EN VÍSPERAS DEL NATALICIO DE FÁTIMA AL-ZAHRA (LA PAZ DE DIOS SEA CON ELLA) Y DÍA DE LA MUJER (1)

En nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salat wa-s-salam ala sayyídina wa nabíyina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayibini-l-athahirini-l-montayabín sáyyama Baqíati-l-Lah fi-l-Arazeyn (2).

Permítanme felicitar estos días del natalicio de la Honesta y Pura, Fátima al-Zahra (con ella sean las bendiciones de Dios). Me alegra que, gracias a Dios, se celebre esta reunión también este año. A mi juicio, esta es una de esas excelentes, excepcionales reuniones que se celebran en esta husainiya. Esta inmensa multitud de nuestras damas y niñas queridas, con estos efusivos sentimientos y esas excelentes comunicaciones que han presentado las respetables ponentes, las oradoras, las señoras. Se trata verdaderamente de un encuentro memorable.

Se han presentado muy buenas ponencias. Desde ya mismo, exhorto aquí a los responsables de nuestra oficina —a la sección de análisis de la oficina— a someter a seria consideración lo dicho por estas señoras. Parte de ello atañe a nuestra propia labor, tiene que ver conmigo o con nuestra oficina. Otra parte —la mayoría— tiene que ver con los organismos gubernamentales y similares. Lo que tiene que ver con nosotros mismos, que se lleve a cabo, y lo que tiene que ver con los organismos, que se le dé seguimiento.

El tema del tercer modelo de mujer, que es la mujer musulmana revolucionaria, al que se ha hecho referencia en las comunicaciones; el tema de la familia en el ciberespacio, que se ha tratado muy bien, con mucha precisión; el tema de la solución a la cuestión demográfica a través de la institución familiar, expuesto por esta señora incidiendo en la población, en el aumento de la fertilidad, los nacimientos, etc. —si bien ella misma ha dicho tener dos hijos, que son pocos (3)—, y los temas relacionados con el arte, especialmente con el cine y con las obras de teatro iraníes, como ha expresado aquí una señora, son importantes. Es muy importante el tema de la facilitación del matrimonio — en la actualidad, es verdaderamente uno de los problemas que tenemos— y son muy oportunas las consideraciones expresadas por esa muchacha. Hay que ocuparse de esas tareas; se trata de cuestiones importantes. Yo ya había visto aquí antes a la Sra. Aedé Sorur. Fue el mismo día en que le había llegado la noticia del martirio de su segundo hijo. Tuvimos una reunión aquí en la husainiya y yo vi a esta señora. La felicito por ese ánimo y le transmito mi pésame por la pérdida de sus hijos.

Traigo preparadas aquí varias reflexiones, que abordaré, Dios mediante, en la medida en que haya tiempo. Diré unas palabras sobre la gran Fátima al-Zahra (la paz de Dios sea con ella); luego, haré dos o tres consideraciones sobre la cuestión de la mujer —que es hoy una cuestión importante para la humanidad en todo el mundo— desde el punto de vista del Islam, y después diré dos o tres cosas sobre lo que acontece hoy en la región.

