Seyed Ruholá Musaví Jomeiní (24 de septiembre de 1902- 03 de junio de 1989) fue un clérigo y marya musulmán que lideró la Revolución islámica iraní de 1979, con la que se derrocó a Mohammad Reza Shah, el último rey de Irán, tras lo cual se convirtió en Gran Líder de Irán —la figura principal del sistema político de la nueva República Islámica― hasta su fallecimiento.
Considerado por gran parte de los musulmanes marya-e taqlid, la máxima figura de la Revolución islámica, recibió en Irán, más que el de gran ayatolá, el tratamiento oficial de imam ―uso que respetan hasta hoy sus partidarios―. Fue además un innovador teórico político islámico de gran influencia, conocido sobre todo por el desarrollo de la teoría del Velayat-e Faqih, la «tutela del alfaquí».
Primeros años
Familia y años de formación
Ruholá Musaví nació del matrimonio entre el ayatolá Seyed Mostafá Musaví y Hayié Aga Janum (también llamada Hayar) en la ciudad de Joméin, unos 300 km al sur de la capital iraní, Teherán, posiblemente el 17 de mayo de 1900 o el 24 de septiembre de 1902. Era un seyed de una familia religiosa, descendiente del profeta Muhammad a través del séptimo Imam (el Imam Musa Kazim, con él la paz). Su abuelo paterno era Seyed Ahmad Musaví, cuya tercera esposa, Sakiné, dio a luz a Mostafá en 1856. El abuelo materno del imam Jomeiní era Mirza Ahmad Mochtahed Jonsarí, un clérigo de alto rango del Irán central, conocido por haber emitido una fetua para proscribir el consumo de tabaco ―a fin de oponerse a un monopolio otorgado por el sha a una compañía británica― que llevó a que se cancelara la concesión.
El padre del imam Jomeiní fue asesinado cuando él tenía 5 meses de edad, por lo que fue criado por su madre y una de sus tías, quienes murieron ambas quince años después. Comenzó a estudiar el Corán, el libro sagrado del Islam, a la edad de 6 años, y recibió su instrucción inicial en casa y en la escuela local bajo la supervisión del mulá Abdulqasem y del sheij Yafar. Hasta los 18 años estuvo bajo la tutela de su hermano mayor el ayatolá Pasandidé. Se hicieron trámites para que estudiara en la escuela de teología islámica de Isfahán, pero él estaba atraído por la escuela de Arak, a la que daba prestigio la brillantez académica propiciada por la dirección del ayatolá Sheij Abdolkarim Haerí Yazdí, él mismo discípulo de algunos de los más grandes eruditos de Nayaf y Karbala, en Irak.
Los estudios del joven Seyed Ruholá en Arak comenzaron en 1921 y, al año siguiente, el ayatolá Haerí Yazdí trasladó sus clases islámicas a la ciudad santa de Qom e invitó a sus estudiantes a seguirlo. Quien más adelante lideraría la Revolución islámica aceptó la invitación, se trasladó a Qom y estableció su residencia en la escuela Dar al-Shafá. Su siguiente traslado sería ya años después para exiliarse en la ciudad santa iraquí de Nayaf. Tras graduarse, enseñó Jurisprudencia Islámica (Sharía), Filosofía Islámica y Mística (Irfán) durante muchos años y escribió numerosas obras sobre esas materias.
