En el Gran Oratorio Imam Jomeiní de Teherán

Primer sermón

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Hemos abordado ya un asunto, y el segundo es que los preceptos del Islam en materia de defensa dejan claro cuál es nuestro deber —tanto los preceptos del Islam en defensa, como nuestra propia Constitución y las leyes internacionales—. Esas mismas leyes en cuya redacción nosotros no tuvimos influencia alguna, pero, incluso en esas mismas leyes, esto que les voy a decir es uno de los postulados indiscutibles, y es que todo pueblo tiene derecho a defender su casa, su país y sus intereses frente al agresor. Lo que esto significa es que la nación palestina tiene derecho a alzarse frente a un enemigo que se ha apoderado de su tierra, ha ocupado su casa, destruido sus cultivos y arruinado su vida. El pueblo destino está en su derecho.

Esa es una zona consolidada, como corroboran hoy las leyes mundiales. ¿De quién es Palestina? ¿Quiénes son el pueblo de Palestina? ¿De dónde vinieron esos invasores? El pueblo de Palestina tiene derecho a alzarse frente a ellos. Ningún tribunal, ningún organismo, ninguna organización internacional tiene derecho a reprender al pueblo palestino por oponerse al régimen usurpador sionista. ¡No tienen derecho! Y quienes ayudan al pueblo palestino están cumpliendo con su deber. Nadie tiene derecho, conforme a ninguna ley internacional, a reprender al pueblo libanés, al Hezbolá libanés, por apoyar a Gaza y el levantamiento del pueblo de Palestina. Es su deber, lo tenían que hacer. Además de ser un mandato islámico, lo dictan la razón y la lógica internacional, mundial. Los palestinos están defendiendo su tierra; esa defensa es legítima y es también legítimo ayudarlos. Por tanto, todos esos ataques y la Tormenta de Al-Aqsa, que se llevó a cabo el año pasado en estos mismos días, son acciones correctas, conformes a la lógica y a la ley internacional, y son los palestinos quienes estaban en su derecho.

La tenaz defensa del pueblo palestino por los libaneses es tanto parte de ese mandato como es legal y es también racional; es lógica, es legítima y nadie tiene derecho a censurarlos por acometer esa defensa. Y la brillante acción de nuestras Fuerzas Armadas hace tres noches fue también una acción plenamente legal y legítima.

Lo que hicieron nuestras Fuerzas Armadas fue el mínimo de los castigos al régimen usurpador sionista por los asombrosos crímenes de ese régimen, de un régimen sanguinario, de un régimen bestial, del perro rabioso de Estados Unidos en la región. Cualquiera que sea el deber que incumba a la República Islámica en este ámbito, lo cumplirá con fuerza, con severidad y con contundencia.

En el cumplimiento de ese deber, ni nos demoramos ni nos precipitamos. Fíjense bien: ni demora ni precipitación. No caeremos en la precipitación. Lo que a juicio de los decisores militares y políticos sea lógico, sea sensato, sea correcto, se hará a su debido tiempo, como se ha hecho y como, si resulta necesario, se volverá a hacer.

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Segundo sermón

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

Alabado sea Dios, Señor de los Mundos, y vayan los rezos y la paz con nuestro maestro y profeta Abulqásim al-Mustafa Muhammad y su familia pura, en especial con el Príncipe de los Creyentes; su amada Fátima al-Zahra al-Marzia; Al-Hasan y Al-Husain, maestros de los jóvenes del Paraíso; Alí ibn al-Husain Zain al-Abidín; Muhammad ibn Ali al-Baqir; Yaafar ibn Muhammad as-Sadiq; Musa ibn Yaafar al-Kadim; Ali ibn Musa al-Riza; Muhammad ibn ali al-Yawad; Ali ibn Muhammad al-Hadi; Al-Hasan ibn Ali az-Zaki al-Askari; y al-Huyya ibn al-Hasan al-Qaim al-Mahdi, con todos ellos las bendiciones de Dios.