Sobre Fátima al-Zahra (la paz de Dios sea con ella), lo que puedo decirles es que aquella noble mujer, aquella joven dama, es una de las maravillas de la Creación. Si uno logra enumerar y ver las dimensiones existenciales de Fátima al-Zahra (la paz de Dios sea con ella), llegará a la certeza de que se trata de un fenómeno asombroso en la creación del mundo. Tal es esa criatura. Una muchacha que, en su temprana juventud —se ha dicho, conforme a una tradición, que alcanzó el martirio a los dieciocho años; y conforme a otra, que a los veintem veintidós años o así; en todo caso, lo que se ha dicho de aquella noble dama por parte del Profeta o de otros concierne a una muchacha de diecisiete o dieciocho años— llega a un punto en términos espirituales, de estatus de su ser celestial, que su ira provoca la ira de Dios y su satisfacción es fuente de satisfacción divina. Ese hadiz es recogido tanto por el chiismo como por los sunníes. En la tradición de los libros chiíes, aparece así: Inna-l-Laha yágdabu li-gádabi Fatímata wa yarda li-ridaha (4). Así aparece en nuestros libros. En los de los sunníes, el Profeta se dirige en esa misma tradición a la propia Fátima al-Zahra, y dice el Profeta a Fátima: Ya Fátimatu! Inna-l-Laha la-yágdabu li-gadábik wa yarda li-ridak (5). «Dios se enoja con tu enojo, y a Dios lo satisface tu satisfacción». ¡Es algo insólito! No es lo mismo que decir que tal siervo de alto rango [de Dios] se enoja cuando Dios está enojado. No, ¡es lo contrario! Cuando ella se enoja, se enoja Dios. ¡Vean qué grandiosidad!

En las dificultades, íntima confidente del Profeta; en el Yihad, compañera del Príncipe de los Creyentes; en la adoración, objeto de admiración para los ángeles; en política, autora de aquellos sermones elocuentes y fogosos. En los sermones de Fátima al-Zahra —tanto los pronunciados en la mezquita, ante los Muhayirún y los Ansar, como lo que dijo a las mujeres de Medina— hay política, hay sabiduría, hay denuncia, virtud… ¡de todo! Es algo extraordinario, y además con el mejor y más refinado lenguaje, parecido al de los sermones de La cumbre de la elocuencia. Educadora del imam Hasan, educadora de Husain ibn Ali, educadora de Zainab… Miren ustedes, cuando esas características se presentan juntas, lo que le muestran a uno es un verdadera y auténticamente una gran maravilla del universo. Es modélica su infancia, es modélica su juventud, es modélico su matrimonio, es modélico su proceder en la vida. Son todo ello los mejores modelos, que ejemplifican el apogeo de la mujer musulmana. Ahí está la cima. El Islam invita a las mujeres musulmanas, a las mujeres [todas], a dirigirse hacia esa cima. Es cierto que no todas pueden alcanzarla, pero sí pueden avanzar hacia ella. Ciertamente, eso es lo más bello, elocuente y expresivo que hay por decir sobre el modelo de la mujer musulmana, que estas señoras han denominado el tercer modelo. Fátima al-Zahra es un modelo a seguir. Y estas son algunas palabras sobre la Honesta y Pura (Fátima al-Zahra), la paz de Dios sea con ella.

Ahora, en cuanto a la cuestión de la mujer… pues bien, el tema de la mujer se plantea hoy en el mundo desde diferentes aspectos. Cada grupo, en cada rincón del mundo, discute el tema de la mujer y habla sobre él con una motivación, con una orientación. Y en esta cuestión se inmiscuyen, como en todas las cuestiones de estilo de vida, los capitalistas y los políticos del mundo —siendo esos políticos dependientes de esos capitalistas—. Hoy como ayer, los políticos y los capitalistas del mundo —esos mismos que originaron el colonialismo en el mundo— interfieren en todas las cuestiones relativas al estilo de vida del ser humano. Poseen además medios de comunicación —están a su disposición los más influyentes del mundo— y conocen el lenguaje de esos medios. La motivación de esos capitalistas y colonizadores del mundo al meterse en la cuestión de la mujer no se basa en una perspectiva teórica ni filosófica. No es que tengan una perspectiva filosófica sobre la mujer y quieran promoverla; no es eso. No es tampoco un sentimiento humanitario; no es que sientan que la mujer esté en muchos casos en el mundo en posición de debilidad y quieran apoyarla, que se vean exaltados sus sentimientos filantrópicos. No, tampoco es eso. Ni se trata tampoco de un deber social y popular. No son esas las motivaciones de los políticos y capitalistas. ¿Cuál es la motivación? Es la manipulación política y colonial. Se inmiscuyen para que sirva de preparativo y tapadera para intromisiones aún mayores, mayores injerencias; para ampliar su zona de influencia. Esa motivación en realidad criminal y corruptiva, la ocultan bajo una apariencia filosófica, teórica y humana. Tal es la insinceridad de los occidentales. Es la insinceridad de los capitalistas occidentales lo que domina hoy el mundo. Esa insinceridad se ha visto en distintos casos. Esa insinceridad, esas mentiras y esa hipocresía las hemos visto en diversos asuntos en el modo de actuar de los actores políticos y económicos occidentales.

