En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Alabado sea Dios, Señor de los mundos, y vayan las bendiciones y la paz para nuestro maestro Muhammad y su familia pura, en especial para el imam del Tiempo.

La paz contigo, Husain, padre de Abdulá, y con las almas que descendieron a tu exaltada presencia; de mi parte, la paz de Dios sea con todos vosotros por siempre mientras yo exista y persistan la noche y el día; no haga Dios de la peregrinación a vosotros mi última peregrinación; la paz con Husain, con Alí hijo de Husain, con los descendientes y con los compañeros de Husain.

Honrar a los combatientes y precursores de la Sagrada Defensa, un deber nacional

Con ocasión del cuadragésimo aniversario de la Sagrada Defensa (1), el día de hoy se ha designado, con mucho acierto, Día de Homenaje a los Combatientes, Precursores y Adelantados de la Sagrada Defensa. Ese homenaje es categóricamente un deber nacional nuestro, además de ser algo recomendado enfáticamente por el Islam. ¿Quiénes son los precursores y combatientes a los que hoy se homenajea? Son personas que hicieron un gran sacrificio y lo dieron todo, renunciando a la comodidad, la vida familiar, los padres, el cónyuge, los hijos y en algunos casos su propio futuro, dejándolo todo a un lado para ir a luchar con cuanto tenían contra un enemigo frente al cual habían entendido que había que defender el Islam y el país. Defendieron el Islam, defendieron la Revolución, defendieron la dignidad nacional y defendieron la honra. Algunos de ellos subieron al cielo, y algunos se quedaron y llevaron a cabo la tarea hasta el final: «Entre ellos hay quienes ya han cumplido su promesa y hay otros que aún esperan» (Sagrado Corán, 33:23). Ese primer grupo está presente hoy en esta sesión de ámbito nacional a título de combatientes y precursores, y son de esas personas que han tenido el honor de ir y alcanzar la suerte de completar la tarea.

Breve exposición del cómo y el porqué de la Sagrada Defensa

¿Cuándo se puede discernir correctamente la importancia y la grandeza de los combatientes? Pues se sabrá qué valor tienen quienes salen a luchar a la arena una vez que quede clara la grandeza de la tarea realizada y la del campo de batalla. Y conocer la grandeza del campo de batalla requiere definir la Sagrada Defensa en sí. Hoy expondré en unas breves palabras su cómo y su porqué. Es verdad que son temas que he abordado muchas veces, como los han abordado muchas veces otros, pero tengo que repetirme. Lo que es verdad se tiene que decir una y otra vez, mil veces. Las tergiversaciones son algo serio y peligroso, y hay quienes tergiversan.

1) El objetivo de los instigadores de la guerra: aplastar el sistema islámico,
y 2) Saddam, peón adelantado por los adversarios principales

Lo primero es que el objetivo de los instigadores de la guerra, aquellos que impusieron la Guerra Impuesta a la nación iraní, era aplastar el sistema islámico; aplastar la Revolución. Su objetivo principal era finalmente ese. En segundo lugar, el oponente principal no eran Saddam y el partido Baaz. Esos eran un peón puesto en juego por los actores principales, que pusieron por delante a Saddam aprovechando su modo de ser y sus ambiciones, y él fue y entró en liza. Pero el adversario principal eran otros que estaban detrás de él. Eran potencias de las cuales algunas, como Estados Unidos, se habían visto gravemente afectadas por la Revolución. Otros adversarios eran gente que, aunque no había sido expulsada de Irán como Estados Unidos ni podía decirse que hubiera perdido un gran lucro, estaba inquieta por que apareciera en esta delicada región un nuevo elemento basado en la religión y en el Islam, teniendo este las características que sabían y conocían, y no lo deseaban. Por eso se alzaron frente a la República Islámica. No era solo Estados Unidos, estaba también la Unión Soviética de entonces y estaban también la OTAN y los países de Europa occidental. Incluso se situaron frente a nosotros en ese campo los países de Europa oriental. Por otra parte, documentos sacados a la luz más adelante han demostrado que Estados Unidos había llegado a ciertos acuerdos con Saddam antes de comenzar la guerra, y a lo largo de esta fluyó de manera constante hacia las fuerzas de Saddam y del partido Baaz valiosísima ayuda en forma de armas y de información, a la que luego haré alusión. Los convoyes militares circulaban sin cesar ante nuestros ojos, y los veíamos. Los barcos fondeaban en los puertos emiratíes y, de Emiratos, iban a diario, de manera continua y sin parar, a Arabia Saudí, a Kuwait, a Irak, y hacían las entregas a las fuerzas de Saddam Husein. Esa era por tanto la situación del enemigo y el frente.

3) Debilidad de las Fuerzas Armadas y del equipamiento militar

En el interior, la situación del país era tal que animaba al enemigo a lanzar ese ataque militar. La situación interna del país y de las Fuerzas Armadas ―porque, en las guerras, las esperanzas de la gente se dirigen en primer lugar hacia las Fuerzas Armadas― no era buena. El Ejército se acababa de liberar del yugo de los comandantes del shah, se estaba organizando y su situación revolucionaria era patente. Cierto es que los comandantes del Ejército eran excelentes, pero personas como el mártir Falahí (2) o el difunto Zahirneyad (3), que ocupaban una posición importante en el Ejército, no estaban preparadas para administrar una organización inmensa como esa. En aquella labor eran verdaderamente novatos. En cuanto al Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), hacía poco más de un año que se había formado. A finales de shahrivar del 59 (4), el CGRI era una institución de apenas un año y unos meses de edad. Acababa de formarse, y ese era el estado de nuestras Fuerzas Armadas.

En materia de instrumental militar, adolecíamos también de carencias extremas, como seguramente deben todos de recordar. Primeramente, nuestro equipamiento militar era escaso y deficiente, y una gran parte era desconocido para las personas que habían asumido responsabilidades. Además, en el primer ataque del enemigo perdimos una parte de ese equipamiento, con el resultado de que nuestros medios eran muy exiguos. Unos meses después de empezar la guerra, en mis recorridos por unidades de combate veía yo que una unidad blindada del Ejército que debía tener quizá ciento cincuenta tanques no tenía sino unos cuarenta. Esos eran los medios de que disponíamos, y con el resto del equipamiento pasaba igual. Por su parte, el CGRI carecía por completo de medios; apenas fusiles, obuses ligeros y cosas similares. Fundamentalmente, no teníamos medios militares, y eso alentaba al enemigo, que se daba cuenta, lo sabía y se veía incitado a atacar.

