En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

La alabanza es para Dios, Señor de los Mundos, y vayan los rezos y la paz con nuestro maestro Abulqásim al-Mustafa Muhammad y su excelsa y pura familia de elegidos, guía para los guiados, en especial para lo que queda de Dios en la tierra, el imam del Tiempo.

Sean ustedes muy bienvenidos, queridos hermanos y hermanas. Han perfumado e iluminado ustedes esta reunión y esta husainiya nuestra con su espiritual y leal presencia, en especial los estimados hermanos que han recorrido un largo trecho desde ciudades lejanas para honrarnos con su asistencia. Agradezco el himno que han cantado esos queridos jóvenes, que ha estado muy bien, con un arreglo muy artístico, e igualmente doy las gracias al honorable recitador del Corán, que ha hecho una bella declamación.

¡Queridos hermanos y hermanas! Los días de la Década del Alba son para nuestro país un periodo único y sin igual, en el que se pone de manifiesto el poderío y la voluntad de la nación. ¿Por qué? Porque fue en los Diez Días del Alba cuando el pueblo de Irán logró, con su presencia y su afán inquebrantable, derribar una estructura podrida y degenerada multimilenaria. Durante miles de años, este país fue regido por monarquías, fuerzas invasoras y potencias extranjeras, sin que contase nada la gente. Incluso en época islámica ―siendo el Islam la manifestación de la compasión―, la conducta de los gobernantes que venían a Irán de parte de los califas fue severa y despótica, como la de los reyes y sultanes ordinarios. La gente no tenía papel alguno en la administración del país. Y de esa manera pasaron en nuestro país miles de años. En fechas más recientes, en época de los Pahlaví y algo antes, en tiempos de los Kayar, la situación iba aun más allá. Ya no era que la gente no contara nada, sino que era pisoteada. La riqueza del país era saqueada e iba a parar a bolsillos extranjeros. La corrupción se había apoderado de todo el aparato administrativo gubernamental. Tal era la situación antes de que triunfara la Revolución.

Liderado por el insigne imam Jomeiní ―cuya tarea no puede compararse a la de ningún dirigente de toda nuestra larga historia y que, a mi juicio, no tiene igual en el mundo―, el pueblo iraní hizo un acto de voluntad, tomó una decisión, dejó a un lado el miedo a las balas y a las imponentes apariencias del régimen pahlaví, salió a la palestra, arrasó esa estructura y colocó en su lugar la estructura del poder popular, con lo que el país se hizo democrático. Ahora bien, ¿qué significa «democrático»? Significa que, desde el principio, fue el voto popular lo que determinó el sistema político. Fue el voto popular lo que determinó qué personas debían sentarse a redactar la Constitución: la Asamblea de Expertos para la Constitución. Y una vez que estuvo redactada la Constitución por personas elegidas por sufragio popular, esa Ley Fundamental fue sometida de nuevo a voto popular. Es el voto popular el que determina el poder legislativo, el ejecutivo, las distintas asambleas y la propia jefatura del Estado: es el voto popular el que designa a los Expertos del Liderazgo, quienes a su vez escogen a un Líder. Así es que todo se basa en el voto popular. A ese modo de administración del país nos referimos al hablar de gobierno popular. Por todo ello, la Década del Alba es para nosotros incomparable a ningún otro momento del año. Es ahí donde se manifiesta la voluntad nacional.

Eso, sí: el sistema islámico popular es popular, pero no es ese carácter popular lo único que lo define. Nuestro sistema es un sistema de fe, un sistema religioso, una democracia islámica. Es por ser islámica que da lugar a gente como el mártir Soleimaní. Es por ser islámica que, durante la Sagrada Defensa, llevó a las familias a enviar al Yihad por Dios a sus jóvenes, carne de su carne, y a enorgullecerse luego de ello. ¿En qué otro lugar del mundo entrega una madre a tres o cuatro hijos hechos y derechos y se jacta de ello, sin que nadie tenga nada que objetar? ¡En ninguno! Yo he leído y oído sobre lo que ocurre en otros países. También allí han tenido guerras y sufrido pérdidas humanas, pero de ninguna manera se puede comparar con lo sucedido aquí, y eso se debe a la fe.