Un ejemplo. Hace aproximadamente un siglo, digamos, plantearon la cuestión de la liberación y la independencia económica de la mujer: que la mujer tuviera independencia financiera y libertad. En apariencia, era algo positivo, pero ¿qué había detrás? Lo que había detrás es que sus factorías necesitaban trabajadores, y los trabajadores varones no bastaban. Querían poner a las mujeres como obreras, y además con salarios inferiores a los de los hombres. Eso es lo que había detrás. Esto se produjo mayormente en Europa y en los colectivos occidentales, no fue algo exclusivo de Estados Unidos. Lo disfrazaron con un manto, una apariencia de filantropía, argumentando que la mujer debía disponer de independencia financiera, de libertad, y poder salir de casa y trabajar. Ahí vio la humanidad esa insinceridad.

Otro ejemplo de esto, aunque no tenga nada que ver con la cuestión de las mujeres, es el asunto de la emancipación de los esclavos en Estados Unidos. A finales del siglo XIX, hacia 1860, con Abraham Lincoln, que era entonces el presidente de Estados Unidos y pertenecía al Partido Republicano, los estadounidenses dieron la consigna de la emancipación de los esclavos. Aparentemente, se trataba de que había que liberar a los esclavos. Los ayudaban y los pasaban de contrabando desde el Sur hacia el Norte, porque entre el Sur y el Norte había guerra. Pero el fondo de la cuestión no era ese; era que los sureños controlaban la mano de obra en la agricultura. Había campos de cultivo y los esclavos trabajaban aquellos campos gratuitamente. Claro, eran esclavos. [Se les daba] lo justo para no morir. Los norteños acababan de conseguir industrias y necesitaban trabajadores. No había trabajadores en número suficiente y deseaban utilizar en sus fábricas a aquellos [del sur]. La forma de hacerlo fue decir que eran libres y que fueran allá a trabajar en las fábricas. En realidad, los llevaron de la esclavitud agrícola, en el campo, a la esclavitud en la fábrica. Ese fue el fondo del asunto. Esa es la insinceridad de los occidentales.

Hoy es igual. En las controversias que hay en el mundo en el ámbito de la mujer, cuestiones como el feminismo, los derechos de la mujer, la emancipación de esta y los derechos de las mujeres son la apariencia de lo que sucede. Detrás de eso, hay políticas; existen motivaciones deshonestas. En cuanto a cuáles son esas motivaciones, hoy conocemos algunas y otras las conoceremos después. Se descubrirán más adelante. Sin embargo, no son motivaciones humanitarias y filantrópicas. Esa insinceridad existe también hoy. La motivación es meramente política, de mera colonización. Es un medio de penetración, si bien ese no es ahora el tema de nuestra discusión.

Bien, ahora estamos ante una situación en el mundo en la que hay quienes disertan sobre la importante cuestión de la mujer, pero carecen de sinceridad en ese debate. Nosotros, como musulmanes, queremos hablar y discutir sobre la cuestión de la mujer, exponer nuestro planteamiento, aplicarlo y actuar conforme a él. Es nuestro deber; debe hacerse hoy. Por supuesto, hubiera debido hacerse desde el comienzo de la Revolución y de hecho se ha trabajado mucho, pero esa tarea debe terminarse; debe completarse. Me gustaría hacer algunas observaciones a este respecto.