4) Papel crítico y asombroso del liderazgo y la jefatura militar del imam Jomeiní

Bien, así empezaron la Guerra Impuesta y nuestra Sagrada Defensa, y ahí es donde se distingue el papel totalmente clave y asombroso del liderazgo y la jefatura militar del gran imam Jomeiní, que fue capaz en tales circunstancias de sacar adelante y gestionar bajo su propia supervisión y voluntad el inicio de la guerra, en primer lugar, y luego su continuación. Algunos niegan que fuera posible o se asombran y preguntan cómo puede ser que un clérigo de avanzada edad, un viejo octogenario pudiera administrar las Fuerzas Armadas durante la guerra. Se imaginan que la dirección y la comandancia bélicas del imam consistían en ir por ejemplo a los campamentos tácticos avanzados y ponerse allá a resituar grupos y enviar unidades de un lado a otro. Lo que hacía el imam no era eso, sino otras cosas. En primer lugar, la gran e importante obra del imam fue haber reconocido desde el principio el calado real de aquella contienda. Desde el inicio, entendió cuál era el significado de aquella guerra. Muchos de nosotros no éramos conscientes; no lo entendíamos. Al fin y al cabo, dos países vecinos pueden a menudo entrar en conflicto. No reviste gran importancia. Pero no; el imam comprendió desde el principio que no se trataba de un conflicto normal entre dos vecinos. Reconoció al enemigo, entendió quién era el enemigo principal en aquella guerra y discernió que Saddam no era sino un instrumento. El imam hablaba repetidamente de la guerra, de la Sagrada Defensa, y en un discurso dedicado a la guerra podía decir, por poner un caso, que Estados Unidos era peor que la Unión Soviética, o bien que la Unión Soviética peor que Estados Unidos o Inglaterra peor que ambos dos. Es decir, que atacaba y se dirigía a aquellos a los que había reconocido como actores principales reales de la guerra entre bastidores.

En segundo lugar, el imam hizo un diagnóstico fundamental ―vital―, como es que aquello tan importante solo podía resolverlo el pueblo iraní. No era cosa solo de las Fuerzas Armadas. Si bien más adelante el estado de las Fuerzas Armadas mejoró, aquello era algo que correspondía hacer al pueblo iraní; era el pueblo quien debía entrar en acción. Del mismo modo en que el triunfo de la Revolución lo había logrado el pueblo iraní, también el triunfo en la guerra debía alcanzarlo el pueblo de Irán. Ese fue el juicio del imam, que actuó conforme a él y creó ese inmenso movimiento popular al que ahora haré alusión. Estaba también la personalidad del imam y su influencia espiritual, su sinceridad y su pureza en la expresión, cuyos efectos eran evidentes cuando hablaba para todos, que entendían que lo que estaba diciendo era la verdad. Estaba además la perspicacia de su mirada, capaz de percibir cosas con una profundidad que correspondía verdaderamente al dicho persa «lo que el joven ve en el espejo lo ve en un ladrillo de adobe el viejo». Había ocasiones en que nosotros acudíamos a él junto a responsables castrenses para alguna cuestión militar, y el imam a veces señalaba aspectos que lo dejaban a uno realmente atónito por cómo podía darse cuenta de tales cosas.

Tenía además una determinación sin igual, extraordinaria. Ante cosas imposibles o que parecían realmente imposibles de hacer, el imam decía con rotundidad, por ejemplo: «El cerco a Abadán se tiene que terminar». Pero resulta que cuando Abadán fue cercada un servidor estaba en Ahvaz, y era de todo punto inimaginable que se pudiera dar fin al cerco a la ciudad. Pues el imam lo dijo con rotundidad; igual que dijo «Jorramshahr tiene que ser liberada» o, en los acontecimientos anteriores, «Susanguerd tiene que ser liberada». De manera que el imam hablaba con rotundidad de cosas que parecían imposibles a los individuos que había allá. Tales eran el liderazgo, la guía y la jefatura militar del imam, aunque lamentablemente se haya descuidado el papel del imam en los escritos sobre la guerra y lo que se cuenta sobre ella.

Déjenme decirles otra cosa sobre cómo el imam encaraba aquella situación. En los distintos momentos de la guerra, el imam adoptaba la posición que requería la situación y ponía de relieve el punto clave. En un momento dado, por ejemplo, había ocurrido algo en algún lugar, la gente había perdido la moral en el campo de batalla y había que darles ánimos. El imam trataba de insuflarles ánimo y hacer de menos al enemigo. El sentido de la frase «ha venido un ladrón, ha tirado una piedra y se ha dado a la fuga» (5) era que los combatientes nuestros que fueron al frente estaban persiguiendo a un enemigo que huía, para insuflar ánimo al pueblo. En un momento dado, podía hacer falta impedir que los combatientes se envanecieran. Por ejemplo, con un mes de un mortal y extraordinario esfuerzo, los combatientes lograron liberar Jorramshahr ―y fue un asombroso logro de gran envergadura que nuestros combatientes, Ejército, CGRI y Basich pudieran retomar Jorramshahr de manos del enemigo―. Era posible que aquello diera pie a un envanecimiento, y para que eso no ocurriera ―porque el daño que hubiera causado a todos los implicados, allá donde estuvieran, habría sido muy grande―, el imam dijo: «Jorramshahr ha sido liberada por Dios»; es decir, que nosotros éramos solo instrumentos. Refería así el asunto a la voluntad y la potencia divinas. En ese momento era necesario. En otro, por ejemplo, los combatientes tenían algún problema, necesitaban consuelo y aliento, y el imam los consolaba diciendo «beso los brazos de los combatientes» (6). Estaba atento. Como un padre afectuoso y como un gerente capaz y entendido, que domina la situación, de aquel gran hombre salía en cada momento lo que hacía falta. Y en nuestros estudios y en las obras que se realizan el papel del imam debe dejarse claro sin falta.

