En el nombre de Dios, el Clemente y Misericordioso

Alabado sea Dios, Señor de los mundos; la paz y las bendiciones sean para nuestro señor Muhammad, su familia purificada y sus compañeros selectos, y quien los siga en el bien hasta el Día del Juicio.

El venerable Profeta del Islam, punto supremo del mundo de lo posible y mejor de las criaturas de Dios en toda la historia

Quiero felicitarles el día del glorioso nacimiento del venerable Profeta del Islam (las bendiciones de Dios con él y su familia) y del Imam Yaafar Sadiq (con él la paz de Dios). La grandeza de este día es la que corresponde al nacimiento del Profeta del Islam. Hay que reconocer el valor de este día y de los grandes días similares. El gran Profeta del Islam es la primera persona y el más excelente ser humano creado por Dios. De todos los profetas, de todos los próximos a Dios y de todas las criaturas del mundo, el venerable Profeta del Islam es el más excelso, el más elevado y el más glorioso de toda la historia.

Es el más excelso de los profetas en moral y en temperamento

y no tiene par en conocimiento y generosidad.

Todos imploran al Mensajero de Dios

por una gota de su océano, por una chispa de su lluvia (1).

El sagrado ser del Profeta es, en el verdadero sentido de la palabra, la cima del mundo de la existencia y el culmen del mundo de lo posible. El Corán se designa a sí mismo como «luz» (nur). Es uno de los términos que aparecen en el Corán para referirse al mismo Corán: «Ha venido a vosotros, procedente de Dios, una luz y una escritura clara» (Sagrado Corán, 5:15). El Corán es luz. Se cuenta que preguntaron sobre el Profeta del Islam a su esposa venerable, que respondió: «Su temperamento era el Corán» (2); es decir, que era el Corán hecho cuerpo. De ese modo, el Profeta es también luz. La luz es vehículo de iluminación y vida para el hombre, y el Profeta es vehículo de iluminación y vida para las sociedades humanas. Son cosas a las que la humanidad irá llegando de manera gradual. El ser sagrado del Profeta es luz, en el auténtico sentido de la palabra. Como dice el poeta árabe: «Nació la guía, y las criaturas son luz». Así es, en el verdadero sentido de la palabra. «Y sonrió agradecida la boca del tiempo» (3). Quiera Dios hacer que el mundo islámico sea así; que, en el día del nacimiento del Profeta, se pose en los labios del mundo islámico una sonrisa, y no una mueca de pena y dolor. Ese es nuestro deseo.

El nombre de la Semana de la Unidad responde a una convicción y a una fe profunda

Traigo apuntadas dos o tres cuestiones de las que hablarles. Una es la de la Semana de la Unidad. En la República Islámica, hemos puesto a esta semana, la que va del 12 al 17 (del mes de rabí al-áwwal) el nombre de Semana de la Unidad. No es un nombre sin más, como no es tampoco una maniobra o una táctica política. Se trata de una convicción por la que profesamos una fe profunda. La República Islámica tiene la convicción verdadera de que la unidad de la Umma islámica es necesaria. Es algo que tiene además sus antecedentes, no es específico de nuestro tiempo ni de la República Islámica. Una gran autoridad religiosa como fue el difunto ayatolá Boruyerdí, que fue el marya de todo el mundo chií durante nuestra juventud, era firme partidario de la unidad islámica y del acercamiento entre las ramas del Islam. Mantenía trato y conversaba con los grandes ulemas del mundo islámico y del sunnismo. Se trata de una convicción, una profunda convicción de corazón. Algunos se imaginan o hacen como si hubiera aquí una táctica política. No, señor, no es así. Se trata de fe de corazón. Tenemos ese convencimiento y estamos convencidos de que Dios el Altísimo nos lo ha ordenado.

