Entre los acontecimientos importantes de esa época a nivel regional estuvo la formación del «Proceso de Cesión», es decir, las negociaciones israelí-árabes a las que llaman «proceso de paz». Ese proceso cobró forma tras negociaciones árabo-israelíes. Recuerde usted que en 1993 se dio un acuerdo entre el Sr. Yaser Arafat y los israelíes, es decir, Isaac Rabin y Shimon Peres; acuerdo que se fraguó bajo la supervisión de Estados Unidos. Finalmente, el acuerdo tomó el nombre de Oslo. Se trataba, claro está, de algo extremadamente peligroso que influía de manera negativa en el transcurso de la lucha árabo-israelí. La razón de esa peligrosidad es que, conforme al acuerdo, la Organización para la Liberación de Palestina reconoció oficialmente a Israel y, con ello, renunció a los territorios ocupados por el régimen sionista en 1948.

Además, en el acuerdo se estipulaba que el objeto de negociación sería Al-Quds (Jerusalén) oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza, y que sobre el resto de regiones de Palestina no había nada que hacer. Eso era un gran problema.

Por otra parte, el acuerdo abría las puertas para que muchos otros países árabes iniciaran negociaciones y llegaran a acuerdos con Israel, y a que finalmente normalizaran sus relaciones con Tel Aviv. Esto era muy peligroso. Por aquel entonces se oponían a los Acuerdos de Oslo el Seyed Guía y los movimientos de la Resistencia palestina, incluidos Hamás, Yihad Islámica, y el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Hezbolá y los grupos libaneses también se opusieron. Nosotros organizamos manifestaciones en contra, pero dispararon contra nosotros y dimos cierto número de mártires en esa vía en los suburbios del sur de Beirut.

En todo caso, aquello fue un momento clave muy peligroso. Pensamos entre nosotros qué debíamos hacer frente al acuerdo. ¿Plantarle cara en el terreno político y mediático, y llamar a los palestinos a resistir y reivindicar sus derechos? El surgimiento de esta cuestión de los Acuerdos de Oslo y la etapa posterior hizo que se ampliaran y reforzaran los lazos entre Hezbolá y grupos palestinos como Hamás y Yihad Islámica, dando mayor potencia a la vía de la resistencia en los territorios ocupados palestinos. Usted se acordará de que, por aquel entonces, los combatientes de Hamás y Yihad Islámica realizaron en el corazón de Tel Aviv grandes operaciones de martirio que dejaron temblando a las autoridades sionistas. Fue tras aquellas operaciones cuando se celebró una cumbre extraordinaria en la ciudad egipcia de Sharm al-Sheij, en la que participó Clinton y el presidente de Rusia del momento. A la cumbre asistieron además muchos países, mientras que el difunto presidente sirio Hafiz al-Asad rechazó participar.

Lo cierto es que en aquella cumbre se declaró la guerra a tres grupos: primero, Hezbolá; segundo, Hamás y Yihad Islámica; y tercero, la República Islámica de Irán, por su apoyo a la Resistencia a nivel regional. A pesar de sus grandes dimensiones, la cumbre no logró sin embargo que reinara el temor en las filas de Hezbolá ni de los demás grupos de resistencia de la región, en particular porque la posición del Seyed Guía respecto a la Resistencia y la necesidad de apoyarla era totalmente clara, transparente y firme.

 

Hubo también la Conferencia de Madrid.

La Conferencia de Madrid fue antes de los Acuerdos de Oslo. Algo muy importante aquí fue la profunda perspicacia del Seyed Guía, y su precisión en la comprensión de lo que se avecinaba. Yo estoy convencido de que esta capacidad de anticipación precisa del futuro no tiene sólo un aspecto racional, sino que es uno de sus carismas, que tiene su raíz en su fe, su sabiduría y su relación con Dios el Altísimo.

En ese periodo tuvieron lugar frecuentaciones que dieron en llamarse negociaciones sirio-israelíes. Hafez al-Asad era entonces el presidente de Siria e Isaac Rabin primer ministro del régimen sionista. Aquellos diálogos fueron en un principio secretos, hasta que después se hicieron públicos. Se veían en Estados Unidos, bajo la supervisión de Clinton. Delegados del presidente Asad y del gabinete de Rabin se reunían allí, y era inminente que aquello diera fruto. Se decía que Isaac Rabin había aceptado devolver a Hafez al-Asad los altos del Golán.