Si nos proponemos redactar una carta de la mujer desde el punto de vista del Islam en el que haya distintos artículos, lo primero que a mi juicio debe aparecer en esa carta es la cuestión de la pareja. ¿Qué quiere decir esto? Que el hombre y la mujer son pareja, son complementarios el uno del otro. El hombre y la mujer han sido creados el uno para el otro. Esto se dice claramente en el Corán: Wa-l-Lahi yá’ala lakum min-anfúsikum azwachan (6). A quien se dirige ese yá’ala lakum, «os ha dado», no es a los varones, sino a los seres humanos; hombres y mujeres. Wa-l-Lahi yá’ala lakum min-anfúsikum azuachan. ¡Oh, seres humanos! Dios les ha dado cónyuges, zauch, de su misma especie. No se dice zauch solo a los hombres. En el Corán, la palabra zauch se aplica tanto a hombres como a mujeres. He anotado la aleya en la que se aplica zauch a mujeres: Ya ádamu-skun anta wa záuchuka-l-yanna (7). Aquí, zauch se refiere a un cónyuge mujer. A un individuo mujer. En otro lugar, dice: Qad sámi’a-l-Lahu qaula-l-lati tuyádiluka fi záuchiha (8). Ahí, zauch se refiere a un hombre. Por tanto, «os ha dado cónyuges de vuestra misma especie». Claro, que eso no es específico tampoco del ser humano. Permítanme decirles esto último como nota al margen, aunque es algo de lo que deberán ocuparse quienes se ocupa de esas cosas.

En el Islam, conforme a la teoría del Islam, el mundo de la Creación, la historia del ser humano y la historia del mundo se basan en el tala’um (9), el enlace y el matrimonio. Justo lo contrario de lo que hay en la dialéctica de Hegel, Marx, etc., que fundan el mundo sobre la contradicción. Ellos dicen que aparece algo, aparece su contrario y, de esa contradicción, aparece una tercera cosa. Para esta, vuelve a aparecer un contrario, y así hasta el final. Así avanza la historia. El Islam dice que no, que aparece algo, aparece otra cosa para acompañar y coaligarse con ese algo, y de la unión de esas dos cosas, de la coalición entre esas dos cosas, del emparejamiento entre ellas, aparece una tercera. La historia avanza así. Claro que, como les he dicho, es la gente dedicada a eso quien debe reflexionar y ocuparse de ello, empezar a tirar del hilo e ir avanzando, a ver a dónde llegan. Es una cuestión importante.

Bien, pues en el caso del ser humano, Dios Altísimo creó al hombre y a la mujer como pareja, es decir, complementarios entre sí. El sentido —y requisito— del emparejamiento es la formación de una unidad. De lo contrario, no hay pareja. Si se juntan dos unidades, se unen y se coaligan, crearán una tercera unidad, y eso es la familia. Así es como la familia tiene una base teórica islámica. La familia es regla divina, es norma de la Creación. Que un hombre y una mujer se saluden o hasta pasen de largo antes siquiera de haberse saludado no es emparejamiento. Quien dice emparejamiento dice formación de una tercera unidad, formación de una familia. Ese es el sentido del emparejamiento. Ciertamente, en la familia insiste mucho tanto el Islam como también en Irán, afortunadamente, la familia tradicional iraní, que es una de las grandes señales de la fuerza y la profundidad culturales del pueblo iraní. De manera que el primer artículo de la carta islámica es la cuestión de la formación de una familia, la cuestión del emparejamiento, la cuestión de la complementariedad entre hombre y mujer, que se complementan el uno al otro.

