En el Nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso

Que la bendición y la paz sean con nuestro señor Muhammad y su familia purificada. Dice el Sapientísimo en el Corán: «Por cierto que esta vuestra comunidad es una sola y Yo soy vuestro Señor, ¡adoradme pues!»

Otra vez, la ceremonia de la Peregrinación ha realizado su colosal exhibición en la morada de la revelación y la profecía, y produjo esa escena admirable y emocionante de ríos clamorosos de pueblos musulmanes que desde todos los rincones del mundo convergen en ese océano y materializan la convivencia de una sola comunidad bajo la bandera de la unicidad divina.

Los sentimientos revueltos en este conjunto humano muestran las esperanzas, necesidades, dolores y la capacidad de una gran nación islámica.

La tierra de la peregrinación en estos momentos es anfitriona de gente proveniente de Irán, Irak, Palestina, Líbano, el subcontinente Indio, el norte de África, Turquía, Bosnia, y los países de Asia y Europa.

Esos corazones anhelantes, pueden ser los intérpretes de las palabras que la comunidad islámica tiene en su interior. El Hayy es precisamente para acercar las voces de los musulmanes en todo el mundo. El cordel que une todos esos corazones entre sí, es ese mismo mensaje que fue proclamado por primera vez desde esta región y cruzó a lo largo y ancho del mundo y de la historia: el mensaje de la Unicidad y la unidad; la Unicidad de Dios y la unidad de la ummah.

La 'Unicidad' consiste en negar la divinidad de los tiranos y opresores y de los poderosos de la fuerza y el dinero; y la 'unidad' consiste en la manifestación de la grandeza y fuerza de los musulmanes. La peregrinación, mucho más allá de cualquier escrito o alocución, cada año renueva ese mensaje permanente mediante esa colosal congregación, y lo disemina a lo largo del mundo del Islam. En la ceremonia de la peregrinación, cada musulmán de cada lugar del mundo islámico, debe otra vez reconocer esa realidad de que el florecimiento, exaltación y prosperidad en todo sentido de los países islámicos, sólo pueden alcanzarse mediante esos dos elementos: la Unicidad (tawhîd) en todas sus dimensiones: individuales, sociales y políticas, y la unidad (wahdah) en su correcto sentido y que es factible de ser concretada en el mundo de hoy.

En la gran congregación del Hayy del presente año, se pueden incluir decenas de palabras amargas y dulces provenientes de decenas de países islámicos. Cada uno de esos mensajes acarrea un deber sobre los hombros del resto de los hermanos, y expone el conjunto de ese panorama de la realidad de la gran comunidad islámica. El mensaje del pueblo de Irak a quien la trasgresión, la arbitrariedad foránea y la dictadura irreflexiva de sus mandatarios le han quitado el esplendor de la vida y le han impuesto la miseria y la humillación.

El mensaje del pueblo de Afganistán, sobre quien la intolerancia y la falta de visión han disipado la recompensa de sus luchas pasadas y ha erigido una nación que se manifestado un comportamiento ignorante y hostil.

El mensaje del pueblo de Bosnia, a quien la política de relegar al Islam conducida por los norteamericanos y sus colaboradores, ha puesto en peligro su identidad islámica, y hace que su soberanía se vea progresivamente cada vez más expuesta a la extinción.

El mensaje del pueblo de Palestina, que ha erigido con manos firmes la orgullosa bandera de la Intifada, y mediante la sangre de sus jóvenes ha quitado el filo a la espada de la tiranía y crueldad de los sionistas.

El mensaje de la gente de Líbano, quien mediante su impresionante resistencia, ha tomado a burla la fantasía de la inquebrantabilidad de los usurpadores de la tierra de Palestina, y les hizo probar una vergonzosa derrota.

El mensaje de las naciones de Asia central, el este de Asia, África, y las minorías musulmanas de Europa y América, que informa de cada una de sus vicisitudes, alegrías, contrariedades y éxitos.

Y por último, el mensaje de la orgullosa nación del Irán islámico, el cual hace llegar a los oídos de quienes la aprecian y elogian, la resistencia, la fe, la experiencia diaria frente a las conspiraciones y las enemistades, y su resuelta determinación en vías de materializar la sociedad de valores del Islam.