De esta manera, se creó en la región una atmósfera en la que Israel y Siria se disponían a llegar a un acuerdo. Esa atmósfera era perceptible en Siria, Líbano, Palestina y toda la región. Yo me acuerdo de que en aquel entonces algunos nos preguntaban qué haría Hezbolá en caso de acuerdo sirio-israelí, y cuál sería su destino. Si Siria e Israel llegaban a un acuerdo, ¿cuál sería la postura de Hezbolá? Si aquel acuerdo se materializaba, ¿qué pasaría con Hezolá y con los grupos de resistencia islámica? Nosotros celebramos infinidad de reuniones para analizar esta cuestión y hacer planes para el futuro. En aquel momento creíamos que el acuerdo entre Rabin y Al-Asad era definitivo; de hecho, no sólo lo creía Hezbolá, sino que el conjunto de los libaneses, sirios y palestinos consideraban que aquello era cosa hecha. Celebramos grandes reuniones internas y hablamos del futuro; de las cuestiones políticas, militares, armamentísticas, incluso sobre el nombre. Algunos preguntaban si seguiríamos llamándonos Hezbolá o si escogeríamos un nuevo nombre adecuado a las nuevas circunstancias. Algunos de nuestros hermanos estaban en la lista negra de Estados Unidos y se planteaba si mantenerlos en el Líbano o mandarlos al extranjero. Por ejemplo, en esa lista estaba el nombre del mártir Hach Imad Mugniya (q. e. p. d.). En definitiva, pusimos por escrito todo un abanico de distintas propuestas.

 

En esa época, ¿Hezbolá no tenía un canal de comunicación con el propio Hafez al-Asad para ponerse al corriente de su decisión?

Lo que pasa es que todos los datos y toda la información disponible nos confirmaban que las negociaciones sirio-israelíes habían dado resultado. En aquel entonces, la reclamación principal de Al-Asad era recuperar el Golán y que Israel retrocediera a las fronteras del 4 de junio de 1967, y Rabin lo había aceptado. Por fin, fuimos a ver al Seyed Guía. Él tuvo mucha paciencia con nosotros, porque durante la visita le expusimos una por una las cuestiones y propuestas planteadas por las distintas personas. Escuchó todo lo que decíamos, en una reunión a la que asistieron otros responsables iraníes, y, mientras que todos esos responsables —sin excepción— estaban convencidos de que las negociaciones sirio-israelíes habían llegado a su fin, dijo: «Está bien que tengan en cuenta los peores escenarios y posibilidades, y que hagan planes para hacerles frente, pero yo les digo a ustedes que eso no va a suceder y que la paz entre Siria e Israel no va a tener lugar. Por lo tanto, dejen a un lado todo lo que han escrito y preparado. Sigan resistiendo y multipliquen sus esfuerzos por adquirir armas, material y gente, y no se preocupen por este asunto, porque no va a haber ninguna paz entre Siria e Israel». Todos los presentes, tanto iraníes como libaneses, quedaron sorprendidos por la rotundidad con que hablaba. No dijo que lo considerara improbable ni que existían otras posibilidades, ¡en absoluto! Dijo que con toda seguridad eso no iba a pasar. De modo terminante, dijo: «Olviden ese asunto, déjenlo a un lado y prosigan su trabajo mejor y con más energía».

En todo caso, a nosotros nos sorprendió. Volvimos al Líbano y seguimos nuestra tarea conforme al juicio del Seyed Guía. Apenas habían pasado dos semanas desde la reunión con él, cuando se celebró en Tel Aviv una gran fiesta a la que acudieron más de cien mil personas y, cuando Isaac Rabin estaba pronunciando un discurso, un judío extremista abrió fuego contra él y lo mató. Después de Rabin, fue designado como primer ministro del régimen sionista Shimon Peres. Era una figura débil, que a ojos de los israelíes no estaba al nivel de Rabin ni desde el punto de vista histórico, ni por su historial militar ni como persona digna de confianza.

