En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salat wa-s-salam ala sayyídina wa nabíyyina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayibini-l- atharini-l-muntayabín sáyyama Baqíati-l-Lah fi-l-arazeyn (1).

Quisiera dar la bienvenida a todos nuestros queridos hermanos y hermanas que han venido desde Qom para llenar de luz y perfumar la atmósfera de nuestra husainiya con su cálido aliento, con su corazón resplandeciente y con el recuerdo de sus amados mártires. Además de la ocasión del Diecinueve de Dey (2), que es un evento importante y sobre el cual ahora hablaré, el hecho de encontrarme con el piadoso, valiente y hacendoso pueblo de Qom es en sí valioso para mí. Ruego a Dios Altísimo que depare sin cesar Sus bendiciones y favores a ese querido pueblo, lo proteja y le conceda el éxito en sus esfuerzos.

Hay dos razones por la que es necesario, imperativo conmemorar el acontecimiento sucedido el 9 de enero de 1978. Primero, porque aquel 9 de enero de 1978 es uno de los momentos cumbre de la historia de nuestro país. Cualquiera que en el futuro observe la historia del país verá en aquel día, en cuyo aniversario se han reunido ustedes aquí hoy, uno de los momentos más destacados de nuestra historia; porque fue aquel el día en que se puso en marcha en el país un gigantesco movimiento que culminó en una revolución grandiosa que sacudió al mundo y alteró el mapa político mundial. De ahí que sea un momento cumbre. Y la segunda razón por la que es necesario honrar el Diecinueve de Dey es que debemos aprender de él. Tales acontecimientos, esos Días de Dios, son para extraer lecciones de ellos; tanto para aprender lecciones como para que nos sirva de aviso. Así que esta reunión anual de ustedes, ya se celebre aquí o en la misma Qom, es una acción necesaria, digna de aprecio y, Dios mediante, influyente. Respecto a este segundo aspecto de las lecciones y avisos del Diecinueve de Dey, traigo aquí anotadas algunas cosas que me gustaría exponerles.

Una es cómo es el Irán que gustaría al régimen estadounidense y a la Arrogancia global. Hoy, cuando vemos que todo el mundo dice algo desde cualquier rincón del mundo, tanto dentro como fuera del país, hemos de entender cómo prefiere Estados Unidos que sea Irán, cómo lo desea, cómo quiere que sea. Esto puede entenderse a partir de las cuestiones relacionadas con los sucesos de Qom.

Unos días antes del Diecinueve de Dey, Carter, presidente de Estados Unidos en ese momento, estaba en Teherán (3) y, en un acto oficial, empezó a hacer unos elogios desmesurados de Mohammad Reza, diciendo que, gracias a aquel caballero, Irán era entonces una isla de estabilidad. Es decir, que el Irán de 1977 podía, a ojos del presidente de Estados Unidos, considerarse un Irán ideal. ¿Y cómo era el Irán de 1977? Me gustaría señalarles ahora tres o cuatro de los indicadores.

En términos de política exterior, era totalmente sumiso a Estados Unidos. Había en aquel entonces más de cincuenta mil consejeros militares estadounidenses en Irán dentro del Ejército, fuera del Ejército, en los organismos de inteligencia y en los demás organismos, cuyos salarios eran pagados con dinero de Irán, del tesoro iraní. Según se ha investigado, la suma del dinero que cobraban aquellos consejeros era superior a todo el presupuesto de educación de la época. Es un ejemplo. La acción exterior del régimen ideal para Estados Unidos consistía en una obediencia absoluta y en velar por los intereses de Estados Unidos y del régimen sionista. Pues bien, Dios lo quiso y se produjo la Revolución, porque de lo contrario, si no hubiera tenido lugar, en pocos años se habrían puesto a disposición de ellos todas las llanuras fértiles del país, como la llanura de Qazvín, que se puso a disposición de los sionistas. La llanura de Qazvín se puso a disposición de los sionistas. Eso se hacía en política exterior. Esa era la política exterior.