El segundo asunto es que esa pareja, esos dos individuos, ese hombre y esa mujer no difieren en nada cuando se trata de alcanzar la vida buena, que es el objetivo de la creación del ser humano. Ninguno de los dos es superior al otro. Por supuesto, las personas no son iguales. Entre las mujeres como entre los hombres, algunos poseen más capacidades y otros menos, pero entre el hombre y la mujer, como tal hombre y tal mujer, no existe ninguna diferencia al tratarse de llegar a la vida buena, y eso está en el Corán: Man ámila sálihan min dákarin au unza wa huwa mú’minun fa-la-nuhiyánnahu hayátan táyiba (10). El hombre y la mujer, si obran rectamente, si tienen fe, son iguales. Esto está en la sura An-Naĥl («La abeja»), y también en esa sublime aleya de la sura Al-Aĥzāb («Los partidos») que he recitado algunas veces ya en el encuentro con las señoras: Inna-l-muslimina wa-l-muslimati wa-l-mu’minina wa-l-mu’minati wa-l-qanitina wa-l-qanitati wa-s-sadiqina wa-s-sadiqati wa-s-sabirina wa-s-sabirati wa-l-jashiina wa-l-jashiati wa-l-mutasaddiqina wa-l-mutasaddiqati wa-s-sa’imina wa-s-sa’imati wa-l-hafidina furúyahum wa-l-hafidati wa-d-dakirina-l-Laha kaziran wa-d-dakirat (11). Diez características que hay en hombres y mujeres. En el avance espiritual hacia Dios, hacia la vida buena, hacia la elevación humana por los mundos celestiales, espirituales, de la unicidad de Dios y lo elevado, no existe diferencia alguna. Este es otro de los principios que deben incluirse en esa carta.

El siguiente asunto es que, a pesar de que entre hombre y mujer existen diferencias físicas aparentes —uno es más alto, su voz es más grave—, desde el punto de vista de las capacidades intelectuales y espirituales en ambos sexos existen talentos infinitos y no hay diferencia alguna entre ellos. Así, en ciencia pueden competir tanto el hombre como la mujer, ambos. No es que los hombres sean más sabios que las mujeres. No, en la historia ha habido grandes mujeres, mujeres sublimes, poseedoras de un alto rango desde el punto de vista científico o académico. Ciertamente, hoy son cientos de veces más, tanto en la universidad como en el seminario islámico. Esas capacidades existen en ambos sexos, en hombres y en mujeres, tanto desde el punto de vista de la ciencia, como del arte, como de las innovaciones intelectuales y prácticas, como en influencia social, intelectual y política o desde el punto de vista de la actividad económica. Por tanto, la mujer puede —y en algunos casos debe— entrar en esos campos. Puede entrar en esos campos y, en algunos casos, es necesario y obligatorio que lo haga. En la política, en la economía, en los asuntos internacionales, en las cuestiones científicas, en las cuestiones culturales y artísticas… en todas partes. También esta es una cuestión que debe definitivamente estar en la carta islámica sobre la mujer.

Un asunto más es que, en el ámbito familiar, hombre y mujer tienen funciones distintas. Eso no implica superioridad. Por ejemplo, los gastos de la familia corren a cargo del hombre. Eso no supone superioridad. La maternidad corre a cargo de la mujer. No supone superioridad. Cada una de esas cosas es una ventaja o privilegio. Es una ventaja que poseen [hombre y mujer]. Los derechos de hombres y mujeres no se calculan sobre esa base. Los derechos que poseen son equivalentes, y esto está en el Corán: Wa la-hunna mizlu-l-ladina ‘alaihinna (12). Los derechos del hombre y la mujer son equivalentes en la familia. En otras palabras, si contemplamos la familia desde el punto de vista jurídico, viven juntos, complementándose, dos individuos que en materia de derechos son iguales. Claro está, la mujer tiene unas características desde el punto de vista emocional. El Profeta dijo sobre las mujeres: Al-mar’ata rayhánatun wa laisat bi-qahrimana (13). Dentro de la casa, debe tratarse a la mujer como a una flor. Esa flor hay que cuidarla; hay que perfumar el ambiente con su frescura, con su agradable olor, y beneficiarse. Esto es desde el punto de vista emocional; en materia de derechos, son iguales. Y este es otro punto de esa carta.

