En el natalicio del Nobilísimo Profeta y el imam Yaafar al-Sadiq (con ellos las bendiciones de Dios) (1) 

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salatu wa-s-salamu ala sayyídina wa sayyídina wa nabíyyina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayibini-l- atharini-l-muntayabín wa sahábihi-l-muntayabín wa man tabáahum bi-ihsanin ila yaumi-d-din (2).

Doy la bienvenida a todos los queridos hermanos y hermanas, a los invitados a la Semana de la Unidad y a los representantes de los países islámicos en Teherán, y felicito el natalicio del Supremo Profeta (sean con él y su familia la paz y las bendiciones de Dios) y del imam Yaafar al-Sadiq (la paz de Dios sea con él). Esperamos que Dios Altísimo haga de este día una fiesta y la colme de bendiciones para la nación iraní y para toda la Umma, para todos los musulmanes del mundo. Doy las gracias a nuestro excelentísimo Sr. presidente, que en sus adecuadas palabras ha expresado la idea fundamental de hoy: la cuestión de la unidad islámica, a la que un servidor hará referencia también, Dios mediante.

El día del Mawlid, el natalicio del Profeta (la paz sea con él y su familia), fue un día extraordinario en la historia, y la razón es que el nacimiento del Nobilísimo Profeta fue un prolegómeno necesario para el Sello de la Profecía, siendo el Sello de la Profecía la receta definitiva y completa para la felicidad y la elevación de la humanidad. El día del Mawlid es, por tanto, un día de grandísima importancia.

Permítanme decirles apenas unas palabras sobre el movimiento general de los profetas. Si comparamos ese movimiento general de la historia humana a una caravana que avanza por un camino, progresando la humanidad en ese movimiento histórico a través del tiempo, por el cauce del tiempo, los profetas de Dios son indudablemente el jefe y guía de esa caravana. Además de mostrar el camino, los profetas de Dios fortalecen la capacidad de discernimiento y orientación de las personas corrientes, de todos los individuos humanos. No es solo mostrar, sino que elevan la capacidad de discernimiento de todos los seres humanos. Como dice el Príncipe de los Creyentes (la paz sea con él), li-yastad’úhum mizaqa fitrátihi wa yudákkiruhum mansiya niimátihi (…) wa yuziru láhum dafá’ina-l-uqul (3). Así actúan con la gente: despiertan su naturaleza profunda, activan y ponen en marcha la fuerza del raciocinio y el pensamiento y, de esta manera, el ser humano puede avanzar. Por supuesto, a lo largo de la historia, en algunos momentos los integrantes de esa caravana —es decir, el común de la gente— escucharon lo que decían los profetas, siguieron el camino que ellos mostraban y vieron los resultados; en otros momentos, por el contrario, se alzaron frente a los profetas, no escucharon sus palabras, hicieron caso omiso de su guía y también ellos fueron testigos de las malas consecuencias. Esa misma diversidad en la historia humana, en la que unas veces algunos han sido guiados y otros no, ha propiciado estos sucesos en la vida, en la historia del ser humano: los alineamientos, los enfrentamientos, las verdades y falsedades enfrentadas, la fe, el descreimiento. Ese es el panorama general de la historia humana.

