En 1920, justo cuando el sufragio femenino fue reconocido en Estados Unidos, entró en vigor la Ley Volstead, que prohibía la producción, venta e importación de alcohol en este país. El apoyo de las mujeres estadounidenses a la legalización de la lucha contra el consumo de alcohol reflejaba su comprensión social sobre las consecuencias de la adicción a este tipo de bebidas y la cultura tradicional estadounidense. Precisamente, en ese mismo año, Olive Thomas, en la película cómica The Flapper, bebía alcohol, fumaba y, al mismo tiempo, se presentaba como víctima de su familia tradicional. Este claro contraste entre demandas públicas de la sociedad y la representación mediática de un fenómeno común era una pequeña escena de un gran conflicto que estaba en curso en la cultura de Estados Unidos: el conflicto entre las tradiciones sociales y el apetito insaciable de los capitalistas.

El alcohol y los cigarrillos, precursores del cambio en la feminidad

Durante las últimas décadas del siglo XIX, y las primeras del siglo XX en países industrializados de Occidente, como Inglaterra y Estados Unidos, se expandieron los movimientos feministas que luchaban por lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Durante este período, conocido históricamente como la era del “sufragio femenino”, se formaron grandes asociaciones femeninas que buscaban conquistar el derecho a la propiedad de bienes tras el matrimonio, el derecho al voto y derechos civiles igualitarios con los hombres. Una faceta de estos movimientos no veía la solución únicamente en la lucha legal para reclamar sus derechos, sino que buscaba cambiar el entorno intelectual y cultural de la sociedad, especialmente, desafiando los tabúes para traer libertad e igualdad a las mujeres. Creían que, solo rompiendo las cadenas del patriarcado en la opinión pública, se podía allanar el camino a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Dos símbolos más destacados de este pensamiento era, fumar y consumir alcohol. “Antorchas de la libertad”, fue una expresión utilizada por los movimientos feministas, para animar a las mujeres a fumar, y “emocionante”[1] era el adjetivo con el que se describía una fiesta donde fumar y beber eran habituales. Una mujer así era “la envidia de las adolescentes en todas partes...”[2] ; se buscaba presentarla como un símbolo de desafiar al patriarcado.

Mi dinero, mi elección

Con el crecimiento de la población en las ciudades y el aumento de trabajadoras, empleadas y mujeres activas económicamente en Occidente, esta clase de la sociedad, que hasta entonces no había tenido una presencia significativa en el mercado de productos, ahora ganaba su propio dinero y buscaba cómo gastarlo. A quienes seguían las normas sociales y tradicionales de Occidente no le gustaban el consumo de cigarrillos y alcohol por parte de las mujeres e intentaban alejarlas de consumir estos productos.

“Ninguna dama respetable entra en una taberna”[3] era una costumbre común, y “una mujer que fuma, bebe y maldice al hablar” se utilizaba para describir a una mujer irrespetuosa en la novela Amelia de Henry Fielding. Sin embargo, para quienes rompían cadenas, estas normas no eran más que obstáculos para el desarrollo, el disfrute, el acceso igualitario a las oportunidades y la creación de nuevas conexiones. Las flappers en EE.UU., Inglaterra y toda Europa, desafiaban estas normas. Fumaban, bebían licores fuertes y bailaban, y se comunicaban libremente con distintos hombres. Muy pronto, los cineastas de Hollywood y de Occidente retrataron y alabaron este modelo de mujer. Las empresas tabacaleras utilizaron imágenes de mujeres, supuestamente, valientes y rompedoras de tabúes en sus anuncios publicitarios, utilizando un lenguaje y mensajes que promovían la igualdad entre hombres y mujeres. De esta manera, introdujeron a las mujeres en el mundo del tabaco y el alcohol.

¿Romper cadenas o demoler las paredes de la casa?

Desde el inicio de la Revolución Industrial y las primeras protestas de los trabajadores contra las condiciones laborales y los bajos salarios, los capitalistas solían posicionarse en el lado opuesto de los movimientos sociales que demandaban justicia. Era natural que no desearan compartir su parte de las ganancias de la industria y el comercio con una amplia porción de la sociedad, es decir, los trabajadores. Sin embargo, la colaboración de capitalistas, como John Davison Rockefeller con movimientos feministas de justicia social, generó menos sospechas entre la población. ¿Qué conexión lógica existe entre el cambio de las normas tradicionales de la sociedad sobre el consumo de cigarrillos y alcohol por parte de las mujeres, la industrialización y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres?