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Estamos todos, en el martirio del Seyed querido, afligidos y en duelo. Es esta una gran pérdida que nos ha sumido en un verdadero duelo. Eso sí, nuestro duelo no implica abatimiento, desasosiego ni desesperanza. Es como el duelo por el Señor de los Mártires, Husain ibn Alí (la paz sea con ambos): vivificante, formativo, estimulante y esperanzador.

El cuerpo de Seyed Hasan Nasralá no está entre nosotros ya, pero su verdadera persona, su espíritu, su camino y su expresiva voz siguen y seguirán entre nosotros.

Él fue el estandarte en alto de la Resistencia frente a rapaces demonios despiadados; fue una lengua elocuente en valiente defensa de los oprimidos; fuente de consuelo y de osadía para los combatientes y para quienes aspiran a la justicia. Su estimación y su influencia se habían extendido más allá del Líbano, de Irán y de los países árabes, y ahora su martirio acrecentará esa influencia.

Su más importante mensaje para ustedes, el leal pueblo libanés, en su vida en este mundo, tanto en las palabras como en los actos, fue que no desesperen ni se azoren por perder a figuras eminentes como el imam Musa Sadr, Sayyid Abbas al-Musawi y los demás; no duden del camino de la lucha; incrementen sus esfuerzos y su capacidad; redoblen su cohesión; resistan frente al enemigo invasor, agresor, reforzando su fe y su confianza en Dios, y hagan que fracase.

¡Queridos míos! ¡Leal pueblo de Líbano! ¡Ardorosos jóvenes de Hezbolá y de Amal! ¡Hijos míos! También hoy es eso lo que quiere nuestro Seyed mártir de su pueblo, del Frente de la Resistencia y de toda la Umma.

El vil y abyecto enemigo, al no poder infligir daño sustancial a las sólidas estructuras de Hezbolá, de Hamás, de Yihad Islámica o de las demás organizaciones que combaten por la causa de Dios, ven la señal de su victoria en el asesinato, en la destrucción, en los bombardeos, en las matanzas de civiles y en sumir en el duelo a personas desarmadas.

¿Cuál es el resultado? El resultado de tal conducta es la acumulación de ira; una mayor motivación de la gente; el surgimiento de más hombres, más jefes, más líderes y más personas dispuestas a dar la vida; el estrechamiento del cerco en torno a ese lobo sanguinario y, por fin, la eliminación de esa ignominiosa entidad del ámbito de lo existente.

¡Queridos! Los corazones en duelo hallan paz en el recuerdo de Dios y en la súplica de Su ayuda, las ruinas se reconstruyen y el aguante y resiliencia de ustedes les reportarán honor y dignidad.

El querido Seyed estuvo treinta años a la cabeza de una ardua lucha. Levantó a Hezbolá paso a paso: «Son como un sembrado en el que germinan sus semillas, crecen y se ensanchan y fortalecen en su tallo, sorprendiendo a los sembradores. Y con ello Él enoja a los que descreen. Y Dios ha prometido, a quienes de ellos crean y realicen buenas obras, perdón y una recompensa inmensa» (Sagrado Corán, 48:29).

Con el discernimiento del Seyed, Hezbolá creció de modo sensato y natural, pacientemente, etapa tras etapa, y exhibió en diversos momentos al enemigo los efectos de su existencia al hacer retroceder al régimen sionista: «Da su fruto en toda época, con permiso de su Señor» (Sagrado Corán, 14:25).

Hezbolá es verdaderamente el árbol bueno. Hezbolá y su heroico dirigente mártir son la esencia de las virtudes históricas y de la identidad de Líbano.

Nosotros los iraníes conocemos Líbano y sus excelencias desde tiempos remotos.

