En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.
Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salam ala sayyídina wa nabíyyina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayyibini-t-tahirini-l-muntayabín sáyyama Baqíati-l-Lahi fi-l-arazéin.
Al-hamdu li-l-Lahi-l-ladi yáalana mina-l-mutamassikín bi-wiláyati Alí ibni Abi Tálibi amiri-l-mu’minín wa-l-aímmati-l-maasumín (aléyhimi-s-salam) (1).
Les felicito la venturosa fiesta del Eid al-Gadir a todos ustedes, respetables asistentes, así como también a todo el pueblo de Irán y a todos los musulmanes del mundo, ya que el Eid al-Gadir es, en su significado correcto y excelso, de todos los musulmanes. El mundo islámico en su totalidad debe celebrar el Eid al-Gadir, que es en el verdadero sentido de la palabra Eid Al-Lah al-Akbar, la gran festividad de Dios.
Agradezco sinceramente que nuestro querido pueblo celebre esta distinguida festividad de manera popular, festejando el Eid al-Gadir en las calles, a lo largo de largos trechos. Es una muy buena iniciativa popular. En estos días se cumple aproximadamente, por un lado, el cuadragésimo día de los Mártires del Servicio, lo que naturalmente refresca en el pueblo de Irán la memoria de esos seres queridos, y por otro se ven la animación y el entusiasmo electorales entre la gente. Es un momento delicado, que coincide con esta venturosa fiesta, la venturosa fiesta del Eid al-Gadir, y sería necesario que todos nosotros pidamos a Dios Altísimo la suerte de poder llevar a cabo nuestro trabajo en cumplimiento del deber.
En mi intervención de hoy, diré unas breves palabras sobre lo ocurrido en Gadir, diré unas breves palabras también sobre el Patrón de los Devotos, Príncipe de los Creyentes (con él las bendiciones y la paz) —apenas lo necesario para hacer una manifestación de devoción—, y luego diré algo sobre las elecciones. Esa es la relación de los temas que quiero tratar hoy ante ustedes, queridos hermanos y hermanas aquí congregados. Sobre el tema del Eid al-Gadir, que es el día de la proclamación del califato y lugartenencia del Príncipe de los Creyentes, Alí ibn Abi Tálib (con él sea la paz), hay una expresión coránica que en este día resulta muy sensible y llamativa. Se trata de esa expresión que aparece al principio de la sura Al-Mā’ida (La mesa): Al-yauma yá’isa-l-ladina káfaru min dínikum (2). En otras palabras, el día 18 del mes de dulhiya del año 10 de la hégira, día de la proclamación de Gadir y de la designación como sucesor del Príncipe de los Creyentes, fue el día en que los descreídos desesperaron de poder destrozar la clara religión del Islam. Hasta aquel día, aún albergaban esperanzas de poder hacerlo, pero en ese día ya desesperaron. Al-yauma yá’isa-l-ladina káfaru min dínikum fa-la tajsháuhum wa-jshaún (3). No se dejen intimidar ya más por el aspecto imponente de los descreídos. No den importancia a las apariencias externas, a las cosas que hacen los infieles, a sus exhibiciones. Cuiden de su propia conducta frente al Señor del Mundo. Eso dice la aleya. ¿Y por qué desesperaron los descreídos? Por la continuidad de la soberanía política del Islam.
En ocasiones, la creencia islámica y la práctica islámica están ahí, pero no hay política islámica, no hay soberanía islámica. Una vez que se establece la soberanía del Islam, es entonces cuando el espíritu del Islam —como ahora diré— consumará su verdadera realización. El espíritu del Islam es el Imamato. El Imamato es una de las posiciones importantes entre las dignidades de los profetas divinos. Es decir, que cada uno de los profetas es un imam, posee el rango del Imamato, y el rango del Imamato está en los profetas por encima del rango de Mensajero. La condición de Mensajero del profeta consiste en hacer llegar a la gente el mensaje divino, mientras que el significado del Imamato del profeta consiste en dar curso a ese mensaje en el corazón de la gente, en el pensamiento, en la acción y en el funcionamiento de la gente. Ese es el significado del Imamato. Así ven ustedes como Dios Altísimo dice al profeta Abraham (la paz sea con él), después de todas aquellas duras pruebas que sufrió al final de su vida aquel hombre insigne: Wa ida-btala Ibrahim rábbuhu bi-kalimatin fa-t-tammahunna qala inni yá’iluka li-n-nasi imaman (4). Después de todos aquellos avatares, después de todas aquellas arduas pruebas, Dios Altísimo dice a Abraham al final de su vida: Inni yá’iluka li-n-nasi imaman (5). Has llegado ahora a la posición del Imamato. ¿Por qué decimos que fue al final de su vida? Porque, después, Abraham dice: Qala: wa min zurríati? (6). ¿Está también este Imamato en mi descendencia? Y Dios Altísimo le responde. Claro, la descendencia de Abraham pertenece a su vejez. El profeta Abraham (la paz sea con él) tuvo dos hijos ya siendo viejo, quizá a los noventa años o más. Dice el Corán: Al-hamdu li-l-Lahi-l-ladi wáhaba li ala-l-kíbar Ismaíla wa Is.haq (7). Ese es el sentido del Imamato. El Nobilísimo Profeta da continuidad a ese Imamato por mandato divino; ahora bien, el Imamato debe ir acompañado de soberanía política. Por eso proclama el califato; por eso proclama el Imamato. Man kuntu maulahu fa-hada Alíyun maulah (8). Sepan, por cierto, que el hadiz de Gadir no lo recoge solo el chiismo, sino que es de transmisión ininterrumpida tanto entre los chiíes como entre los sunníes. Ese hadiz en el que el profeta dice man kuntu maulahu fa-hada Alíyun maulah lo han citado todos o muchos de los tradicionistas chiíes y sunníes. Pues bien, cuando el Imamato mantiene la continuidad, mantiene también el modelo de vida islámico. Cuando el Imamato rige la sociedad, la vida social toma forma islámica, el modelo islámico se hace realidad en la sociedad. Si se pierde la soberanía política del Islam, el gran perjuicio será la pérdida de la vida islámica, la vida social islámica. Ese es el mayor perjuicio.
