El delito de Mandela fue luchar con un régimen en el que la minoría colonizadora invasora (de raza blanca), explotaba a la mayoría de la población originaria (afro) por la fuerza de las armas. Este régimen, al que sus propios fundadores llamaron como ‘apartheid’, fue apoyado durante años por las potencias del bloque occidental, reprimiendo con la mayor severidad cualquier oposición, el cual, en búsqueda de sus objetivos, encarcelaba a los luchadores por la libertad bajo la acusación de terrorismo.

Hoy, 18 de julio de 2024, han pasado más de 9 meses desde que los combatientes de HAMAS crearon el hito de una epopeya, llevando a cabo la operación ‘Tormenta de Al-Aqsa’. Los combatientes de HAMAS también han sido etiquetados como ‘terroristas’ desde 1997. Su delito es luchar contra un régimen en el que los colonizadores invasores, mediante la fuerza de las armas, buscan destruir a la población nativa y dominar toda la región. Este régimen, que fue creado con la promesa de establecer un Estado para los judíos del mundo, y cuyos fundadores lo llamaron “Israel”, ha estado llevando a cabo durante años su proyecto de limpieza étnica a través del genocidio y la restricción de la población nativa, con el apoyo del bloque occidental.

Israel y el apartheid, dos hermanos de sangre

El régimen de Israel se creó sobre la base de la discriminación racial y religiosa, y el régimen del apartheid sobre la base de la discriminación racial, pero, el promotor de ambos, es la hegemonía imperialista occidental que comete cualquier injusticia en el camino de una mayor dominación sobre los recursos de otras naciones. Por esa misma razón, las grandes potencias occidentales no dejaron de apoyar el apartheid hasta que el costo de su apoyo superó los beneficios, y hoy, esos mismos países justifican descaradamente los crímenes del régimen sionista. El doble estándar aplicado por las potencias occidentales a la hora de condenar el apartheid en los últimos años de su poder, y respaldar al régimen sionista, pone de relieve su hipocresía, ya que el estudio de las leyes y la conducta de ambos regímenes muestra que existe una similitud ejemplar entre los dos. 

La primera, y más importante semejanza, es la usurpación del territorio a los pueblos nativos. El régimen del apartheid blanco, después de usurpar más del 80% del territorio de Sudáfrica, designó áreas llamadas bantustanes, donde los africanos sólo tenían derecho a residir. En un único caso de usurpación de tierras africanas, el régimen del apartheid ordenó la evacuación de una zona conocida como ‘Distrito 6’, y desplazó a más de 60 000 residentes africanos en dicha zona.

El régimen sionista también tiene un largo historial de desplazar a los palestinos desde su fundación, en 1948. Sólo en el ‘Día de la Nakba (catástrofe, en árabe)’ más de 750 000 palestinos fueron expulsados de sus hogares y ciudades, y se vieron forzados a emigrar a países vecinos o residir en campamentos de refugiados. Asimismo, en 1967 el régimen sionista expulsó a cientos de miles de palestinos desde Cisjordania, la Franja de Gaza y Al-Quds (Jerusalén), y preparó el terreno para la ocupación de más del 80 por ciento de los territorios palestinos. Durante estos años, el régimen sionista también ha usurpado tierras pertenecientes a palestinos en numerosas ocasiones al destruir viviendas y tierras agrícolas, y erigir asentamientos ilegales en ellas.

Restringir el movimiento, una herramienta de guerra psicológica y económica

Otra herramienta que utilizó, y sigue utilizando el apartheid y el régimen sionista para presionar a la población originaria, es restringir su movimiento. En Sudáfrica, sus habitantes necesitaban obtener permisos para salir de los bantustanes y, si se les veía fuera de estos, sin permiso, eran detenidos. El régimen sionista también ha dividido la Palestina ocupada en varias áreas mediante la construcción de muros y puntos de control, y ha condicionado el movimiento de los palestinos entre estas áreas a la obtención de permisos del régimen. Lo importante, sin embargo, es saber qué beneficios ha tenido y tienen estas restricciones de movimiento para esos regímenes. En la Palestina ocupada, el régimen sionista crea obstáculos en el movimiento entre tierras agrícolas, lugares de trabajo y educación de las personas y sus hogares, con el objetivo de paralizar económicamente y socialmente a la población, y llevar a cabo la usurpación de las tierras sin resistencia alguna. Otra muestra de la imposición de este tipo de restricciones es restringir la circulación en áreas de Al-Quds, lo que afecta tanto a los cristianos, como a los musulmanes palestinos. Estas presiones crecientes, a largo plazo, pueden provocar la emigración del país. También, en Sudáfrica, las restricciones de movimiento a la población negra le impedían las oportunidades para su crecimiento económico, y garantizaba la superioridad económica de los blancos, ya que las tierras agrícolas fértiles se localizaban normalmente fuera de los bantustanes.