Varios puntos sobre la Sagrada Defensa para evitar que se tergiverse o se siembren dudas

De manera que la esencia y el modo en que ocurrió la Guerra Impuesta quedan claros de manera resumida en esas cuantas frases. Sin embargo, me gustaría decir varias cosas sobre la Sagrada Defensa. Por supuesto, muchas de ellas se han repetido una y otra vez, pero hay que repetirlas. Como les he dicho, hay quien busca tergiversar para sembrar dudas.

1) Triunfo del sistema de la República Islámica y derrota del enemigo

El primer punto es que, como ya se ha dicho, el enemigo lanzó la guerra con el objetivo de derrocar el sistema de la República Islámica, el sistema islámico, e instalar un aparato de gobierno débil y miserable que dependiera de ellos, para así obtener el dominio sobre el país. Pero fue derrotado; es decir, que en ese punto tan importante y fundamental sobre el que a veces se intentan crear dudas en cuanto a si Irán triunfó en esa guerra o no, la victoria de la República Islámica de Irán brilla como el Sol. Cuando todos los poderosos del mundo del momento se echan encima de un país para derrocar su sistema político, dominarlo y dividir su territorio ―porque su intención era disgregar partes del oeste y el sudoeste del país―, emplean en ello todas sus fuerzas durante ocho años y al final son incapaces de hacer nada de nada, ¿acaso cabe mayor victoria? ¿No es eso una victoria? ¡La nación iraní obtuvo una victoria fulgurante!

Lo primero es que no consiguieron separar ni un palmo de tierra del país. Lo segundo, que no lograron que ni la Revolución ni el sistema islámico retrocediera un solo paso. Al final de aquellos ocho años de guerra, el sistema político era muchísimo más fuerte y apto que antes de iniciarse las hostilidades, y su vigor y capacidad eran mayores. Eso son grandes victorias que tuvieron lugar. En las guerras que hubo durante el período de los reyes y tiranos impíos de los anteriores uno o dos siglos, Irán siempre fue derrotado, tanto en la época de los Qayar como en la de los Pahlaví y cuando se declaró neutral en la guerra. Irán declaró su neutralidad tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, y en ambas el país fue ocupado; en el primer caso, con los Qayar, y en el segundo con los Pahlaví. En la Segunda Guerra Mundial, en esta misma ciudad de Teherán, las fuerzas estadounidenses y las soviéticas marchaban y desfilaban por las calles, esparciendo corrupción ante los ojos de la gente. Cayeron bajo su dominio partes del norte y el sur del país, donde tenían presencia directa. Vinieron a Irán los jefes de Estado de tres países que se reunieron aquí sin autorización, sin visado y sin informar a las autoridades de Irán ―reyes ineptos rodeados de ignorantes incapaces (7)―. El shah de Irán, Mohammad Reza, fue allá, se metió en su reunión y lo despreciaron. En aquella reunión en que había tres personas sentadas y entró el shah, dos personas ―Churchill (8) y Roosevelt (9)― ni se levantaron del asiento ante él. Le pusieron una silla y allá se sentó. Solo se levantó Stalin (10). Más adelante, los comunistas escribieron en sus memorias que Stalin había dicho que, al ver que los otros hacían caso omiso de él, se levantó para ganárselo. Tal era la situación del país: los enemigos entraban cómodamente. En las guerras con Rusia se perdió el Cáucaso (11). En las rufianerías de Inglaterra en Bushehr, en el sur y en el golfo Pérsico, sufrimos grandes daños. Todas las guerras eran así, sin victorias. Pero, con la República Islámica, el majestuoso país que es Irán logró mantenerse firme frente al poderoso mundo que tenía frente a sí ―el Este, el Oeste, Europa, Estados Unidos, la Unión Soviética y todos los demás― y alzarse con la victoria frente a ellos. Ese es el primer punto, que es importantísimo y forma parte de nuestra identidad nacional. Que a veces se diga, y con razón, que «la Sagrada Defensa es parte de la identidad nacional» se debe a que en la Sagrada Defensa se manifestó la sublime identidad de la nación iraní, que fue capaz de salir victoriosa de la guerra.

2) La Sagrada Defensa, uno de los acontecimientos más racionales ocurridos a la nación iraní

El segundo punto: la Sagrada Defensa fue uno de los acontecimientos más racionales de la nación iraní. Algunos acusan de poco juicio al conjunto de la Sagrada Defensa con el argumento de algún error puntual o cometido por algún grupo. Las cosas no son así en absoluto. La Sagrada Defensa fue prudente y racional desde el principio. Ya los discursos pronunciados en los inicios de la tarea ―tanto los del imam como los de otros― mostraban la racionalidad de entrar en ese campo. Luego estuvieron las actividades y la colaboración entre el CGRI y el Ejército. Presten atención, porque es algo de gran importancia. Por aquel entonces, el Ejército era una organización convencional consolidada que había en el país, el CGRI era un elemento revolucionario joven y recién llegado y ambos debían colaborar. No era fácil, pero sucedió. Por supuesto, se hizo mucho mejor y de manera más completa después de que huyera Bani Sadr, pero antes también sucedía. Este mismo servidor de ustedes vio que, en el cuartel Abuzar, el lugarteniente del comandante responsable ―de cuyo nombre no me acuerdo― era el difunto mártir Pichak. El comandante del cuartel era del Ejército, y el subcomandante, del CGRI; colaboraban y convivían. Y el cuartel Abuzar era un sitio crítico para la zona occidental donde se dirigió una grandísima parte de la guerra. Después, cuando se produjo la nueva situación, huyó Bani Sadr y el imam se hizo cargo del mando de la guerra, la colaboración entre el Ejército y el CGRI fue ya evidente; en la Operación Imam Reza, en la ruptura del cerco a Abadán, en la Operación Victoria Innegable, en la Operación Beit ol-Moqaddás y luego en la Operación Jaibar, en la Operación Badr y en otros sitios. Fue una labor inmensa. ¿O acaso puede encontrarse una labor más razonable y bien pensada? Después estuvo la elección de tácticas innovadoras y osadas que fueron realmente extraordinarias. Pongamos por caso las empleadas en Victoria Innegable, donde las Fuerzas Armadas de la República Islámica fueron capaces de surgir audazmente detrás de las líneas del enemigo y, desde detrás, vencerlo y dominarlo. Las tácticas fueron radicalmente innovadoras. En Beit ol-Moqaddás se realizó todo tipo de grandes cosas y se emplearon tácticas nuevas. En la defensa aérea en la Operación Valfachr 8, el mártir Sattarí lanzó una iniciativa extraordinaria durante varios días. En esa misma operación, se hizo una gran labor en el paso del río Arvand. Todo eso fueron labores bien pensadas y de gran envergadura, y fueron labores razonables. Pocas fuerzas armadas pueden operar con tanta capacidad intelectual, tanta fuerza espiritual y tanta previsión. Incluso la aceptación de la resolución final, en las circunstancias que el imam denominó «beber la copa de cicuta», fue también prudente. En aquel momento, fue una acción prudente que debía realizarse. De no haber sido prudente y sensata, el imam no la habría llevado a cabo. Yo fui testigo de ello de cerca, y veía lo que estaba pasando. Fue una acción muy sensata. Por lo tanto, la Sagrada Defensa fue de principio a fin un fenómeno racional, uno de los movimientos más racionales del pueblo iraní, y hay que tener cuidado con las tergiversaciones a este respecto.