En política interior. La política interior del régimen [de los Pahlaví] consistía en la supresión absoluta de todo movimiento dentro del país. Una dictadura férrea. Todos los grupos que abanderaban la lucha contra el régimen de entonces, el régimen monárquico, habían quedado aislados por la violencia y la represión ejercidas por el régimen. Entre ellos estaban desde el Frente Nacional —un grupo de corte político, dedicado a la acción política— o el Movimiento por la Libertad, por un lado, hasta los guerrilleros de los Fedayines del Pueblo, que eran comunistas, estaban armados y andaban por los bosques. A todos los habían aplastado. Aparte del movimiento encabezado por el ilustre imam [Jomeiní], movimiento religioso que operó en todo el país desde 1974 o 1975 hasta 1979, hasta el triunfo de la Revolución, no había en el país ninguna organización ni estructura capaz de decir nada ni de protestar. Los habían eliminado a todos. Esa era la política interior del régimen.

En el aspecto económico, la población era en aquel entonces de unos 35 millones de personas y vendían casi seis millones de barriles de petróleo al día. ¡Presten atención a estas cifras! Hoy en día, cuando vendemos un millón y medio de barriles, nuestros gobiernos alardean de ello. Pues en aquella época se vendían, se exportaban ¡cerca de seis millones de barriles de petróleo! El dinero entraba al país e iba al bolsillo de una determinada clase social. La brecha de clase que había en el país era espantosa. El coeficiente de Gini, que conocen bien los economistas y que es un índice que muestra la desigualdad entre clases sociales, era en esa época del cincuenta y uno por cien; una cifra altísima. Tal era la brecha de clases que había entre la gente, con las clases pobres abandonadas. El dinero del país no se gastaba dentro del mismo país, no se gastaba en la gente, no se gastaba en desarrollo, no se gastaba en cosas correctas. El nivel de vida de la gente era bajo. Eso, en cuanto a la economía.

En cuanto a la ciencia y la tecnología, el país era uno de los más atrasados del mundo en esa materia, estaba en uno de los últimos puestos de todos los países, entre los países atrasados. Ese era el estado de nuestra ciencia y nuestra tecnología.

En el ámbito de la cultura, se propagaba la corrupción y la ordinariez. Había un alejamiento creciente [del país] de los valores morales y religiosos y se propagaba la cultura occidental. Se difundía cada vez más en el país la impudicia, más incluso que en los países europeos. La valoración que hacían algunos de sí mismos en nuestra prensa en aquella época era que el estado de las mujeres del país en cuanto a vestimenta, hiyab y recato ¡era hasta peor que en los países europeos! Eso, en cuanto a la situación cultural.

Pues bien, aquello era Irán; aquel, el estado de su política, tanto interior como exterior, con aquella economía, aquella ciencia, aquella cultura… Y aquello era lo que gustaba al presidente de Estados Unidos, que lo elogiaba y lo alababa y enaltecía a Mohammad Reza por haber creado un Irán semejante, que hasta los suyos —los de su entorno— decían que el discurso había sido exagerado, pero en todo caso él hizo aquella hipérbole. A ellos les gustaba eso para Irán, era eso lo que deseaban, e incluso hoy siguen deseando eso para el país. Carter se llevó ese deseo a la tumba, y estos se lo llevarán también.

La segunda lección de lo ocurrido el Diecinueve de Dey: los errores de cálculo del sistema de Estados Unidos. Esas personas a los que fascina el atractivo superficial de ese país, que olvidan la grandeza espiritual de su propia nación y olvidan a Dios mientras los asaltan visiones de los Estados Unidos deberían prestar atención a eso; a los errores de cálculo de Estados Unidos. El 10 de dey de 1356 [31 de diciembre de 1977 d. C.], vino Carter acá, pronunció un discurso, dispensó elogios, dio instrucciones y dijo que esto era una «isla de estabilidad» y cosas por el estilo. Pues el 19 del mes de dey [9 de enero de 1978 d. C.] —es decir, apenas nueve días después— sucedieron los hechos de Qom. Error de cálculo. Esa era su comprensión de la situación, y ese su error de cálculo. Y el pueblo de Qom se alzó, en representación de la nación iraní. El pueblo de Qom salió a la palestra con motivación —una motivación que existía en todo el país, como luego se hizo patente y vieron todos—. Aquel día fueron los qomíes quienes fueron capaces de tomar la iniciativa en ese movimiento y sacarlo a la luz.