Después de aquello, se realizaron grandes operaciones en los territorios ocupados, tanto en Tel Aviv como en Al-Quds (Jerusalén), que hicieron temblar los fundamentos del poder del régimen israelí. Luego se celebró la cumbre de Sharm al-Sheij de la que he hablado antes. Más adelante, en 1996, Israel atacó el Líbano con una operación llamada «Uvas de la Ira» y perpetró una matanza sin precedentes en Qana, lo que se conoció como «la masacre de Qana». Nosotros por nuestra parte resistimos frente a ellos y vencimos. Poco después —es decir, dos o tres semanas más tarde— hubo elecciones en Israel, Peres salió derrotado y en lugar del Partido Laborista llegó al poder el partido Likud, con Benjamín Netanyahu como primer ministro, quien tras hacerse con el cargo dijo: «Yo no voy a atenerme a ninguno de los compromisos de Isaac Rabin y Shimon Peres sobre Siria y las negociaciones con Hafiz al-Asad». Ahí acabó la agitación de las negociaciones sirio-israelíes. Estamos hablando de 1996, y ahora estamos en 2019. ¿En qué momento está el Proceso de Cesión? En su peor momento.

 

Como ha señalado usted, en esa atmósfera que se creó se extendió el sentimiento de que era inminente un pacto, una cesión, y que, naturalmente, la población palestina sería sacrificada. ¿Entraron en contacto con ustedes desde distintos países para que Hezbolá avanzara también por esa vía? ¿Contactaron con ustedes los países favorables a esa cesión para ello? ¿Le mandaron algún mensaje para alentarlo a aceptar ese pacto con Israel?

No hubo ningún contacto directo en ese sentido con Hezbolá. Ellos no tenían esperanzas en nosotros, porque conocían nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestra fe y nuestra determinación. Eran bien conscientes de todo ello, pero algunos países árabes sí ejercían presión sobre el Líbano de manera general. Presionaban al Gobierno y al pueblo libaneses para que aceptasen ceder y pactar con Israel. Amenazaban con que, en caso de no aceptarlo, Israel destruiría el Líbano y el mundo árabe volvería la espalda a Beirut. Ese tipo de presiones existía, pero no hubo ningún contacto directo; y si no hubo ningún contacto importante fue porque conocían nuestra postura, y así comprobamos que no tenían esperanza alguna en nosotros en absoluto. Esta es otra gracia que nos concedió Dios Todopoderoso.

 

Hay quien pregunta por qué no pueden la República Islámica de Irán y el Hezbolá libanés transigir con ninguno de los planes de pacto y cesión planteados por Estados Unidos y el régimen sionista, desde Oslo hasta el «acuerdo del siglo». Existe una suspicacia sobre por qué Irán y Hezbolá no hacen preparativos para el fin del conflicto. Otro punto sobre Palestina es que algunos dan a entender que los propios palestinos desean algún tipo de arreglo y de pacto. ¿Cómo ve usted estas dudas? Por otra parte, vemos cómo algunas personalidades y gobernantes del mundo árabe tienen interés por Palestina y por abanderar la causa palestina. ¿Por qué signos se puede reconocer a los verdaderos adalides de esa causa y esa corriente de pensamiento?

Sobre la primera parte de la pregunta, debo decir que todos los proyectos presentados para la cuestión de Palestina violan los derechos de los palestinos y atentan a sus intereses. Según dicen, los Acuerdos de Oslo excluyen los territorios de 1948 del marco de diálogo —es decir, que quieren mantener al margen del diálogo dos terceras partes de Palestina—. Bueno, pues eso es una gran injusticia. Por lo tanto, ha sido una gran injusticia desde el principio y desde sus fundamentos. Además, luego no les dan esa tercera parte restante; no dicen «aquí tienen Cisjordania» y se limitan a hablar sobre Jerusalén oriental. En esa época, los sionistas incluso trataban con condescendencia la cuestión de la Franja de Gaza. Shimon Peres decía que querría despertarse un día y que el mar se hubiera tragado Gaza. Así es como miran ellos la cuestión territorial.

En cuanto a Al-Quds, en ninguno de los planes presentados han aceptado nunca los estadounidenses y los israelíes ceder la parte oriental de la ciudad a los palestinos. En las últimas negociaciones de Camp David, entre Yaser Arafat y Ehud Barak, al plantearse la cuestión los israelíes incluso dijeron: «De Al-Quds, todo lo que hay sobre la tierra para ustedes, y todo lo que hay bajo tierra para nosotros». Y sobre los refugiados palestinos los israelíes han dicho claramente que no permitirán que regresen a sus tierras, mientras que hay millones de palestinos sin hogar que viven dispersos en el Líbano, Siria, Jordania y otros países. ¿Qué persona sensata puede aceptar tal cosa?

