Be'sat quiere decir "inducir" ―es decir, inducir a ese ser humano elegido por el Creador: el mensajero divino―. Junto a esa inducción va la conexión a la fuente eterna de ciencia y poder divinos, lo que implica el advenimiento del grandioso fenómeno de la Misión y la Profecía. En una fase posterior, ese estímulo a la persona del profeta conduce al estímulo de distintos colectivos humanos. Es decir, que el Nobilísimo Profeta y Mensajero de Dios, en cada periodo ―con cada uno de los grandes mensajeros divinos―, tras ser estimulado y enviado, impulsa a su vez a colectivos humanos, poniéndolos en marcha e imprimiéndoles movimiento hacia un camino nuevo, hacia la felicidad humana ―colocando un camino a los pies del ser humano―. Eso quiere decir be'sat.

La be'sat de todos los profetas ha comportado ciertas metas ―metas divinas― que naturalmente son también las metas del propio profeta en cuestión, dada su obediencia a Dios. Por tanto, las be'sat persiguen grandes metas, a la cabeza de todas las cuales se sitúa el tawhid, la unicidad de Dios. El tawhid es la gran meta de la be'sat: “Ciertamente, Nosotros enviamos a cada comunidad un mensajero: ‘¡Adorad a Dios y abandonad los ídolos!’” (Sagrado Corán, 16:36). ¡Tawhid puro, solo tawhid! Esa noble aleya se halla en la sura An-Nahl o La abeja. En la sura Al-A’raf o Los lugares elevados, así como en la sura de Hud, se dice igualmente por boca de varios grandes profetas como Noé, Hud, Salé y otros: “¡Oh, pueblo mío! ¡Adorad a Dios! ¡No tenéis más dios que Él!” (7:65). Ese tawhid es la meta primera de la be'sat de los profetas. Por supuesto, saben ustedes que tawhid no quiere decir solo que el ser humano halle en su mente la convicción de que Dios es uno, y no dos. Sí, claro que es eso también, pero tawhid tiene un significado importante, que es el de la soberanía divina. La unicidad de Dios implica la soberanía absoluta del Creador, tanto sobre el ámbito de lo legislado como sobre el de lo creado ―los dos―, que debe ser considerada mandato divino vigente. Tanto sobre el ámbito de la creación ―en todos los sucesos de la existencia, “no hay poderío ni fuerza sino en Dios”― como en el de lo legislado, todos los acontecimientos y estados proceden del poder único del Creador.

Existen también otras metas: la purificación humana, es decir, la limpieza espiritual de los seres humanos de impurezas y atavíos envilecedores y degradantes; la instrucción de los seres humanos y la elevación de su nivel de conocimiento; la instauración de la justicia: que la sociedad humana se administre de modo justo ―”Para que los humanos establezcan la justicia” (Sagrado Corán, 57:25)―. Crear la vida buena: “Le haremos vivir una vida buena” (16:97). ¿Qué significa esa “vida buena”? Por vida buena se alude por una parte al crecimiento y florecimiento del intelecto y el conocimiento humanos, y por otra a la paz espiritual, la despreocupación material, la seguridad del entorno vital, el bienestar, la satisfacción del ser humano y, por encima de todo ello, su perfeccionamiento y su ascensión espirituales. A eso se refiere “vida buena”. Son esas las metas de la be'sat de los profetas. Por supuesto, aquí de lo que se trata principalmente es de los grandes mensajeros divinos, si bien ha habido otros, en el sentido de que a los distintos puntos del mundo se enviaban predicadores de esas verdades.

Se trata de colosales y arduas metas. ¿Cómo alcanzarlas? Naturalmente, se requiere una vasta planificación para las relaciones sociales. Si el Profeta del Islam, el Profeta de la Verdad y la Justicia, el Enviado de Dios hubiera querido alcanzar esos objetivos en cualquier periodo, por fuerza se habría visto obligado a crear relaciones sociales acordes a esas metas. A continuación está la cuestión del poder político. Esas relaciones sociales no las puede crear una persona aislada ni un mero mentor que se limite a dar consejos a la gente. Hace falta poder ―poder político―. Por ello las be'sat van acompañadas de un gran poder político y de una vasta planificación destinada a hacer realidad esos objetivos.