Discriminación legal

Bajo la ‘Ley de Ciudadanía de la Patria Negra’, aprobada en 1970, los africanos no eran considerados ciudadanos en Sudáfrica. Esto significaba que ellos estaban privados del derecho a voto y del derecho a la autodeterminación. Eso también permitía a los gobernantes blancos reprimir y castigar arbitrariamente a la población negra. En Sudáfrica, bajo el apartheid, los negros podían ser detenidos durante mucho tiempo sin juicio por salir de los bantustanes sin permiso. Una discriminación legal similar también rige en la Palestina ocupada, donde en la Cisjordania se aplican dos sistemas legales: la ley civil para los ciudadanos israelíes y la legislación militar para los ciudadanos palestinos. La legislación del régimen sionista también permite detener, sin juicio, a los palestinos por un período de seis meses e incluso extenderla.

Una diferencia clave

El apartheid en Sudáfrica se aprovechaba a los negros como mano de obra para impulsar el crecimiento y progreso económico. Aunque las políticas de discriminación y segregación racial eran ejercidas, incluso, en infraestructuras como la educación y el transporte, fue la necesidad fundamental de este gobierno por la fuerza laboral (negra) lo que permitió que el pueblo sudafricano pudiera derrocar a este régimen mediante numerosas campañas de desobediencia civil y manifestaciones masivas. Aunque el régimen del apartheid también reprimió a la oposición popular con la masacre de Sharpeville en 1960, y el levantamiento de Soweto en 1976, así como con la ejecución y encarcelamiento de sus opositores, no se puede comparar con la brutalidad del régimen sionista. El régimen sionista quiere el territorio palestino sin su población nativa. Esto ha hecho que, desde su fundación, este régimen haya llevado a cabo los ataques más sangrientos contra el pueblo palestino y hable abiertamente de su intención de expulsar a los palestinos de su territorio. Esta diferencia de enfoque entre el apartheid sudafricano y el régimen sionista, ha hecho que la lucha contra estos dos regímenes sea diferente. Si Nelson Mandela pudo dar un paso hacia la liberación de su pueblo del apartheid soportando la prisión, este paso en Palestina se logra tolerando el calor y la presión de vivir en túneles subterráneos, y luchando contra el ejército del régimen sionista. Si las marchas lideradas por el arzobispo anglicano, Desmond Tutu infligieron golpes al régimen del apartheid en Sudáfrica, la amarga experiencia de las marchas de retorno de los palestinos en Gaza y sus esfuerzos diplomáticos han demostrado que el golpe al régimen sionista no proviene de las manifestaciones, sino de soportar pacientemente los brutales ataques de este régimen infanticida, y de educar a una generación resistente.

En esta misma línea, el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Jamenei, cree que la cuestión palestina será resuelta solo con la aniquilación de Israel, y luego, la celebración de un referéndum entre toda la población originaria de Palestina:

«La lucha del pueblo palestino en todos los frentes—lucha política, lucha militar, lucha moral y cultural— debe continuar hasta que aquellos que usurpan Palestina se sometan al voto de la nación palestina: que se recabe el voto de todo el pueblo de Palestina —incluidos musulmanes, cristianos y judíos palestinos, así como el de aquellos que son palestinos exiliados fuera de Palestina—, que sean ellos quienes determinen el tipo de sistema que debe regir Palestina y que todos se sometan a él. Hasta ese momento, la lucha debe continuar y continuará, y por la gracia de Dios, con la ayuda de Dios y por el poderío y la fuerza divinos, el pueblo de Palestina vencerá en esa lucha pacífica, humana y aceptada en todos los usos y costumbres razonables del mundo, y la tierra de Palestina volverá a manos del pueblo de Palestina. Y con la ayuda de Dios, ustedes los jóvenes, verán ese día, Dios mediante» (05/06/2019).