La gente ha experimentado la democracia con la República Islámica. Desde la victoria de la Revolución islámica hasta nuestros días, es la gente la que desempeña el papel decisivo en todos los acontecimientos importantes y en todas las responsabilidades principales del país.
¿Acepta el Islam la democracia? ¿Es la democracia religiosa una versión de la democracia?
«Nuestra democracia tiene su origen en la religión; es el Islam el que nos dirige por esa vía. Establecimos la República Islámica basándonos en el Islam y, Dios mediante, en el futuro seguiremos el mismo camino. Desde nuestra adhesión al Islam, nuestros enemigos han centrado su atención en esta religión. Si logran remover o privar a la República Islámica del Islam, naturalmente se pondrán en entredicho y se perderán los logros positivos basados en la religión. Las preguntas deben ser analizadas con esta perspectiva» (09/05/2013).
«Algunos no deberían pensar que, al organizar elecciones, nuestro imam Jomeiní se inspiró en la cultura occidental y la mezcló con el pensamiento y la ley islámicos. No es el caso. Si las elecciones, la democracia y la voz del pueblo no formaran parte de la religión y la Sharía islámicas, el imam Jomeiní no los habría admitido. Si ese hubiera sido el caso, lo habría hecho saber con franqueza y decisión. La democracia es parte de la religión, y el marco es la ley islámica. En el diseño y aplicación de las leyes (…), así como en todas las tareas que conciernen al sistema político y social, la ley islámica debe respetarse. Todos los aspectos del sistema giran en torno al poder popular.
El pueblo elige a los miembros de la Asamblea, el Machlés, y también al presidente, con lo que designa también de manera indirecta a los ministros. Se elige además a los miembros de la Asamblea de Expertos, con lo que indirectamente se elige al guía. Todas las tareas están por lo tanto en manos del pueblo. Ese fue el fundamento principal del movimiento de nuestro magnánimo imam Jomeiní. Esta gran estructura está basada en la adhesión a la Sharía islámica, que es el alma y la esencia del gobierno islámico. Todos deben prestar atención a esta cuestión. Si en la sociedad se observa plenamente la ley islámica, estarán aseguradas las libertades públicas y civiles, la libertad de los individuos y la libertad de la nación, es decir, su independencia.
Una nación libre es una nación que no está bajo la influencia y dominio de sus adversarios, enemigos y extraños. Si se observa la ley islámica, se asegurará la justicia y la espiritualidad en la sociedad. Estos son los cuatro elementos principales: libertad, independencia, justicia y espiritualidad, que se manifestarán en el orden de la sociedad islámica si se respeta la ley. Por eso nuestro magnánimo imam Jomeiní hacía tanto hincapié en que la ley islámica era el alma de la República Islámica y en la necesidad de una democracia religiosa como herramienta y herramienta de la Sharía» (06/04/2014).
«Nuestra nación no experimentó la democracia hasta la victoria de la Revolución islámica. Entre el Movimiento Constitucionalista (de principios del siglo XX d. C.) y la victoria de la Revolución islámica pasaron 75 años, de los que 55 transcurrieron con la dictadura de la dinastía Pahlaví, una violenta dictadura subordinada a las grandes potencias mundiales, primero a Inglaterra y luego a Estados Unidos, sin ninguna consideración por lo que quería el pueblo.
Durante esos 55 años, el país estuvo en manos de personas que no prestaban atención al destino y los intereses de nuestra nación ni al honor, la grandeza y la dignidad del país. Se preocupaban sólo por sus propios intereses y los de los poderes que los apoyaban. Durante los 20 años que precedieron a esa dinastía, el país estuvo sumido en el caos y la anarquía. Entre el inicio del Movimiento Constitucionalista y la victoria de la Revolución islámica, el país estuvo dominado por dictaduras y déspotas, excepto durante un período de dos años en los cuales se formó un Gobierno nacional débil que cayó eliminado ante las conspiraciones de Inglaterra y Estados Unidos.