Grados de la unidad: no agresión, unidad frente al enemigo, sinergia y logro de la nueva civilización islámica

Ciertamente, en la unidad hay grados. La unificación del mundo islámico tiene grados. El más bajo de todos es que las sociedades islámicas, los países islámicos, los Estados islámicos, los pueblos islámicos y las ramas del Islam no se agredan los unos a los otros; que no haya disputas, que no se dañen unos a otros. Ese es el primer paso. Y, lógicamente, por encima de esto está que el mundo islámico, además de no dañarse unos a otros, se dé la mano y mantenga una unidad real y suficiente frente al enemigo común. Que se defiendan unos a otros. Ese es un paso más arriba, y hay otro aun más alto, que es el desarrollo de sinergias por parte de los países islámicos y las naciones musulmanas. Dado que estos no están en el mismo nivel desde el punto de la ciencia, la riqueza, la seguridad y el poder político, pueden ayudarse mutuamente, desarrollar sinergias: que aquellos que son superiores en tal aspecto ayuden a los que son inferiores. Esa es otra etapa de la unidad, y la superior es que todo el mundo islámico se una para alcanzar la nueva civilización islámica. Eso es lo que se ha dado a sí misma la República Islámica como objetivo final; llegar a la civilización islámica, pero una civilización acorde a este tiempo: la nueva civilización islámica. Esos son los grados de la unidad.

Bien, así las cosas, ¿cuál era el primer grado? Que los países islámicos no se agredan unos a otros y se mantengan juntos frente al enemigo común. Si respetáramos solo esto hoy en día, no habría todas estas desgracias en el mundo islámico. Ahí está la cuestión de Palestina, que es la mayor desgracia del mundo islámico, porque han echado a una nación de su propia casa, de su patria. Llevaron a una gente y la instalaron allí, le dieron el poder y sometieron a opresión a los dueños. Dense cuenta de cuál es la situación de Gaza y los crímenes de los sionistas, y cuál al otro lado, en las tierras palestinas al oeste del Jordán. Si el mundo islámico se atuviese a ese grado mínimo de unidad y lo respetase, esas cosas no pasarían. El enemigo no osaría hacer eso. Observen ustedes qué cosas suceden en el mundo islámico: guerras cruentas, la cuestión de Yemen, las distintas cuestiones de Asia Occidental y África del Norte. Todo eso es resultado de que no hayamos prestado atención al mínimo grado de unidad que el Islam requiere que mantengamos entre nosotros. Ese es un deber de una extrema gravedad. Esto lo decimos para quienes están dotados de pensamiento claro y sobresaliente. Gracias a Dios, el mundo islámico dispone de personas sobresalientes dedicadas al pensamiento. Que se ocupen de esta cuestión seriamente. Los jóvenes y los pueblos musulmanes están deseosos, pero, claro, hay manos dedicadas a sembrar cizaña, frente a las que hay que mantenerse firmes. En el mundo islámico, desde el norte de África hasta el este de Asia, hasta Myanmar, los musulmanes están hoy en día oprimidos. Del este al oeste del mundo islámico, los musulmanes están oprimidos.

Necesidad de que todo el mundo islámico ayude a Palestina

En cuanto a Palestina, déjenme decirles una frase: nuestra posición respecto a Palestina es una posición de principios. Es una posición categórica y de principios. Ya antes del triunfo de la Revolución, en los comienzos del movimiento, nuestro ilustre imam Jomeiní señaló el peligro de la penetración del sionismo, sus injerencias y su iniquidad, y esa fue nuestra posición desde el principio de la Revolución. Lo primero que hizo la República Islámica fue quitarles a los sionistas su centro en Teherán, que era cosa del régimen anterior, echarlos y dárselo a los palestinos. Fue un acto efectivo, pero también simbólico, y seguimos manteniendo la misma posición hasta el día de hoy. Apoyamos a los palestinos y los seguiremos ayudando, sin ninguna contemplación y sin avergonzarnos de ello. Todo el mundo islámico debe ayudar a Palestina.

En las declaraciones del difunto imam (que Dios esté satisfecho de él) y de los responsables de la República Islámica se plantea una y otra vez la desaparición del estado de Israel. Es algo que tergiversan los enemigos. «Desaparición del estado de Israel» no quiere decir desaparición de la población judía, contra la que no tenemos nada, sino desaparición de ese gobierno, de ese régimen impuesto. «Desaparición de Israel» significa que el pueblo de Palestina, que es el auténtico dueño de esa tierra ―tanto los que son musulmanes como los que son cristianos y los que son judíos― elijan su Gobierno propio; que echen fuera a los extranjeros y a los maleantes como Netanyahu y demás, que son realmente maleantes, y administren ellos mismos su país. «Desaparición de Israel» significa eso, y eso sucederá. Algunos lo consideran improbable, diciendo por ejemplo que cómo va a ser eso, después de setenta años. Pero los países de los Balcanes, así como algunos otros, se independizaron después de estar sesenta o setenta años en poder de otros, y volvieron a su propia nación. No es improbable en absoluto. «Eso no le supone a Dios ningún esfuerzo» (Sagrado Corán, 14:20 y 35:17). Eso sucederá. Nosotros somos partidarios del pueblo de Palestina. Somos partidarios de la independencia de Palestina. Somos partidarios de la salvación de Palestina. No somos antisemitas. En nuestro propio país hay cierto número de judíos, que viven en seguridad total. Ese era otro punto.