Así pues, con la llegada de un profeta se crea un sistema político ―es decir, que la meta es que se cree un sistema político (…) que pueda realizar esos objetivos a través de la creación de programas, relaciones sociales y relaciones humanas diversas―. En tal sistema político, la regla de gobierno se toma del Libro de Dios y de lo que Dios Altísimo revela a su Profeta: “Dios designó a los profetas como portadores de buenas nuevas y avisadores [del castigo], e hizo descender con ellos la Escritura [Sagrada] con la Verdad para que dictaminase entre los hombres en aquello en lo que no se ponían de acuerdo” (Sagrado Corán, 2:213). “Para que dictaminase” quiere decir “para que el Libro dictaminase”. Ese Libro dictamina entre los hombres lo que debe hacerse, siendo lo que rige sobre todos los ordenamientos sociales. Eso está en la sura Al-Baqara, La vaca; y en la sura Al-Ma'’da, La mesa, dice: “¡Que la gente del Evangelio juzgue conforme a lo que Dios ha hecho descender en él!” (5:47). Rige el Evangelio. Es decir, que para la gente del Evangelio los mandatos de gobierno se toman del Evangelio. Del mismo modo sucede con los demás profetas, como se dice en las aleyas “quienes no juzguen con los que Dios ha hecho descender serán los que ocultan la Verdad” (5:44), “serán los opresores” (5:45) y “serán los pecadores” (5:47). En todos esos casos, la fuente y origen del gobierno y de las instrucciones y programas de gobierno está en el libro divino revelado al profeta. Los principios y fundamentos están ahí, y todos los programas humanos deben situarse en el marco de esos principios.

¿Y quién ha de llevar a la práctica esas instrucciones de gobierno? Sin la existencia de una dirigencia y una comandancia, no se harán efectivas. Por lo tanto, hace falta una dirigencia, y esa dirigencia y liderazgo fundamentales corresponden a la propia persona del profeta. Es decir, que el Nobilísimo Profeta y todos los profetas ―el Noble Profeta del Islam y antes de él los demás profetas― son los dirigentes y comandantes responsables de aplicar y hacer realidad en la sociedad el gobierno religioso y divino fruto de la be'sat de los profetas, que se presenta en el libro divino.

Claro está que ese liderazgo y comandancia no adoptan una sola forma. En algunos casos, el encargado y comprometido con ese mando es la mismísima persona  del profeta, como con el profeta David, el profeta Salomón o el Gran Profeta del Islam, que estuvieron a la cabeza del gobierno y se ocuparon de hacer aplicar sus propias órdenes. En otros, el profeta nombra a un gobernante por designio divino, como aquel profeta que aparece en el Corán, en la sura Al-Baqara: “Cuando le dijeron a su profeta: ‘Desígnanos un rey para que luchemos por la causa de Dios’” (2:246). La gente, que soportaba imposiciones y problemas, acudió al profeta para que este eligiera un gobernante, y eso hizo: “Su profeta les dijo: ‘Dios os ha designado a Saúl para que sea vuestro rey’” (2:247). Y fue Saúl quien mandó. De esta manera, el líder, comandante y administrador principal es el profeta, pero la ejecución de las tareas está en manos de otra persona distinta del profeta, que en ese caso es Saúl. En la historia de las profecías en modo alguno escasean los ejemplos de esto; abundan. En otro momento, lo que sucede es que el profeta no designa a nadie, sino que él mismo goza de tal posición en el aparato de gobierno que sus órdenes se hacen efectivas, como el profeta José, cuyas órdenes en aquel dispositivo de gobierno ―el cual gradualmente fue tendiendo a la religión de José― surtían efecto y operaban, aun sin ser él gobernante absoluto.