3) Elaboración en la Sagrada Defensa de un nuevo modelo para la presencia popular y el desarrollo de los talentos

Tercer punto: en la Sagrada Defensa tuvo lugar la elaboración de un nuevo modelo para la presencia popular. La forma de presencia popular es algo asombroso, como lo es la eclosión de talentos basada en esa presencia. Ahora hablaré brevemente de ambas cosas.

Lo primero es que cualquier miembro del pueblo iraní, aquel que tuviera deseo de contribuir en ese terreno, fuera quien fuera y fuese lo que fuese, podía encontrar su lugar en una organización viva, eficaz, voluntaria y entusiasta. Por ejemplo, un combatiente de trece o catorce años que hubiese conseguido llegar hasta el frente, pongamos por caso, alterando su cuadernillo de identidad, tenía un lugar definido; es decir, que podía encontrar un lugar para sí mismo y no estar ocioso, ya fuera acarreando agua, pasando noticias, haciendo de mensajero o con trabajos de ese tipo. Y cuando un viejo septuagenario iba al frente, igual. También él podía encontrarse una faena. Las expectativas que había en el frente respecto a un viejo estaban totalmente claras. Nadie estaba ocioso, ni el niño de trece años ni el viejo de setenta. Piensen si no en una colegiala de ocho, nueve o diez años ―colegiala― que quería contribuir también a esa tarea y encontrar su lugar. Pues iba y escribía una carta a su hermano, un combatiente cualquiera, la ponía en los paquetes de comida y regalos populares que se enviaban y la hacía llegar. Muchísimas veces pasó que un combatiente, en el campo de batalla o en otro sitio, abría un paquete de comida y veía que había una carta; la leía y veía, efectivamente, escrito por una niña, una cría de siete, ocho o diez años: «¡Hermano combatiente! No desfallezcas, yo rezo por ti», o cosas similares. Es decir, que también una niña pequeña podía tener presencia allá. Igualmente, una respetable señora podía ayudar al frente con su máquina de coser, con sus utensilios de cocina, haciendo confituras o encurtidos, cociendo pan o lavando ropa. Un servidor vio un sitio en Ahvaz donde un grupo de señoras y respetables mujeres se habían juntado y lavaban la ropa sucia de los combatientes. Es decir, todos podían encontrar su lugar y darse a la tarea. Un cirujano especialista podía estar allá presente, como de hecho lo estaban y yo mismo lo vi. Un pequeño comerciante, un clérigo de mezquita, un obrero industrial, un poeta o un cantante de himnos, un conductor, un empresario, un fundidor, un campesino, un oficinista o una persona de cualquier grupo social podía estar presente en aquella inmensa red. Era un modelo nuevo. Eso no tenía precedentes en el mundo. No he leído ni oído algo así en ningún sitio. He estudiado numerosas guerras, sus libros, las películas que se han hecho y muchas de las cosas de ese tipo, y no existe en absoluto otro ejemplo de tan grandiosa movilización popular. Ese modelo era nuevo. Se construyó un nuevo modelo en el que todos podían contribuir, todos podían converger y todos ayudaban.

Además, ¡qué talentos surgieron de repente en aquella movilización colectiva! Un joven de un pueblo de una u otra región del país ―pongamos por caso Kermán― va a la ciudad, se une a todo esto y llega a convertirse, por ejemplo, en Hach Qasem Soleimaní. Así de grandioso fue aquel movimiento. Sin haber siquiera tomado nunca un arma en las manos, un joven estudiante iba voluntario al frente, se unía a la corriente de los acontecimientos que allí ocurrían, y por ejemplo en un año y medio se convertía en un miembro destacado e influyente de un cuartel militar de alto nivel. O, por ejemplo, un joven del equipo de un diario dedicado a la prensa iba al frente y, en poco tiempo, se convertía por ejemplo en el mártir Baqerí, genio de la inteligencia de guerra. Esa clase de casos asombrosos y de surgimiento de talentos es algo que se vio, y entre las figuras memorables y los grandes mártires de la guerra hay cosas de ese tipo. Algunos jóvenes oficiales a los que conocí, como por ejemplo el mártir Sayad, a quien yo conocía y veía desde los inicios de la Revolución y que entonces me parecía un joven oficial, teniente primero o capitán ―iba y venía, teníamos trato―, se convertiría en un avezado y competente comandante que fue capaz de guiar tan bien durante mucho tiempo a las fuerzas terrestres del Ejército, haciéndolas progresar y participar en las mayores tareas.