La Revolución Islámica surgió del corazón del que era el principal bastión de la Arrogancia y el imperialismo. Ese fue el error de cálculo de Estados Unidos. No pensaron: Wa dannu ánnahum maniátuhum husúnuhum mina-l-Lahi fa-atáhumu-l-Lahu min haizu lam yahtásibu (4). Como el profeta Moisés (P). La acción de Moisés comenzó dentro mismo de la casa de Faraón, del palacio de Faraón, y acabó con la destrucción del palacio de Faraón y de la gente de Faraón.

Este era el Irán del período de los Pahlaví, un sólido bastión de los intereses de Estados Unidos. Fue de las entrañas de aquel bastión que salió y llegó a ebullición la Revolución. Los estadounidenses no lo entendieron; los estadounidenses cayeron en una ilusión; los estadounidenses se durmieron; los estadounidenses se descuidaron. Ese fue el error de cálculo de Estados Unidos. Desde entonces hasta hoy, a lo largo de estas décadas, los estadounidenses han solido caer en el error y se han equivocado a propósito de los asuntos de Irán. A quien me dirijo con estas palabras es ante todo a esas personas que se dejan intimidar por las políticas de Estados Unidos. Que no se dejen intimidar.

En estos cuarenta y tantos años, los estadounidenses se han equivocado con la mayoría de las políticas que han implementado contra la República Islámica. Por ejemplo, con los embargos que han impuesto. ¿Para qué han impuesto embargos? Impusieron embargos para poner de rodillas a la economía iraní, ¿o no? Pues el mayor avance en ciencia y tecnología lo hemos logrado durante el propio embargo. Nuestra mayor influencia regional la hemos alcanzado en este mismo período. Y en este mismo período del embargo hemos visto ante nuestros propios ojos el mayor número de jóvenes dispuestos a trabajar en distintos campos. El cálculo de Estados Unidos resultó ser erróneo. Quisieron paralizar a Irán, pero Irán no quedó paralizado. Sí, claro que el embargo ha causado daños al país. No es que no causara daños, los causó. Dios mediante, el pueblo iraní ajustará un día las cuentas de esos daños.

En resumen, lo que les estoy diciendo sobre la segunda lección de la acción de los qomíes es que aquel muro de hormigón de la Arrogancia occidental se resquebrajó justo por el sitio en el que ellos tenían más esperanzas puestas. ¡En Irán! Aquello hizo verdaderamente temblar el castillo de Occidente. Lo que abrió la primera grieta en aquel muro de hormigón que habían construido con propaganda, con dinero, con sobornos y con crímenes de toda clase —muro que todavía existe y que debe ser derruido— fue la Revolución Islámica. Esa es la segunda lección de los acontecimientos de Qom.