Otro punto de esa carta es que, en lo referente al trato y la frecuentación, hombre y mujer tienen ciertas limitaciones. Esta es una de las especificidades sobre las que se apoya el Islam. Claro, que esas indecencias que se dan hoy en Occidente no han existido siempre. Esto es de tiempos modernos. Quizá de hace dos o tres siglos cuando uno lee algunos libros, como algunas novelas de los siglo XVIII y XIX, y observa ahí la descripción de las mujeres europeas, ve que había muchas observancias que hoy entre los occidentales no se dan. El Islam se apoya sobre esas observancias. El Islam se apoya sobre la cuestión del hiyab, la cuestión de la castidad, la cuestión de la mirada. Esta también es una especificidad que debe recogerse en la carta.

Una cuestión de extrema importancia es el valor espiritual de la maternidad. Ser madre es un orgullo. Yo veo hoy como algunos, siguiendo esas políticas a las que me he referido —las políticas de los capitalistas, los colonialistas y quienes desean el mal a las sociedades independientes, en particular a la nuestra—, crean una imagen negativa de la maternidad. Si alguien dice que tener hijos es necesario para las familias, sueltan una guasa y se burlan diciendo: «Usted quiere a la mujer por los hijos, para que tengan hijos». La maternidad es un honor. ¿O es pequeño honor criar con gran esfuerzo a un ser humano, tanto dentro de uno mismo como fuera, al comienzo de su vida, soportar las dificultades y criarlo como persona? Eso es de gran importancia, es muy valioso. Y es por eso que en el Islam se insiste en la madre.

Al Profeta le preguntaron: Man abarr? Llegó alguien y preguntó: «¿A quién es preferible que haga el bien?». Y respondió: Ummak. «A tu madre». Zumma?, dijo. Y luego, ¿a quién? Y repitió: «A tu madre». Por tercera vez preguntó: «Y luego, ¿a quién?». El Profeta dijo: «A tu madre». ¡Tres veces dijo «a tu madre»! Preguntó: «Y luego, ¿a quién?». Y le dijo: «Luego, a tu padre» (14). Es decir, que el padre a la cuarta vez. Igualmente, había llegado una persona que quería ir al Yihad, por más que en aquel episodio hubiera ya fuerzas suficientes. Su madre, dijo, no estaba conforme, a lo que el Profeta respondió: «Sirve a tu madre, que la retribución [de hacer eso] es mayor que la del Yihad» (15). Por supuesto, como he dicho, esto es cuando hay fuerzas suficientes. Esto, sobre la cuestión de la maternidad.

Cuando se dice en un hadiz al-yánnatu tahta aqdami-l-ummahat (16), tahta aqdam es una imagen, una expresión de sentido figurado. «El paraíso está a los pies de la madre» quiere decir que está a su lado. Si quieren ustedes el paraíso, vayan con la madre. Ella se lo dará. Trátenla con cariño, sean amables con ella, préstenle servicio, obedézcanla, respétenla, que ella les dará el paraíso. Ese es otro artículo.

Bien, ahora unas consideraciones sobre la cuestión de la mujer y sobre la visión de la mujer en el Islam. Por otra parte, si alguien quiere elaborar esa carta, quizá pueda haber en ella, pongamos, treinta o cuarenta artículos —artículos importantes—, de los que yo he señalado algunos.

Afortunadamente, en nuestro país hemos sido testigos, desde el comienzo de la Revolución hasta hoy, del crecimiento de mujeres devotas, sabias y activas conforme a esa visión. Además, a finales de los años de la lucha [revolucionaria] —en los últimos meses o en el último año—, la presencia de las mujeres fue determinante. Por eso no cedió el imam [Jomeiní] (Dios le conceda Su favor) de ninguna manera. Había algunos que estaban en contra de la presencia de las mujeres en las marchas [durante la Revolución Islámica], pero el imam [Jomeiní] se oponía firmemente a esa idea, a esa visión, a esa opinión. La presencia de las mujeres fue influyente; influyente de verdad. Cuando las mujeres entraron en acción, los hombres —incluso los indiferentes— sintieron que tenían que salir a la liza. Cuando las mujeres entraron en acción, sus esposos y sus hijos jóvenes sintieron que tenían el deber de entrar en liza. En cierto sentido, fueron las mujeres quienes hicieron que triunfara la Revolución [Islámica].