Ese esfuerzo que hicieron por la soberanía del Islam nuestros imames (la paz sea con ellos) a lo largo de los doscientos cincuenta años de sus vidas, el combate que libraron, las cosas que hicieron después algunas de las grandes figuras del chiismo, lo que hicieron el difunto imam [Jomeiní] y el pueblo iraní en este período por gestar la Revolución Islámica… todo ello es por que el Imamato repose sobre la soberanía política y que ello conduzca a que se extienda en la sociedad la vida islámica. ¿Y qué significa ‘vida islámica’? ¿Cuál es el significado del modo de vida social islámico? Eso puede encontrarse en el Corán, en la Cumbre de la Elocuencia y en los hadices. En ese modelo, está el li-yaquma-n-nasu bi-l-qist (9), es decir, la justicia; en ese modelo está el ashídda’u ala-l-kuffar (10), es decir, mantener las distancias con el enemigo; en ese modelo está el ruhamá’u- báynahum (11), es decir, benevolencia de los fieles y la gente entre sí. Esas son las líneas esenciales. Si hemos descuidado cualquiera de ellas o si las descuidamos y quedan abandonadas, el modo de vida islámico adolecerá de algún defecto.
En ese modelo, está el azizun alayhi ma anittum (12), es decir, que el gobernante de la sociedad entiende y siente en sí mismo, con todo su corazón, el sufrimiento de la gente. El Corán dice: Azizun alayhi ma anittum. Ustedes pasan penalidades y el profeta sufre. Eso, por parte del gobernante respecto del pueblo; y por parte del pueblo: Atí’u-l-Laha wa-atí’u-r-rasula wa-uli-l-amri minkum (13). La gente colabora, obedece, ayuda, sigue. Líneas claras como esas para ilustrar la vida islámica, hay un millar o quizá miles de ellas y pueden encontrarse en el Corán, en la Cumbre de la Elocuencia, en el Sahifa Sayadiya y en numerosos hadices. Ese es el significado de Gadir. En definitiva, Gadir ofrece a la continuación de la historia del Islam el presente de la vida islámica. Luego, lo que pasó después de lo ocurrido en Gadir es otra cuestión. El significado de Gadir es la continuación de la soberanía divina e islámica para que ese poder soberano pueda dar continuidad a ese modelo excelso y avanzado de la vida islámica por medio del Imamato. Ese es el significado de Gadir. En eso no hay diferencia entre chiíes y sunníes; todas las ramas del Islam se benefician de ello. Nosotros vemos Gadir como fuente de unidad. No hagamos de Gadir una excusa para peleas entre chiíes y sunníes. Estas eran las consideraciones relativas a Gadir.
¿Y qué pasa con el Príncipe de los Creyentes (con él las bendiciones y la paz)? ¿Qué decir de Alí ibn Abi Tálib (la paz sea con él)? ¿Acaso la mente de una persona normal, la percepción y sabiduría de un ser humano común y corriente pueden ver ese sol, mirarlo y quedarse contemplándolo? ¿Acaso es eso posible? No. La belleza espiritual del Príncipe de los Creyentes es inefable. No podemos entenderla; no podemos conocer la altura del trono del Príncipe de los Creyentes. Se dicen ciertas palabras y es posible que se cree una imagen en nuestra mente, pero verdaderamente no podemos comprender bien la esencia y significado de esa verdad luminosa cuya manifestación es el Príncipe de los Creyentes. El ser humano ordinario no los puede comprender. Eso lo entienden los imames; lo entiende el propio profeta.
Entonces, ¿cómo aprendemos nosotros del Príncipe de los Creyentes? De las palabras del propio Príncipe de los Creyentes que hay en la Cumbre de la Elocuencia, que a Dios gracias están compiladas y disponibles. Una de las grandes bendiciones de Dios para las sociedades islámicas es esa misma Cumbre de la Elocuencia, y eso no es exclusivo de los chiíes. La mayor exégesis de la Cumbre de la Elocuencia la escribió el sunní Ibn Abi al-Hadid. En este último siglo, escribió una exégesis de la Cumbre de la Elocuencia el célebre erudito egipcio Muhammad Abduh. Es decir, que la Cumbre de la Elocuencia no es solo de los chiíes, es de todos los musulmanes. Son lecciones, es una vía, es la presentación de un camino, es la expresión de unos criterios, es la expresión de los fundamentos. Es algo grande. Observando la Cumbre de la Elocuencia y observando las aleyas del Corán, podemos conocer las dimensiones de la personalidad del Príncipe de los Creyentes para aprender de ellas.