La tercera lección es que, al observar los sucesos de Qom, comprendemos que debemos inmunizarnos e inmunizar nuestro pensamiento y el de la opinión pública frente a la propaganda del enemigo —esa es una de las lecciones del Diecinueve de Dey—, igual que aquel día estaban inmunizadas las mentes de los qomíes. ¿Cómo es eso? Se publicó un artículo en el que lanzaban acusaciones contra el imam [Jomeiní], calumniándolo. Pero ¿con qué objetivo, si ellos lo contralaban todo? Miles de partidarios del imam estaban siendo torturados, en las cárceles, desterrados. ¿Para qué publicar entonces un artículo? Pues porque habían comprendido una verdad que sigue siendo tal cual hasta hoy. Habían entendido que no es posible imponerse a un pueblo por medios «duros», físicos, sino que hacen falta medios «blandos». ¿En qué consisten estos? Difusión, persuasión, esclarecimiento. A eso se debe que un servidor insista tanto en el esclarecimiento. Lo que ellos querían era enfriar el ardor de la gente por el imam. Había aquí miles de partidarios del imam en prisión, desterrados, sometidos a coacciones, golpes y de todo, pero no bastaba con eso. Tenían que hacer algo para hacer desaparecer aquella Dulfaqar (5) que enardecía los corazones desde la tumba del Príncipe de los Creyentes y generaba aquel inmenso movimiento —es decir, la lengua y la palabra de nuestro ilustre imam—. Eran muy estrictos, pero con que llegara un solo mensaje o un comunicado del imam se llenaban de esperanza los corazones alicaídos, desaparecía el cansancio en las personas agotadas y el campo de la acción se reanimaba. El alzamiento de los qomíes frustró aquel plan.

Si ustedes los qomíes no hubieran actuado aquel 19 de dey, habrían continuado aquellos artículos, aquellos insultos; primero, de la misma forma, y luego de formas más complejas. Habrían pasado de atacar al gran imam a atacar al clero; del clero, al principio mismo de la religión, y ​​así sucesivamente. Los qomíes detuvieron esa dinámica, no dejaron que eso sucediera. Hoy es igual.

Y hoy los estadounidenses han comprendido muy bien que no se pueden hacer las cosas con métodos duros. ¡Vean a cuánta gente han matado en Gaza! Llegaron allá tanques, llegó la artillería, llegaron las bombas, llegaron las ametralladoras y llegaron los microdrones y causaron el martirio de algunos, pero no consiguieron acabar con el movimiento. En Líbano, causaron el martirio de alguien de la talla de Seyed Hasan Nasralá y eliminaron a muchas personas —son eso las acciones de tipo duro—, pero no pudieron acabar con Hezbolá, ni pueden ni podrán hacerlo. De ahí que tengan que operar con métodos blandos; que tengan que hacer propaganda. Para mí y para ustedes, pueblo de Irán, este es hoy un indicador importante. Esos métodos blandos consisten en mentir, en difundir mentiras, en crear distancia entre la realidad y lo que piensa o imagina la opinión pública. Usted se está fortaleciendo y ellos propagan que se está debilitando. Ellos mismos se están debilitando, pero difunden que se están fortaleciendo. Usted deja de ser vulnerable a las amenazas, y ellos dicen que acabarán con usted mediante amenazas. Eso es la propaganda, y algunos se ven influenciados por ella.

La tarea fundamental, la enjundiosa tarea de nuestros organismos de difusión, de nuestros organismos culturales, de nuestra propaganda, de nuestro Ministerio de Orientación, de nuestra radiotelevisión IRIB, de quienes operan en nuestro espacio virtual consiste en rasgar el velo de la ilusión de poder del enemigo, despedazar ese velo y no dejar que la propaganda del enemigo influya en la opinión pública. Eso es lo que hicieron los qomíes aquel día. Ese día, arrancaron ese instrumento de manos del enemigo y lo hicieron pedazos, consiguiendo así que no pudiera ya en absoluto continuar con aquello. Esa es la tercera lección.

Bien, sobre este tema del aprovechamiento de las lecciones del Diecinueve de Dey, me gustaría señalar otra cosa que viene a continuación de esa, y es que la esencia de la Arrogancia no ha cambiado. No vaya nadie a imaginarse que el Estados Unidos de hoy es distinto al de entonces o que es distinto el régimen sionista de hoy al de esa época. No, son los mismos. Han cambiado los métodos, han cambiado los instrumentos. En aquel entonces operaban con artículos; hoy, sus medios e instrumentos son mil veces más vastos, diversos y efectivos. Y nosotros debemos estar mil veces más alerta que entonces. Debemos prestar atención, tener cuidado. Debemos generar seguridad, inmunizarnos, no creer lo que dice el enemigo. Esa es la clave: no creernos lo que dice el enemigo. Si en la propaganda de los enemigos ven algo que sienten que es para influir en ustedes, rechácenlo. Sepan que están mintiendo. Sepan que están mintiendo. Si ven signos de engaño en un mensaje, descártenlo de inmediato. Llega el Nouruz y el presidente de Estados Unidos ¡lo felicita al pueblo de Irán! ¿Es sincera esa felicitación? Pues ¡claro que se trata de un embeleco y de una gran mentira! Esa gente está dispuesta a acabar con millones de iraníes. Observen ustedes en Gaza, como por un lado dan dinero y armas al enemigo, y por el otro dicen a veces: «No, bueno, estaría bien que no se hagan esas cosas». No hay que creer las palabras del enemigo. Y esto es lo que teníamos que decir sobre las lecciones del Diecinueve de Dey.