De modo que así se presenta en resumen la be'sat: la palabra quiere decir inducción de un profeta, y ese estímulo viene acompañado por el envío de un libro divino y una instrucción de gobierno divino que se revela al profeta, siendo aplicadas y dirigidas las disposiciones de ese gobierno por el mensajero de Dios, el enviado divino, en las distintas formas que he señalado (…). Pues bien, ¿qué es la religión desde esta amplia perspectiva? Cuando se contempla desde este punto de vista, la religión es aquello que rige la vida del ser humano en su conjunto. Es decir, un plan integral. No un programa individual ni unos programas meramente devocionales para el individuo humano, como imaginan algunos ―que la religión se encarga de planes individuales, quedando fuera del ámbito de la religión las diversas cuestiones sociales, políticas, económicas, etc.―. No, esa perspectiva muestra que la religión es integral y abarcadora.

Lógicamente, esa religión con esa perspectiva es objeto de hostilidad. En todos los tiempos, los malhechores del mundo se han opuesto a una tal religión, ya fuera intentando reducir su grandioso y vasto ámbito al de las cuestiones personales o bien alzándose de manera abierta frente a la religión. Se dijo: “Y asimismo designamos para cada profeta un enemigo de entre los pecadores” (25:31). Eso está en la sura de Al-Furqan, El discernimiento. Todo profeta ha tenido enemigos de entre los criminales, pecadores y malhechores del mundo. En la sura de Al-An’am, Los rebaños, se dice: “Así es como dispusimos para cada profeta enemigos, demonios de entre los hombres y los genios, que se susurran unos a otros palabras encantadoras y engañosas” (6:112). Por tanto, cuando se produce la be'sat del profeta y este es enviado, proponiéndose ese mecanismo de ejecución del designio divino, naturalmente se oponen a él los corruptores, los arrogantes, los colonizadores y los perturbadores de la vida humana; se le oponen los saqueadores; se le oponen los opresores, por estar él en contra de la opresión, contra el saqueo de las riquezas humanas, contra la dominación injusta sobre los seres humanos. Aquellos que se cuentan entre los malhechores del mundo, se alzan naturalmente frente al profeta. En la actualidad ven ustedes como en la propaganda de los enemigos se menciona algo llamado “Islam político”. El Islam político es esto mismo que se ha hecho realidad en el sistema político de Irán y que es el blanco de sus ataques. Por Islam político se entiende este mismo Islam que, mediante la formación de un gobierno, ha logrado establecer distintos organismos y sistemas económicos, sociales, políticos, militares etc., creando una identidad religiosa e islámica para una nación (…). Por tanto, la definición coránica de la religión es algo de ese jaez. No se puede reducir a actos de pequeña envergadura, limitándose únicamente a los meros actos de devoción (…).

»Por supuesto, el envío del profeta y su liderazgo no hacen a la gente desistir de actuar en ese campo. No es así. Como hemos dicho, el estímulo del profeta conduce a que los seres humanos y la sociedad se vean estimulados. Los seres humanos se mueven. De ahí que el Príncipe de los Creyentes (con él la paz) dijera en aquel conocido sermón: “Así que Dios alzó a Sus mensajeros y los envió uno tras otro para reclamar a las gentes que cumplieran el pacto de la naturaleza divina, para recordarles Sus bendiciones olvidadas, presentarles pruebas con las que quedaran convencidos y estimular las fuerzas ocultas de sus intelectos”. Revitalizan y movilizan los tesoros de conocimiento y sabiduría enterrados en el ser humano. Despiertan su naturaleza dormida y los ponen en movimiento.

La grandiosa Revolución islámica de Irán supuso la continuación de la noción de be'sat en la época contemporánea. Dios Altísimo dio al imam Jomeiní la suerte de sacar a la luz y poner de relieve la línea continua de la be'sat profética mediante su propia iniciativa, su valentía y su elevado pensamiento. Se trata de la misma línea de be’sat, que en definitiva con el tiempo se había ido atenuando. El gran imam pudo hacer visible de modo práctico la integralidad del Islam y mostrar que este es una religión integral que engloba toda la vida del ser humano. El gran imam puso eso de relieve. Hizo revivir las dimensiones sociales y políticas de la religión que se habían relegado al olvido, y las recordó, realizando la frase “recordarles Sus bendiciones olvidadas”. Siguiendo pues la be'sat profética, esta revolución se opuso a la opresión, al despotismo y a la arrogancia. Tomó partido por los oprimidos, cualesquiera que fuesen su rito y religión ―oprimidos en el auténtico sentido de la palabra―, por los desfavorecidos, por los desposeídos, cualesquiera que fuesen su nacionalidad, su religión  o su doctrina, y llamó en toda circunstancia al conjunto de la humanidad al camino recto del Islam. Ese es el movimiento fundamental de la Revolución.

Cuando esta revolución cobró forma, y sobre esa base se creó un sistema político que es la República Islámica, se repitió aquello mismo que les sucedía a los profetas: que los malhechores del mundo se alinearon contra la Revolución igual que se alineaban contra los profetas: “Y asimismo designamos para cada profeta un enemigo de entre los pecadores” (25:31). Los pecadores y malhechores del mundo, los arrogantes del mundo se alinearon contra la Revolución y se pusieron a hacerle frente. Claro que nosotros no esperábamos otra cosa. Ya desde el principio no esperábamos que mostrasen compatibilidad con la Revolución. Desde el principio estuvo claro que esto sucedería: “Esto es lo que nos prometieron Dios y Su Mensajero, y Dios y Su Mensajero dijeron la verdad” (33:22). Estaba claro que Estados Unidos, las potencias arrogantes y la Unión Soviética se enfrentarían a una revolución con tales características, que resistirían, y así ocurrió.

Ese enfrentamiento sin duda existe. Ahora bien, ellos en esa oposición a la República Islámica, como en todas partes, difundieron distorsiones y mentiras. Dijeron que la República Islámica estaba en desacuerdo y peleada con el mundo entero. Eso no es correcto; es todo lo contrario. Nosotros hemos aprendido del Corán a tratar bien a quienes no son hostiles al sistema islámico. En la sura Al-Mumtahina, La examinada, dice: "Dios no os prohíbe que tratéis con amabilidad y equidad a quienes no combaten vuestra fe ni os han expulsado de vuestros hogares" (60:8). "A esos infieles que no están peleados ni en guerra con ustedes, que en la práctica no les son hostiles, trátenlos bien, actúen con amabilidad y equidad con ellos". "En verdad, Dios ama a quienes son equitativos" (60:8). “Lo que, en verdad, Dios os prohíbe es que seáis amigos de quienes combaten vuestra fe y os expulsan de vuestros hogares o ayudan a que seáis expulsados” (60:9). Así que eso es lo que dicen las aleyas del Corán. No que la República Islámica esté en conflicto con todos. No, nosotros con quienes no nos sean hostiles ―cualquiera que sea su religión o su doctrina religiosa― no tenemos problemas, y los tratamos bien. En lo que insiste el Islam es en la oposición a los enemigos, aquellos que son hostiles, no aquellos que no tengan la misma religión que nosotros (…).

El Corán pone el acento en “enemigo” y “hostilidades”. En la sura Al-Mumtahina, La examinada, dice: “¡Oh, creyentes! ¡No toméis a Mis enemigos y a vuestros enemigos como protectores, mostrando afecto hacia ellos” (60:1). Es decir, “no traben amistad con aquellos que son enemigos Míos y de ustedes” ―enemigos tanto de Dios como de la comunidad islámica―, “no los acompañen ni se alíen a ellos”. Está también esta conocida aleya: “Y preparad contra ellos toda la fuerza que podáis y caballería” (8:60), que está en la sura Al-Anfal, Los bienes excedentes. Luego dice: “Para intimidar con ello a los enemigos de Dios y enemigos vuestros” (8:60). Esa generación de fuerza y poderío, fabricando armas y haciéndose poderosos, es “para intimidar con ello a los enemigos de Dios”, para asustar al enemigo. No se trata de quien no sea enemigo. Por lo tanto, el Islam incide en confrontar al que es enemigo activo. Bien, a esos enemigos los hemos probado y experimentado desde el comienzo de la Revolución. Desde el primer día de la Revolución, a pesar de que la República Islámica transigió mucho con los extranjeros y demás, ya en los inicios comenzaron las confabulaciones contra la República Islámica. Más que nadie, por parte de Estados Unidos, y luego también los demás. Y continúan hasta ahora mismo.

Para hacer frente a esas hostilidades son precisos dos elementos importantes, el primero de los cuales es clarividencia, y el segundo perseverancia y resiliencia. Si esos dos elementos se dan, el enemigo no puede hacer nada; no podrá hacer ningún daño ni obtendrá éxito alguno enfrentándose al sistema islámico. Clarividencia y perseverancia. A eso mismo se refería el Príncipe de los Creyentes cuando dijo: “No podrá enarbolar este estandarte sino quien tenga clarividencia, perseverancia y conocimiento de dónde está lo verdadero y justo”. Esto está en el sermón 173 de La cumbre de la elocuencia.

¿Qué quiere decir “clarividencia”? Clarividencia quiere decir ser perspicaces y distinguir el camino correcto. El ser humano a veces se equivoca. Claro, es mayor la probabilidad de que lo hagan seres humanos principiantes e inexperimentados, pero también las personas mayores y curtidas yerran en ocasiones el camino correcto. Hay que tener cuidado de no equivocarse al identificar la vía correcta; de poder hallar el camino entre la polvareda de las discordias y distinguir cuál es la vía adecuada. Eso es clarividencia.

¿Y qué quiere decir “perseverancia”? Perseverancia significa persistir en este camino, no desviarse respecto del camino recto e insistir en avanzar por él. Eso quiere decir perseverancia. No malinterpreten la perseverancia de otro modo. Por supuesto, los enemigos o aquellos que no tienen un conocimiento cabal suelen malinterpretar la perseverancia. Perseverancia quiere decir que el ser humano ejercite la resiliencia, persista, resista y siga el camino sin detenerse. Ese es el significado de la perseverancia que se aplica al enfrentamiento con los enemigos.

Pues bien, si se dan esas dos características el enemigo no prevalecerá. Una de las formas mediante las cuales pueden mantenerse las dos en la sociedad es el tawasi o mutuo consejo que aparece en la sura Al-Asr, La época: “Y se aconsejan unos a otros la Verdad y se aconsejan unos a otros la perseverancia” (103:3). Que la gente se dé consejo unos a otros, en esa cadena de tawasi, de aconsejarse unos a otros; tanto aconsejarse la Verdad y la Justicia e insistir en el camino de lo verdadero y justo, como aconsejarse perseverancia. Eso lo preserva todo. Si en una sociedad existen el mutuo consejo de perseverancia y el de verdad y clarividencia, esa sociedad no será sometida fácilmente por actos del enemigo. Pero si se corta esa corriente de mutuo consejo, que es la cadena de preservación de los fieles, sin duda habrá daños: “En verdad, el ser humano va hacia su perdición, excepto aquellos que creen y realizan buenas acciones y se aconsejan unos a otros la Verdad y se aconsejan unos a otros la perseverancia"”(103:2-3). Si ese mutuo consejo no está ahí, las pérdidas se verán. Bien, pues el enemigo ataca justo ese importante factor».