Aunque durante esta etapa de su vida dedicada a la erudición el imam Jomeiní no estuvo activo en política, la naturaleza de sus estudios, enseñanzas y escritos muestra su firme creencia, ya en sus inicios, en la función de la actividad política de los hombres de religión. Hay tres elementos que fundamentan esta afirmación: primero, tenía un interés agudo por la filosofía y la moral, y su interés por los estudios islámicos sobrepasaba los límites de los temas tradicionales de la legislación islámica (sharía), el derecho (fiqh) y la fundamentación filosófica de los principios (usul) del Islam. En segundo lugar, sus enseñanzas se centraban a menudo en la importancia primordial de la religión para las cuestiones sociales y políticas del momento. Tercero, fue el primer ulema iraní que se dedicó a refutar el vehemente secularismo propagado en la década de 1940. Su célebre libro Kashf-e asrar («el descubrimiento de los secretos») es una refutación punto por punto de Asrar-e hezar salé («secretos de un milenio»), un panfleto escrito por un discípulo del destacado historiador anticlerical iraní Ahmad Kasraví. Viajó además de Qom a Teherán para escuchar al ayatolá Hasán Modarrés, líder de la mayoría opositora del Parlamento iraní durante la década de 1920.
El imam Jomeiní se convirtió en marya en 1963, tras el fallecimiento del gran ayatolá Seyed Hoséin Boruyerdí.
Primera actividad política
En aquella nueva etapa pudo ya exponer abiertamente sus ideas religioso-políticas, dado que las muertes del principal dirigente religioso del chiismo, el quietista ayatolá Seyed Mohammad Boruyerdí (en 1961), y del ayatolá Abolqasem Kashaní, clérigo activo en política (en 1962), le dejaron abierto el espacio del liderazgo, tras haber alcanzado a sus 60 años una posición de prestigio como religioso. Además, aunque desde la llegada al poder en los años 1920 de Reza Shah Pahlaví la clase clerical había estado a la defensiva frente a la política secularista y anticlerical de él y de su hijo, Mohammad Reza Shah, esa política llegó a su punto álgido a principios de los 60 con la «Revolución Blanca».
Oposición a la Revolución Blanca
El imam Jomeiní se hizo activo en política por primera vez en 1962. Cuando la Revolución Blanca proclamada por el Gobierno del sha impulsó la reforma agraria, la nacionalización de los bosques, la venta de empresas de propiedad estatal a intereses particulares, cambios electorales para dar derechos a las mujeres, la repartición de beneficios en la industria y una campaña de alfabetización en las escuelas públicas, la mayoría de esas iniciativas fueron consideradas peligrosas y occidentalizantes por los tradicionalistas, en especial los ulemas poderosos y privilegiados que se sintieron especialmente amenazados, por lo que promovieron revueltas antigubernamentales por todo el país. La Revolución Blanca les parecía un marco ideológico destinado a fundamentar una relación particular de dominación, en aquel caso la monarquía de Mohammad Reza Shah Pahlaví. Era ante todo un proyecto de hegemonía orientado a presentar al sha como un dirigente revolucionario mediante el uso de mitos sociales e históricos reinterpretados a través del prisma de constructos ideológicos contemporáneos, a menudo en conflicto entre sí, como el nacionalismo y el modernismo.
En enero de 1963, el sha anunció un programa de reformas de seis puntos llamado «Revolución Blanca», un conjunto de medidas diseñadas para dar a su régimen una fachada liberal y progresista. El imam Jomeiní convocó a sus colegas ayatolás a un encuentro en Qom para apremiarlos acerca de la necesidad de hacer frente a esos planes, y persuadió a los otros maryas de alto nivel de Qom para que aprobaran un boicot del plebiscito que el sha había planeado para dar una apariencia de apoyo popular a su Revolución Blanca. El 22 de enero de 1963, el imam Jomeiní emitió una declaración de rotunda denuncia del sha y de sus planes. Dos días después, el monarca envió una columna blindada a Qom y pronunció un discurso en el que atacó con violencia a «los ulemas» como clase social. El imam Jomeiní siguió denunciando los programas del sha con la publicación de un manifiesto que llevaba además la firma de otros ocho destacados eruditos. En ella se inventoriaban las diversas maneras en que el sha había violado la Constitución, se condenaba la propagación en el país de la corrupción moral y se acusaba al sha de una sumisión integral a Estados Unidos e Israel. Se decretaba además la cancelación de las celebraciones de Nouruz del año persa 1342 (el 21 de marzo de 1963) en señal de protesta por las medidas del Gobierno. En la tarde de Ashurá (3 de junio de 1963), el imam Jomeiní pronunció un discurso en la madrasa Feizié en el que establecía paralelismos entre Yazid y el sha, y advertía al monarca de que, si no cambiaba de actitud, llegaría un día en que debería abandonar el país, y la gente daría gracias por ello.