Fíjense. Hace apenas siete u ocho meses, a principios de este año en el calendario persa, en los gabinetes estratégicos de EE. UU. se discutió largo y tendido sobre nuestro Hach Qasem Soleimaní. El informe se publicó tiempo después de manera restringida y nos llegó a nosotros. En él se mencionan algunas cualidades de Hach Qasem y se dice que su persona es un gran obstáculo para la realización de los objetivos de EE. UU. Entre esas cualidades suyas ―que si es valiente, intrépido y demás―, señalan que es una persona comprometida, que tiene fe. Uno de esos rasgos era su compromiso. ¡Y es que las cosas son así! Cuando en las personas creyentes la fe va acompañada de una acción íntegra con Yihad, el resultado es una personalidad como esa, que recibe los elogios de las grandes potencias ¡y la alaban hasta sus enemigos!

Bueno, hoy les quiero hablar de dos asuntos. El primero es la cuestión de la participación popular, dado que tenemos ante nosotros dos grandes pruebas: la marcha del Veintidós de Bahmán y las elecciones. El otro tema es la cuestión de Palestina, sobre la que quiero decir dos o tres cosas. Nuestra posición al respecto está clara, pero quiero recalcarla una vez más.

Sobre las marchas del Veintidós de Bahmán, el 11 de febrero, lo cierto es que nuestro pueblo se ha distinguido por un gran tesón. No es cosa de broma que la gente salga durante cuarenta años en invierno, con el frío, con nieve, con heladas, en distintas ciudades del país ―en realidad, en todo el país― por el aniversario de la Revolución y exhiba al enemigo que está ahí de manera multitudinaria. Miren ustedes los aniversarios de las fiestas nacionales de otros países: apenas cuatro personas ahí paradas frente a unos cuantos que desfilan. Aquí, esa asistencia popular en esas proporciones inmensas y, además, durante cuarenta años uno tras otro y a pesar de toda la labor de sabotaje realizada por los enemigos, que cada año han intentado decir algo para debilitarlo, sin lograrlo. Quizá un servidor no sea quién para dar las gracias al pueblo, pero realmente es algo digno de agradecer de todo corazón al querido pueblo iraní. Además, este año el aniversario del Veintidós de Bahmán coincide con el cuadragésimo día del martirio de nuestro querido Soleimaní, con lo que la gente estará aun mucho más motivada y, si Dios quiere, nuestros enemigos verán por sí mismos esa inmensa afluencia popular a las plazas y las calles. Sobre eso no tengo mucho que decir. Dios mediante, nuestro pueblo asestará un contundente golpe a las políticas del enemigo con esa asistencia.

Pasemos ahora a las elecciones. ¡Queridos hermanos! Para nuestro país y para nuestro pueblo, las elecciones son una oportunidad, mientras que para nuestros enemigos son una amenaza. No hay que subestimarlas. No debe tomarse a la ligera que haya gente que, cuando habla de las elecciones, diga cualquier cosa que se le ocurra y descorazone a la gente. Las elecciones son una inmensa oportunidad para el país. Lo primero es que, si las elecciones se llevan a cabo con entusiasmo y la gente acude a las urnas en su totalidad, eso garantiza la seguridad del país. ¿Por qué? Porque los enemigos que amenazan el país y a la nación temen más el respaldo popular que nuestras capacidades armamentísticas. Sí, también temen nuestros misiles, pero más miedo tienen del respaldo popular al sistema. La participación electoral es un reflejo del apoyo popular al sistema y por eso crea seguridad.

En segundo lugar, es un reflejo de la voluntad y el poderío nacionales de Irán. Claro que en el país existen dificultades, ellos mismos ya lo saben. Son sus embargos los que, sumados a algunas negligencias por nuestra parte, han creado problemas a la gente, que tiene motivos para quejarse. Aun así, cuando se trata de elecciones, de la reputación del sistema y de la seguridad del país, la gente entra en acción. Eso pone de manifiesto la fuerza de voluntad nacional, el poderío y la lucidez de la nación. Hasta ahí, otro asunto.

Por otra parte, las elecciones son por sí mismas una solución para muchos de nuestros problemas internacionales. Los observadores internacionales de procesos electorales se forman un juicio sobre los países y sobre cómo debe ser el trato con ellos, en gran medida, basándose en estas cosas. Por ejemplo, miran si en tal país hay un parlamento y cómo se elige a los altos responsables del Estado. ¿Quién los elige? ¿Con cuánto respaldo son elegidos? Todo eso tiene repercusiones.

