En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso

 “Las alabanzas pertenecen a Dios, Señor del Universo,

Y la paz de Dios sea sobre nuestro señor Muhammad, el escogido (al Mustafa) y su inmaculada descendencia, y sus discípulos selectos.”

La Kaaba, clave de unidad, grandeza y símbolo de monoteísmo y espiritualidad, en época del Hach, es anfitriona de los corazones fervorosos y esperanzados que a lo largo de todo el mundo respondieron a la convocatoria del Señor Magnificente y se acercaron presurosos al lugar de origen del Islam voceando al unísono “LABBAIK” (Heme aquí, Dios mío).

La Ummah islámica ya puede observar una imagen compacta de su extensión, su diversidad y la profundidad de la fe que domina el corazón de los seguidores de esta religión monoteísta, y conocer correctamente este grandioso y sin igual capital a través de la visión de sus peregrinos que desde los cuatro rincones del mundo se han congregado.

Este nuevo autoconocimiento ayuda a que nosotros, los musulmanes, concibamos nuestro digno lugar en el mundo de hoy y del mañana y emprendamos la marcha hacia él.

La expansión de esta ola del despertar islámico en el mundo de hoy es una verdad que albricia un buen futuro a la comunidad islámica.

Desde hace tres décadas, desde que se emprendió este poderoso movimiento, con la victoria de la Revolución Islámica y la formación del sistema de la República Islámica de Irán, nuestra gran comunidad avanzó incesantemente, ha eliminado obstáculos y ha tomado trincheras.

La mayor complejidad de los métodos utilizados por el enemigo y el costoso esfuerzo que la arrogancia hace en contra del Islam, también se debe a tales progresos.

Las profusas propagandas enemigas que conducen a la islamofobia, los improvisados esfuerzos para crear discordia entre los sectores islámicos y reavivar los fanatismos sectarios, la creación de falsos enemigos entre shiitas y sunnitas, la creación de discordia entre gobiernos islámicos y el esfuerzo para intensificar las diferencias y convertirlas en enemistades y oposiciones insolubles, el empleo de los organismos de información y espionaje para inyectar la corrupción y banalidad entre los jóvenes, todo… todo … son las desaforadas y desquiciadas reacciones frente a la estable y sólida marcha de la comunidad islámica hacia el despertar, la grandeza y la libertad.

Hoy, a diferencia de hace treinta años atrás, el régimen sionista ya no es un monstruo inquebrantable. A diferencia de hace dos décadas, Norteamérica y Occidente, no son en Medio Oriente quienes deciden sin objeción: a diferencia de hace diez años, la obtención de energía nuclear y otras tecnologías complejas no son consideradas fuera del alcance de las sociedades musulmanas de la zona  ni tampoco un mito.

Hoy, la nación Palestina està a la vanguardia de la resistencia, la nación de Líbano por sí sola es la quebrantadora del  prestigio de  paja del régimen sionista y victoriosa en la guerra de los treinta y tres días, y la nación de Irán es la abanderada y pionera en la marcha hacia las cimas más elevadas.

Hoy día, el arrogante Estados Unidos, el autoproclamado comandante del mundo islámico y el principal garante del régimen sionista, está metido en el pantano que él mismo ha ocasionado en Afganistán; en Irak, con todos los crímenes que ha ocasionado a la gente de este país, está siendo marginado; en el sufrido Pakistán es más odiado que nunca. Hoy, el frente anti-islámico que durante dos siglos tuvo un dominio opresor sobre las naciones y países islámicos, además de saquear sus recursos, es testigo del desmoronamiento de su propia influencia y la valiente resistencia de las naciones musulmanas frente a sí.

Y por el contrario, el movimiento del despertar islámico está en constante avance y creciente profundización.

Esta situación esperanzadora y portadora de albricias por un lado, debe empujar a las naciones musulmanas, más confiadas que nunca, hacia un anhelado futuro; y por otro lado, mantenerlas más inteligentes a través de sus lecciones y escarmientos.

Esta convocatoria general, indudablemente, compromete a los eruditos y sabios religiosos, líderes políticos, intelectuales y jóvenes más que a otros y les pide esfuerzo y vanguardia.

El Corán es muy expreso y vivo, se dirige a nosotros:

“Sois la mejor comunidad  que ha para los seres humanos, ordenáis el bien, prohibís el mal y creéis en Dios. (Corán, 3:110)

La comunidad islámica, en esta grandiosa descripción es descrita como “surgida para la humanidad”.

El objetivo del surgimiento de esta comunidad es la salvación de la humanidad y un bien para ésta.

Su gran responsabilidad es ordenar el bien, prohibir el mal y una profunda fe en Dios.

Ninguna buena acción es superior a la salvación de las naciones de las garras del diabólico poder de la arrogancia. Y ninguna mala acción es más aborrecible que la dependencia y la servidumbre a los arrogantes.

Hoy día, ayudar a la nación palestina y a los sitiados de Gaza, la solidaridad y compañía con las naciones de Afganistán, Pakistán, Irak y Cachemira, el esfuerzo y la resistencia frente a la violencia de Estados Unidos y el régimen sionista, el resguardo de la unidad de los musulmanes y la lucha contra las manchadas manos y mercenarias lenguas que dañan la unión y la expansión del despertar y el sentido de compromiso y responsabilidad entre los jóvenes musulmanes de todos los rincones a lo largo del mundo islámico, constituyen grandes responsabilidades que tienen que ser asumidas por los destacados de la ummah.

El esplendoroso panorama de la peregrinación nos indica los ámbitos apropiados para concretar tales responsabilidades y nos convoca hacia el doble esfuerzo y a multiplicar la decisión. 

17 de Aban 1389

9 nov 2010