Después de que el imam Jomeiní denunciara públicamente a Mohammad Reza Pahlaví como «mequetrefe miserable» y fuera arrestado el 5 de junio de 1963 (15 de jordad en el calendario persa), se desencadenaron por todo Irán tres días de grandes revueltas en las que hubo cerca de 400 muertos. El imam fue puesto en arresto domiciliario durante 8 meses, hasta que en 1964 fue liberado.
Aquel fue además un punto de inflexión desde el punto de vista político del Islam. Los ulemas habían apoyado la monarquía chií desde la llegada al poder de los Safavíes, y constituían la principal fuente de legitimidad de los reyes, a quienes los religiosos chiíes llamaban a ser justos y obedecer la jurisprudencia de la escuela islámica yaafarí. Por otra parte, los monarcas no imponían reglas religiosas que restringiesen o amenazasen la vida y las instituciones de la fe, y defendían el territorio chií de Irán. Sin embargo, Reza Shah transformó la monarquía iraní en una dictadura moderna. Los programas de modernización de la dinastía Pahlaví limitaron la vida religiosa hasta el punto de ponerla en peligro, y situaron a los clérigos en contra de la monarquía, hasta que finalmente el imam Jomeiní decidió combatirlos y construir un nuevo Estado, compatible con los preceptos religiosos.
Oposición a las «capitulaciones»
En noviembre de 1964, el imam Jomeiní denunció tanto al sha como a los Estados Unidos, en esta ocasión en respuesta a la «capitulación» consistente en la inmunidad diplomática otorgada por el sha al personal militar norteamericano desplegado en Irán. En ese mismo mes, el imam Jomeiní fue detenido de nuevo y desterrado.
Vida en el exilio
El imam Jomeiní pasó más de 14 años en el exilio, la mayor parte del tiempo en la ciudad sagrada iraquí de Nayaf. En un principio, el 4 de noviembre de 1964 fue enviado a Turquía, donde permaneció en la ciudad de Bursa menos de un año. Lo hospedó en su propia residencia un coronel turco llamado Ali Çetiner, que en aquel momento no pudo encontrar otro lugar para alojarlo. Más adelante, en octubre de 1965, se le permitió trasladarse a Nayaf (Irak), donde se quedó hasta que en 1978 fue obligado a partir por el entonces vicepresidente Saddam Husein —ambos países librarían una encarnizada guerra de ocho años entre 1980 y 1988, tras el comienzo del liderazgo del imam Jomeiní en Irán y el de la presidencia de Saddam Husein en Irak―, después de lo cual fue a Neauphle-le-Château, en Francia.
Lógicamente, en los años 70 ya no aceptaba la idea de una monarquía limitada por la Constitución iraní de 1906-1907 ―a diferencia de los años 40, como se aprecia con claridad en su libro Kashf-e asrar―. En El gobierno islámico (Hokumat-e Eslamí), una recopilación de sus conferencias en Nayaf publicada en 1970, rechazaba tanto la Constitución vigente, por ser la importación desde Bélgica de un elemento ajeno a la cultura local, como la monarquía de manera general. Creía que el gobierno era una institución no islámica e ilegítima que usurpaba la autoridad legítima del líder supremo religioso (el alfaquí), quien debía gobernar como protector tanto espiritual como temporal de la Umma, la comunidad musulmana.