Incluso si nosotros aceptásemos esos planes, basados en la solución de la formación de «dos Estados, Israel y Palestina», se plantearía de qué Estado palestino estaríamos hablando. Un Estado sin soberanía nacional, sin fronteras, sin espacio aéreo ni marítimo, sin aeropuertos… ¿qué Estado es ese? Por lo tanto, los planes que se presentado para Palestina, desde los Acuerdos de Madrid hasta las negociaciones bilaterales y el «acuerdo del siglo», muestran cómo la situación ha ido empeorando día a día.

Hablemos del «acuerdo del siglo»: usted ha visto recientemente cómo Jared Kushner hizo ciertas consideraciones, en las que dijo explícitamente que conforme a ese acuerdo Al-Quds es de Israel. Anunció que los grandes asentamientos de sionistas establecidos en Cisjordania se anexionarían a Israel. Por lo tanto, fundamentalmente nadie está hablando de una «solución de dos Estados» en la que haya un Estado palestino real. Ni los propios palestinos aceptarán tales planes.

Así vamos llegando a la conclusión. Primero: si ve usted que la República Islámica de Irán, el Hezbolá libanés y los demás grupos de la Resistencia no aceptan los planes presentados para Palestina, es porque todos ellos imponen una gran injusticia a la nación palestina y a la Umma islámica. Segundo: tampoco acepta esos planes la mayoría de los palestinos, si no su totalidad. En la actualidad está perfectamente claro el consenso total existente entre los distintos grupos y partidos palestinos contra el «acuerdo del siglo». No es que unos lo acepten y otros lo rechacen. Los movimientos Al-Fatah y Hamás, así como los demás grupos palestinos, tienen sus diferencias, pero en el rechazo al «acuerdo del siglo» no se permiten ni la menor duda y mantienen una postura común. El pueblo palestino, ya hablemos de quienes están dentro o fuera de las fronteras del país, rechaza el «acuerdo del siglo». La oposición al plan no es algo limitado a Irán y los grupos de la Resistencia de la región, sino que los propios palestinos son contrarios a él.

Por ora parte, hay que entender bien la postura frente al régimen sionista del imam Jomeiní (qepd), el líder de la República Islámica de Irán, el Hezbolá libanés y los demás grupos de la Resistencia: Israel no es un problema sólo para los palestinos, puesto que la consolidación de la soberanía israelí no es peligrosa sólo para ellos, sino que lo es también para todos los países árabes e islámicos. La consolidación de la soberanía de ese régimen es un gran peligro para Siria, Líbano, Irak, Jordania e incluso la República Islámica de Irán. Israel tiene armas nucleares y más de 200 ojivas. Está siempre buscando expandir su hegemonía a toda la región. Y hay otra cuestión importante, que aprendimos del imam Jomeiní (que Dios esté satisfecho de él) y del Seyed Guía, que es que Israel no es un régimen independiente de Estados Unidos, sino su brazo en la región. ¿Quién lanza guerras en la región? ¿Quién comete agresiones? ¿Quién se entromete en los asuntos de los demás países? Por lo tanto, la existencia de Israel, su subsistencia, su poder y la mejora de su posición, ya sea por vías pacíficas o no, es una gran amenaza para la seguridad de todos los países de la región, desde Irán hasta Paquistán e incluso los países de Asia Central, Turquía y demás.

Así las cosas, quienes hoy resisten frente a Israel están defendiendo al pueblo palestino y los derechos que se le deniegan, pero en realidad también está defendiendo cuanto es sagrado y se está defendiendo a sí mismo en el Líbano, Siria, Jordania, Egipto, Irak y los demás países. Israel no va a abandonar su objetivo de formar un Estado que vaya del Nilo al Éufrates, que es un sueño de la Torá que Israel se ha esforzado por materializar. Israel es una base militar en la región que actúa para promover los intereses de Estados Unidos. Todos sabemos que Estados Unidos quiere que Irán vuelva al periodo de antes de la Revolución, el periodo monárquico, igual que Arabia Saudí, para que cada vez que quiera petróleo se le dé, y que cada vez que quiera reducir el precio del petróleo lo lleve a la práctica. Usted vio cómo Trump hizo público que con una sola llamada telefónica había obtenido de Riad 450‌‌ 000 millones de dólares. Trump dijo textualmente que conseguir esos 450 000 millones le había resultado mucho más fácil que sacarle 100 dólares a un puesto ilegal callejero de Nueva York. Él quiere que Irán sea como los saudíes, que todos los países de la región sean como los saudíes. ¿Y en qué se apoyan los saudíes? En quienes pretenden dominar la región y en la existencia de Israel, con sus armas atómicas que amenazan a los países de la región.