Con el inicio de la Segunda Revolución Industrial (1870-1914) y la creación de líneas de ensamblaje masivas en las fábricas, creció la necesidad de la industria por la mano de obra. Los países occidentales, que gracias a su dominio militar sobre los recursos naturales de otros países y las rutas marítimas se industrializaron primero, pronto comprendieron la necesidad de una mano de obra barata y amplia. La coincidencia temporal entre la Segunda Revolución Industrial y el inicio del otorgamiento de derechos de propiedad a las mujeres, demuestra que los capitalistas del mundo estaban ahora interesados en incorporar a esta clase de la sociedad en el mercado laboral. Sacar a las mujeres de sus hogares y romper las cadenas sociales, requería un deseo interno poderoso en ellas. Los capitalistas, aprovechándose de demandas legítimas como el derecho a la propiedad y al voto, completaron la primera etapa de la incorporación de las mujeres a las fábricas. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial y la escasez de mano de obra masculina, las mujeres ocuparon muchas de las tareas pesadas en las fábricas. Empujar a las mujeres hacia el mercado laboral en esta escala requería, no solo nuevos incentivos, sino también nuevos mecanismos de control.

La cultura laboral industrial en Occidente estaba profundamente entrelazada con el consumo de tabaco y alcohol. Los hombres, que trabajaban jornadas de hasta 12 horas realizando actividades físicas difíciles, solían gastar su salario diario por las noches en tabernas antes de regresar a casa. Este estilo de vida provocó numerosos problemas, de manera que en Estados Unidos los femenismos lideraron la lucha contra el consumo de alcohol y la violencia doméstica. Sin embargo, la exitosa campaña publicitaria de los capitalistas occidentales para normalizar y elogiar el consumo de alcohol y tabaco logró dos objetivos a la vez.

Según la revista Britannia and Eve, publicada el 1 de diciembre de 1932[4], la industria de tabaco en Inglaterra alcanzó una rentabilidad notable gracias a las mujeres, algo que se sumaba a la lista de los logros de las últimas décadas. Los grandes capitalistas del mundo no solo habían hecho que sus industrias de producción de cigarrillos y alcohol fueran más lucrativas, sino que, al normalizar el consumo de estos productos entre las mujeres, también allanaron el camino para el debilitamiento de esta clase de trabajadoras.

El Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Jameneí, abordó esta realidad histórica en un discurso pronunciado el pasado 17 de diciembre con motivo del “Día de la Mujer”. “Y en esta cuestión se inmiscuyen, como en todas las cuestiones de estilo de vida; los capitalistas y los políticos del mundo (…). ¿Cuál es la motivación? Es la manipulación política y colonial. Se inmiscuyen para que sirva de preparativo y tapadera para intromisiones aún mayores; mayores injerencias para ampliar su zona de influencia. Esa motivación, en realidad criminal y corruptiva, la ocultan bajo una apariencia filosófica, teórica y humana. Tal es la insinceridad de los occidentales (…). Un ejemplo. Hace aproximadamente un siglo, digamos, plantearon la cuestión de la liberación y la independencia económica de la mujer: que la mujer tuviera independencia financiera y libertad. En apariencia, era algo positivo, pero ¿qué había detrás? Lo que había detrás era que sus factorías necesitaban trabajadores, y los trabajadores varones no bastaban. Querían poner a las mujeres como obreras, y además, con salarios inferiores a los de los hombres. Eso es lo que había detrás. Lo disfrazaron con un manto, una apariencia de filantropía, argumentando que la mujer debía disponer de independencia financiera, de libertad, y poder salir de casa y trabajar”, dijo el ayatolá Jameneí durante un encuentro con un grupo de mujeres de distintos estratos sociales de Irán.

Ahora se plantea una pregunta: ¿Fue la transgresión de normas por parte de las mujeres occidentales en estos temas un acto de romper las cadenas de la discriminación, o más bien la caída de los muros de los hogares que las protegían de los capitalistas?


[1] coed at Ohio State: Paula S. Fass, The Damned and the Beautiful: American Youth in the 1920s (New York: Oxford University Press, 1977), 307.

[2] Zeitz, Joshua: Flapper. A madcap story of sex, style, celebrity, and the women who made America modern, New York, 2006: Crown Publishing, 15.

[3] https://www.theexploresspodcast.com/episodes/2023/3/26/lady-drys-1920s-prohibition-and-the-women-who-supported-it

[4] https://britishonlinearchives.com/posts/category/articles/528/from-the-archive-the-tobacco-industry-and-advertising-women-smoking-in-interwar-britain