A principios de 1970, el imam Jomeiní dio una serie de charlas en Nayaf sobre el gobierno islámico, que después se publicaron en un libro que recibió diferentes títulos: El gobierno islámico y La tutela del jurista islámico (Velayat-e faqih). Esa fue su obra más célebre e influyente, y dio forma a sus ideas sobre cómo gobernar (en aquella época):
Una forma modificada de este sistema de Velayat-e Faqih fue adoptada después de que el imam Jomeiní y sus seguidores se hicieran con el poder, y él mismo se convirtió en el primer «Guardián», «Tutor» o Gran Líder de la República Islámica.
Mientras tanto, sin embargo, el imam Jomeiní tuvo el cuidado de no hacer públicas sus ideas sobre el gobierno clerical fuera de su red islámica de oposición al sha, en cuyo desarrollo y fortalecimiento estuvo trabajando la siguiente década. En los bazares de Irán alcanzaron gran difusión las copias de charlas suyas en casete, en las que denunciaba con virulencia al sha tildándolo, por ejemplo, de «el agente judío» o de «esa serpiente norteamericana cuya cabeza hay que aplastar con una piedra», lo que ayudó a desmitificar el poder y la dignidad del sha y de su poder.
Conforme fueron aumentando la insatisfacción y las protestas, lo hizo también la presencia pública y la importancia del imam Jomeiní. En los últimos pocos meses de su exilio, el imam recibió un flujo constante de reporteros, partidarios y personalidades ansiosos por escuchar al líder espiritual de la revolución.
Gran Líder de la República Islámica de Irán
Regreso a Irán
Tan sólo dos semanas después de que, el 16 de enero de 1979, el sha huyera del país, el jueves 1 de febrero volvió triunfal a Irán el imam Jomeiní, convocado por la revolución contra el sha, que estaba ya en marcha.
De acuerdo con estimaciones conservadoras, en la multitud de iraníes que acudió a darle la bienvenida había al menos 3 millones de personas. En el avión en que el imam volaba de retorno a Irán tras muchos años en el exilio, un periodista (Peter Jennings) le preguntó: «¿Qué siente usted?», y su sorprendente respuesta fue: «¡Nada!».
El primer día de su regreso a Irán, en un discurso pronunciado ante una inmensa muchedumbre, el imam Jomeiní atacó al Gobierno de Shapur Bajtiar. «Le voy a dar un buen puñetazo», anticipó, e hizo diversas promesas a los iraníes respecto al régimen islámico por venir: un gobierno elegido por el pueblo que representaría a la nación iraní.
Establecimiento del nuevo gobierno
El 11 de febrero, el imam Jomeiní declaró la formación de un gobierno provisional. El 30 y 31 de marzo de ese mismo año, dicho ejecutivo convocó a todos los iraníes de dieciséis o más años de edad, varones y mujeres, a votar en un referéndum respondiendo a la pregunta de si aceptaban la república islámica como forma nueva forma de gobierno y constitución. Más del 98 % de los votantes se pronunciaron en las urnas a favor de remplazar la monarquía con la República Islámica. Posteriormente, se celebraron elecciones para aprobar la nueva Constitución. Junto al puesto de Gran Líder, el texto constitucional estipulaba asimismo que se eligiera un presidente cada cuatro años, requiriendo las candidaturas la aprobación indirecta del Consejo de Guardianes. El propio imam Jomeiní fue designado Gran Líder de manera vitalicia, y consagrado oficialmente como Líder de la Revolución. Tras asumir el poder, el Islam fue establecido como base de la nueva Constitución y la obediencia a los preceptos islámicos se hizo obligatoria.
A la vez que recalca la necesidad de resistir frente a los tiranos, el Islam es equitativo y justo, y JUSTICIA SIGNIFICA
«NO OPRIMAS NI CEDAS ANTE LA OPRESIÓN».
Imam Jomeiní, 26 de enero de 1979.
Relación con otras naciones islámicas
En su intención de reconstruir la unidad y solidaridad islámicas, el imam Jomeiní declaró «Semana de la Unidad» la semana del nacimiento del Profeta del Islam, que va del 12 al 17 del mes lunar islámico de rabí al-awwal. En 1979 declaró también el último mes del mes de ayuno de ramadán Día Internacional de Al-Quds.