Quisiera compartir con ustedes dos o tres consideraciones más. La primera, queridos hermanos y queridas hermanas, es que miren ustedes. Irán, su país, constituye una cumbre estratégica del mundo, tanto en términos de recursos naturales, como de recursos humanos y de posición geográfica, geopolítica. Es un país rico en esos aspectos, y esto es cosa de Dios. Su gente, sus recursos humanos, están por encima de la media mundial. Sus recursos naturales superan la media mundial. Su ubicación geográfica es más sensible que la de muchos otros países. Desde el punto de vista geopolítico, igual; está en el centro del mundo islámico. Es el corazón del mundo del Islam. Pues bien, este país, esta grandiosa reserva estratégica, esta fuente de riqueza que es el Irán de ustedes, desde la década de 1940 —es decir, hace unos ochenta años— estuvo durante decenios en las garras de Estados Unidos, perteneció a Estados Unidos, estuvo en manos de Estados Unidos. Llegó la revolución de ustedes y la arrancó de las manos de Estados Unidos, y para Estados Unidos esa frustración es inolvidable.

Algunos dicen: «Ustedes, que con Estados Unidos no están dispuestos ni a negociar ni a establecer relaciones, ¿por qué mantienen entonces relaciones con países europeos? Al fin y al cabo, esos son también como Estados Unidos, ¿cuál es la diferencia? Igual que esos tienen embajada, ¡que la tengan ellos también!». No, son distintos. La diferencia es que Estados Unidos aquí había tomado posesión, y se les arrancó de las manos. Su odio al país y a la Revolución es recalcitrante, no lo dejarán de lado con facilidad. Eso es distinto de tal o cual país europeo. Ciertamente, ese país europeo tampoco es amigo querido del pueblo de Irán. Eso, nosotros lo sabemos, somos conscientes, ¡pero son cosas muy distintas! Con la Revolución Islámica, Estados Unidos perdió una riqueza formidable, posibilidades políticas y económicas inmensas, y luego, en estos cuarenta y tantos años, ¡cuantísimo dinero han gastado para lograr sacar de nuevo a Irán de las garras de la Revolución Islámica y ponerlo de nuevo en sus manos! ¡Y no han podido! Su odio a la República Islámica es diferente del odio de tal o cual país. Es muy diferente. Esa es la razón de que distingamos entre Estados Unidos y los demás países occidentales. Estados Unidos fracasó en Irán y trata de compensar ese fracaso, por lo que actúa con hostilidad de toda manera que pueda. Esa es la primera consideración.

Una de las cosas que reclama la Arrogancia de manera general —incluido, a la cabeza de la Arrogancia, el gobierno de Estados Unidos— a los gobernantes de todos los países, incluidos los responsables de la República Islámica, es que, cuando piensan sobre los diversos asuntos del país, al hacer proyectos y planes, se fijen también en los intereses estadounidenses y tengan en consideración a Estados Unidos. Eso es lo que piden. Eso lo dan a entender por diversas vías —claro, nosotros no tenemos relación directa— a nuestros responsables. En todos estos años, hemos visto muchos ejemplos de ello; que vengan y hagan de intermediarios en tal asunto, en tal cuestión económica o cultural, en tal asunto de política exterior: «Ustedes, que quieren hacer tal cosa, introduzcan cambios y actúen de manera que Estados Unidos obtenga también una ganancia». Esa es una de las cosas que reclama Estados Unidos.

