«Si los candidatos están vinculados a los centros de la riqueza y el poder, las cosas saldrán mal, como es el caso hoy en día en las llamadas “democracias” del mundo, ya sea en Estados Unidos o fuera de Estados Unidos. Las grandes compañías y los ricos dan dinero a un candidato de las elecciones presidenciales o del Congreso, y él a cambio queda comprometido. El presidente que llegue al poder con el dinero de organismos diversos y centros de riqueza tiene un compromiso respecto a ellos. El representante parlamentario que llegue a la cámara con el dinero de tal empresa, tal gran compañía, tal potentado o cual multimillonario está obligado, allá donde ellos lo consideren necesario, a adulterar la legislación y quitar leyes, ampliarlas o restringirlas. Un representante así no le sirve a la gente para nada. No hay que estar vinculado ni a los centros de riqueza privada ni, para empezar, a la riqueza pública: que no vaya nadie a gastar dinero del tesoro público para hacerse con una representación parlamentaria. Esto es doblemente problemático; presenta aun más problemas» (08/04/2011).