En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

Primero, quiero enviar un saludo a todos y cada uno de los amados habitantes de Hormozgán y expresar mi reconocimiento y mi reverencia a esa gente extraordinaria que a lo largo del tiempo ha mostrado siempre grandes cualidades. Envío un saludo y expreso también mi respeto a las venerables familias de los mártires, así como a las de los heridos en combate y los combatientes.

Han recordado ustedes que Hormozgán estuvo presente desde el principio de la Revolución en el terreno de la lucha y el Yihad. De hecho, la historia del Yihad y la lucha en Hormozgán remonta más allá, mucho más allá. La propia isla de Ormuz, a la que han hecho ustedes referencia, es un monumento histórico a la lucha de su gente. También, la ciudad de Bandar Abbás. Esto muestra que la valentía y la defensa de la verdad y la justicia han echado raíces en esta provincia, lo que tiene gran valor. Los motivos de orgullo de los que se ha hablado están ahí todos: tanto en la formación de la Fuerza Naval como en la presencia en los grandes frentes de la defensa nacional, la defensa del Islam y de la República Islámica, realmente hay que reconocer que Hormozgán ha tenido un papel sobresaliente. Es algo de lo que no cabe duda. Lo sabemos. Por lo tanto, la labor que han iniciado ustedes de rendir homenaje a los mártires de Hormozgán es muy positiva y necesaria, además de un deber que incumbe a todos.

¿Y por qué digo «deber»? Pues porque existe una corriente política ―y se trata de una corriente mundial, internacional, aunque también surjan sucursales dentro del país― consistente en relegar al olvido los símbolos de la Revolución, uno de los cuales ―el mejor― es el Yihad y el martirio en el camino de Dios. Quieren así relegar al olvido los nombres, la memoria y las obras de los mártires. Y ustedes están de hecho actuando frente a esa corriente vil. Cuando han dicho que se han suministrado tantas casas, tantos ajuares de boda, etc., se trata de muy buenas acciones. Son sin duda actos sobresalientes. Cada mártir es un símbolo, sin importar que esa persona fuera instruida o analfabeta, joven o… El hecho en sí de que en alguien se vea motivado a poner en riesgo su vida y salir a la palestra en defensa de la verdad y la justicia es muy valioso. Dios el Altísimo le da gran valor.  «En verdad, Dios ha comprado a los creyentes sus personas y sus bienes porque para ellos es el Jardín. Combaten por la causa de Dios; matan y son matados» (Sagrado Corán, 9:111). Como ven ustedes, el Altísimo quiere una motivación, una determinación y una acción como esa. Es una acción enorme de una gran importancia, y es lo que llevaron a cabo nuestros mártires. Y ya sea pequeño, grande, erudito, instruido o analfabeto, cada mártir es un símbolo. Intenten revelar a los jóvenes de hoy el rostro de los mártires, tal como es, y así esos símbolos se convertirán en modelos para la juventud. Eso llevará a que los jóvenes puedan escoger un modelo de entre esas personalidades que se les han presentado, desarrollen un afecto por ellas y sigan el camino que marcaron, del mismo modo que sucede con los mártires cuyos nombres se han mencionado y sobre los cuales se han escrito libros y demás. Los mártires Chitsazián, Ebrahim Hadí, Vazvaí… son todos mártires por los que, al ser presentados y explicarse quiénes fueron, grupos de jóvenes han desarrollado un afecto. Y cuando lo hacen, siguen sus pasos. Esto es justo lo contrario de lo que hacen quienes se esfuerzan por atraer afectos hacia símbolos de corrupción, de deseo de bienes terrenos y de disipación. Fíjense en que son polos opuestos. Sigan ustedes por este camino, y quiera Dios darles Su ayuda. 

Han mencionado ustedes las islas, tanto usted como el excelentísimo señor gobernador. Den ustedes importancia a las islas, porque realmente la tienen, tanto desde el punto de vista de la seguridad como desde el económico y el histórico. Yo recalco en particular la importancia de Ormuz. Es un lugar importante. Aunque su gente esté sufriendo verdaderos problemas materiales, financieros y otros de ese tipo ―es algo de lo que un servidor es consciente―, se trata de un lugar importante. Trabajen en él, tanto las autoridades del país como ustedes, en su calidad de corrientes revolucionarias, ocupándose de estas cosas. Y que Dios les dé éxito y aprobación.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones