En el año 1979, las multitudinarias manifestaciones populares de los iraníes contra el régimen despótico y títere de Estados Unidos se convirtieron en un movimiento social, conduciendo, finalmente, a la victoria de la Revolución Islámica. El Shah, quien había escapado del país antes del triunfo de la Revolución, se dirigió hacia los EE. UU. unos meses después de esa fecha. Considerándolo culpable y responsable del genocidio, encarcelamiento, tortura y destierro de miles de iraníes, el pueblo revolucionario reclamó su repatriación; el asunto que también se reflejó en los discursos del ayatolá Jomeiní, el líder de la Revolución Islámica y del país. Por el contrario, la oposición de EE. UU. a la reivindicación popular de los revolucionarios iraníes, evocaba el golpe de Estado británico-estadounidense contra el gobierno legítimo y popular de Irán, surgiendo la incertidumbre y preocupación por un nuevo complot contra los iraníes, con el propósito de aguar la fiesta de la Revolución Islámica, así como malograr los esfuerzos y las luchas duraderas de miles de hombres y mujeres, muchos de los cuales fueron sometidos a torturas e incluso, otros, perdieron su vida por sus ideales; en realidad, nunca se olvidaban cómo en el año 1953, el gobierno legítimo y popular de Irán fue derrocado por los EE. UU. de América y el Reino Unido, entregando el poder a Mohamad Reza Pahlavi. El entonces primer ministro británico, Winston Churchill, y el gobierno de Eisenhower justificaron este golpe aduciendo la deslealtad del gobierno popular de Mosaddeq, y a una probable dominación comunista en Irán; así, lograron mantener a esa dictadura y arrogancia en Irán. Una vez derrocado el gobierno de Mosaddeq, Mohamad Reza Pahlavi regresó a Teherán acompañado por Allen Dulles, exdirector de la CIA y, ocupó el trono[1].

Esta imagen negra y negativa, o sea, este pesimismo respecto a los objetivos estadounidenses, ha tenido sus raíces en la memoria histórica de la nación iraní, tanto a largo como a corto plazo. De hecho, si bien, febrero de 1979 marcó el triunfo de la Revolución Islámica, siguiendo por un referéndum general que dio lugar al establecimiento de la República Islámica de Irán, Washington se jugó todo por frustrar la revolución, antes y después de ese evento. A modo de ejemplo, días después de la victoria de la Revolución, un militar de alto nivel estadounidenses, el general Huyser, viajó a Irán en una misión secreta, destinada a neutralizar la revolución y protagonizar un golpe militar en el país persa[2].

En lo tocante a las medidas maliciosas de EE. UU. contra la naciente revolución iraní en sus primeros meses, basta con revelar algunos documentos confidenciales de la Embajada de Washington en Teherán. De conformidad con los documentos indicados, si los ciudadanos kurdos, azeríes, árabes y otras etnias hubieran unificado sus esfuerzos, colaborando entre sí, habrían logrado[3] plantear grandes retos ante la República Islámica de Irán.

En tales circunstancias, los estudiantes revolucionarios, quienes se preocupaban por las posibles conspiraciones contra la Revolución y su probable desviación, tomaron espontáneamente la Embajada de EE. UU., basándose en una lógica disuasiva. Ante la falta de coordinación con el gobierno iraní, para la toma de la Embajada, al principio algunas autoridades persas se opusieron a la irrupción, sin embargo, el fundador de la Revolución Islámica, el imam Jomeiní, pronunció un discurso en aras de tal medida, calificándola como “La Segunda Revolución”. Actualmente, y tras varias décadas, se ha descubierto la veracidad de la postura de imam Jomeini. En realidad, esta decisión de los jóvenes revolucionarios tuvo como resultado la desintegración de los núcleos de una potencia intervencionista y equipada en Irán, llamada EE. UU. de América, la cual, según los hechos históricos, buscaba paralizar al sistema islámico.

Tras 30 años de la Revolución Islámica de Irán, surgió el movimiento del “Despertar Islámico” en las regiones de Asia occidental y norte de África, al alzar la voz de los pueblos indignados de Egipto, Libia, Yemen y Baréin contra sus gobernantes despóticos y dictadores. La población exasperada y dolida salió a las calles y participó en las manifestaciones a nivel nacional, para reivindicar la destitución de regímenes ineptos y su reemplazo por sistemas populares y justos.

No obstante, el levantamiento popular en Asia occidental y en el norte de África, no obtuvieron resultados favorables; sea porque las manifestaciones quedaron neutralizadas, o bien fueron protagonizadas por personas que no buscaban cumplir las demandas sociales, por lo que permaneció en dichos países el legado de injusticia y opresión de los regímenes anteriores. En cuanto al porqué del fracaso del “Despertar Islámico” existe un punto nuclear y común en todos los movimientos, consistente en la permanencia del vínculo estadounidense con estos países, asunto que provocó la desviación de la revolución y de sus respectivos ideales hacia los intereses imperialistas.

Por un lado, tal y como la Revolución Islámica del 1979 desconcentró a EE.UU., el levantamiento popular en algunos países como Túnez y Egipto también lo hizo con el Occidente. El inesperado movimiento social contribuyó a críticas bastante duras por la Casa Blanca y el Congreso hacia las agencias de espionaje estadounidenses[4]. Por otro lado, así como Washington apoyó, en los últimos instantes, a la monarquía en Irán, lo hizo con algunos países como Túnez, Egipto y Bahréin, y se esforzó por mantenerlas en el poder. De cualquier forma, la cadena de acontecimientos, y las circunstancias, originaron un destino diferente de la revolución iraní en dichos países.

Como ejemplo, cuando los revolucionarios egipcios lograron derrocar al dictador Hosni Mubarak, la Casa Blanca mantuvo su vínculo con la estructura del poder en el país africano, con el objetivo de controlar e infiltrarse en este proceso, y en este sentido, brindó su apoyo y colaboración con el “Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”[5] (después de la renuncia de Mubarak) para que tome el mando de Egipto. El consejo nombrado, por su parte, emitió una declaración mediante la cual confirmó la vigencia del “Tratado de paz egipcio-israelí” de 1979 (acuerdos de Camp David), anunciando así su lealtad a los EE. UU. y al régimen sionista. Lo curioso es que un miembro del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas afirmó en el Instituto de la Paz de los EE. UU. : “Desde la firma de acuerdos de Camp David, nosotros mantenemos relaciones estratégicas con EE.UU., …, y hemos de expandir las mismas”[6]. Al fin y al cabo, Mohamed Morsi, siendo el único presidente elegido democráticamente en la historia del país, fue detenido, juzgado y condenado a muerte por tal consejo, apoyado por Washington.

El país norteamericano también ha implantado la misma estrategia u otros métodos para poder socavar los movimientos populares. Por ejemplo, las autoridades de la Casa Blanca aprovecharon la turbulenta situación en Libia para anunciar su oposición a Gaddafi, quien les había traído amargos recuerdos; de esta manera, lograron penetrar en el corazón de las sublevaciones e hicieron todo para reforzarlas[7]. Como resultado de la intervención norteamericana en Libia, las fuerzas de la OTAN iniciaron el bombardeo aéreo del país, lo cual acabó con la vida de miles de militares y civiles, y propició el camino para el cumplimiento de intereses políticos y económicos de Washington en Libia.

Por consiguiente, el Despertar Islámico, denominado “Primavera Árabe” en la mayoría de los medios de comunicación, resultó fallido en países que, a voluntad o no, se negaron a desvincular con los EE. UU., pues, se mantuvieron intactos los intereses norteamericanos en distintos niveles, e incluso, se intensificaron en ocasiones. Los únicos países en los que Washington perdió en gran medida su dominio y delegación fueron Siria y Yemen; en ambos se clausuraron las embajadas de EE. UU. y se consolidaron los frentes antiamericanos e independentistas.

Verbigracia, si bien en Siria los estadounidenses trataron de movilizar un falso levantamiento, así como una rebelión y guerra civil, para luego atacarlo militarmente (por las fuerzas de Alianza) y tratar de derrocar al gobierno, una parte de la población, partidaria del gobierno legítimo sirio, irrumpió en la Embajada de EE. UU.; de hecho, este grupo había observado la postura bélica del presidente estadounidense contra el gobierno de Al-Asad y la presencia de su embajador, Robert Ford, en las manifestaciones antigubernamentales[8], interviniendo en los asuntos internos del país árabe y atizando el fuego de insurrección en este territorio. Esta irrupción demostró la conciencia de los ciudadanos sirios sobre el impacto de la comunicación y vínculos conspiratorios de Washington en su país. Como testimonio, se puede aludir al director del Centro de Estudios Medio Orientales de la Universidad de Oklahoma, quien aseveró abiertamente en los primeros meses de insurgencias en Siria y antes del cierre de embajada estadounidense en el país árabe: “el personal de la embajada de EE. UU. participa en los núcleos de las manifestaciones, ya que son las mejores fuentes de espionaje en Siria.”[9]; se supone que la Casa Blanca cerró temporalmente su representación diplomática para volver a abrirla una vez derrocado Al-Asad, sin embargo, el gobierno sirio aprovechó esta ocasión para intentar erradicar los intereses y la fuente de infiltración estructurada de EE. UU. en su país, con la ayuda de sus aliados antimperialistas como la República Islámica de Irán. 

Un buen ejemplo de lo acaecido en Siria se puede encontrar al otro lado del planeta, miles de kilómetros más allá de Asia Occidental, a saber, en América Latina. En enero de 2019, el líder de oposición venezolana se autoproclamó “Presidente Interino” en un acto dictatorial; EE. UU. no tardó en reconocer a esta figura, e inclusive, convocó a otros países a apoyar a los golpistas venezolanos. En respuesta a tal decisión, el presidente del país sudamericano no dudó en romper las relaciones diplomáticas Caracas-Washington, dándole 72 horas al cuerpo diplomático de EE. UU. para abandonar Venezuela[10].

En adelante, todos los intentos de la Administración norteamericana para consolidar la posición de los golpistas de Venezuela resultaron fallidos, y el gobierno de Caracas, apoyándose en la unidad nacional, consiguió neutralizar todas las conspiraciones foráneas destinadas al cambio de régimen en su país, pese a las duras sanciones económicas impuestas por la Casa Blanca. La resistencia venezolana tuvo como resultado la obligación del gobierno de Biden a distanciarse de la ineficaz política de “Presión Máxima” contra Caracas.

Considerando la contradicción fundamental y sustancial entre los países arrogantes, en su cabeza, los EE. UU. de América, y las revoluciones populares, pro justicia e independentistas, la permanente presencia e influencia política de potencias imperialistas y hegemónicas en países cuya población ha revolucionado en pro de justicia e independencia, siempre tendrá como finalidad socavar la revolución y sus logros. Por ende, uno de los métodos para impedir la debilitación o desviación de las revoluciones anticolonialistas y antiarrogancia, consiste en cortar las alas o restringir la actividad del mecanismo de infiltración e intervención de países hegemónicos y colonialistas. Cabe destacar, hogaño el extravío de movimientos independentistas y pro justicia de las naciones, no se produce sólo en las interacciones políticas, sino que, en los ámbitos de guerra blanda, cognitivo y cultural, los que se han convertido en herramientas más importantes para desencaminar y menoscabar los logros de los movimientos populares.

 

NOTAS

[1] Ahmed, Eqbal (1980). "What's Behind the Crises in Iran and Afghanistan". Social Text (3): 44–58.

[2] https://www.theguardian.com/world/iran-blog/2015/feb/11/us-general-huysers-secret-iran-mission-declassified

[3] https://b2n.ir/x06366

[4] https://www.nytimes.com/2011/02/05/world/middleeast/05cia.html

[5] Supreme Council of the Armed Forces

[6] https://www.usip.org/publications/2011/07/beyond-tahrir-trajectory-egypts-transition

[7] Gamal M. Selim. (2013). The United States and the Arab Spring: The Dynamics of Political Engineering. Arab Studies Quarterly, 35(3), 263

[8] https://www.nytimes.com/2011/07/12/world/middleeast/12syria.html

[9] https://www.businessinsider.com/why-are-regime-loyalists-attacking-the-us-embassy-in-syria-2011-7

[10] https://www.telesurtv.net/news/venezuela-nicolas-maduro-rompe-relaciones-diplomaticas-eeuu-20190123-0027.html