Hostilidad de EEUU y el régimen sionista a la unidad de los musulmanes y la esencia del Islam

La cuestión siguiente es que quienes pedimos y anhelamos unidad debemos saber que esa idea, ese deseo, tiene enemigos criminales, a la cabeza de los cuales están, por ahora en estos tiempos, el régimen de los Estados Unidos de América y el artificial régimen sionista. Eso son los enemigos de la unidad islámica. EE. UU. no es solo enemigo de la República Islámica. Algunos imaginan que la disputa es solo entre la República Islámica y EE. UU. Pues sí, como la República Islámica es activa, es blanco de mayor hostilidad, pero ellos son enemigos de todo el mundo islámico y los países musulmanes. Son enemigos de Palestina, de las naciones de Asia Occidental, de las de África del Norte y del conjunto de los musulmanes. La razón estriba en la esencia del Islam, porque el Islam es negación de la iniquidad, de la dominación y de la soberbia. El sistema de dominación ―a la cabeza del cual está EE. UU., igual que un día estuvo Inglaterra y otros, pero hoy el sistema de dominación lo encabeza EE. UU.― se opone al discurso, la identidad y el significado del Islam. Es cierto que se oponen más a la República Islámica, pero también se oponen a los saudíes. Algunos imaginan que los estadounidenses son enemigos de la República Islámica y amigos de los saudíes. No. De ellos también son enemigos. Dicen explícitamente que los saudíes no tienen otra cosa que dinero. ¿Y qué significa enemistad? ¿Qué quieren decir esas palabras? Significan que tienen dinero, ¡o sea que vamos a robárselo! ¿Puede haber mayor enemistad a un país y a una nación que esa? ¡Pues que se den cuenta! Que los aludidos se den cuenta de esa hostilidad. Y que entiendan cuál es el deber de una persona digna ante esa hostilidad. ¿Qué exigen la dignidad islámica, el orgullo islámico y el orgullo árabe ante semejante ofensa? Que entiendan cuál es su deber. No entienden. Son enemigos de todos.

Principales armas de EEUU: la penetración en centros sensibles y de decisión, la creación de división, la creación de zozobra en la determinación nacional y la creación de desconfianza entre las naciones

La presencia de EE. UU. en nuestra región no ha tenido más resultado que maldad y corrupción. Cuando pusieron el pie en esta región, trajeron maldad y corrupción. Allá donde pisan, o se instaura la inseguridad o la guerra civil o cosas tales como la creación de Daesh. Nosotros queremos que se vea el auténtico rostro de EE. UU., que las naciones musulmanas entiendan cuál es el auténtico rostro de EE. UU., quién es y qué hay tras esa apariencia de defensa de la democracia, los derechos humanos y esas palabras falsas e hipócritas. La gente debe entenderlo.

A nuestro juicio, las armas principales de EE. UU. en esta región en la que nosotros, en la República Islámica, estamos atentos a estas cuestiones, son la penetración ―penetrar en los centros sensibles y de decisión―, crear división, hacer zozobrar la resolución nacional de los pueblos, crear desconfianza entre los pueblos y entre los pueblos y los Gobiernos, manipular los cálculos de quienes toman las decisiones y fingir que la solución de los problemas está en rendirse a EE. UU., colocarse bajo su bandera, aceptar todo lo que diga EE. UU., aplicarlo y obedecer; que esa es la solución de los problemas. Quieren introducir eso en las mentes de quienes toman las decisiones en las naciones y los países islámicos. Esas son sus armas, más peligrosas que las armas de guerra militares. En realidad, lo que uno ve en lo que hacen es esa misma hipocresía de que habla el Noble Corán: «¿Cómo? Si cuando os vencen no respetan pacto ni acuerdo alguno. Tratan de complaceros con sus bocas, pero sus corazones os rechazan» (Sagrado Corán, 9:8). Así son. Dios el Altísimo los ha descrito.