La gente ha experimentado la democracia con la República Islámica. Desde la victoria de la Revolución islámica hasta nuestros días, es la gente la que desempeña el papel decisivo en todos los acontecimientos importantes y en todas las responsabilidades principales del país. Se han celebrado once elecciones presidenciales, nueve elecciones parlamentarias y varias elecciones para la Asamblea de Expertos y los Consejos Municipales; es decir, que en los últimos 34 años hemos tenido, en promedio, una elección por año. La gente siente que es ella quien toma las decisiones, supervisa, actúa y decide su destino y la gestión política y económica del país a gran escala. Ese es el significado de la democracia religiosa» (03/08/2013).
¿Cuál es la base de la democracia religiosa y cómo se forma? ¿Es una combinación de democracia occidental y religión?
«En primer lugar, debemos insistir en que, en el pensamiento islámico, la cuestión de la representación de la gente es muy antigua. No es una imitación ciega de las reglas democráticas que están de moda en el mundo. No tiene nada que ver con las falsas democracias y los parlamentos salidos de elecciones ficticias de algunos países.
Los fundamentos de nuestro pensamiento son de otra naturaleza. En la filosofía del Islam, la Welayat («poder») está reservado a Dios, nadie es apto para ser el wali («maestro») de los demás. En el Islam, nadie puede obligar a nadie a obedecerlo. La Welayat pertenece exclusivamente a Dios, pero, si Dios designa un intermediario para confiarle su Welayat, ese intermediario debe ser obedecido. En el Islam, Dios ha determinado eso claramente.
La adopción y la aplicación de las leyes deben ser conformes a las leyes islámicas derivadas de la interpretación de los principios del Islam. Los gobernantes disfrutan además de poderes definidos exactamente por la Constitución, que es la garantía de la realización de lo que nos prescribe la Welayat divina.
En cuanto a la cuestión de las mayorías y las minorías, es una necesidad por sí misma. Aunque el Islam no ha establecido explícitamente tal regla, es natural que aparezcan diferencias de punto de vista sobre las diversas cuestiones humanas. Cuando una mayoría ha aprobado una ley, la oposición minoritaria debe resignarse. Es un principio claro y razonable que el Islam aprueba.
Este modo de legislación está arraigado en la Welayat divina. La democracia religiosa que hemos proclamado significa que los diputados obtienen autoridad para aprobar leyes en el marco de la Constitución. Los deberes son en el fondo obligaciones religiosas. Cualquier ley redactada por el Parlamento debe ser respetada por todos sin excepción. De esta manera, el poder que ejerce hoy un individuo, así como la legislación, están enraizados en el poder divino. Ese es el significado de la democracia islámica de la que estamos hablando. Los miembros del Parlamento islámico gozan, a través de las vías previstas en la Constitución para la realización del poder divino, de un poder que se convierte en una responsabilidad. Por lo tanto, lo que se decida en el Parlamento, en mi opinión, debe aplicarse y respetarse plenamente. Ese es el significado islámico (de la legislación).
Desde la perspectiva de aquellos que no están acostumbrados a los principios islámicos, hay una contradicción obvia. Cuando la gente vota por su propio beneficio, insiste en la importancia de la democracia y el voto popular: «Pero cuando el derecho está de su lado acuden a él complacientes» (Corán 24:49).
Si en un momento dado el electorado, que es el verdadero titular de ese derecho, se aparta de este partido, la votación y la democracia se convierten en populismo y demagogia, y se derrama mucha tinta para justificar la falta de fidelidad a la opinión de las masas.
A veces se ve citar la opinión de pensadores musulmanes del siglo tercero o cuarto de la Hégira, o de la era contemporánea u opiniones de filósofos como Bertrand Russell o Gustave Le Bon para alertar de los riesgos de la dominación de las multitudes en la sociedad.
«Y, cuando son llamados a Dios y a Su Mensajero para que juzgue entre ellos, una parte de ellos se aleja, pero cuando el derecho está de su lado acuden a él complacientes» (24:48-49).
Si se les dice que actúen de acuerdo con los principios de la Tradición y el Corán, dan la espalda, pero si las condiciones les favorecen se resignan y las aceptan. «¿Acaso hay una enfermedad en sus corazones, o tienen dudas, o temen que Dios y Su Mensajero sean injustos con ellos?» (24:50).
En la terminología del Corán, con «enfermedad» se alude a impulsos internos que rompen la voluntad del hombre. Esto es diferente de la hipocresía, pero a veces conduce a la hipocresía. Ellos dudan de los principios del Islam. ¿Por qué no aceptan la verdad y la palabra correcta?