Objetivos del enemigo en la guerra blanda: 

1) Romper los lazos de ayuda mutua que existen en el país

A nuestro juicio, el enemigo persigue en la guerra blanda dos objetivos. En definitiva, mientras que la guerra militar ―visible, dura y violenta― se rige por sus reglas propias, la guerra blanda tiene más difícil remedio, y en cierto sentido es más peligrosa que la dura. En la guerra blanda, el enemigo hace dos cosas: una, cortar los lazos entre quienes se aconsejan unos a otros la Verdad y la paciencia (1); la segunda, mostrar la realidad al revés de como es, siendo mucha la capacidad propagandística con la que cuentan para mostrar fácilmente a la inversa las realidades del mundo, de modo falaz e invertido. Ahora bien, es peligroso que corten el hilo del mutuo consejo en el sentido de la Verdad y la paciencia, interrumpiendo la corriente de mutua exhortación, y que obren de tal modo que los fieles no se aconsejen, se protejan ni se den esperanzas. Sería muy peligroso si llega a suceder que se pare y se corte en la sociedad esa corriente de mutuo consejo. Eso haría que los seres humanos se sientan solos, que desesperen, que las voluntades se debiliten, que se difuminen las esperanzas y que se pierda el coraje para actuar. Cuando no hay mutuo consejo, eso es lo que pasa; y naturalmente, al ocurrir tal cosa, las esperanzas decrecen, decrecen los corajes y se debilitan las voluntades; forzosamente las metas elevadas y sublimes van alejándose, se difuminan, parecen inalcanzables y quedan relegadas al olvido. Nuestros oficiales de la guerra blanda no deben permitir que eso ocurra. Dije en una ocasión que nuestros jóvenes son nuestros oficiales en la guerra blanda. Los jóvenes no deben consentir que algo así suceda; deben crear esperanza, deben alentar a la resistencia, han de alentar a no ser perezosos, a no desfallecer. Esas son labores que tienen a su cargo nuestros jóvenes, de los que ya he dicho que son los oficiales de la guerra blanda.

Internet constituye hoy en día una oportunidad para esa labor. Por supuesto, el enemigo se vale del ciberespacio de otra manera, pero ustedes, queridos jóvenes, úsenlo del modo siguiente: sírvanse de internet para crear esperanza, para aconsejar paciencia, para alentar a lo justo y verdadero, para crear lucidez y para exhortar a no desfallecer ni haraganear, estar ociosos, etc. En fin, esto era lo relativo a la tarea primera del enemigo, que es cortar esos lazos de mutuo consejo y protección mutua.

2) Mostrar la realidad al revés de como es

La segunda cosa que hacen, como he dicho, es mostrar la realidad de modo invertido: mentir sobre la realidad. Mienten con tal osadía y rotundidad que quien los oye se cree que están diciendo la verdad. Con total sangre fría, con empaque y con aplomo le dan a la realidad un giro de ciento ochenta grados. Piensen por ejemplo en cómo hace seis años que el aliado árabe de Estados Unidos bombardea al oprimido pueblo de Yemen en sus casas, sus calles, sus hospitales y sus escuelas; los somete a asedio económico, impide que les lleguen alimentos, impide que les lleguen medicamentos e impide que les llegue petróleo. Seis años hace que eso ocurre, y además empezó con luz verde del gobierno estadounidense, que por otra parte era en ese momento un Gobierno demócrata. Les dieron luz verde, y así es como por desgracia está comportándose con el pueblo de Yemen ese cruel, despiadado e inicuo gobierno árabe. Esa es la realidad del asunto. Ahora, los yemeníes, que son gente muy talentosa ―porque el pueblo de Yemen tiene muchísimo talento―, han conseguido dotarse de medios de defensa aprovechando ciertas circunstancias, ya sea porque se los procuran o porque los fabrican ellos mismos, y responder a esos seis años de bombardeos. Pues en cuando eso se produce por parte de los yemeníes, se oye tronar la propaganda de los otros diciendo que si han atacado, que si han cometido un atentado… Lo dicen todos, incluida la ONU, lo que es realmente execrable por parte de la ONU, que en este terreno actúa aun peor que Estados Unidos. Al fin y al cabo, el estadounidense es un gobierno arrogante y opresor, pero ¿¡las Naciones Unidas!? A los otros no los condenan por bombardear durante seis años, pero a estos les reprochan que en alguna ocasión se defiendan y que esa defensa sea efectiva; se les echan todos encima y los atacan. Ahí tienen una muestra de esas mentiras.