Y, además de eso, las elecciones a la Presidencia de la República y a la Asamblea de Consulta Islámica son una oportunidad para la entrada de ideas nuevas y nuevas formas al engranaje de toma de decisiones del país: elaboración y toma de decisiones. Llegan ideas nuevas ―en especial, si, como luego diré, se consigue encontrar y elegir a personas de gran estatura―, eso tiene repercusiones y las nuevas ideas entran en el proceso de elaboración y toma de decisiones del país, con lo que se pueden presentar maneras nuevas de resolver los problemas del país, pensar en remedios y plantear ideas basadas en el conocimiento de los asuntos. Es muy importante la cuestión de la economía, como ha reiterado ya a menudo un servidor, muy importante la cuestión de la cultura y muy importante la cuestión del fortalecimiento y el progreso científicos. Pero la base de todo ello son las elecciones. Si nuestras elecciones son sólidas, correctas y generales, en mi opinión, todos estos problemas se irán resolviendo. Ahí se ve la importancia de las elecciones.

Por lo tanto, las elecciones son la cuestión fundamental del país. No debe quitarse vitalidad a ese proceso fundamental agitando cuestiones marginales, con declaraciones variopintas y con mensajes desalentadores y desesperanzadores. Por desgracia, ese tipo de mensajes se dan. El enemigo hace su labor, por supuesto, y eso no es nuevo. Desde los primeros años, los enemigos han puesto siempre nuestras elecciones en tela de juicio. A veces, decían que en tal elección se había cometido fraude; a veces, que las elecciones se habían manipulado. Los extranjeros decían esas cosas a menudo, sin que tuviera mucha repercusión. A la gente no la afecta. La gente no confía en tal emisora de radio traidora que habla de «miles de personas» al tratar concentraciones inmensas con millones de asistentes, pero cuando doscientos individuos se dedican a cometer fechorías en la calle los llaman «el pueblo iraní». Es evidente. Sin embargo, eso depende de que no se les dé material desde el interior del país. En lo que insiste este servidor es eso: que quienes hablan, quienes disponen de una tribuna para expresarse o una cierta posición y pueden hablar ―ya sea en los medios de comunicación o en Internet― lo tengan en cuenta y no hablen de tal manera que el enemigo pueda aprovecharse de ellos, agrandando lo que dicen hasta dimensiones enormes y sirviéndose de ello para desanimar a la gente respecto a las elecciones. Cuando se dice que tales elecciones están manipuladas, es normal que la gente se desanime. Cuando se dice que aquí no hay democracia y que esto no son elecciones, sino designaciones a dedo, es normal que la gente se desanime, cuando eso es mentira. No es así.

Las elecciones de Irán son de las más limpias del mundo. Algunos países celebran elecciones en buenas condiciones, por supuesto, pero no son mejores que las nuestras. No son más limpias que las nuestras. En otros países, es que el fraude electoral es algo corriente. Hay otros cuya legislación no es democrática en el sentido verdadero de la palabra, incluido el propio Estados Unidos. En el propio Estados Unidos, al que se considera centro de la democracia, aun si dejamos a un lado la propaganda que se hace ―con la que se cambia el sentido del voto de la gente con dinero y con el poder del capital, pero que es algo de lo que ahora no quiero hablar―, la legislación está hecha de tal modo que una persona obtiene más votos, pero es otra que ha obtenido menos quien se hace con la Presidencia. Legalmente es así (1). La rival de este presidente de ahora que llegó al poder con las elecciones de hace dos o tres años, al parecer, consiguió varios millones más de votos que él, pero su legislación está hecha de tal modo que es ese el que llega a presidente. ¿Es eso democracia? ¿Es ese el voto de la mayoría? Aquí no es así. Aquí funciona con precisión. Quien obtenga, aunque sea, una décima por encima del 50 % del voto popular ―allá donde el criterio sea el 50 %― es el que gana. Así es como hemos actuado a lo largo de todos estos años. En distintas elecciones al Parlamento, ha habido personas diversas que me escribían cartas una y otra vez para decirme que había habido fraude y no estaban satisfechas. Muy bien. Nosotros designamos una comisión, se ocuparon del asunto, hicieron pesquisas, hicieron un seguimiento serio y vieron que no, que la persona que había hecho la denuncia se había equivocado y que había alguna cosa de la que no tenía conocimiento.