Por esto mismo, la gran estrategia en la que insistía el imam Jomeiní (q. e. p. d.) era que, si queremos una región con seguridad plena, vivir en paz permanente, defender nuestra soberanía nacional y nuestra integridad territorial, y que todos los países de la región gocen de soberanía nacional y de una libertad real, nada de ello es compatible con la existencia de Israel; y, con los acuerdos de paz, lo que se busca es consolidar la existencia de Israel.

 

En la actualidad, el estandarte de la causa del Estado palestino y el liderazgo de esta causa está en manos de…

Hoy en día no cabe discutir en modo alguno que ese estandarte de la causa nacional palestina está en manos del ayatolá Jameneí (que tenga larga vida). Hoy en día nadie duda de que la República Islámica de Irán, con la determinación, la voluntad y el poder de que dispone, hace la función de Umm al-Qura, de centro de la Umma islámica y de núcleo y centro principal del Eje de la Resistencia.

 

Israel y sus responsables anunciaron en el año 2000 su retirada del sur del Líbano, intentando presentarla como algo voluntario. ¿De verdad se fueron de modo voluntario o se vieron obligados a abandonar el sur del Líbano?

Los israelíes quisieron retirarse del sur del Líbano por las grandes pérdidas materiales y humanas que les estaba infligiendo la Resistencia. No existe duda alguna de que fue la Resistencia y sus operaciones lo que los obligó a abandonar el sur del Líbano. En el Líbano nadie duda de ello, existe consenso en ese sentido. Si no fuera por las operaciones diarias de la Resistencia, Israel estaría aún en el sur del Líbano; es indudable. Aunque hay que decir que los israelíes, incluso cuando sufrían las presiones más intensas por parte de la Resistencia, intentaban obtener concesiones de sus adversarios e imponer condiciones a Siria y Líbano.

Por aquella época, tanto el Líbano como Siria, presidida entonces por Hafez al-Asad, se negaron a hacer concesiones. Eso ayudó mucho al Gobierno libanés, en el que Siria tenía una influencia considerable, por lo que le ayudó a rechazar las condiciones de Israel. Abro un paréntesis para decir, sobre Isaac Rabin y Hafez al-Asad, que uno de los factores que echaron por tierra el proceso de negociación sirio-israelí fue la postura de Al-Asad, que cuando los israelíes llegaron a las fronteras del 4 de junio insistió en que devolvieran parte del lago de Tiberíades. Decía que el lago pertenecía a Siria y debía volver a ella. Esta cuestión fue uno de los factores que hicieron que el entendimiento entre Israel y Siria no fructificara con el gobierno de Shimon Peres, tras la muerte de Isaac Rabin.

Volvamos al sur del Líbano. Hemos llegado a que los israelíes trataron de obtener concesiones de Damasco y Beirut e imponer sus condiciones, pero los Gobiernos sirio y libanés se opusieron; también Hezbolá y la Resistencia libanesa. Por otra parte, la Resistencia de Hezbolá proseguía con sus operaciones, hasta que los israelíes llegaron a la conclusión de que permanecer en el Líbano les resultaba costoso, sin que fueran a poder obtener ninguna concesión del Líbano. Por lo tanto, decidieron salir del sur del Líbano sin condición alguna. Tenga usted en cuenta que en aquella época había presión en los territorios ocupados por parte de los colonos para que Israel saliera de Siria; en particular quienes no querían que Israel permaneciera en el Líbano eran las familias de los militares israelíes y las de sus muertos. Lo mejor es que designaron el mes de julio del año 2000 para salir del país. La intensidad de las operaciones de la Resistencia impuso así al régimen de Tel Aviv la opción de retroceder, y por la gracia de Dios sus militares salieron corriendo del sur del Líbano totalmente humillados y en pánico. Aquel acontecimiento fue un favor divino.

