simple o bien son cómplices. Con encuentros y negociaciones no se resolverá ningún problema. Ninguno.

Para hacer la prueba, aunque yo tenía la seguridad de que no iba a funcionar, pero para que quedase bien claro, les dijimos que, bueno, aunque cometieron un error saliendo del Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC), que vuelvan y, si quitan los embargos, que integren el grupo del acuerdo nuclear; por nosotros, no hay problema. Yo sabía que no saldría y, en efecto, no salió. No aceptaron. Si no les pasa algo en la cabeza, si dicen la verdad, ¡pues que lo acepten! Pero no. No van a resolver ningún problema. Plantearán nuevas exigencias que la parte iraní, evidentemente, no aceptará en modo alguno: «no actúen ustedes en la región», «no ayuden ustedes a la Resistencia», «no mantengan presencia en tal o cual país», «no tengan ustedes misiles»… imposiciones de este tipo, hasta que poco a poco vayan pasando a otras cosas: «no insistan ustedes en la cuestión del hiyab ni en las leyes religiosas»… Esas cosas plantearán también.

Sus exigencias no tienen límite. Este mismo servidor dijo aquí en esta husainiya hace unos años a quienes entonces eran los responsables: «Díganme ustedes en qué punto se detendrá Estados Unidos y dejará de plantear nuevas expectativas, para saberlo». ¡No tiene límite! Lo que buscan es llegar a la misma situación que había en este país antes de la Revolución. Nuestra revolución se hizo contra Estados Unidos. Ellos quieren volver, pero la Revolución es demasiado fuerte para eso. La República Islámica es muy sólida, como para que pase eso. La República Islámica está regida, Dios mediante, por una voluntad de acero y una determinación inflexible, y no permitirá que Estados Unidos vuelva al país con estas tretas (Gritos de «¡Dios es más grande!» entre el público).

Hasta ahí. Por ahora, con eso basta sobre Estados Unidos (Risas entre el auditorio). Pasemos a las cuestiones internas. Hay algo que quiero decir sobre las cuestiones internas, a lo que deberían prestar atención las excelentísimas autoridades ―las distintas partes del Gobierno que realmente quieren trabajar―.

Cuestiones internas hay muchas. En economía, en cultura, en ciencias e investigación y en los asuntos de sociedad tenemos situaciones de las que ocuparnos, pero yo quiero recalcar una, que es el mismo asunto que planteé en el mensaje de Año Nuevo como divisa anual al pueblo iraní: el impulso a la producción. Han pasado ocho meses ―ocho meses―. Ciertamente, en estos ocho meses se han llevado a cabo labores positivas, eso también hay que decirlo. Se han hecho labores positivas, igual que hay también sectores en los que se necesita trabajar. En el comienzo del año, este servidor le dijo al pueblo iraní que la clave para resolver los problemas y las cuestiones de la economía del país está en la cuestión de la producción. Yo no soy economista, pero eso es lo que dicen los economistas. Es el consenso que hay entre ellos. Y, después de anunciar yo la divisa anual, todos los expertos en economía que se pronunciaron en los periódicos, en el ciberespacio y demás lo confirmaron, diciendo que el impulso a la producción era la clave para resolver los problemas económicos del país: crea empleo ―el gran problema que es el desempleo de los jóvenes se elimina creando empleo―, crea riqueza nacional, crea bienestar general y crea incluso avance científico. Con una producción pujante, las fábricas de los complejos industriales, así como los complejos agrícolas, sienten la necesidad de disponer de métodos científicos, las universidades entran en escena, se impulsa la actividad científica… es decir, que la clave de la resolución de los problemas económicos del país reside en la pujanza de la producción que invocamos a principios de año. 

Como les digo, tenemos problemas. Hay problemas en la economía del país: la carestía, la inflación, la depreciación de la divisa nacional… y todo esto pesa sobre la gente. Si queremos eliminar todo esto, la única vía es ocuparnos de la producción nacional.

Uno de los excelentísimos ministros ―el excelentísimo ministro de Industria― decía algo muy interesante que a un servidor lo dejó satisfecho: prometió que, allá donde una unidad productiva industrial se vea en problemas y se disponga a cerrar, ellos irán a verlos y no lo permitirán. Muy bien. Eso es una promesa, ahora hay que ocuparse de ella y cumplirla. ¡Eso es excelente! Así deben ser las autoridades del país, en los distintos sectores. En este caso, en el sector de la industria.

No hay otro camino. No podemos quedarnos esperando a otros, a los extranjeros, para acabar con los problemas del país, porque esa espera es dañina para el progreso de la economía del país. No puede ser que estemos esperando un tiempo por el PIAC; luego, esperando un tiempo, a ver si el presidente de EE. UU. renueva o no ese plazo de tres meses que por desgracia se introdujo en el acuerdo nuclear ―las exenciones, si se renuevan o no las exenciones del presidente de EE. UU.―; luego, esperando un tiempo a ver cuáles son los planes de los franceses y del presidente de Francia. Todo se convierte en espera, y con tanta espera el inversor no invierte. No sabe lo que tiene que hacer. Los actores económicos no saben lo que tienen que hacer. Esa misma espera lleva al país al estancamiento y la recesión. ¿Hasta cuándo tenemos que esperar? Déjenlo ya. No estoy diciendo que corten las relaciones. No. Que haya relaciones y, si alguien puede hacer algo, que lo haga. Pero no hay que quedarse prendado de ellos: pongan el corazón en el interior, que hay muchas capacidades dentro del país.

¡Miren! El gobernador de una provincia me dijo hace poco que en unos meses había podido cerrar en su provincia contratos por valor de 900 000 millones de riales. ¿Saben ustedes cuánto son 900 000 millones de riales? Un cuarto del presupuesto de todo el país. Eso dice un gobernador provincial. De manera que capacidades así las tenemos, y eso en una provincia. Incluso si de esos 900 000 millones se llevan a la práctica, pongamos, la mitad o dos terceras partes, serían 300 000 millones de riales. ¿Acaso es poco? Eso, en una provincia. Pues ocúpense, háganlo realidad, estén pendientes, que esas son las capacidades del país, y esas capacidades hay que aprovecharlas.

Por lo tanto, impulsar la producción. Una de las maneras de impulsar la producción es impedir la importación de mercancías que se producen en el país. ¿Por qué no la impiden? Es una pregunta que hago seriamente a los excelentísimos responsables. No permitan esas importaciones. Hay personas que viven de las importaciones. Su vida, su riqueza inflada y sus bienes dependen de las importaciones y no dejan que se impidan las importaciones inútiles y sin sentido. ¿Tienen prioridad esos o la tiene ese joven desempleado? El joven desempleado del país se queda sin trabajo por las importaciones descontroladas, que llevan a la quiebra la producción nacional. El remedio es, con toda certeza, que podamos hacer una planificación correcta de las directivas que se han anunciado. Esas directivas se han anunciado a los excelentísimos responsables, ya sean los del Gobierno o los del Parlamento. Hagamos planes para ellas, llevémoslas a la práctica y hagámoslas realidad. Esa es la manera de que el país deje atrás los problemas.

Yo les digo a ustedes, para terminar estas palabras, que nuestras capacidades son muchas. Las capacidades del país son muchas y nosotros, Dios mediante y mal que le pese a quienes no puedan soportarlo, dejaremos atrás todos los problemas (Exclamaciones de «¡Dios es más grande!» entre los presentes).

Que Dios los preserve a ustedes para el país. Dios los guarde. Quiera Dios deparar éxito a todos los responsables que se desviven por el país, para que puedan cumplir su deber de la mejor de las maneras.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.