Las elecciones de nuestro país son elecciones limpias. A mí me dejan perplejo algunos que han conseguido ciertos logros a través de las elecciones y ponen en entredicho esas mismas elecciones. ¿Cómo es que, cuando las elecciones los benefician, son válidas y fidedignas, pero cuando no los benefician son defectuosas? «Pero cuando el derecho está de su lado vienen a él complacientes» (Sagrado Corán, 24:49). El Corán dice que si, en un juicio, el derecho se pone de su parte, aceptan el juicio; pero, si no lo hace, no lo aceptan. Luego dice: «¿Acaso hay una enfermedad en sus corazones?» (Sagrado Corán, 24:50).

De manera que, de los enemigos, no tenemos motivo de queja. El enemigo es hostil como se espera de un enemigo. Esa es su condición. Pero los amigos y quienes están dentro del país ―ya sean escritores de prensa, personas que tiene relación con Internet, diputados en el Machlés o personas con cargos gubernamentales importantes― deben todos tener cuidado. No vayamos a decirle de palabra a la gente que vote en las elecciones, pero haciéndolo de tal manera que estemos desanimando a la gente de participar. Eso no está bien. Es erróneo.

De lo más erróneo que se puede hacer en ese sentido es atacar al Consejo de Guardianes, que es un órgano digno de confianza. La Constitución le asigna una determinada posición. En el Consejo de Guardianes hay seis alfaquíes justos y seis juristas destacados elegidos por la Asamblea de Consulta Islámica. ¿Cómo acusan con esa facilidad al Consejo de Guardianes, por ejemplo, de haber sido parcial al rechazar a tal persona o aceptar a tal otra? Eso son calumnias, y calumniar es un gran pecado que requiere arrepentimiento. Tienen que arrepentirse.

Las elecciones son importantes. En el rezo del viernes de hace unas semanas, me permití señalar al pueblo de Irán que el remedio al problema que tenemos con fuertes y despiadados enemigos internacionales consiste en fortalecernos. Uno de los componentes del fortalecimiento es tener un Parlamento fuerte. La Asamblea de Consulta Islámica, que es donde se legisla, debe ser fuerte. ¿Y cuándo se hace fuerte? Pues cuando se forme con un índice de participación elevado. Será entonces cuando la Asamblea de Consulta Islámica sea fuerte y tenga respaldo.

Las quejas de la gente no están relacionadas con las elecciones. La gente tiene ciertas quejas relativas al sustento. En cierta medida, tiene que ver con parte de nuestra legislación y, hasta cierto punto, con algunos de nuestros responsables administrativos, que hacen que la gente se queje. Y tienen razón: en la mayoría de los casos, esas quejas son justas, pero no tienen que ver con las elecciones. La gente se queja de otra persona, pero es consciente del valor del Machlés, que pertenece al sistema islámico, al país y al conjunto de la nación iraní, y, si Dios quiere, acudirán con fuerza a designar su Parlamento.

Yo les digo a ustedes que, cualquiera que ame Irán debe votar. Es algo que ya hemos dicho antes y que repetimos ahora. Es posible que a alguien no le guste personalmente un servidor. Pues nada, ¡que no le guste! No pasa nada. ¿Pero ama Irán, su país? ¿O no? Pues tiene que participar en las elecciones. Cualquiera que quiera seguridad en su país, cualquiera que quiera que se resuelvan los problemas del país y cualquiera que quiera una buena rotación de las élites del país tiene que participar en las elecciones. Todos tienen que participar. Eso sí, yo tengo la seguridad de que las personas creyentes, revolucionarias e interesadas en el destino de la Revolución islámica participarán con mayor motivación. Pero quienes no tienen motivación revolucionaria o religiosa, al fin y al cabo, aman su país. Esos también deben participar en las elecciones. Bien, hasta aquí las cuestiones de principio sobre la elección.

Y, hablando del tipo de elección, ¿a qué persona elegir? Bien, yo no voy a proponerles a nadie. Jamás ha sido mi costumbre, en ninguna elección, dar siquiera un indicio para que alguien resulte elegido, pero a mi juicio el elegido debe poseer las siguientes características: la primera, que sea creyente. Elijan a personas que tengan fe. Es la fe lo que impide que una persona se descarríe, se desvíe, ponga el pie donde no es o pise torcido. La fe no deja que las tentaciones surtan efecto sobre el ser humano. Hay quienes son buenas personas al principio, pero cuando llegan a ciertos lugares las tentaciones los arrastran hacia un lado y otro. Si la fe es fuerte, se está a salvo de esos extravíos. Por lo tanto, que sean creyentes.