Los profetas ejercieron esa guía, esa tutela, prestaron esa ayuda a la humanidad e hicieron esa llamada por distintas vías. El Corán expresa todas esas vías en distintos lugares, de lo que yo ahora les pondré algunos ejemplos. Uno es wa ma alayna il-la-l-balagu-l-mubín (4). El deber del Profeta es comunicar, nada más: wa ma alayna. Aparte de eso, nada más, no tiene ningún otro deber. Hay circunstancias en que es así, pero en otras: Ma arsalna min rasulin il-la liyutaa bi-idni-l-Lah (5). Debe ser obedecido. En otras palabras, debe crear una estructura política, imprimir movimiento a la sociedad, y ellos tienen el deber de escuchar, de obedecer y demás. En otro punto, dice ud’u ila sabila rábbika bi-l-híkmati wa-l-máw’idati-l-hásanati wa yádiluhum bi-l-lati hiya-hsan (6). Esa es la manera de predicar. En otro lugar, dice wa ka-ayna min nabiyin qátala máahu ribbiyuna kazirun fima wáhanu lima asábahum fi sabili-l-Lah… hasta el final (7). Unas veces es con buenas palabras, otras con fuerza militar. Depende de las circunstancias. O bien, en otro lugar, dice fa-fima ráhmatin mina-l-Lahi linta lahum wa-law kunta faddan galida-l-qalbi li-ánfadu min hawlik (8). Aquí se usa la idea de gilda, de rudeza: gálida-l-qalb, seco y duro de corazón. «De haber sido así, no habrías podido realizar este movimiento». En otro lugar, dice yáhida-l-kuffar wa-l-munafiqina wa-gluda aláyhim (9). De nuevo, exhorta a esa rudeza. De manera que el modo de predicar no es uniforme. El modo de predicar de los profetas varía en las distintas circunstancias, en distintos momentos, en distintos lugares. Cuando decimos que deben elevar el intelecto humano, elevar la capacidad de discernimiento, lo que significa es que en cualquier momento han de ver cómo pueden difundir esa llamada y hacer que avance.

Bien, esto que hemos dicho es a título descriptivo. En esa grandiosa caravana de la historia humana, hemos dicho, los profetas son los jefes caravaneros, y en la sucesión de esos conductores y jefes de caravanas, sin duda el jefe caravanero auténtico, definitivo y principal es el venerado ser de Muhammad al-Mústafa (con él y su familia sean las bendiciones de Dios). Como dice el gran místico:

En este camino, son los profetas como camelleros.
Indican y muestran a la caravana el sendero
y entre ellos, es nuestro maestro el jefe:
en esa labor, tanto último como primero
(10).

Es el primero, porque está al frente en las filas de los profetas de Dios. Es el último, porque presenta a la humanidad el más perfecto y definitivo programa divino.

Pues bien, el día del nacimiento del Profeta es el día de la salida de ese Sol, es el día de la revelación de esa gema sin par en el mundo de lo existente. Por tanto, es un gran día; es un día importante. No debemos subestimar el día del nacimiento del Profeta. Debemos aprender de sus enseñanzas. No basta meramente describir y alabarlo. Las enseñanzas del Profeta son enseñanzas completas, universales, integrales, para toda la vida. Cada parte de ellas es susceptible de numerosas explicaciones, exégesis y descripciones.

Permítanme decirles una de las lecciones de la vida y de la llamada del Profeta —que quizá sea una de las principales lecciones proféticas para nosotros—, como es la construcción de la Umma, la conformación de la Umma. Aquellos trece años de lucha en La Meca desembocaron en la Héjira, que fue la fundación de la Umma. La Umma comenzó con la Héjira y continuó con las penalidades, las dificultades, el hambre y los padecimientos de los Ahl as-Suffa (11) y la gente de Medina, de los cuales los emigrados sufrieron de una manera y los Ansar (12) de otra. Con esfuerzos, luchas y sacrificios, la Umma se fortaleció. Con los sacrificios que se hicieron durante la bendita vida del Profeta y con los actos de altruismo y abnegación que se hicieron tras su fallecimiento, la Umma perduró. Claro está que hubiera podido administrarse mejor de lo que se hizo, pero la Umma, en cuanto que comunidad de número reducido fundada en Medina por Muhammad, perduró. Nosotros estamos hoy necesitados de esa lección. Hoy carecemos de Umma islámica. Los países islámicos son muchos; en el mundo viven cerca de dos mil millones de musulmanes, pero a ese conjunto no se le puede poner el nombre de umma, dado que no están coordinados, dado que no van en la misma dirección.