Tras el triunfo de la Revolución y la formación de la República Islámica, las mujeres entraron también en acción en distintos sectores. Estas señoras ya han expuesto algunos temas. Las ponencias han sido muy ponderadas, precisas y reveladoras de un pensamiento relevante y maduro. Con toda seguridad, en esta reunión hay cientos de pensadoras, o quizá más, y en el país sin duda hay un gran colectivo de mujeres brillantes en los campos de la ciencia, el pensamiento, la innovación, la inventiva y el ichtihad. En otras palabras, se ha trabajado de verdad. La mujer iraní ha sido capaz de preservar la identidad del país, la cultura del país. Ha logrado preservar las costumbres históricas y auténticas del país; con su serenidad, con su pudor, con la castidad que ha demostrado. Entró en la universidad, entró en la actividad política, entró en la actividad internacional, pero no se corrompió. Es muy importante. No se vio afectada por las complicaciones que vemos hoy que afectan a las mujeres en muchos países occidentales. Así ha avanzado hasta hoy la mujer iraní, y del mismo modo seguirá avanzando en adelante, si Dios quiere. En los grandes acontecimientos, nuestras mujeres brillaron. Brillaron en la guerra, brillaron en la Defensa del Santuario, brillaron en las luchas políticas, brillaron en los centros de investigación. Igualmente, en las universidades; igualmente, en los seminarios islámicos. Cuando yo estaba en el seminario, no recuerdo que ninguna mujer alcanzara el nivel del ichtihad en jurisprudencia islámica, pero hoy, afortunadamente, no son pocas las mujeres que son juristas múchtahid, que han llegado al ichtihad. Un servidor cree incluso que, en muchas cuestiones femeninas que son asuntos de mujeres y que no reconocen bien los hombres, las señoras deben emular a una jurista múchtahid mujer. De manera que, en el período de la Revolución [Islámica], las mujeres han realizado muy buenos progresos en nuestro país. Nosotros nunca tuvimos tantas científicas, nunca tuvimos tantas catedráticas de universidad, nunca tuvimos tantas poetisas, tantas escritoras, tantas artistas, y además devotas. Hoy, afortunadamente, tenemos todo eso. Ahora bien, tengamos presente que el enemigo no está desocupado. El enemigo está haciendo planes.

Los enemigos de la República Islámica comprendieron muy pronto que, con métodos duros, no podían derrotar a la República, y fueron por los métodos blandos. Comprendieron que con guerra, con bombardeos, con fuerzas sediciosas, con etnicismo y cosas similares no podían derribar al Irán islámico, no podían ponerlo de rodillas, y fueron por los métodos blandos. Los métodos blandos son la propaganda, los embaucamientos y las insinceridades que uno ve en sus consignas. Usan denominaciones, le ponen el nombre de que es en defensa de la mujer, que es en defensa del colectivo de las mujeres, que es en defensa de un grupo de mujeres o que es en defensa de una mujer. En nombre de la defensa de una mujer, lanzan disturbios en un país. Usan métodos de guerra blanda. Nuestras muchachas, nuestras mujeres, nuestras catedráticas, nuestras estudiantes… todo el colectivo de las mujeres debería sentirse responsable en este terreno. Una de las señoras ha dicho aquí: Man ásbaha wa lam yahtamma bi-umuri-l-muslimina fa-laisa bi-muslim (17). No es algo específico de los hombres, incluye también a las mujeres. Es totalmente correcto. Uno de los asuntos de los musulmanes en el que se debe poner empeño es en que se den ustedes cuenta de que esos embaucamientos, acciones insidiosas y procedimientos hostiles de los métodos blandos y de la guerra blanda son para distraer de los valores en muchas cuestiones y, fundamentalmente, en las cuestiones relacionadas con la mujer. Y estas son unas cuantas consideraciones sobre la mujer.