Permítanme ahora exponerles algunos breves extractos. En realidad, quizá se tarden años si alguien se propone ponerse a hablar de las virtudes del Príncipe de los Creyentes. En una hora, en media hora o en diez horas no se agota el tema, pero en todo caso déjenme decirles unas palabras.
Son tales las virtudes de aquel gran hombre que, según Jalil ibn Ahmad, el célebre erudito del siglo II [de la hégira] (14), fueron ocultadas tanto por los enemigos como por los amigos de Alí ibn Abi Tálib. Sus enemigos las ocultaron por hostilidad, mientras que los amigos lo hicieron por la persecución, por disimulo, por miedo. Las ocultaron, no las dijeron. Y a pesar de que las ocultaron tanto los enemigos como los enemigos, las virtudes del Príncipe de los Creyentes han alcanzado el mundo entero. Según su propia expresión, “cubrieron el oriente y el occidente”. ¿Qué gran personalidad hay, sobre la que escriban múltiples volúmenes personas que no creen en su religión? Eso es algo específico del Príncipe de los Creyentes; es exclusivo de Alí ibn Abi Tálib. Hablan sobre él cristianos, hablan sobre él hindúes, hablan sobre él budistas. Los Hermanos Musulmanes del sunnismo no son chiíes, pero creen plenamente en el Príncipe de los Creyentes y escriben libros sobre él, hablan sobre él. Tales fueron las virtudes de aquel gran hombre.
Déjenme ahora decir unas palabras sobre algunas particularidades de la vida y la personalidad del Príncipe de los Creyentes, quien en todas ellas se hallaba en lo más alto. La primera: la certeza. ¿Qué es lo que mantiene en el camino al ser humano, al caminante, a quien persigue un objetivo? La certeza. Quien tiene certeza no desespera, no se desanima, no lo asaltan las dudas. El Príncipe de los Creyentes es el culmen de la certeza. La fórmula que emplea el propio imam es: Inni (…) laala basíratin min nafsi wa yaqinin min rabbi (15). Hay también una frase célebre: “Incluso si se descorre el velo, en nada aumentará mi certeza” (16). Si bien yo no la he encontrado en la Cumbre de la Elocuencia, se cita. Tal es la certeza del Príncipe de los Creyentes en su más alto grado.
El sentimiento de vinculación a los seres humanos: vinculación no solo a los musulmanes, no solo a sus propios seguidores, sino que está en él en el más alto grado el sentimiento de vinculación a [todos] los seres humanos. En la Cumbre de la Elocuencia, hay varios casos de esto, de los que quisiera exponerles uno. Informaron al imam de que estaban llegando a Al-Anbar (17) bandidos y maleantes armados sirios y estaban atacando las casas de la gente y arrancando los oros de los brazos y piernas de las mujeres, molestándolas y acosándolas. Cuando dieron la noticia al imam, dijo: Fa-qad balágani anna-r-riyalu minhum kana yádjulu ala-l-már’ati-l-múslima wa-l-ujra-l-mu’áhida fa-yantázi’u híchlaha. ¡Fíjense! Dice que le ha llegado noticia de que entran en las casas en las que hay mujeres —ya fueran musulmanas o no— y, una vez dicho eso, agrega: Fa-lau anna-mra’an músliman mata min ba’di hada ásafan ma kana bihi maluman. Si muere un hombre musulmán de la pena causada por ese suceso, por esa noticia, no se lo puede culpar. ¡Vean ese sentimiento! La indiferencia respecto de cada miembro de la sociedad es lo opuesto a ese sentimiento respecto de todos y cada uno de los miembros de la sociedad, incluidas las mujeres no musulmanas. Dice que, si muere un hombre musulmán por celo, por el disgusto de que esos maleantes y bandidos sirios entraran en las casas y agredieran a mujeres musulmanas [y no musulmanas]… si mujere de pena, ma kana bihi maluman, no se lo puede culpar, bal kana bihi indi yadiran (18), es oportuno, es apropiado que uno muera de pena. Ven ustedes el máximo grado del sentimiento; sentimiento de compasión por toda la gente, hasta ese alto grado. Es otro detalle de la personalidad del Príncipe de los Creyentes.