El pensamiento islámico se basa en la Welayat de Dios y en un proceso, enunciado en la Constitución de la República Islámica, por el que Dios el Altísimo ha otorgado a las personas el derecho a delegar la responsabilidad de los asuntos de la sociedad a un representante para que los arregle en su nombre. Esta es la base de la democracia islámica, que es original y justa» (10/06/2008).
¿Cuál de estas soluciones satisface la opinión de la gente? ¿Democracia religiosa o democracia occidental? ¿En cuál de ellas es el pueblo el que elige?
«¿Quién sigue creyendo que el Gobierno de los Estados Unidos defiende los derechos humanos y la democracia? Desde el 11 de septiembre y los sucesos que tuvieron lugar en las torres del WTC de Nueva York, ese país «de los derechos humanos» —al estilo estadounidense— ha arrestado a treinta millones de personas. Son sus propias estadísticas. Controlan las llamadas telefónicas y torturan a personas en sus cárceles. Cuando los congresistas ratifican una ley contra la tortura, el actual presidente de los Estados Unidos la veta. ¿Significa que se permite la tortura? ¿Entiende esa gente el significado de los derechos humanos? Los Estados Unidos tienen casi doscientas prisiones secretas en todo el mundo, algunas de ellas en Europa, en los países de esos mismos europeos que hablan constantemente de manera mecánica sobre los derechos humanos y reiteran su compromiso con este principio.
¡Son eso los derechos humanos? Por otro lado, sus Gobiernos y periódicos se movilizan contra quienes cuestionan el Holocausto y defienden a quienes insultan al venerado Profeta del Islam. Se presentan como los defensores de la democracia, pero allá donde el voto de las naciones se oponga a sus intereses reprimen por la fuerza la democracia y a Gobiernos legítimos y populares salido de las urnas. El mejor ejemplo es el del Gobierno de Hamás en Palestina: ¿No fue Hamás elegido por el pueblo? Otro ejemplo son las amenazas ridículas y vacías a la República Islámica. La República Islámica está basada en un sistema democrático sin paralelo en toda su región y en el mundo; un sistema que ha celebrado una treintena de elecciones en menos de 30 años» (20/03/2008).
«La República Islámica considera su deber responder a las demandas de la nación. El pueblo iraní está investido de autoridad en el verdadero sentido de la palabra, a diferencia de las democracias liberales caídas en desgracia de Occidente. En las democracias occidentales no es la gente quien elige; son quienes poseen la riqueza y las grandes fortunas. La gente es marginada. Ni siquiera los partidos políticos tienen un papel decisivo, sino que son los jefes de esos partidos quienes llevan a los Gobiernos al poder o deciden deponerlos; son ellos quienes toman las decisiones vitales. La población de los países occidentales no tiene un papel en el proceso de toma de decisiones.
La República Islámica rechaza ese modo de democracia basado en los principios injustos de Occidente. La democracia religiosa defiende la verdadera dignidad humana y es un movimiento general conforme al orden de la religión divina, que no está dictado por tradiciones irrelevantes, por los deseos de las grandes compañías económicas ni por opiniones personales de golpistas o de partidos belicistas. El movimiento de la República Islámica es contrario al de los sistemas occidentales. La República Islámica avanza conforme al orden de la religión divina y según la voluntad popular, que es decisiva.
Los regímenes occidentales, encabezados por los Estados Unidos, están tratando de imponer por la fuerza en algunos países su democracia venida a menos y caída en el descrédito. No reconocen al Gobierno palestino elegido por el pueblo. Están creando todo tipo de problemas para el Gobierno iraquí, salido de la voz de la gente en el verdadero sentido de la palabra. Apoyan golpes militares y a quienes están detrás si estos reconocen su dominio, ¡y aun así continúan hablando de democracia!» (04/06/2007).
«También hemos avanzado en el campo político, el interno incluido, con el nuevo modelo de democracia religiosa que hemos introducido en todo el mundo con nuestras elecciones y con el momdo de transmisión de poderes ejecutivos y legislativos en nuestro país. La democracia religiosa es una democracia saludable, sin los trucos y engaños habituales en el mundo. Lamento que muchos de nuestros jóvenes no conozcan las prácticas electorales que son comunes en el mundo —en Occidente, en los Estados Unidos y en Europa—. Son métodos democráticos solo en apariencia.