Déjenme decirles unas palabras sobre la cuestión de la región. En la región, con eso que se ha hecho en Siria, con los crímenes que están cometiendo el régimen sionista y Estados Unidos y con la ayuda que les prestan algunos otros, se imaginaron que la Resistencia estaba acabada. Están muy equivocados. El espíritu de Seyed Hasan Nasralá vive; el espíritu de Sinwar vive. El martirio no los ha eliminado del ámbito de lo existente. Sus cuerpos se han ido, pero sus espíritus permanecen, como permanecen sus ideas. Su camino sigue. Vean cómo cada día se está atacando a Gaza y se causan martirios. ¡Todos los días! Pues se mantienen firmes. Aun así, se mantienen firmes. Siguen resistiendo. Resiste el Líbano. Por supuesto, el régimen sionista se cree que, a través de Siria, se está preparando para, creen ellos, cercar a las fuerzas de Hezbolá y erradicarlas. Sin embargo, es Israel el que será erradicado. Nosotros seguimos firmes junto a los combatientes de Palestina, seguimos firmes junto a los combatientes muyahidines por la causa de Dios de Hezbolá, los apoyamos y los ayudaremos tanto como podamos y, esperamos, Dios mediante, que vean el día en que su maléfico enemigo caiga a sus pies y sea pisoteado.

Sean con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

NOTAS

(1) Al comienzo del encuentro, seis activistas del ámbito de la mujer y la muchacha pronunciaron sendas conferencias y expresaron sus puntos de vista. Asimismo, la Sra. Aedé Sorur, madre de dos mártires miembros del Hezbolá libanés, expuso una ponencia en representación de las mujeres del Eje de la Resistencia sobre la continuación y la victoria de la Resistencia.

(2) «Alabado sea Dios, Señor de los mundos, y vayan las bendiciones y la paz para nuestro maestro y profeta Abulqásim al-Mústafa Muhammad y para su familia excelsa, purísima y selecta, en especial para el Imam de la Época».

(3) Risas entre las asistentes.

(4) Shaykh Saduq, Al-Amali, 61.ª reunión, pág. 384.

(5) Ali ibn al-Athir, Usd al-gaba fi má’rifat al-Sahaba, vol. 6, pág. 224.

(6) «Y Dios os ha dado cónyuges de vuestra misma especie» (Sagrado Corán, 16:72).

(7) «¡Oh, Adán! Habitad tú y tu cónyuge en el Jardín» (Sagrado Corán, 2:35).

(8) «Ciertamente, Dios ha escuchado las palabras de aquella que discutía contigo acerca de su cónyuge» (Sagrado Corán, 58:1).

(9) Coordinación, armonía, acompañamiento, ayuda.

(10) «A quien obre rectamente, sea hombre o mujer, y sea creyente, le haremos vivir una vida buena» (Sagrado Corán, 16:97).

(11) «En verdad, para los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los obedientes y las obedientes a las órdenes de Dios, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes ante Dios, los caritativos y las caritativas, los que ayunan y las que ayunan, los que protegen y las que protegen su sexo y los que recuerdan y las que recuerdan mucho a Dios…» (Sagrado Corán, 33:35).

(12) «Y las mujeres tienen derechos equivalentes a sus obligaciones» (Sagrado Corán, 2:228).

(13) Kitab al-kafi, vol. 5, pág. 510.

(14) Kitab al-kafi, vol. 2, pág. 159.

(15) Kitab al-kafi, vol. 2, pág. 160.

(16) Mustadrak al-wasa'il, vol. 15, pág. 180.

(17) Ilal al-sharayi', pág. 131.