Otro caso de ese tipo fue el mártir Babaí, al igual que otros que hubo. A ese modelo innovador de participación popular siempre se puede recurrir, y también nosotros podemos hacerlo hoy en día. Si ponemos empeño y consideramos a la gente y los problemas desde la óptica correcta, de ese modelo se pueden obtener beneficios. Claro está que la situación de guerra es una cosa, y la de la economía otra. Los pensadores e intelectuales pueden considerar ese modelo como un instrumento de poderío nacional, y trabajar en él. Por aquel entonces, en ese modelo, la función de la retaguardia era tan importante como el propio frente, porque no todos pueden empuñar un arma; hay distintas inclinaciones, distintos intereses, y distintas capacidades. Algunos pueden desempeñar un papel en la retaguardia, y de hecho lo desempeñaron. Primero, enviando ayuda financiera y víveres, que eran cosas importantes con un gran efecto, y luego asistiendo a los heridos o despidiendo con solemnidad a los mártires. He dicho muchas veces que, si a los mártires no se les hubieran rendido tantos honores y homenajes, el entusiasmo por el martirio no habría prendido así en los corazones, como ha sucedido. Cuando entraban en una ciudad los restos mortales de un mártir ―uno o más―, aquella asistencia popular, la acogida y el acompañamiento de despedida hasta el lugar de reposo eran en sí acontecimientos importantísimos y ceremonias de gran repercusión. Estaba el apoyo cultural y propagandístico, ya fuera con poemas o con lemas, para neutralizar la guerra psicológica del enemigo ―que estaba en permanencia dedicado a operaciones de guerra psicológica, mientras que en las ciudades y pueblos del país había personas dedicadas en permanencia a neutralizarlas―, estaban quienes acogían como huéspedes a los damnificados por la guerra y les daban alojamiento, y estaba la gente que se quedaba en algunas ciudades donde caían los misiles, como Dezful. Un episodio glorioso de la retaguardia fue esa misma permanencia de los habitantes de algunas ciudades, ya fuera en Kurdistán, en Juzestán o en otras provincias. En algunas ciudades, la gente se quedó en su lugar pese a las constantes y violentas acometidas del enemigo que allá se sufrían.

4) Manifestación de las más sublimes virtudes morales y elevación espiritual

Cuarto punto: en la Sagrada Defensa se manifestaron las virtudes morales más sublimes, así como más sublime la espiritualidad, ascensiones contemplativas y elevaciones del espíritu. Verdaderamente no se ha visto cosa igual. En fin, un caso por aquí y por allá, sí, los hay en todas partes, pero en grupos tan profusos y números tan elevados un servidor no ha visto en ningún sitio manifestarse de tal manera virtudes morales, si no es en la Sagrada Defensa; y tanto virtudes morales como aspectos de elevación espiritual, estados de ánimo religiosos, etc. Esas circunstancias aparecen reflejadas tanto en las biografías que se han escrito como en los testamentos que han quedado y en lo que se cuenta de las disposiciones de algunos combatientes. Hablamos de virtudes morales tales como sinceridad, veracidad y bonhomía. De manera general, el espacio del frente era un espacio de veracidad y bonhomía; todos eran cordiales unos con otros. Había entrega y se obraba por Dios. Había allá quienes practicaban la entrega sincera y mostraban su entrega a Dios de manera práctica. Había humildad y espíritu de servicio a los demás. Uno lee a menudo en las biografías cosas como que una compañía pasaba la noche durmiendo en sus tiendas y, al despertar por la mañana, veían que les habían lustrado las botas a todos. ¿Quién lo había hecho? No se sabía, y cuando lo investigaban se encontraban con que el capitán de la compañía o el comandante del pelotón había ido por la noche y había lustrado todas las botas, lavado la ropa que habían dejado sucia o limpiado las letrinas. Son cosas admirables esa humildad, ese espíritu servicial, ese altruismo, esa abnegación y esa disposición al sacrificio. Y luego estaban aquellos estados contemplativos, aquellos llantos a media noche, aquellas madrugadas, aquella pasión entusiasta por la divina unicidad, aquella indiferencia por los ornamentos mundanos y, en ocasiones, aquella conexión con lo invisible. Algunos de aquellos seres queridos, jóvenes místicos ―místicos en el verdadero sentido de la palabra: arif wasil― habían llegado en el frente a tal punto en que veían el porvenir y daban noticia de él, de su propio martirio, del de sus amigos o de los acontecimientos que podían sobrevenir. Todo esto está en las biografías de los combatientes, y es muy importante.

Por supuesto, está claro que esto último se debe, más que los puntos anteriores, a la bendición del Islam. Ciertamente, la elevación y la excelencia en otros aspectos también se debieron a la fe religiosa, pero ese punto en concreto proviene de la entrega del corazón a Dios, del Islam y de la fe religiosa. Uno queda realmente atónito ante el efecto de esa fe profunda. Ahí están las madres de los mártires. Ustedes y yo no podemos entender el sentimiento materno. Realmente nadie lo puede entender, más que la propia madre. Sin embargo, aquellas madres enviaban a sus hijos jóvenes al frente. Iban los jóvenes a pedirles permiso y ellas decían: «Puesto que es por el Islam, ve si quieres». «Ve por el Islam». Luego, cuando les llevaban el cuerpo inerte de ese mismo joven, se alegraban de haberlo dado por Dios. «Lo he dado por Dios», decían. A Dios gracias, un servidor ha tenido la suerte de reunirme muchas, innumerables veces con familiares de mártires, madres y padres, y uno ve en muchos casos, que son realmente incontables, temperamentos, estados de ánimo y capacidades de entrega impresionantes en las madres de mártires. Eso no es sino gracias al Islam y a un grandioso espíritu de sacrificio que constituye en sí un brillante capítulo del libro de la Sagrada Defensa. Ese es otro punto.

5) La Sagrada Defensa y la formación de patrimonio para el país

Punto quinto: la Sagrada Defensa formó un patrimonio para el país, al que proporció haberes de gran valor. Las aportaciones de la Sagrada Defensa son numerosísimas. Primeramente, la seguridad del país se debe a la Sagrada Defensa. Esta mostró que el costo de una agresión y una invasión a este país es muy elevado. Eso quedó demostrado gracias a la Sagrada Defensa, y es algo que da seguridad a un país. Cuando un pueblo muestra que cuenta con el impulso y la fuerza necesarios para defenderse y dar una respuesta contundente a los agresores, estos se lo piensan antes de atacar a ese país y a ese pueblo, entendiendo, si quieren actuar con sensatez, que el costo será muy elevado y no les compensa. A eso se debe esta seguridad.