Sobre la cuestión de la justicia, uno no puede ni hablar siquiera sobre la justicia del Príncipe de los Creyentes. Es algo radicalmente indescriptible. Tengo ahora una cita del imam. Dice: Wa-l-Lahi la an abita ala hásaka-s-saadani musáhhadan au uyarra fi-l-aglali musáffadan. Aunque me apliquen las peores torturas, arrastrándome desnudo por los espinos y cosas similares, ahabbu ilayya min an alqa-l-Laha azza wa yalla yauma-l-qiamati dáliman li-baadi-l-ibadi (19), todo eso es mejor para mí que no que, en el Día del Juicio, encontrarme con Dios habiendo cometido tan solo una injusticia contra una persona. Que me apliquen las mayores torturas del mundo es para mí más agradable que [haber cometido una injusticia] contra una persona. Y fíjense en quién dice eso: alguien que estuvo a la cabeza de un gobierno cuya extensión al este y al oeste era varias veces superior a nuestro Irán actual. En otras palabras, aquel país regido por el Príncipe de los Creyentes, que era el Príncipe de los Creyentes de aquel país —desde el Amu Darya hasta el Nilo, por lo que comprendía Irán, Afganistán, Irak, Egipto… tan solo estaba al margen Siria, que había separado Muawiya, mientras que el resto estaba regido por el Príncipe de los Creyentes—, decía que, si se cometía una injusticia contra una persona de aquella inmensa población que vivía en aquel gran país, aquello era para él ¡más penoso que ser torturado toda su vida! Así de justo era el Príncipe de los Creyentes. Como he señalado, resulta totalmente imposible hablar de la justicia del Príncipe de los Creyentes por la inmensidad de la cuestión, por todas las señales extraordinarias de la justicia de aquel gran hombre. También esto alcanza en él el más alto grado.
Sobre la vigilancia frente al enemigo, la vemos también en grado sumo. De nuevo, permítanme decir al respecto una frase de la Cumbre de la Elocuencia. Dice: “Juro por Dios no ser como la hiena, que con un leve arrullo se duerme” (20). De modo resumido, lo que significa es “yo no soy una persona que se duerma con una nana del enemigo”. Muchos, con una sonrisa del enemigo, quedan tranquilos pensando que ya no hay peligro. Si el enemigo les canta una nana, ¡se duermen! El Príncipe de los Creyentes dice: “Aquel que duerma tranquilo frente al enemigo, el enemigo no se dormirá frente a él” (21). Aunque tú te hayas dormido, no está claro si el enemigo se ha dormido también o si está despierto. Los arrumacos y las nanas del enemigo no han de hacer que yo me duerma. En definitiva, la vigilancia frente al enemigo la posee también en el más alto grado.
Otro punto más atañe al talante popular del gobierno, a los derechos recíprocos entre la gente y el gobernante: “Y tienen ustedes un derecho sobre mí, al igual que yo tengo un derecho sobre ustedes” (22). Lo que dice es que, en la misma medida en que ustedes están en deuda conmigo —y piensen ustedes hasta qué punto estaba en deuda la gente con el Príncipe de los Creyentes: la manifestación del poder de Dios, la manifestación de la misericordia de Dios, la manifestación del saber de Dios… ¿en qué medida tiene derechos sobre los seres humanos?—, pues en esa misma medida que yo tengo derechos sobre ustedes, también ustedes tienen derechos sobre mí. Ahí está el talante popular del sistema islámico. Ahora, que algunos digan que la República Islámica ha aprendido las elecciones, la democracia, el poder del pueblo y demás ¡de los occidentales! ¿Es la Cumbre de la Elocuencia de los occidentales? Ahí tienen el talante popular del gobierno, en boca del Príncipe de los Creyentes. Y luego, en el Corán, hay también numerosas aleyas de las que puede colegirse esa idea. Esa es la palabra del Príncipe de los Creyentes.
Otra frase referente al respeto a la gente, y aquí también en el más alto grado: “No te abstengas, por tanto, de decir la verdad ni de aconsejar lo que es justo” (23). El Príncipe de los Creyentes, que es una mina de sabiduría, una mina de conocimiento, cuyo conocimiento está vinculado al conocimiento de Dios, cuyo conocimiento no procede de medios ordinarios… un ser humano de tal grandiosidad dice: “No te abstengas, por tanto, de decir la verdad”. Si les viene a la mente una verdad que deben decirme, díganmela; no se callen. “Ni de aconsejar lo que es justo”. A veces quieren ustedes darme un consejo, se les ocurre algo… aconséjenme. El grado más alto en todo; el apogeo en todos los sentidos.
Hay otra consideración que tiene que ver con esta cuestión de la presencia de la gente y su influencia en el destino del país. Dice: “Y nadie —aunque lo minusvaloren y lo vean con desprecio— es tan insignificante como para no ayudar a que se haga justicia a los demás o para no recibir la ayuda de otros” (24). Por mucho que alguien les parezca insignificante y quieran o puedan ustedes ignorarlo, eso no quiere decir que no tenga influencia en el destino del país. Incluso los miembros de menor entidad de la sociedad, los individuos más pobres y los más impotentes pueden influir en el destino del país.
Todo esto son detalles de la personalidad del Príncipe de los Creyentes. Si queremos hablar en lenguaje ordinario, habremos de decir que en la personalidad del Príncipe de los Creyentes hay, pongamos, cien dimensiones y que, de esas cuantas que hemos señalado por medio de sus propias palabras, hemos visto que en todas ellas el Príncipe de los Creyentes se sitúa en el sumun; no que tenga solo esas dimensiones, sino que, en esas dimensiones, es el sumun. Luego, el ascetismo de aquel gran hombre, su devoción, su entrega, su caridad, su generosidad son, como ya les he dicho, asuntos que, si uno quiere hablar sobre ellas, no es cosa de una hora ni de unas cuantas horas; hay que sentarse a hablar durante días, meses y años. Por eso, en sus propias palabras se pueden hallar y mostrar otras dimensiones.