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Es deber nuestro y de todos los musulmanes cumplir con el deber para con Líbano, herido y ensangrentado. Defendiendo a Gaza, con su Yihad por la Mezquita de Al-Aqsa y asestando golpes al inicuo régimen usurpador, Hezbolá y el Seyed mártir avanzaron por la senda de un servicio vital prestado a toda la región, a todo el mundo islámico. La insistencia de Estados Unidos y sus cómplices en preservar la seguridad del régimen usurpador es una tapadera de la mortífera política que consiste en convertir al régimen en instrumento de ellos para hacerse con el control de todos los recursos de la región y emplearlos en grandes conflictos mundiales. Su política es hacer del régimen la puerta de exportación de la energía de la región al mundo occidental, así como la puerta para las importaciones de mercancías y tecnología occidentales de la región, lo que supondría garantizar la existencia del régimen usurpador y la dependencia de toda la región respecto de él. El atroz y temerario comportamiento del régimen con sus bombardeos se debe a que codicia esa situación.

Esta realidad nos hace entender que todo golpe infligido al régimen por parte de cualquier persona o grupo que sea es un servicio a toda la región e incluso a toda la humanidad.

Con toda certeza, ese sueño sionista y estadounidense es una fantasía vana e irrealizable. El régimen no es sino el árbol malo «arrancado de la tierra», presentado por la veracidad divina como «sin estabilidad» (Sagrado Corán, 14:26).

Ese pérfido régimen carece de raíces y es artificial e inestable, y tan solo se mantiene en pie a duras penas gracias a las inyecciones de ayuda de Estados Unidos. Pero tampoco eso durará mucho, con el permiso de Dios.

Prueba evidente de esta afirmación es el hecho de que, tras un año ya gastando muchos miles de millones de dólares en Gaza y Líbano y contando con ayuda plena de Estados Unidos y de varios Estados occidentales más frente a unos miles de hombres en armas, de combatientes por la causa de Dios cercados e impedidos de recibir cualquier tipo de ayuda del exterior, el enemigo ha fracasado, siendo su única habilidad bombardear casas, escuelas, hospitales y centros de población desarmada.

Hoy, gradualmente, la criminal banda sionista ha llegado también a la conclusión de que jamás vencerá a Hamás y Hezbolá.

¡Pueblo resistente de Líbano y Palestina! ¡Audaces combatientes! ¡Paciente y agradecido pueblo! Estos martirios, esta sangre derramada no debilitará su movimiento, sino que lo hará más sólido.

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Tampoco hoy retrocederá la Resistencia de la región con estos martirios. La Resistencia vencerá.

La Resistencia de Gaza asombró al mundo. Honró al Islam. En Gaza, el Islam se ha interpuesto frente a toda maldad, toda iniquidad. No hay ninguna persona noble de espíritu que no salude esa resistencia y maldiga a su despiadado y sanguinario enemigo. La Tormenta de Al-Aqsa y todo un año de resistencia en Gaza y Líbano ha llevado al régimen usurpador hasta el punto de que su principal afán es el mantenimiento de su propia existencia —es decir, el mismo afán que tenía el régimen en los primeros años tras su aciago nacimiento—. Lo que esto significa es que la lucha de los hombres en armas de Palestina y Líbano ha logrado hacer que el régimen sionista retroceda setenta años.

La principal causa de guerra, inseguridad y atraso en esta región es la existencia del régimen sionista y la presencia de Estados que dicen buscar un ambiente de paz y tranquilidad en la región. El problema fundamental de la región son las injerencias extranjeras. Los gobiernos de esta región son capaces de establecer en ella paz y bienestar. Hacen falta el esfuerzo y la lucha de los pueblos y de los gobiernos para alcanzar esa gran y salvífica meta.

En este camino, Dios ayuda a los caminantes: «Y, en verdad, Dios tiene poder para auxiliarlos» (Sagrado Corán, 22:39). Sea la paz de Dios con el dirigente mártir Nasralá, con el heroico mártir Haniyeh y con el honorable general Qasem Soleimaní.

 

En desarrollo...