Me gustaría decir algo sobre estos días, marcados por esta grandiosa congregación (que es el peregrinaje de Arbaín). Es en verdad un gran fenómeno histórico. Por lo general, en prodigios tales, que surgen de modo repentino ante la vista sin que se haya hecho divulgación previa, la mano divina es más perceptible que en otros fenómenos (…).

De nuestro país, a pesar de los muchos obstáculos, van a Kerbala para una marcha de ochenta kilómetros ―para andar, no para regocijarse tumbados en un hotel― dos millones de personas; y de Irak y de otras regiones van muchedumbres aun varias veces mayores. Es un acontecimiento divino ―un fenómeno divino―. Muestra que ese camino es el camino del amor, pero no un amor alienado, sino un amor acompañado de sabiduría, como el amor de los allegados a Dios. «¡Oh Dios! Concédenos Tu amor, el amor de quien Te ama y el amor por todo acto que nos haga llegar cerca de Ti» (Bihar al-Anwar, vol. 91, pág. 149).

Este amor es un amor acompañado de sabiduría. El amante en este sentido sabe, entiende, y esa atracción lo lleva adelante; ese magnetismo lo arrastra. De manera que se trata de una gran obra; y el fenómeno es un fenómeno grandioso.

En primer lugar, me gustaría felicitar a quienes han logrado ir allí. Le pido a Dios que apruebe lo que han realizado, y doy fe de mi envidia por lo que han hecho, porque a nosotros se nos ha privado de esa bendición, pero hechos la han conseguido. Además, me gustaría agradecer al pueblo de Irak su hospitalidad, su amabilidad y que hayan conseguido gestionar tal afluencia en pocos días. Este acontecimiento es de una importancia extraordinaria.

Ahora, ¿cuál es el resultado? Quiero decir que, ante tales sucesos, en los que se ve con claridad la mano del poder divino y las bendiciones de Dios, deberíamos dar gracias al Creador. Si damos las gracias a Dios, tales acontecimientos seguirán produciéndose; pero si no damos las gracias a Dios, se nos retirarán.

Imam Jameneí, 23 nov 2016