Sin embargo, a causa de la ideología islámica de la República Islámica de Irán la mayor parte de los gobernantes de otras naciones musulmanas se volvieron contra él y apoyaron a Irak en la Guerra Impuesta contra Irán, incluso a pesar de que la mayoría de los partidos y organizaciones islámicos eran favorables a la idea del imam.
Guerra Irán-Irak
Saddam Husein, líder iraquí de tendencia nacionalista árabe baazista secularista, estaba deseoso de aprovechar el debilitamiento de las Fuerzas Armadas iraníes y lo que él pensó que era caos revolucionario, en particular para ocupar la vecina provincia petrolera iraní de Juzestán y contrarrestar los intentos de los revolucionarios islámicos iraníes por arrastrar a la mayoría chií del país.
Alentado según creen muchos por Estados Unidos, Arabia Saudí y otros países, Irak no tardó en lanzar una invasión a gran escala de Irán, dando pie a lo que se convertiría en la Guerra Irán-Irak, de ocho años de duración (septiembre de 1980 a agosto de 1988). Una combinación de férrea resistencia patriótica por parte de los iraníes y de incompetencia militar por parte del Ejército de Bagdad hizo encallar pronto el avance iraquí, y a principios de 1982 Irán había recuperado casi todo el territorio que había caído en manos de los invasores. La invasión unió a los iraníes en torno al nuevo orden, acrecentando el prestigio del imam Jomeiní y permitiéndole consolidar y estabilizar su liderazgo.
Aunque durante la guerra hubo potencias extranjeras que suministraron armamento a ambos bandos, Occidente —en particular, Estados Unidos— estaba alarmado por la posibilidad de que la Revolución islámica se extendiera por el golfo Pérsico, con sus exportaciones de petróleo, y comenzó a proveer a Irak de toda la ayuda que necesitaba. La guerra se prolongó por seis años más, con entre 450 000 y 950 000 bajas en el lado iraní y el uso de armas químicas por el Ejército iraquí.
Cuando el costo de los ocho años de guerra aumentó, el imam Jomeiní «bebió la copa de veneno» ―en sus propias palabras― y aceptó una tregua con mediación de las Naciones Unidas. Cuando la guerra terminó, los conflictos por el poder entre el clérigo recomenzaron y la salud del imam Jomeiní empezó a decaer.
La fetua sobre Rushdie
A comienzos de 1989, el imam Jomeiní emitió una fetua en la que llamaba a matar a Salman Rushdie, un escritor indio nacionalizado británico. El imam Jomeiní sostenía que dar muerte a Rushdie era un deber religioso para los musulmanes por lo que él veía como una blasfemia contra el Profeta Muhammad en su novela Los versos satánicos. El libro de Rushdie contiene pasajes que algunos musulmanes ―incluido el imam Jomeiní― consideraron injuriosos respecto al Islam y el Profeta. Aunque Rushdie pidió perdón públicamente, la fetua no fue revocada; el imam Jomeiní explicó que «incluso si Salman Rushdie se arrepiente y se convierte en el hombre más pío de todos los tiempos, compete a todos y cada uno de los musulmanes emplear cuanto tiene, su vida y su riqueza, para enviarlo al infierno».
Carta a Mijaíl Gorbachov
En diciembre de 1988 —antes de que cayera el Muro de Berlín—, el imam Jomeiní envió una carta al presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en la que predecía el derrumbe del comunismo y lo invitaba a estudiar el Islam e investigar sobre él. «Está claro para todos que, de ahora en adelante, es en los museos de historia política del mundo donde deberá buscarse el comunismo», escribió en aquella histórica misiva.
La vida bajo el imam Jomeiní
Con el imam Jomeiní en el poder, se implantó la Sharía (ley islámica), haciéndose cumplir las normas vestimentarias islámicas tanto a los hombres como a las mujeres. Estas últimas debían cubrir sus cabellos, mientras que a los hombres no se les permitía vestirse con pantalones cortos.