En segundo lugar, dio a nuestro pueblo confianza en sí mismo. Esa confianza en sí mismos que afortunadamente ven ustedes a veces hoy día en una gran parte de la gente en el terreno de la ciencia y otros campos diversos ―ya sea el de la construcción u otros― se debe fundamentalmente a la Sagrada Defensa. Piensen ustedes que jóvenes de veintitantos años arrastraban tras de sí con autoridad total y con total confianza en sí mismos a una compañía o una división, iban y asestaban al enemigo un duro golpe. Eso da a la gente autoestima y un sentimiento de confianza en sí mismos. La Sagrada Defensa logró demostrar que la nación iraní era capaz de salir airosa de atolladeros como el de la Guerra Impuesta.

Además, nuestro avance hacia la innovación tecnológica y científica comenzó en la Sagrada Defensa. Como necesitábamos muchas cosas que no teníamos a nuestra disposición y carecíamos de medios, nuestros elementos devotos y abnegados se pusieron a pensar en fabricarlas. Por ejemplo, fue entonces cuando el mártir Hasán Tehraní Moqaddam puso en marcha en cierto modo una parte de la fabricación de misiles. Nos dijeron que fuéramos a visitarla, y al ir vimos que, efectivamente, era cosa empezada. Al fin y al cabo, necesitábamos misiles y no nos los daban, y el enemigo sí disponía de ellos y nos los lanzaba. Eso hizo que nuestros elementos aptos se pusieran a pensar qué hacer. Lo hicieron, y lo hicieron bien, cumpliendo esa tarea de manera óptima hasta hoy, cuando es ya algo evidente. De modo que el movimiento de innovación viene de ahí.

Otra de las cosas que nos enseñó la Sagrada Defensa es a acometer tareas en apariencia irrealizables. La Sagrada Defensa nos proporcionó ese capital que es saber que hay tareas que parecen imposibles, pero en realidad, si se pone empeño, no lo son. Eso lo aprendimos en la Sagrada Defensa, y es otro de nuestros haberes.

La Sagrada Defensa incrementó asimismo nuestro capital humano. Afortunadamente, de entre quienes estuvieron en los ocho años de la Sagrada Defensa ha habido después ―es decir, hoy, ayer y, Dios mediante, en el futuro― incontables personas dedicadas a servir en distintos sitios del país. Un ejemplo era nuestro querido mártir Soleimaní, que desplegó una actividad asombrosa en la región en el campo de la diplomacia, las relaciones internacionales, etc. Ni los amigos, ni los hermanos devotos ni el querido pueblo iraní conocen en realidad aún la extensión de la obra del mártir Soleimaní. Saben algunas cosas como puede ser que estuvo en tal o cual frente, pero el detalle de su actividad va mucho más allá y, si Dios quiere, quizá en el futuro esos detalles se vayan conociendo. Ese es un capital humano que se formó en la guerra. En otras palabras, los cimientos de personas como Qasem Soleimaní se pusieron durante la guerra, en la Sagrada Defensa. Ese es otro punto.

6) Puesta al descubierto de la esencia y de la maquillada realidad de la civilización occidental

Otro punto relativo a la Sagrada Defensa es que nos dio a conocer la maquillada esencia real de la civilización occidental. Cierto es que el pueblo iraní la conocía ya hasta cierto punto por haber sufrido golpes a manos de los occidentales ―de los ingleses de una manera, de los estadounidenses de otra―, pero no tanto como se vio en la Sagrada Defensa.

Por supuesto, en el pasado hubo numerosas circunstancias en que el pueblo iraní pudo observar de cerca la inquina y la felonía de los Gobiernos occidentales, como esa misma ocupación de partes del país después de la Primera Guerra Mundial, la ocupación de partes del país tras la Segunda Guerra Mundial, las bellaquerías y rufianerías de los ingleses en el sur, en Bushehr, en el golfo Pérsico, en la guerra de Irán con otras potencias, e igualmente con los sucesos de Afganistán. Ya habían visto las traiciones de los Gobiernos occidentales, pero no hasta el punto que se vio en la Sagrada Defensa. Si no queremos decir que lo que se vio durante la Sagrada Defensa superó lo que se había visto hacer a los occidentales a lo largo de todos aquellos años, tampoco fue menos. O bien lo igualó, o bien lo superó. Occidente estaba contra nosotros en sus dos vertientes: no era solo el Occidente capitalista, sino también el Occidente comunista, porque también el comunismo es un producto de Occidente. ¡En sus dos vertientes! Durante la guerra, actuó contra nosotros Inglaterra, fue muy activa contra nosotros Francia, lo fue también Alemania, actuó contra nosotros Yugoslavia, que pertenecía al bloque oriental; en el caso de la Unión Soviética, estaba claro. En definitiva, todos los occidentales nos privaban de los medios más elementales ―y nos privaban de ellos de verdad―. No teníamos acceso a nada del exterior. No nos llegaban siquiera armas ligeras ni munición muy básica. Al bando contrario le daban de todo, desde cazas Mirage para bombardeos hasta Super Étendard para atacar barcos, pasando por información satelital para identificar los lugares donde se concentraban o se movían nuestras tropas, dinero, tanques y todo tipo de cosas. Al enemigo le dieron todo, armas químicas incluidas. ¡Les dieron incluso armas químicas! Y Saddam usó las armas químicas tanto contra nosotros como contra su propio pueblo. Saddam usó armas químicas en Halabcha y, en nuestro país, muchísimo. Es decir que Occidente, Europa, abandonó por completo sus propias proclamas humanitarias y sobre derechos humanos, y las pisoteó colaborando con aquello. Al defender al corrupto, dictatorial e inhumano Gobierno de Saddam, renegaron de todas sus presunciones. Y ese conocimiento profundo es para nosotros muy valioso. Verdaderamente, debemos saber y entender que los occidentales son eso, y tomar decisiones, pensar y trabajar teniéndolo en cuenta.