Luego, que sean revolucionarios. Que, en el verdadero sentido de la palabra, hayan dado su corazón a la Revolución islámica y la hayan aceptado, en el verdadero sentido de la palabra. Elijan a esos. Luego, que sean valientes. Un representante que tenga miedo de hablar contra tal potencia extranjera no es digno de ir a representar al pueblo de Irán, con la dignidad y la valentía que tiene. Hay que decir que los diputados del Machlés actuales han hecho cosas buenas. La última: después del martirio del general Soleimaní, hicieron una buena actuación contra Estados Unidos (3). Hace falta valentía, porque con miedos y temores nada avanza. Hay que actuar con valentía ―y también con prudencia y sensatez―.

Que tengan espíritu de esfuerzo, de Yihad, y trabajen día y noche con eficacia. Que estén a favor de la justicia, en el verdadero sentido de la palabra. Nuestro país está necesitado de justicia, como lo está la humanidad. Y, sin embargo, la justicia es algo abandonado y ajeno. La República Islámica enarboló la bandera de la justicia, no dejemos que deje de ondear. Persigamos la auténtica justicia, tanto la económica como la jurídica y la política. Debe haber justicia en todos los ámbitos.

Si conseguimos identificar a personas con tales características, démosles nuestro voto. Si no, empleemos a personas lúcidas y fiables. Que nadie diga «bien, pues si esas son las características que ha de tener un candidato electoral, yo no conozco a nadie, de manera que será mejor que no vote». No. Tienen ustedes que votar. Vuélvanse en ese caso hacia personas lúcidas, personas dignas de confianza y personas de las que uno pueda estar seguro. Háganles preguntas, interróguenlos. Si les dan una orientación, acéptenla y, si Dios quiere, el pueblo entero se pondrá en movimiento con intención pura y confiando en Dios el Altísimo.

Pasemos a la cuestión de Palestina. Bien, ya lo han oído ustedes. El mundo entero ha oído cómo los tiranos y los salteadores estadounidenses han presentado estos días un plan. Le han puesto el nombre de «acuerdo del siglo». Se hacen ilusiones pensando que, poniéndoles un nombre grandilocuente, quizá funcione. A mi juicio, lo que han hecho y pretenden hacer es, en primer lugar, estúpido; en segundo lugar, una muestra de ruindad; y, en tercer lugar, los perjudica ya desde el principio (Exclamaciones de «¡Dios es grande!» en el público). Bien, ya antes de decir un servidor por qué es estúpido, han lanzado ustedes un takbir, lo que muestra que todos ustedes saben ya por qué lo es. De todos modos, voy a repetirlo: es estúpido. ¿Por qué? Porque es seguro que ese plan no va a dar ningún resultado. Ese plan morirá antes de morir Trump. Y andar yendo y viniendo, hacer gastos, invitar a tal y cual persona, montar alboroto a nivel mundial y organizar una presentación de algo que con toda certeza no va a llevarse a la práctica es estúpido.

En segundo lugar, es una muestra de la ruindad y el carácter embaucador de los estadounidenses. En el caso de los sionistas, está claro, pero los norteamericanos han mostrado lo ruines y embaucadores que son. ¿Por qué? Pues porque han ido a negociar con una parte contraria, que son los sionistas, sobre algo que no les pertenece. Negocian entre ellos sobre lo que pertenece a los palestinos, ¡uno da y el otro recibe! ¿No es eso ruindad? ¿No es una estafa? Palestina es de los palestinos. ¿Quiénes son ustedes para tomar decisiones sobre Palestina y que si Bait al-Muqaddas (Jerusalén) debe ser así y tal otro lugar de otra manera, y dónde debe estar la capital del Estado palestino? ¿A ustedes qué más les da? ¿Pero quiénes son ustedes? Palestina es de los palestinos y decidir sobre Palestina corresponde a los palestinos, como ahora diré. La única manera de resolver el problema de Palestina es el plan que propusimos nosotros hace ya unos años y que hoy volveré a plantear. Que vayan otros como EE. UU. a decidir sobre las propiedades, la tierra, el país y las casas de otros es una muestra del carácter embaucador, la ruindad y la vileza de quienes lo hacen.