Tenemos una pregunta más, y nos gustaría cerrar aquí la conversación. El ayatolá Jameneí dijo hace unos años que Israel desaparecería en los siguientes 25 años.

Antes de abordar ese asunto, hay que terminar el de la victoria del año 2000. A este propósito, yo tengo un recuerdo muy importante del Seyed Guía. Se acuerda usted de que he dicho que en el año 1996 él había dicho que no habría ninguna paz entre Siria e Israel. En 2000, unos meses antes de la retirada de Israel del sur del Líbano viajamos a Teherán, siguiendo nuestro programa habitual para reunirnos con el Seyed Guía y las autoridades iraníes. Fuimos —nosotros, el consejo de Hezbolá— a Irán. En aquel viaje, por primera vez llevamos la compañía de los mandos militares del frente de la Resistencia. Nos acompañaron unos 50 comandantes de la Resistencia.

Nuestra estimación era entonces que Israel no se retiraría ese año del sur del Líbano. No estábamos seguros, pero veíamos poco probable que lo hiciera en el año 2000, porque estábamos convencidos de que los israelíes no estaban dispuestos a retirarse sin condiciones. Le dijimos al Seyed Guía: «Nos parece improbable que Israel se retire del sur del Líbano. Parece más bien que Israel va a permanecer en el Líbano y que necesitaremos más tiempo y más operaciones para obligarlo a salir sin condiciones». Él preguntó: «¿Por qué les parece improbable?»; y le respondimos: «Porque hacerlo supondría un gran riesgo para ellos. Retirarse de manera incondicional del sur del Líbano sería una victoria clara de la Resistencia, su primera victoria evidente, y lógicamente influiría en los acontecimientos internos de Palestina y en el pueblo palestino, lo que constituiría una amenaza estratégica para Israel al transmitir a los palestinos el mensaje de que la vía principal es la de la resistencia, no las negociaciones; el mensaje de que las negociaciones les han quitado tierras y lugares sagrados, mientras que la resistencia ha liberado el Líbano y el sur del Líbano». Fue ahí cuando el Seyed Guía dijo: «Yo les sugiero que partan seriamente de la base de que Israel se va a retirar del Líbano y ustedes van a salir victoriosos.

Ustedes atiendan a sus asuntos y hagan planes para el futuro contando con ese orden de cosas. Siéntense y hagan planes sobre cómo tienen que afrontar la retirada israelí del Líbano desde el punto de vista militar, sobre el terreno, en los medios de comunicación y en la esfera política». A nosotros nos sorprendió oírlo hablar así, porque todos estábamos convencidos de que Ehud Barak, que había ganado las elecciones, no pondría en práctica su promesa de retirarse por no haberse cumplido sus condiciones; en particular, por no tener compromisos en materia de seguridad. Ni el Gobierno libanés, ni el de Siria ni el Hezbolá libanés habían dado garantías a Israel sobre su seguridad. Por ello, la pregunta era cómo era posible que se retirara. No era ni sensato ni lógico.

Más importante aún es que después de aquella reunión, por la noche, fuimos con nuestros hermanos de la Resistencia, incluido el difundo Hach Imad Mugnia a casa del Seyed Guía. Los hermanos eran gente que combatía en primera línea del frente, y en cualquier momento podían caer mártires. Una vez que llegamos los hermanos y yo a su casa, fuimos a una gran sala donde se realizaba la oración. Nuestros hermanos llevaban traje militar y una kufiya al cuello, con lo que se parecían mucho a los basiyíes de los frentes iraníes. El plan era solo hacer un rezo colectivo dirigidos por el Seyed Guía y, tras besarle la mano, dar por finalizada la visita. Él ofició la ceremonia y, finalizado el rezo de la noche, se levantó de donde estaba para saludar a los hermanos libaneses.