Por umma se entiende un conjunto de seres humanos que avanzan en un mismo sentido, hacia una misma meta, con una misma motivación. Nosotros no somos así, estamos divididos y la consecuencia de esta división es el dominio de los enemigos del Islam. La consecuencia de esta división es que tal o cual país islámico sienten que, si quieren mantenerse, tienen que confiar en Estados Unidos. Si no estuviéramos divididos, no se sentiría esa necesidad. Respaldándonos unos a otros, dándonos la mano, podríamos beneficiarnos mutuamente de los medios de los demás, ayudarnos, conformar una unidad. Esa unidad podría ser más fuerte que todas las potencias actuales del mundo, como de hecho fue en un tiempo.  Pese a todas las taras y defectos que tenía aquella situación, como eran uno solo, se los consideraba una potencia. Hoy no somos así. Esta es la mayor lección hoy para nosotros. Debemos acercarnos unos a otros.

Hoy necesitamos conformar la Umma; es eso tras lo que debemos ir. ¿Quién puede ayudar en ello? Los gobiernos pueden influir, si bien su motivación no es muy fuerte. Y quienes pueden reforzar esa motivación son las élites del mundo islámico, es decir, ustedes: políticos, ulemas, científicos, universitarios, los sectores influyentes y con ideas, los poetas, los escritores, los analistas políticos y sociales… Esos pueden influir. Imaginen, si durante diez años toda la prensa del mundo islámico insiste en la unidad de los musulmanes, escriben artículos, los poetas componen poemas, los analistas analizan, los catedráticos explican y los ulemas juzgan, sin duda, en esos diez años la situación cambiará por completo. Al despertarse los pueblos, al interesarse los pueblos, los gobiernos se verán obligados a avanzar en esa dirección. Eso las élites pueden hacerlo. Ese es nuestro deber.

Por supuesto, esto de lo que habla un servidor —la creación de esa unidad y la formación de la Umma islámica— tiene enemigos: los enemigos del Islam. Piensen ustedes con detenimiento en los enemigos del Islam. Los enemigos de tal país no son importantes. Hay quienes son enemigos del Islam, aunque parezcan acercarse a una parte de los musulmanes para destruir a otra parte, pero en realidad son enemigos del Islam. Esos no quieren que se forme la Umma islámica; esos no quieren que se cree esa unidad; esos activan las fracturas religiosas internas del mundo islámico.  

Una de las fracturas más problemáticas que existen entre las sociedades es la fractura de creencias y de religión. Igual que las fallas sísmicas, si esa fractura se activa, no es fácil desactivarla. Las Cruzadas duraron doscientos años y realmente fueron cruzadas. Fue realmente una guerra de religión que se hizo sobre la base de fervores religiosos. No lo permiten, no lo quieren permitir. Hay que vencer la voluntad del enemigo. A eso se debe que, antes del triunfo de la Revolución, nuestro insigne imam [Jomeiní] insistiera tanto en la unidad del mundo islámico, así como entre chiíes y sunníes. Porque la fuerza del mundo islámico proviene de la unidad, mientras que el enemigo quiere lo contrario y actúa y se esfuerza en sentido contrario. Esa es la lección de hoy del imam para nosotros.