Familiarícense con la Cumbre de la Elocuencia. Lo recalco sobre todo para los jóvenes: aprendan la Cumbre de la Elocuencia. Afortunadamente, se han hecho buenas traducciones y está al alcance de todos. Lean la Cumbre de la Elocuencia. Léanlo y vean lo que nos enseña el Príncipe de los Creyentes. Qué lecciones nos da y qué nos cuenta sobre su propio ser. Lo que expresa el Príncipe de los Creyentes es una encarnación superior de todos esos valores. Lo mismo sucede con las palabras del resto de los imames (la paz sea con ellos).
En el rezo de peregrinación del Eid al-Gadir, hay una famosa gran oración extensa del imam Hadi (la paz sea con él), con cadena de atribución fiable, que se encuentra en el Mafatih. Sobre por qué el imam Hadi (la paz sea con él) habla con tanta profusión sobre el Príncipe de los Creyentes, un servidor tiene una explicación en la que no nos detendremos mucho. El imam se remite en este rezo a decenas de aleyas del Corán y las aplica al Príncipe de los Creyentes (la paz sea con él). Tras decir todo eso sobre el Príncipe de los Creyentes —son quizá diez o doce páginas en el Mafatih—, el imam Hadi (la paz sea con él) se dirige a su insigne antepasado y dice: Fa-ma yuhitu-l-mádihu wásfak. Aquel que te alaba no puede describirte. ¡Es imposible! Después de decir todo eso, habiendo hablado diez páginas sobre el Príncipe de los Creyentes, el mismo imam Hadi (la paz sea con él), que es un gran imam celestial, dice: Fa-ma yuhitu-l-mádihu wásfak wa la yúhbitu-t-tá’inu fádlak (25). Aquel que está en contra de ti y es tu enemigo, es imposible que pueda ocultar y mantener secretas tus extraordinarias cualidades. Así es. Ahí está descrito el Príncipe de los Creyentes.
En fin, ¡aprendamos! Tenemos que aprender. El Príncipe de los Creyentes (con él las bendiciones y la paz), su nombre, su bendito nombre y las alabanzas que se han hecho de ese gran hombre están al alcance de todos nosotros y las repetimos, pero no basta. El Príncipe de los Creyentes es un maestro, debemos postrarnos y aprender. Todos deben aprender. Debe aprender el que manda y debe aprender el mandado; debe aprender el alto directivo, debe aprender este humilde servidor, un estudiante, y quienes son como un servidor. Debe aprender toda la gente. Debemos aprender. Como he señalado, el Príncipe de los Creyentes es la más elevada manifestación del Imamato, que tiene como responsabilidad explicar e insistir en la vida islámica en la sociedad. Debemos aprender esa vida. Por supuesto, la Revolución ayudó; la Revolución generó una transformación. El pueblo de Irán estaba antes totalmente distraído, como lo estábamos todos nosotros. ¡Sea la misericordia de Dios para el gran imam! ¡Sea la misericordia de Dios para los pioneros de esta revolución, tantos de los cuales alcanzaron el martirio! Se esforzaron, trabajaron, se afanaron, la Revolución triunfó y, gracias a Dios, pudieron en cierta medida [familiarizarnos]… Sea la misericordia de Dios para el pueblo de Irán. Eso, por un lado. Pero todavía estamos en los primeros pasos. Debemos caminar mucho, debemos esforzarnos mucho. Y bien, esto en lo concerniente al Eid al-Gadir y el Príncipe de los Creyentes.
Unas palabras sobre las elecciones. ¡Queridos hermanos! ¡Queridas hermanas! Las elecciones son muy importantes. Dentro de tres días, el pueblo iraní afrontará una prueba. Las elecciones son siempre una prueba, y ahora en cierto sentido más que nunca. Han pasado casi cuarenta días desde la pérdida de un buen presidente, un presidente querido de talante popular, con interés y trabajador, al que quería la gente y cuyos cortejos fúnebres en todo el país atrajeron a millones de personas —todo lo cual son virtudes—, y ahora cerca de su cuadragésimo día la gente está celebrando unas elecciones. Esto es muy importante. Cosas como esta apenas suceden en el mundo. La nación iraní tiene ese impulso.
Bien, quiera Dios, espero, hacer que el pueblo de Irán salga airoso de estas elecciones. ¿Y qué implica ‘salir airosos’? Pues depende de dos cosas: en primer lugar, máxima participación; y a continuación, que se elija al mejor. Ambas son importantes. La participación elevada, en la que yo insisto mucho, es porque el principal efecto de una alta participación es que la República Islámica quede airosa. Desde el momento en que se instauró, la República Islámica ha tenido enemigos acérrimos. Hicieron cuanto pudieron contra la República Islámica, y siguen haciéndolo. No dejan de tramar planes, como he dicho en distintas pláticas, hablando de esos planes. Algunos de esos planes, gracias a Dios, pudimos desvelarlos y que se viera lo que querían hacer. También ahora siguen tramando. La República Islámica tiene enemigos. Una de las cosas que hace que la República Islámica triunfe sobre sus enemigos son las elecciones. Si se ve en estas elecciones una buena participación de la gente, eso hará que la República Islámica salga airosa.