El remedio a las hostilidades: firmeza y resiliencia

La siguiente cuestión es que el remedio a esa hostilidad no es más que una: «Mantente firme como te ha sido ordenado». Firmeza. Ante estos problemas, Dios el Altísimo dijo a su Profeta: «¡Mantente firme como te ha sido ordenado, tú y quienes se han vuelto hacia Dios contigo!» (Sagrado Corán, 11:112). Firmeza, resistir. Por supuesto, la resistencia tiene sus penalidades, no decimos que sea fácil. Pero rendirse acarrea más penalidades aun. La diferencia está en que, por cada penalidad que soporta uno en la vía de la firmeza y la resistencia, Dios el Altísimo le dará una retribución: «Ya que no sufrirán sed ni cansancio ni hambre en la senda de Dios, ni darán ningún paso que irrite a los que no son creyentes, ni soportarán golpe alguno de sus enemigos sin que sea consignado para ellos como una buena obra» (Sagrado Corán, 9:120). Cada penalidad que soportan ustedes es una buena obra, mientras que, si se rinden al enemigo, a sus penalidades no les corresponde ninguna retribución ante Dios el Altísimo. Es más, aceptar la iniquidad es castigado. Así lo dispone el Corán: ni cometan ni acepten injusticias.

Las buenas obras: toda acción en aras de la independencia y el crecimiento científico y económico de los pueblos

La última cuestión concierne a las buenas obras: «Sea consignado para ellos como una buena obra» (Sagrado Corán, 9:120). Déjenme decirles que, en el mundo actual, toda acción y toda palabra que vaya en el sentido de la independencia política de los países y las naciones, en el sentido de la independencia cultural de los países y las naciones, en el sentido de la independencia y el crecimiento económico de los países y las naciones, en el sentido de la unidad, en el sentido del poderío de la Umma islámica, en el sentido de la difusión de la ciencia en el mundo islámico y de hacer que los jóvenes del mundo islámico crezcan es una buena obra y una buena acción.

Si ustedes trabajan en el campo de la ciencia y la investigación, en el campo de la energía nuclear… La energía nuclear es una necesidad de las naciones. En el mundo de mañana, todas las naciones necesitarán la energía nuclear para uso civil. Los occidentales, con su ansia de monopolio, quieren mantenerla bajo su control y dársela gota a gota a las naciones a cambio de su dignidad y su independencia. Es por eso que plantan cara a la actividad nuclear de la República Islámica, porque ellos mismos saben que nosotros, por nuestros fundamentos religiosos y nuestras convicciones, no perseguimos hacernos con armas nucleares, nos oponemos a ellas. Quieren que no existan ese conocimiento, esa industria y esa capacidad. Esto es así tanto respecto a nosotros como respecto a los demás. Dicen que les compremos a ellos, que no enriquezcamos. Toda acción en aras de hacernos con ese poder es una buena obra. Es una buena obra toda actividad económica importante que se lleve a cabo. Es una buena obra toda acción que se lleve a cabo en aras de ayudar a la gente, ayudar a los desposeídos, ayudar a los pobres. Es una buena obra toda acción que se lleve a cabo en aras de difundir las verdades y hacer frente a las fantasías.

Cumplimiento de estos deseos en un futuro no muy lejano

Gracias a Dios, hay aquí hoy un cierto número de intelectuales y ulemas del mundo islámico como invitados a la Semana de la Unidad. Entre tanta gente del mundo islámico como hay presente, hay intelectuales y sabios conocedores de la religión. ¡Vean ustedes qué amplio campo tienen ante sí para realizar buenas obras! ¡Cuántas buenas obras pueden ustedes llevar a cabo! Escriban, produzcan, defiendan la verdad y la justicia, entren en liza sin temer al enemigo: «Aquellos que difundieron el mensaje de Dios y Lo temen, sin temer a nadie más que a Dios; y Dios es suficiente para llevar la cuenta» (Sagrado Corán, 33:39). Llevar la cuenta le corresponde a Dios. El Altísimo llevará la cuenta y los recompensará. Yo les digo a ustedes que, Dios mediante, un día ―y ese día no está muy lejos―, el mundo islámico verá cumplidos por completo esos deseos, por el poder y la fuerza de Dios.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

1) De la Casida de la Burda, del poeta Sharafuddín al-Busiri.

2) Ibn Abi al-Hadid, Exégesis de Cimas de la elocuencia, vol. 6, pág. 340.

3) Del diván de Ahmad Shawki.