A continuación, pidió a quienes me acompañaban que se alejaran un poco y me dijo a mí: «¡Estoy rendido!». De inmediato uno de nuestros hermanos se acercó y le besó la mano, mientras otros echaban a llorar; algunos con tal intensidad que caían al suelo derrumbados. Poco a poco se acercaron. Uno de ellos le besó la mano y, cuando otro se inclinó para besarle el pie, él no lo permitió. Retrocedió un poco y me dijo: «Diles que se sienten y se calmen; hablemos un poco». En aquella ceremonia no estaba previsto que el Seyed Guía hablara con ellos. Yo pedí a mis hermanos que conservaran la calma y les fui traduciendo lo que decía. Una de las cosas que dijo —que en mi opinión era más fruto de sus carismas que de análisis políticos y capacidad de previsión, porque era más profundo— fue: «Dios mediante, ustedes triunfarán. Su victoria está mucho mucho mucho más cerca de lo que algunos imaginan». Me señaló a mí, por haber dicho que veía improbable la retirada de Israel, y a la vez que me señalaba así con la mano izquierda dijo: «Todos y cada uno de ustedes verán con sus propios ojos cómo salen victoriosos».

Transcurrido todo esto, volvimos al Líbano. Llevamos a cabo grandes operaciones, en las que cayeron mártires numerosos hombres de la Resistencia. Llegó el 25 de mayo y comenzó, por sorpresa y de modo imprevisible, la humillante retirada de Israel del sur del país. En el avance hacia la frontera cayeron mártires varias personas.  Fue ahí donde se materializaron tal cual las dos predicciones del líder de la Revolución. La primera, que la victoria de la Resistencia llegara tan rápido, apenas unos meses después de aquel encuentro; y la segunda, que todos aquellos que presentes en la reunión con el Seyed Guía, aun participando en las operaciones de la primera línea de batalla, estuviéramos vivos y fuésemos testigos de esa gran victoria.

 

Lo que quería preguntar antes es que el ayatolá Jameneí dijo hace varios años que Israel no vería los siguientes 25 años, y ha habido distintas interpretaciones de esa frase. Algunos la tomaron literalmente y empezaron una cuenta atrás hacia su realización. Por otra parte, el Frente de la Arrogancia empezó a ridiculizar algunas interpretaciones. Usted ha resistido en circunstancias diversas frente al régimen sionista, por lo que tiene la experiencia de distintas batallas. A la vista de esa experiencia, cuando usted oyó esa frase del ayatolá Jameneí, ¿cómo la entendió y cuál fue su sentimiento? ¿Cuál es ahora?

Lo primero que debo decir es que a mí personalmente esas palabras del Seyed Guía no me sorprendieron: ya habíamos oído frases similares en reuniones internas de años anteriores —en especial, en el año 2000, después del triunfo frente al régimen sionista—. Varios meses después de ese triunfo fuimos a verlo y estaba muy contento por lo conseguido. Hablamos del futuro, y decía: «Si el pueblo palestino, la Resistencia libanesa y los pueblos de la región cumplen su deber correctamente y seguimos por esta vía, con toda seguridad Israel no podrá aguantar mucho en la región». Y en ese momento hablaba de menos de 25 años.

Por lo tanto, cuando le oí lo de los 25 años llegué a la conclusión de que le había dado un tiempo extra a Israel. Así que no me sorprendió. Por otra parte, hay que decir que esa afirmación del Seyed Guía sobre Israel es algo completamente serio. Conforme a las experiencias que yo he tenido, algunas de las cuales ya han salido en la conversación, yo tengo la convicción de que él es un individuo que cuenta con la aprobación de Dios el Altísimo, y las cosas que dice en ocasiones vienen de otro lugar, como sucedió con la Guerra de los 33 Días de 2006. Debo señalar que todos los datos y análisis apuntan a que eso (la desaparición de Israel) sucederá, pero no es algo que pueda tomarse al margen de toda circunstancia, y depende de ciertas condiciones. Depende de que la Resistencia siga haciendo su labor a nivel regional, sin rendirse a Israel, y de que la República Islámica mantenga su apoyo a la Resistencia a nivel regional; de modo que, si nosotros resistimos y seguimos nuestro camino, el estado de cosas sobre el terreno nos dice que Israel no será capaz de subsistir 25 años en la región.

Voy a poner un ejemplo para que quede más claro. En los últimos años, nosotros hemos hecho muchos estudios y análisis sobre el régimen israelí, sobre qué es fundamentalmente —es decir, sobre qué bases reposa— y dónde hay que buscar las causas de su subsistencia, cuáles son sus puntos débiles y cuáles los fuertes. Con todo esto estoy señalando que, durante su trayectoria, la Resistencia siempre se ha servido de investigaciones y de su capacidad de raciocinio y pensamiento, partiendo de las realidades del terreno. Aunque en el combate contra el sionismo también hay emociones, sentimientos, una gran motivación, una moral muy elevada y un espíritu revolucionario, eso no quiere decir que esta lucha esté desprovista de un aspecto investigativo y racional para discernir los puntos débiles y la potencia del enemigo para escoger el momento, el lugar y los métodos adecuados.