Hoy en día la comunidad islámica se encuentra pasando por esos éxitos e infortunios. Tanto los estados musulmanes como los pueblos tienen una gran responsabilidad frente a esas realidades, ya que el mundo islámico está atravesando una delicada etapa de su historia.

Familiarizarse con esa responsabilidad y asumir el compromiso frente a ello, puede hacer dar vuelta esa desafortunada y débil página de la historia islámica y desplegar otra vez la página de la grandeza y opulencia del Islam, y del florecimiento material y espiritual del mundo islámico. Hoy, el mundo occidental, que fue el causante de que se intensifique la debilidad y el atraso en los países islámicos, se encuentra sumido en grandes aprietos sin solución. La corrupción del materialismo y del régimen del capitalismo manifiesta progresivamente su penetración en las bases de esa civilización materialista, de forma que afloran enfermedades crónicas que habían quedado ocultas bajo los rayos deslumbrantes de la tecnología y el capital, pero que paulatinamente se hacen notorias, y les informa de la cercanía de la crisis.

El mundo del Islam, siente la brisa del despertar islámico en su rostro inflamado y sufrido, y observa los signos de ello en cada uno de los rincones del mundo islámico, especialmente en el Irán combatiente y orgulloso, y asimismo en Palestina y Líbano.

Los destellos de esperanza han iluminado los corazones jóvenes en todas partes, y han quebrado el encantamiento del envilecimiento y dominio de occidente. Esta oportunidad no llegó a presentarse fácilmente, sino que miles de vidas se sacrificaron por ello. De aquí en más, el camino continuará siendo largo y escabroso, pero seguro y sin cuestionamientos.

En el presente, la nación Palestina tiene gran parte en la responsabilidad de atravesar ese camino, y todos debemos ayudar a esa nación oprimida, valiente y despierta. El resto de las naciones y pueblos han de asumir su parte de la responsabilidad en esta marcha por medio de hacer llegar ayuda a la heroica nación de Palestina.

El enemigo arrogante ve el despertar de la nación islámica como una amenaza para sus aspiraciones e intereses ilegítimos, y la mayor arma que posee es el arma sicológica; esto es, sembrar la desesperanza, avasallar la identidad de los pueblos, y jactarse de su poderío y fuerza material.

En el presente están utilizando miles de medios propagandísticos, y en el futuro también los utilizarán, para lograr que los musulmanes se desilusionen de su brillante futuro, o bien para hacerles anhelar un futuro acorde a sus viles intenciones. Desde el comienzo del colonialismo hasta el presente, esa guerra cultural y sicológica fue el más efectivo medio de occidente para dominar sobre las naciones islámicas. El blanco de ese tiro envenenado lo conforman primero las personas ilustradas e intelectuales y luego siguen con la masa del pueblo.

Combatir contra ese proceder sólo es posible mediante el rechazo de esa cultura avasalladora e impuesta por occidente. La cultura occidental debe ser depurada a través de los estudiosos e intelectuales, de forma que atraigan los elementos benéficos y excluyan las partes perjudiciales, destructivas y corruptoras de la gente y el accionar de la sociedad islámica. El criterio para esa gran depuración lo constituye el predominio de la cultura islámica, las ideas fructíferas y orientadoras del Sagrado Corán y la Tradición. Eso conforma un apartado primordial de la lucha cabal y con asegurado buen final. Todo eso es responsabilidad de los sabios religiosos, de los intelectuales y de los versados en política del mundo islámico.

Esperamos que el Hayy del presente año pueda consolidar la determinación de todos para marchar por ese camino colmado de bendiciones y honor.

Rogamos a Dios que brinde a todos los peregrinos el éxito de un Hayy aceptado y les confiera las gracias y bendiciones de ese entorno incomparable. Asimismo rogamos que confiera ello al Remanente de Dios en la Tierra, el Imam de la Época, que nuestras almas sean sacrificadas por él, y que Dios apresure su aparición, quien lo más seguro que se encuentre en las ceremonias anuales del Hayy, y anhelamos que su súplica respondida nos abarque a todos.

Seyed Ali Jameneí

2 de marzo de 2001