En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

Antes de que comencemos la clase, voy a decir un par de cosas a propósito de esta gran y positiva prueba que pasó el viernes la nación iraní.

Lo primero es que, verdaderamente, hay que dar las gracias al gran pueblo iraní. Ustedes ya saben cuánto se ha trabajado en contra de la participación de la gente en las elecciones. Usaron a todos los agentes que pudieron, ya fuera en Internet o en los diversos sistemas. No estos últimos días, sino desde hace un mes o dos: que si esto no son elecciones, que si no hay una elección real, que si el Consejo de Guardianes ha hecho tal cosa… Ese tipo de mensajes. Cuanto más nos acercábamos, mayor fue el volumen de esa propaganda. Y, al final, esta enfermedad, que era un buen pretexto. En la noche del jueves, la víspera de las elecciones, se dio la noticia de la aparición de este virus y la enfermedad, por ejemplo, en Qom. Y, desde la madrugada del jueves, el enemigo empezó a difundir propaganda, diciéndole a la gente que no tenía que ir a hacer cola para las elecciones, que no tenía que ponerse en la fila para votar, que si allí había tal o cual, que si estaba la enfermedad, que si estaba el virus…  ¡Fíjense bien! Aprovecharon la más mínima oportunidad, sin dejar que se perdieran ni unas horas. De inmediato, empezaron a decir y recalcar eso sin cesar.

Pues la gente acudió a las urnas. Ustedes lo vieron por televisión y también fuera; allá donde fuesen a votar, sin duda vieron el gentío. Y, a pesar de que la gente de Qom ―para quien quiera Dios el Altísimo multiplicar Sus bendiciones― se hallaba en el centro de esa enfermedad, el primer nombre que salió, como una de las circunscripciones electorales más concurridas, fue el de la circunscripción de Qom, donde la gente salió a votar. Miren ustedes, esta nación es una nación a la que Dios el Altísimo ha querido hacer triunfar. Quiéralo Dios. Esto es realmente digno de agradecer. Cabe agradecerlo al Creador, porque es Dios quien transforma los corazones. Los corazones están en Sus manos. Y a la gente también hay que darle verdaderamente las gracias. Eso, lo primero.

Lo segundo es que miren ustedes sobre qué cosas trabaja el enemigo. No se trata solo de la economía, ni solo de la cultura o las creencias revolucionarias y religiosas, sino que se inmiscuye incluso en las elecciones. No quiere que se afiance esa manifestación, ese fenómeno de la participación popular en nombre de la religión, votando en las urnas y sirviendo una elección. Siempre han difundido lo contrario de eso. Siempre han dicho que la religión se opone a las elecciones, a la libertad, a la democracia y esas cosas. Y ahora tienen que ver cómo la religión opera como manifestación plena de una democracia total, como han reconocido algunos extranjeros. Durante estos 41 años, hemos celebrado 37 o 38 elecciones. ¿En qué lugar del mundo hay tal afán democrático? Pues también se meten en eso.

El enemigo se mete en todo. Conozcamos al enemigo. Estemos atentos. «Quien se duerme, su enemigo no duerme» (1). Si se duermen ustedes en la trinchera frente al enemigo, eso no quiere decir que el enemigo se haya dormido. Puede que esté despierto, como de hecho sucede. Ponen a miles de personas a seguir las distintas cuestiones de Irán. Pues nosotros deberíamos ser millones de personas preparadas tanto para la defensa como para el ataque. También nosotros debemos atacarlos en reciprocidad, ya sea mediante la propaganda o con todo aquello de que es capaz una nación revolucionaria.

Notas

(1) La cumbre de la elocuencia, epístola 62.