La participación popular está en la esencia misma de la República Islámica. “República Islámica” —donde “república” significa ‘gente’— quiere decir que la gente en general entre en acción de manera islámica, por métodos islámicos. Esa acción se presenta de muchas maneras, la más importante de las cuales no son sino las elecciones y la designación de las autoridades del país. Lo que significa que la gente “entra en acción” es que la República Islámica es una verdadera república, y por eso los enemigos se quedan sin respuestas. En todas las elecciones en que ha habido poca participación, se han desatado las lenguas de los enemigos y los envidiosos de la República Islámica para culparla. Cuando la participación es alta, los maledicentes no tienen qué decir. No pueden hacer reproches, no pueden alegrarse, no alegramos al enemigo. Esa es la razón de que un servidor insista en una alta participación. Por tanto, el primer componente es la participación de la generalidad de la gente: que no sean vagos, que no se descuiden, que no subestimen esto; que participen en todos los rincones del país. La participación no es solo cosa de las ciudades; no es cosa de las ciudades grandes. En los municipios de todo tipo, en los pueblos, en las comarcas, la gente debe participar en las elecciones para que la República Islámica quede airosa en el mundo.
Pasemos al segundo punto: la elección del mejor. ¿Qué quiere decir “elegir al mejor”? ¿Quién es “el mejor”? El mejor es, ante todo, aquel que crea profunda y verdaderamente en los fundamentos de esta Revolución y de este sistema; con clarividencia y con certeza, al igual que hemos dicho de las palabras del Príncipe de los Creyentes; que crea en este camino. Eso, por una parte. Nuestro difunto presidente, Mártir del Servicio, el querido Raisí tenía auténtica convicción. En fin, yo lo conocía a él de antes y, en estos tres años de su presidencia, me visitaba regularmente. Se notaba totalmente que actuaba con el corazón y con el alma, con convicción. De modo que, lo primero, que tenga convicción. Lo segundo, que sea competente; que trabaje día y noche, que esté pendiente del trabajo, que tenga capacidad de trabajo. Que se sirva de buenos elementos, buenos colaboradores, que es algo sobre lo que diré algunas palabras al final. La capacidad de trabajo y el ánimo al trabajar, junto con la firme creencia en los principios de la Revolución, hacen que uno sea apto, esté capacitado y, cuando existe esa aptitud, esa persona con esas características puede aprovechar todas las capacidades del país.
Tengo aquí anotada una lista de los recursos del país, aunque si quisiera comentarlos y explicarlos me alargaría. En este país tenemos muchos medios y posibilidades. Claro está, algunos de ellos son recursos naturales, mientras que otros se han ido generando, se han creado en estos años posteriores a la Revolución, pero los distintos gobiernos no han sido iguales en el aprovechamiento de esas capacidades. Algunos gobiernos verdaderamente no aprovecharon todos esos recursos; otros sí los aprovecharon y algunos de ellos los aprovecharon bien. El decimotercer gobierno fue uno de los que aprovecharon bien esos recursos. Si ese gobierno hubiera continuado, un servidor considera muy probable que muchos de los problemas del país, fundamentalmente los problemas económicos, se habrían solucionado. Permítanme ahora leerles la lista, sin explicaciones.
El recurso más valioso es la población joven instruida. Claro, yo no tengo un gran conocimiento sobre todos los lugares del mundo, pero entre los países de la región ningún otro país tiene tanta población joven instruida como nosotros.
La inteligencia y el talento natural iraníes; ese es otro de los recursos.
Las inmensas minas del país. No es solo el petróleo, no es solo el gas. Dije una vez (26) que nuestra población era en torno al uno por cien de la población mundial, mientras que nuestras minas importantes, fundamentales, son entre el cuatro y el cinco por ciento de las del mundo; es decir, varias veces más que la población. Eso son recursos. Deben aprovecharse.
La situación geográfica. Nosotros podemos ser una vía de comunicación entre el norte, el sur, el este y el oeste del mundo. En fin, el mártir Raisí había sentado las bases para esta labor; algunas de las tareas aún se están realizando y, si Dios quiere, el próximo gobierno podrá llevar bien esto a cabo. Esto es muy importante para el país.
La larga frontera marítima con aguas internacionales, los mares del sur y el norte, el gran número de vecinos, el gran mercado de la región, el mercado de ochenta millones de personas del propio país, la diversidad climática del país, la red ferroviaria y de carreteras por todo el país, que es una de las grandes ventajas de nuestro país, labor que gracias a Dios se ha realizado a lo largo del tiempo durante los distintos gobiernos. Las capacidades técnicas de nuestros hombres y de nuestros jóvenes en materia de vivienda, en materia de carreteras, en materia de embalses, de centros de diversos tipos; las capacidades industriales del país en la construcción de equipamientos de toda clase. Todo eso son infraestructuras. Son recursos importantes, son infraestructuras para el progreso del país.