7) Revelación para el mundo de las capacidades de la nación iraní

El último punto que quisiera señalar sobre la Sagrada Defensa es que en ella ocurrió un gran acontecimiento, y es que hizo patentes para el mundo las capacidades de la nación iraní. En cierto modo, se convirtió en medio de comunicación. Todos los medios del mundo estaban contra nosotros, contra la Revolución. Por supuesto, hoy en día es así también, y entonces también lo era. A principios de la Revolución, los medios de comunicación oficiales del mundo, o bien mentían, o bien ocultaban los puntos positivos, o bien difamaban a todos, desde el propio imam Jomeiní hasta el Gobierno de la República Islámica, el sistema islámico, la población al completo, el Poder Judicial y todo lo demás, incluidas las Fuerzas Armadas y el resto. Actuaban contra nosotros sin cesar, buscando presentar al pueblo iraní como un pueblo desagradable a ojos del mundo. La Sagrada Defensa se convirtió en un potente medio de comunicación y en una poderosa voz que mostraba ciertas realidades sobre el pueblo iraní. Dio prestigio a la nación iraní y mostró al mundo entero la valentía y la resistencia del pueblo de Irán. Aquel fue un acontecimiento realmente importante y extraordinario. Mostró la cohesión nacional; mostró al mundo el apoyo de nuestra retaguardia y todos lo entendieron. Dejó al descubierto las mentiras del enemigo. Esos eran los puntos relativos a la Sagrada Defensa.

Desaparición del miedo y la pena por efecto de la resistencia y la perseverancia

En fin, lo que les he dicho sobre a las realidades de la Sagrada Defensa es muy poco. Apenas se ha esbozado alguna que otra pequeña parte. La Sagrada Defensa es un inmenso cuadro del que un servidor ha dibujado pequeños fragmentos de acá y allá, como otros han hecho también. Estamos muy en deuda con la Sagrada Defensa. De manera general, la guerra es un fenómeno violento y terrorífico, pero a nosotros ese fenómeno violento y terrorífico de ocho años nos deparó bendiciones de las que ahora apenas he enumerado varias, y son más todavía. A nosotros la guerra nos trajo dicha, progreso y vitalidad, pese a todas las penalidades, problemas y aprietos por los que nos hizo pasar acá y allá. Verdaderamente es así.

Y la literatura de la guerra es, de modo general, una literatura de felicidad. Vean ustedes como también el Corán dice de los mártires: «Y felicitándose por aquellos que todavía no los han alcanzado y han quedado atrás, porque no tienen por qué temer ni estarán tristes» (3:170). Se felicitan. ¿Y por qué se felicitan? Pues porque no han de padecer ni padecen dos importantes lacras. Es decir, que se felicitan y dan la buena nueva de la ausencia de esas dos lacras: el miedo y la tristeza. Anuncian con dicha la ausencia tanto de miedo como de tristeza. A mi juicio, si queremos vitalidad en la sociedad, esperanza, alegría y brío, y queremos que nuestras jóvenes generaciones gocen de energía y dinamismo, tenemos que creer en ese celestial enunciado coránico. Ese «felicitándose» es muy importante. El miedo y la tristeza son dos grandes lacras para una nación, para un grupo y para un ser humano. Son dos grandes lacras el miedo y la tristeza, y esas dos lacras se eliminan con la buena nueva coránica, del mismo modo que se eliminan si resistimos. Esto también es una aleya del Corán: «En verdad, para quienes dicen “nuestro señor es Dios” y se mantienen firmes, descienden los ángeles diciendo: ¡No temáis y no estéis tristes!» (41:30). Así, con la resistencia pasa lo mismo. Si quieren no temer ni estar tristes, practiquen ante todo la resistencia y la perseverancia. Entonces no tendrán miedo ni estarán tristes. Se trata de un enunciado coránico.

Fortalecimiento de la literatura sobre la Sagrada Defensa para hacer frente a quienes tergiversan

Ciertamente, debo decir que en lo relativo a la Sagrada Defensa no hemos estado a la altura. Por supuesto, las actividades que ha señalado nuestro querido general, el jefe del Estado Mayor, son muy positivas y valiosas, pero es poco. Nos hacen falta muchísimas tareas. Miren ustedes, cuanto más nos alejamos en el tiempo de la época de la Sagrada Defensa, más debemos acercarnos a ella en conocimiento. ¿Y por qué? Pues porque la tergiversación está al acecho; están al acecho aquellos que tergiversan. Bien, ustedes, que son hombres de guerra, están ahora presentes y, en definitiva, dicen algo y hacen una defensa, pero dentro de veinte años muchos de este grupo que está hoy aquí ya no estarán; y dentro de treinta años serán aun más los que no estén, y es posible que la mano de la tergiversación deforme esa parte esplendorosa de nuestra historia. Por lo tanto, debemos trabajar, nuestro conocimiento debe incrementarse y la literatura de la Sagrada Defensa fortalecerse.

La literatura de la Sagrada Defensa no es por otra parte un género literario entre otros. No hay literatura épica, romántica, social, policiaca y, luego, literatura de la Sagrada Defensa. No. La Sagrada Defensa es un manantial que se puede aprovechar y del que brota y puede sacarse todo tipo de literatura, como una fuente borboteante en la que puede crearse todo tipo de literatura. De la literatura de la Sagrada Defensa y de lo que se produce para la Sagrada Defensa se pueden crear textos sublimes de tipo histórico, social, político, romántico o familiar. Pero lo importante es la producción de textos; necesitamos producir textos. Si se elaboran textos buenos y de calidad, se harán a partir de ellos obras de teatro, películas de cine y poemas. Por ejemplo, he oído que uno de los poetas comprometidos de nuestro país ha compuesto diez gazales a partir del libro del mártir Joshlafz (12). ¡Muy bien! Si entran en escena los poetas comprometidos, de los libros de la Sagrada Defensa acaso puedan salir decenas de antologías poéticas. La poesía es un gran arte, al igual que las películas, el cine, las obras cinematográficas, etc. En otros países del mundo es igual. A nivel mundial, se puede decir que parte de las mejores obras cinematográficas están tomadas de escritos y textos de calidad, como buenas novelas que se han escrito antes. Hacen las películas a partir de tales textos. Nosotros tenemos que hacer eso también. Tenemos que elaborar textos de calidad así, y que a partir de esos textos se hagan películas, se representen obras de teatro, etc. De manera que es una tarea importante. Al fin y al cabo, he oído que dentro del país sucede que se escenifican en los teatros obras de autores extranjeros como Victor Hugo o Charles Dickens. Pues muy bien, hagamos de tal modo que también nuestros escritos se lleven a los escenarios y se rueden como películas en los demás lugares del mundo ―primero aquí mismo, y luego en el resto del mundo―. En definitiva, que debemos centrar nuestros esfuerzos en producir textos de calidad.