Hemos dicho luego que esto los perjudica desde el principio. ¿Por qué? Pues porque todo el empeño de la Arrogancia ha sido y es relegar al olvido el nombre y el recuerdo de Palestina, que se borren de las memorias. Pero lo que han hecho ha tenido el efecto contrario: que reviva la cuestión palestina. Ahora, el mundo entero está hablando de la injusticia que sufre el pueblo de Palestina y de que la razón está de su parte, a la vez que condenan a EE. UU. No hay que prestar atención al puñado de dirigentes árabes traidores que ha ido y aplaudido. Esos no tienen importancia ni valía, y a ojos de sus pueblos carecen de honor. De manera que esto ha acabado perjudicándolos. Palestina está ya más viva, se ha hablado más de los grupos palestinos, el nombre de Palestina corre más de boca en boca, y la injusticia que sufre se ha hecho más evidente. De manera que así es el plan. Como es lógico, ellos harán algunos esfuerzos para sacarlo adelante, a base de armas y dinero. Excitarán la codicia de algunos con dinero y a otros los amenazarán por las armas. Esa es su línea de acción.

Ahora, ¿cuál es el remedio (para la cuestión de Palestina)? Pues consiste en mantenerse firmes y resistir con valentía. El pueblo, los apoyos y las organizaciones de Palestina deben poner las cosas difíciles al enemigo sionista y a EE. UU. con su sacrificado Yihad. No hay más camino que ese, y todo el mundo islámico debe también ayudarlos. Todas las naciones musulmanas deben dar apoyo a los palestinos. Ese es el remedio. He de decir que mi convicción es que las organizaciones armadas palestinas se mantendrán firmes y seguirán resistiendo. El camino es resistir.

Afortunadamente, esa resistencia no se limita hoy en día en Asia Occidental a Palestina. La resistencia se extiende en un radio que va más allá de Palestina y, si Dios quiere, irá creciendo día a día. Nosotros, la República Islámica, consideramos nuestro deber apoyar a los grupos combatientes palestinos y los apoyaremos de todas las formas y en toda la medida en que podamos hacerlo. Esa es la voluntad de la República Islámica y de la nación iraní. Si Dios quiere, ellos se harán más fuertes y debilitarán a los enemigos.

Pero el remedio fundamental y de fondo a la cuestión palestina es el que dijimos hace unos años y que quedó registrado en las instituciones internacionales: que se pida el voto al pueblo de origen palestino entero, no a los de tal o cual país que llegaron a Palestina y se instalaron allí, sino a los que son de Palestina, sea cual sea su religión ―musulmanes, cristianos o judíos, porque parte de los palestinos son musulmanes, parte cristianos y parte judíos―, y que se instaure el sistema que ellos acepten en toda Palestina, no solo, por ejemplo, en el área que ellos llaman «territorios ocupados» ―porque lo que llaman «territorios ocupados» es una parte de Palestina―. Tiene que asumir el poder en toda Palestina un gobierno con el voto popular que decida sobre las cuestiones de Palestina, siendo también ellos quienes decidan sobre la gente como Netanyahu y los demás. Que la decisión esté en sus manos. Esa es la única vía que existe para la paz y la resolución de la cuestión de Palestina.

Y hacia eso, si Dios quiere, se irá avanzando. Esperemos que ustedes, los jóvenes, vean ese día ―que, Dios mediante, lo verán― y tengan la divina suerte de hacer las oraciones en Bait al-Muqaddas (Jerusalén), que es una cuestión tan importante para esta gente. Esperemos que Dios el Altísimo no nos retire la protección del Yihad por Dios y los combatientes por Dios ni a nosotros, ni a nuestro país ni a nuestra gente.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Alusión a la elección en 2016 como presidente de EE. UU. de Donald Trump, quien se impuso frente a su adversario, Hillary Clinton, al obtener más votos de compromisarios del Colegio Electoral norteamericano, pese a haber obtenido menos voto popular.

(2) Referencia a los sermones del rezo colectivo del viernes 17 de enero de 2020 en Teherán.

(3) El 7 de enero de 2020, los representantes de la Asamblea de Consulta Islámica aprobaron de urgencia, en conformidad con el Gobierno y a fin de aplicar la «dura venganza» por el asesinato del teniente general mártir Hach Qasem Soleimaní, el proyecto de ley Reforma de la Ley de Actuación Recíproca frente a la designación de la Guardia Revolucionaria como organización terrorista por Estados Unidos.