Las zonas francas, si se usan bien —no como se han usado indebidamente a lo largo del tiempo—. Si se usan bien, esas zonas de libre comercio o zonas económicas especiales son oportunidades para el país.
El patrimonio cultural y de civilización del país. Eso forma parte de nuestras posibilidades importantes. Las posibilidades de ampliación del turismo.
La fe religiosa de casi toda la población del país. Esto es muy importante. Nuestra gente es verdaderamente creyente, lo que quizá sea un caso infrecuente en los países islámicos. Es posible que, desde el punto de vista de la práctica, las apariencias, etc., algunos no muestren una adhesión cabal a la ley religiosa, la Sharía y demás, pero esa fe religiosa islámica está en una mayoría cercana a la totalidad del conjunto del país. Pues bien, eso puede aprovecharse para el progreso del país. El mejor candidato es el que pueda hacerlo; que nuestros gobiernos puedan, Dios mediante, aprovechar esos recursos. El mejor es la persona que tenga la capacidad de aprovechar esas oportunidades, esos recursos. Es él el mejor.
En nuestro país, algunos políticos se imaginan que deben engancharse a esta potencia o a la otra y que, sin engancharse a tal gran potencia de renombre, en el país no se puede avanzar. Algunos piensan así. O bien se figuran que todas las vías hacia el progreso pasan por Estados Unidos. Pues no. Esos no pueden. Esas personas que tienen la vista puesta fuera de las fronteras del país no ven esas capacidades, y cuando no las ven, cuando no las valoran, como es natural no hacen planes para aprovecharlas. Cuando nosotros decimos que no tengan la vista puesta en el extranjero, una de las razones es esa: que, cuando uno no tiene la atención puesta en el exterior, se vuelve capaz de ver, entender y conocer esas capacidades internas. Por la gracia divina y con la ayuda de Dios, la República Islámica ha mostrado hasta ahora que puede avanzar y ha avanzado sin depender de extranjeros e incluso a pesar de las insidias y los desafíos creados por extranjeros. Eso es algo que ha mostrado la República Islámica, y tampoco en el futuro permitirá el pueblo de Irán, por el poderío y la fuerza divinos, que sean otros quienes determinen su destino.
Cuando a veces nosotros decimos este tipo de cosas en pláticas y discursos, algunos o bien deliran o bien escriben que eso lo que significa es construir una valla alrededor del país y no tener relaciones con el mundo. No, ¡de ninguna manera! Un servidor, desde el principio, jamás… [he sido contrario a las relaciones con el mundo]. En mayor y menor medida, yo he estado en la política, dedicado a los asuntos de la Revolución y del país tanto tiempo como algunos de esos señores han vivido y, desde el principio, creí en las relaciones con todo el mundo con una o dos excepciones. Hubo un tiempo, al principio de la Revolución, en que África del Sur era un país en el que regía la discriminación racial y nosotros cortamos nuestra relación con África del Sur. Luego, desapareció la discriminación racial y nosotros restablecimos lazos, y nuestras relaciones son buenas. Lo que hace que se corte la relación debe desaparecer. Por lo demás, nosotros creemos en las relaciones con todo el mundo y, gracias a Dios, tenemos relaciones. Con algunos de los gobiernos que profesaban gran fidelidad a los principios, como el gobierno del mártir Raisí, nuestras relaciones con el mundo hasta se reforzaron; hasta se reforzaron nuestras relaciones internacionales. Por tanto, cuando decimos que no debemos tener la vista puesta en los extranjeros, eso no quiere decir que se corten relaciones. Quiere decir valentía como nación; quiere decir soberanía nacional. Si uno tiene valentía como nación, si tiene soberanía nacional, si la nación iraní muestra al mundo su personalidad, su capacidad, su independencia y su fuerza, su respetabilidad en el mundo será mucho mayor, como de hecho, a Dios gracias, ha ocurrido. Y uno tiene más éxito.
Bien, hasta acá llega lo que tenía que decirles, pero quiero además hacer dos recomendaciones: una recomendación a la gente y otra a los respetables candidatos a la Presidencia de la República Islámica. La recomendación a nuestro querido pueblo es que dijimos “Irán fuerte y airoso” y eso se convirtió en divisa. El Irán fuerte tiene muchos partidarios. Que Irán sea fuerte no consiste solo en que tengamos misiles de todo tipo y clase, que gracias a Dios los tenemos —los tenemos de todo tipo y son útiles y efectivos—. Pero no es solo eso. Hacerse fuertes implica dimensiones diversas. Hay dimensiones científicas, hay dimensiones culturales, hay dimensiones económicas. Una de esas dimensiones es la de la presencia en el escenario político y electoral. También esa es una señal de fuerza. Por tanto, todo el que desee un Irán fuerte debería participar en estas elecciones. Todo el que crea en la necesidad de dar apoyo al sistema de la República Islámica debería dedicarse a ello redobladamente. Esa es nuestra recomendación a la gente.
En cuanto a mis consejos para los candidatos electorales, permítanme que les diga a sus señorías que se comprometan ante Dios, si tienen éxito y logran asumir responsabilidades, a no designar como agentes y encargados suyos a personas que muestren un ápice de disconformidad con la Revolución.