Importancia de conmemorar y prestar atención a las personalidades de la Sagrada Defensa

Otro tema es el de las conmemoraciones. La conmemoración es un asunto importante y una gran tarea. Los actos de conmemoración hacen que no se produzca una brecha entre generaciones al familiarizarse las jóvenes generaciones con la Sagrada Defensa, lo que a su vez tiene efecto a la hora de construir a individuos como puedan ser el mártir Hoyayí o los queridos mártires de la defensa de los santuarios, de la que hay que decir que es una de las bendiciones y la continuidad de la Sagrada Defensa.

Otra tarea extremadamente necesaria es homenajear y trabajar sobre la personalidad de las grandes figuras. Algunas de esas figuras son célebres ―como las personalidades célebres del Ejército, del Cuerpo de Guardianes, las de los cuerpos policiales y algunos otros combatientes célebres que no pertenecían a esos cuerpos y eran basiyíes―, pero muchas otras no son conocidas. Muchas de estas biografías que se escriben son de personas que no gozan de fama ninguna ―y son muchos―, pero que realizaron grandes proezas y se les atribuyen cosas importantes. Debería haber homenajes a tales personas en las que se discuta sobre ellas, se investigue, se estudie, se hable y se expongan detalles sobre sus vidas. De hecho, la cuestión de los defensores de los santuarios a los que he hecho alusión es algo asombroso de nuestro tiempo, y es un acontecimiento de inmensa importancia. Combatientes sirios, libaneses, iraquíes, iraníes y afganos actúan todos juntos en una sola fila y por un objetivo único. Es algo sorprendente. Es uno de los grandes fenómenos de nuestro tiempo, y ciertamente es otra de las bendiciones de la Sagrada Defensa.

Necesidad de cumplir nuestro deber respecto al coronavirus

Bien, ya he terminado lo que quería decir. Déjenme añadir unas palabras sobre el coronavirus. No lo subestimen. ¿Acaso es poca cosa que perdamos cada día a 150 compatriotas? Algunos no hacen una buena evaluación de este asunto. Imaginen que cada dos días se estrella un avión con trescientas personas a bordo, y mueren todos ellos. ¿Acaso es poco? Si cada día fallecen ciento cuarenta, ciento cincuenta o ciento setenta personas, ¿es poca cosa? Y el remedio está en nuestras propias manos. Ya ven ustedes que los responsables están haciendo verdaderos sacrificios. Desde los médicos hasta los enfermeros, los gerentes y demás están esforzándose y trabajando sin cesar. Nosotros la gente debemos cumplir nuestro deber. Mantener la distancia en sociedad, ponerse la mascarilla, seguir las instrucciones que se dan, lavarse las manos, etc., son cosas necesarias que deben llevarse a cabo.

Ahora ha surgido la discusión sobre Arbaín. Algunos son apasionados del imam Husain y de Arbaín. Está claro, lo somos todos. Muchos de ustedes han ido. Un servidor se ha visto privado de ello, pese a desearlo ―«Pese a estar lejos, hablamos en tu recuerdo» (13)―. Pero, en fin, ir a la marcha de Arbaín depende solamente de que lo vean conveniente los responsables del Centro Nacional del Coronavirus. Si dicen que no ―y hasta ahora han dicho que no―, todos deben acatarlo. Todos deben obedecer. No puede ser que, por ejemplo, salgamos y vayamos hasta la frontera a demostrar nuestra devoción al imam. Hagámoslo desde dentro de casa. Para el Día de Arbaín, hay dos o tres oraciones de peregrinación o ziaras. El Día de Arbaín, todo el mundo puede recitar la Ziara de Arbaín con atención, quejarse al imam Husain (con él la paz) y decir «¡Oh, Príncipe de los Mártires! Nosotros queríamos ir, pero no pudo ser, esta es la situación», para que nos preste su atención y su ayuda.

Espero que Dios el Altísimo depare a la nación iraní el bien en todos los aspectos, recompense a nuestros queridos combatientes, que tanto se esforzaron, y enaltezca la posición de los queridos mártires. Quiera Dios reunir a nuestro gran imam ―que era y es el primer eslabón de este grandioso movimiento de la nación iraní, porque es todavía él quien nos guía― con Sus santos y recompensarlo dándole una retribución apropiada al valor del periodo de su vida. Y quiera Dios auxiliarlos a ustedes, queridos hermanos, responsables de las Fuerzas Armadas, del Gobierno y de los distintos organismos en el cumplimiento de sus deberes, y guiarnos a todos.

Con ustedes la paz, la Misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) En el inicio del acto, presentó un informe el general de división Mohammad Baqerí del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

(2) El general de brigada mártir Valiolá Falahí, jefe del Estado Conjunto del Ejército de la República Islámica de Irán durante la Sagrada Defensa.

(3) El general de división Qasem Alí Zahirneyad, comandante de las Fuerzas de Tierra del Ejército de la República Islámica de Irán durante la Sagrada Defensa.

(4) Correspondiente en el calendario gregoriano a septiembre de 1980 d. J. C., en cuyo día 22 tropas del régimen baazista de Saddam atacaron la provincia iraní de Juzestán.

(5) Sahife-ye emam, vol. 13, pág. 221: Mensaje radiotelevisivo de inicio del año lectivo (22/09/1980).

(6) Sahife-ye emam, vol. 16, pág. 143: Mensaje al pueblo de Irán y a los combatientes (22/03/1982).

(7) Los jefes de Estado de Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética se reunieron entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre de 1943, en lo que se conoce como Conferencia de Teherán, en la embajada soviética en la capital iraní.

(8) Winston Churchill, primer ministro británico.

(9) Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos de América.

(10) Iósif Stalin, presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión Soviética.

(11) Por el Tratado de Golestán.

(12) Vaqti mahtab gom shod («Cuando la luz de la luna se perdió»).

(13) De un verso de Hafez de Shiraz.