Luego, el mayor arsenal atómico del mundo está en Estados Unidos. ¡El mayor arsenal atómico! Quizá sean ―no lo sé― miles las bombas nucleares que tienen en sus almacenes, y las han utilizado. En otras palabras, el único Estado que ha usado hasta ahora la bomba atómica es el norteamericano. Estados Unidos masacró en una hora, en un día, a doscientas veinte mil personas. Y después de actuar así, ¡claman que están en contra de la proliferación de las armas nucleares! Así son las cosas, nada menos. ¡Dicen que se oponen a las armas de destrucción masiva! Mienten. Las peores y más peligrosas armas de destrucción masiva están en sus manos, y además las han utilizado, se han servido de ellas. Pero luego dicen que están en contra de las armas de destrucción masiva.

Estados Unidos apoya a unos criminales que desmiembran a sus oponentes con una sierra ―todo el mundo sabe ya que los saudíes atraparon de alguna manera a un opositor y lo desmembraron con una sierra―, y luego dice ser partidario de los derechos humanos. ¡Hasta ese punto le dan la vuelta a la realidad! ¡De esa manera! A Daesh lo crearon los propios Estados Unidos . Eso ya lo han admitido los propios estadounidenses, no es algo que digamos nosotros. Lo han dicho tanto los que lo crearon como sus rivales, atacándolos a ellos. Lo han dicho y reconocido todos ellos: que a Daesh lo creó Estados Unidos. Pero luego crean bases militares en Irak y en Siria pretextando la existencia de Daesh ¡y diciendo que quieren plantarle cara a Daesh! Además, ponen a disposición de Daesh capacidades mediáticas modernas, ponen a su disposición dinero, permiten que se lleve el petróleo de Siria ―se lo lleven, lo vendan y se beneficien de las ganancias―. Y al mismo tiempo ¡dicen que están luchando contra Daesh! Esas son las cosas que hacen: mostrar las cosas al revés de como son.

Hablan con rencor y resentimiento de la presencia de Irán en la región, preguntando que por qué está Irán presente en la región ―es decir, por qué está Irán presente en Siria, en Irak y en algunos otros lugares―. Y eso pese a que nuestra presencia no es militar, y allá donde han estado nuestros militares ha sido a modo de asesores. En algunos lugares, no hay en absoluto presencia militar, sino solo política, y hablan de ello con odio, como si fuera un gran problema que causa inestabilidad, etc., cuando se trata de nuestra región y, allá donde hemos entrado ha sido para defender al Gobierno legal del lugar. Ya sea en Irak o en Siria, nuestro objetivo ha sido defender al gobierno legal, y lo hemos hecho con el consentimiento y a petición de los propios gobiernos. Eso lo agrandan de esa manera, mientras ellos mismos entran en Siria de manera injusta y sin permiso, invaden una zona y crean bases militares, igual que crean tantas bases militares en Irak. Una de las cosas que hacen es mostrar lo contrario de la realidad, y eso pasa en todos los ámbitos. Por supuesto, los estadounidenses deben salir de Irak, conforme a la voluntad y la ley de los propios iraquíes. Sin duda tienen que salir de inmediato de Siria, lo antes posible. De modo que esas son las cosas que hacen.

NOTAS

(1) Alusión a la sura 103 del Sagrado Corán, La época: «Que, en verdad, el ser humano va hacia su perdición, [2] excepto aquellos que creen y realizan buenas acciones y se aconsejan unos a otros la Verdad y se aconsejan unos a otros la paciencia [3]».