Así es como lo vemos nosotros y, si quiere que entre en detalles, no hay inconveniente. Yo hablo basándome en los fundamentos estructurales del régimen enemigo, tanto interiores como exteriores, así como en sus puntos débiles y sus fortalezas, y de las dimensiones ocultas de las palabras del Seyed Guía no tengo idea. Aun así, vistas las investigaciones hechas sobre la situación en el terreno, puedo decir sin ambajes que Israel no puede subsistir en el plano de la existencia, porque la existencia de Israel en la región no es natural, sino que está en conflicto con la esencia de la región. Es una entidad que se ha impuesto a la región por la fuerza, y que no puede hacerse normal y convertirse en algo natural.

Incluso aunque lo quieran los reyes, príncipes y gobernantes árabes, todos los pueblos de la región están en contra de la existencia de Israel, que rechazan de manera categórica como ilegítima. Los elementos de debilidad de la entidad israelí son muy numerosos, y la probabilidad de que el régimen colapse muy elevada. Le puedo señalar dos ejemplos de puntos débiles evidentes de Israel: el primero, en la actualidad el poder de Israel depende en grado extremo del poder de los Estados Unidos de América. Por esto mismo, si a EE. UU. le ocurre lo que sea —como sucedió con la Unión Soviética—, ya sea un derrumbe económico, problemas y fisuras internos, catástrofes naturales o cualquier otro tipo de problema que mantenga a EE. UU. ocupado en sí mismo y reduzca su influencia en la región, verá usted cómo los israelíes recogen sus cosas en el más breve espacio de tiempo y se van. Por tanto, su desaparición no requiere necesariamente una guerra ni combates. La subsistencia de Israel en Palestina depende del apoyo de Estados Unidos, tanto desde el punto de vista espiritual o intelectual como desde los puntos de vista psicológico, militar y económico. Por lo tanto, si Estados Unidos se ve ocupado en sí mismo Israel no será capaz de subsistir y no hará falta ninguna guerra contra él. Es sólo un ejemplo, pero es una realidad objetiva.

Todo el mundo sabe que Estados Unidos ayuda anualmente a Israel con tres mil millones de dólares. Además de eso, los israelíes gozan anualmente de diez mil millones de dólares en créditos bancarios. Parte de los impuestos que se pagan en Estados Unidos van a los bolsillos de Israel. Adicionalmente, desde Estados Unidos se transfieren a Israel las tecnologías más avanzadas. El apoyo norteamericano a Israel es algo evidente. Uno de los principales motivos de la postura bochornosa de los regímenes árabes frente a Israel es el terror que tienen a Estados Unidos, no a Israel en sí mismo. Si llega un día en que algunos de los regímenes y los ejércitos árabes se ven liberados de la presión estadounidense, su postura frente a Israel será diferente, y estoy hablando de estos mismos ejércitos y régimenes.

Pongo otro ejemplo. Son muchos los países del mundo que han formado un ejército, pero de Israel se dice que es un ejército que ha creado un régimen. En el mundo es posible que el ejército de un país se derrumbe, pero el país siga en pie. Por ejemplo, tras la guerra de Estados Unidos contra Irak, los norteamericanos disolvieron el Ejército iraquí, pero Irak subsistió, no desapareció. Hay países en el mundo que o no tienen ejército o tienen uno muy débil, pero Israel es un régimen que sin un ejército poderoso no es capaz de seguir existiendo. Si su ejército resulta derrotado o si la realidad de ese ejército —es decir, su debilidad— se hace evidente para los colonos y estos entienden que ese ejército no es capaz de defenderlos, verán ustedes cómo los israelíes recogen sus cosas y se van.

¡Estimados hermanos! Los puntos débiles de Israel son numerosos y, además, letales. Por eso mismo, estoy convencido de que, existiendo una voluntad nacional contraria a la subsistencia de ese régimen, habrá cambios a nivel regional e internacional. Yo me cuento entre quienes creen en la capacidad de la generación actual y, si Dios quiere, esta generación entrará en Palestina, rezará en Al-Quds e Israel dejará de existir.

 

Continuará...