Hay buenos libros escritos al respecto por los propios occidentales. Nuestros jóvenes deben leer esos libros para comprender cómo se elige a un alcalde o al gobernador de un estado en particular, cómo se convierten en senadores y luego en presidentes, cómo se los impulsa en esas áreas, y ver qué trucos y métodos se aplican. Entonces nuestros jóvenes podrán comparar eso con lo que sucede en nuestro país, donde alguien, a veces sin experiencia ejecutiva ni política, puede obtener la atención de las personas cuando responde y les habla. La gente acude a las urnas, vota por esa persona y la elige, con índices de participación altísima. Este es un nuevo modelo de democracia. Es uno de los elementos de nuestro progreso político.
Lo mismo ocurre con nuestra política exterior. Hoy en día, la República Islámica tiene un papel innegable en las diversas cuestiones de la región. Nadie puede negarlo. Cabe señalar que los problemas de nuestra región son problemas mundiales. Hemos avanzado en el ámbito de la política interior. Hemos introducido un nuevo modo de democracia y tenemos poder para elegir a nivel nacional. En el campo de la política exterior, hemos ejercido una influencia real y excepcional. Es una realidad» (21/07/2013).
«La base de la democracia religiosa es diferente de la de la democracia occidental. La democracia religiosa, que se basa en elecciones y depende de los derechos y deberes que Dios ha dado al ser humano, no es un simple contrato. Todos tienen derecho a participar en las elecciones para decidir su destino; ese es el fundamento espiritual de las elecciones en Irán. Es más significativo, más avanzado y más profundo que lo que existe a día de hoy en las democracias liberales occidentales. Es uno de nuestros orgullos y hay que mantenerlo» (04/06/2005).
¿Por qué evita el Frente de la Arrogancia que se difunda la teoría de la democracia religiosa de Irán?
«Algunos se quejan directa o indirectamente diciendo que no deberíamos provocar hostilidad en el mundo. Creo que se trata de personas desconsideradas que muestran oposición cuando se defienden la espiritualidad y la religión, y cuando se promueve la democracia religiosa islámica. El problema del mundo es que tiene ante sí un llamado a la religión; y cuando digo «el mundo», me refiero a las organizaciones que están a cargo de la gestión del mundo y cuya supervivencia e identidad dependen del saqueo de las naciones y de la destrucción de la humanidad y los valores humanos para fines lucrativos.
Sin duda habrán oído ustedes hablar de los faraones, y habrán visto a algunos de ellos. Los faraones de la historia son enemigos de los valores humanos, y el mundo está en sus manos. Naturalmente, uno encontrará ciertas dificultades si establece un gobierno basado en la espiritualidad, que defienda los valores humanos —y los divinos, que constituyen el alma y la esencia de los valores humanos—. Para hacer frente a esos desafíos, se necesita un poder que no provenga de armas, bombas atómicas o cualquier otra cosa así, sino que sea un poder espiritual, surgido de la confianza en Dios.
Ese es el centro de la cuestión. Ustedes y yo debemos purificar aún más nuestras intenciones, nuestros corazones y nuestras metas. Si tenemos éxito, nuestros problemas se resolverán, avanzaremos y el enemigo se desanimará en sus esfuerzos por derrotarnos, y se debilitará enormemente. El análisis de estas realidades requiere largas discusiones detalladas que van más allá de los límites de estas reuniones. Afortunadamente, ustedes están bien informados y tienen un alto nivel intelectual, y pueden analizar estas cuestiones.
La verdad es que, cuanto más fortalezcamos nuestra relación con Dios, más éxito tendremos frente al enemigo y más tenderán los obstáculos a desaparecer. Debemos mantener esto en mente. Por supuesto, cada responsabilidad, cada tarea y cada misión tienen sus requisitos propios y, por supuesto, hay ciertos requisitos que conciernen al Parlamento, mientras que otros atañen al Gobierno o a las diversas organizaciones públicas y privadas. Nuestro objetivo debe ser trabajar por amor a Dios» (13/06/2012).