La persona que muestren un ápice de disconformidad con la Revolución, con el difunto imam [Jomeiní] y con el sistema islámico no les será de utilidad ni será para ustedes un buen colaborador. Aquel que tenga apego a Estados Unidos y se imagine que sin el favor de Estados Unidos no se puede avanzar un paso en el país no será para ustedes un buen colaborador, ni aprovechará las capacidades del país ni realizará una buena gestión. La persona que haga caso omiso de la estrategia de la religión y de la Sharía no será un buen colaborador para ustedes. Elijan ustedes a alguien que sea religioso, que crea en la Sharía, que crea en la Revolución, que crea por completo en el sistema.
La persona que haga caso omiso de la estrategia de la religión y la Sharía no será para ustedes un buen colaborador. Elijan a alguien que crea en la religión, que crea en la Sharía, que crea en la Revolución, que tenga plena convicción en cuanto al sistema. Si ustedes, los respetables candidatos, establecen un tal pacto consigo mismos ante Dios, sepan que todo lo que hagan para las elecciones serán buenas obras; si tienen esa intención. Si establecen tal pacto con Dios, las actividades electorales serán buenas obras y merecerán la retribución de Dios Altísimo.
Espero que Dios Altísimo haga descender su ayuda sobre todos ellos, sobre todos nosotros. Dios los guarde a todos ustedes.
Notas
(1) Toda alabanza sea para Dios, Señor de los Mundos, y las bendiciones y la paz para nuestro maestro y profeta Abulqásim al-Mustafá Muhammad, así como para su familia excelsa, pura y selecta, en especial para el Imam de la Época.
Toda alabanza sea para Dios, que nos colocó entre los fieles a la autoridad de Alí ibn Abi Tálib, Príncipe de los Creyentes, y a los Imames Inmaculados (la paz sea con ellos).
(2) “Hoy, los que no creen, han desesperado de que vuestra religión decline” (Sagrado Corán, 3:5).
(3) “Hoy, los que no creen, han desesperado de que vuestra religión decline. Por tanto, no los temáis a ellos, temed de Mí.” (Sagrado Corán, 3:5).
(4) “Y [recuerda] cuando su Señor puso a prueba a Abraham con tareas que él cumplió. Dijo Él: ‘En verdad, te pondré como imam para los hombres’” (Sagrado Corán, 2:124).
(5) “En verdad, te pondré como imam para los hombres” (Sagrado Corán, 2:124).
(6) “Dijo: ‘¿Y a mi descendencia?»’ (Sagrado Corán, 2:124).
(7) “Alabado sea Dios, Quien me otorgó, a pesar de mi mucha edad, a Ismael e Isaac” (Sagrado Corán, 14:39).
(8) “Aquél cuyo señor (maula) sea yo, también Alí es su señor” (Sheij Saduq, Amali, pág. 122).
(9) “Para que los humanos establezcan la justicia” (Sagrado Corán, 57:25).
(10) “Son duros con los que tratan de ocultar la Verdad” (Sagrado Corán, 48:29).
(11) “Y misericordiosos entre ellos” (Sagrado Corán, 48:29).
(12) “Al que le abruma vuestro sufrimiento” (Sagrado Corán, 9:128).
(13) “¡Obedeced a Dios y obedeced al Mensajero y a los que de vosotros tienen autoridad!” (Sagrado Corán, 4:59).
(14) Entre los 719 y 816 d. C. del calendario gregoriano.
(15) Epístola 62 de la Cumbre de la Elocuencia. Traducción completa del fragmento: “Juro por Dios que, si me veo solo frente a los enemigos, habiendo ellos llenado la tierra entera, no habrá en mí temor ni inquietud. Tengo conciencia y seguridad de su extravío y de mi guía y a través de Dios he alcanzado la certeza”.
(16) Gurar al-hikam (“Los mejores aforismos”), pág. 566.
(17) Ciudad de Irak.
(18) Sermón 27 de la Cumbre de la Elocuencia (con alguna ligera variación): “Me han dado noticia de que ha llegado de allá un agresor que ha atacado a musulmanas y a mujeres protegidas por el Islam y les ha arrebatado sus ajorcas, brazaletes, collares y pendientes, sin que esas desdichadas pudieran hacer nada frente a los saqueadores, más que reprochárselo y pedirles piedad. Los saqueadores se volvieron con un gran botín, sin haber resultado herido ni muerto ninguno de ellos. Si después de semejante suceso, un musulmán muere de amargura, no hay que recriminárselo, sino que a mi juicio su muerte es oportuna”.
(19) Cumbre de la Elocuencia, Sermón 224.
(20) Cumbre de la Elocuencia, sermón 6.
(21) Cumbre de la Elocuencia, epístola 62.
(22) Cumbre de la Elocuencia, sermón 216.
(23) Cumbre de la Elocuencia, sermón 216.
(24) Ídem.
(25) Bihar al-anwar, vol. 97, pág. 367.
(26) Por ejemplo, en el encuentro del 4 de abril de 2023 con responsables estatales de la República Islámica.