Para las minorías religiosas, la vida con el imam Jomeiní y sus sucesores ha tenido sus pros y sus contras. Poco después de su regreso del exilio en 1979, el imam Jomeiní emitió una fetua para ordenar que se tratara bien a los judíos y a las demás minorías (salvo los bahaíes). En el Parlamento iraní hay varios escaños reservados por ley a las minorías religiosas. El imam Jomeiní llamó además a la unidad entre musulmanes sunníes y chiíes ―siendo los primeros la mayor minoría religiosa de Irán―.
Pretendemos aplicar en este país ese Islam que, bajo su protección, no permite que se agravie siquiera a una mujer judía. El tipo de Islam del Imam Alí (PB), que dice: «Si un musulmán muere de tristeza por oír la noticia de que se ha molestado a una judía protegida por el Islam, esa persona ha muerto por una causa justa».
Imam Jomeiní, 9/5/1979
Muerte y funeral
Tras once días en un hospital para una operación destinada a detener una hemorragia interna, el ayatolá Jomeiní murió de cáncer el sábado 3 de junio de 1989, a los 89 años. Muchísimos iraníes lloraron la muerte del imam y salieron en multitudes a las calles de las ciudades. Más de 10 millones de personas de todo el país asistieron al funeral, participando en una de las mayores ceremonias fúnebres jamás registradas.
Tras la desaparición del imam Jomeiní, el ayatolá Seyed Alí Jameneí fue seleccionado el 4 de junio de 1989 para sucederlo por la Asamblea de Expertos, de acuerdo con la Constitución.
Pensamiento político y legado
El imam Jomeiní se opuso férreamente a la monarquía argumentando que sólo el gobierno de un jurista islámico destacado podría asegurar que se siguiera la Sharía de manera adecuada (Velayat-e Faqih).
El imam creía que Irán debía esforzarse por ser autosuficiente. Veía que ciertos elementos de la cultura occidental eran intrínsecamente decadentes y ejercían una influencia corruptora sobre la juventud. Su visión fundamental era la de las naciones islámicas convergiendo en una potencia unificada, a fin de evitar el alineamiento con uno u otro lado —el Oeste o el Este—, y creía que eso sucedería en algún momento del futuro próximo.
El imam Jomeiní se manifestó a favor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En Sahife-ye Nur (vol. 2, pág. 242), señala: «Nos gustaría actuar de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Nos gustaría ser libres. Nos gustaría ser libres. Nos gustaría tener independencia».
El imam Jomeiní llevó una vida ascética, con un profundo interés en la mística, y estaba en contra de la acumulación de tierra y bienes por el clero.
Muchas de las ideas políticas y religiosas del imam Jomeiní fueron consideradas progresistas y reformistas por intelectuales y activistas de izquierdas antes de la Revolución.
La definición de democracia del imam Jomeiní se inscribía en un marco islámico. Sus últimas voluntades y testamento se centran en gran medida en esta línea de pensamiento, alentando tanto a la población común iraní ―en particular a los estratos económicos inferiores― como al clero a mantener su compromiso con cumplir los ideales revolucionarios islámicos.
Familia y descendientes
En 1929, el imam Jomeiní se casó con Batul Saqafí, hija de un ulema de Teherán. Tuvieron siete hijos, si bien sólo cinco de ellos sobrevivieron a la infancia: 3 hijas y 2 hijos. Los varones se hicieron religiosos. El mayor, Mostafá, fue asesinado en 1977 estando en el exilio con su padre en Nayaf (Irak). La Savak (la policía secreta de la era imperial) fue acusada de su muerte por el imam Jomeiní. Ahmad Jomeiní, el hijo menor, murió en 1995.
El nieto del imam Seyed Hasán Jomeiní, hijo del difunto Seyed Ahmad, es también clérigo y administra el santuario de su abuelo.
Obras