Claro está que somos nosotros mismos y la gente de nuestro país quienes debemos tener presente que, si queremos que nuestro mensaje —nuestro mensaje de unidad— sea considerado sincero en el mundo, hemos de crear unidad entre nosotros mismos. Las diferencias de gustos, las diferencias de parecer, las divergencias políticas, etc., no deben afectar a la cooperación, la acción y el avance conjuntos de la nación, a la concordia de la nación. Debemos perseguir metas reales. Si eso sucede, el enemigo no podrá ya dar permiso a un ser repugnante, corrupto y ruin como el régimen sionista para que cometa todos estos crímenes en esta región. Miren lo que hace hoy el régimen sionista, los crímenes que perpetran descaradamente y ¡sin disimular! En Gaza de una manera, en Cisjordania de otra, en Líbano de otra y en Siria de otra, lo que cometen son auténticos crímenes. No es a hombres de guerra a quienes atacan, sino a gente corriente. No pudieron con los hombres de guerra en Palestina y descargaron su necia y maliciosa ira sobre niños pequeños, sobre enfermos internados, sobre los colegios de los párvulos. Esto se debe a que nosotros no estamos empleando nuestra fuerza interior. Debemos emplearla. Esa fuerza interior puede remover y eliminar al régimen sionista, ese maligno tumor canceroso, del corazón de la sociedad islámica, que es Palestina, y acabar con la influencia, el dominio y la prepotente intromisión de Estados Unidos en esta región. Nosotros podemos [hacer que esto suceda].

Hoy, el primer paso en la unidad del mundo islámico contra esa banda criminal, esa banda terrorista que gobierna Palestina, que ha usurpado la tierra de Palestina, lo primero por hacer es que los países islámicos corten por completo sus relaciones económicas con esa banda criminal. Ya es lo mínimo que pueden hacer. Deben hacerlo. Eliminen las relaciones económicas, debiliten los vínculos políticos, refuercen los ataques en prensa y medios de comunicación y expresen y muestren claramente que están del lado del oprimido pueblo de Palestina.

Esperemos que Dios Altísimo nos guíe a todos; que guíe a los gobiernos, a los pueblos, a las élites, a los grupos activos, para que podamos cumplir con ese deber.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Al inicio del encuentro intervino el doctor Masud Pezeshkián, presidente de la República Islámica de Irán.

(2) Alabado sea Dios, Señor de los Mundos, y vayan las bendiciones y la paz con nuestro maestro y profeta Abulqásim al-Mustafa Muhammad, así como con su familia excelsa, purísima e inmaculada, sus compañeros selectos y quien los siga en benevolencia hacia el Día de‌ la Recompensa.

(3) Cumbre de la elocuencia, primer sermón: «Para que reclamen el pacto del conocimiento de Dios que había en la naturaleza del hombre, recuerden la riqueza olvidada (…) y extraigan los tesoros de conocimiento oculto».

(4) «Y nuestra responsabilidad no es más que comunicar el mensaje claro» (Sagrado Corán, 36:17).

(5) «Y no Hemos enviado mensajero alguno sino para que sea obedecido, con el permiso de Dios» (Sagrado Corán, 4:64).

(6) «Invita al camino de tu Señor con sabiduría y buenas palabras y discute con ellos de la mejor manera» (Sagrado Corán, 16:125).

(7) «¡Cuántos profetas combatieron, y muchos de sus seguidores espirituales con ellos, y no se desanimaron por las dificultades que hubieron de soportar en la senda de Dios ni mostraron debilidad ni se abatieron!» (Sagrado Corán, 3:146).

(8) «En verdad, por una misericordia de Dios, fuiste blando con ellos, pues, si hubieras sido seco y duro de corazón, rápidamente se hubieran apartado de ti» (Sagrado Corán, 3:159).

(9) «Combate a los que no creen y a los hipócritas y sé severo con ellos» (Sagrado Corán, 9:73, entre otros lugares).

(10) Sheij Mahmud Shabestarí, La rosaleda del misterio.

(11) Grupo de compañeros del Profeta que, después de emigrar de La Meca a Medina, carecían de toda casa, techo o acomodo, por lo que habitaban la plataforma de la mezquita, llamada Suffa, donde hacían su vida.

(12) Ansar (en árabe, ‘quienes ayudan’, ‘quienes dan la victoria’, ‘defensores’) es un título que se usó para referirse a los musulmanes de Medina que se aliaron con el profeta Muhammad (P) antes de su emigración y que también lo ayudaron a él y a los musulmanes emigrantes después de su emigración a Medina.