Déjenme decirles que eso constituye una amenaza para la democracia. Si los responsables de nuestro país, del período que sea, prestan oídos a esa expectativa improcedente de los estadounidenses, habrán puesto en peligro la democracia y el carácter republicano del país. ¿Por qué? Porque la gente nos ha votado y nos ha situado en el cargo para que trabajemos por sus intereses, no para que tengamos en cuenta los intereses de Estados Unidos.

Las personas encargadas de la toma de decisiones en materia de cultura, de economía, sobre la inflación, la producción, la divisa, la cultura, el hiyab, etc., deben prestar atención a no atenerse a los deseos ni las posiciones de Estados Unidos, como tampoco a las posiciones de los sionistas. Aténganse a los intereses del país, de la República Islámica. Afortunadamente, las francas y valerosas posiciones de nuestro honorable presidente respecto del régimen sionista han llenado de júbilo los corazones de la gente. La gente se alegró. [El presidente Pezeshkián] ha sido franco y rotundo en su tajante postura, tanto sobre el régimen sionista como sobre las acciones de Estados Unidos y su apoyo [al régimen sionista]. Eso está muy bien. Debe estar alerta. Los responsables del país deben estar alerta a ese respecto y no sucumbir a las demandas de personas que son enemigas acérrimas de la nación iraní y de la República Islámica, y que quieren y desean la ruina de Irán.

La siguiente cuestión es la de la esperanza. Esperanza. Deberíamos tener esperanza en la guía divina, en la ayuda divina, en la fuerza que Dios ha dado a las naciones. Eso es justo lo contrario de lo que quiere hacer el enemigo, que es despojar de esperanzas los corazones de nuestros jóvenes, desalentarlos. Uno de los primeros y más importantes objetivos de todos aquellos que gozan de audiencia a través de los medios de difusión, que pueden hablar, que pueden expresarse con elocuencia, habría de ser reavivar la esperanza en los corazones y no pronunciar palabras desesperanzadoras. Esto es algo que tenía muy presente el gran imam [Jomeiní]. Sometamos a consideración lo ocurrido en aquel mismo 9 de enero. Lo que ocurrió el 9 de enero fue que el pueblo de Qom se sublevó y la sublevación de Qom fue aplastada. Hirieron a la gente, causaron martirios, tiñeron las calles de sangre. Eso fue el 9 de enero [19 de dey de 1356 H. s.]. El 22 de enero —unos doce días después—, llegó de Nayaf el mensaje del gran imam. En él figura esta expresión del imam que he anotado: «Al pueblo de Irán, con esa conciencia, con esa vigilancia y esa fortaleza de ánimo y valentía, yo le anuncio la buena nueva de la victoria» (6). En las calles de Qom, la gente había sido aplastada. ¿Quién podía pensar en la victoria? Pues con todo, va el imam y dice: «Os anuncio la buena nueva de la victoria». El imam les da la buena nueva de que, con esa acción suya, habían puesto Irán patas arriba, habían cambiado la política mundial. Eso fue la promesa de victoria del imam.

¿Quién hubiera creído entonces que aquel movimiento llevaría a un punto en que se instaurase en esta región una gran potencia rompedora como la República Islámica, capaz de crear disrupciones y obstáculos ante todos los nefastos objetivos de Occidente, de impedir muchas agresiones, de frustrar muchas políticas? ¿Quién lo hubiera creído? ¿Quién hubiera creído que llegaría un día en que se prendiera fuego a la bandera de Estados Unidos en países occidentales, incluso en la misma Washington? ¿Quién se lo imaginaba? Pues fue en aquel entonces cuando el imam dijo «yo os anuncio la buena nueva de la victoria». Lo que esto significa es que jamás deberíamos dejar que se apague el faro de la esperanza.

Incluso hoy, en el aspecto económico —con los problemas económicos que al fin y al cabo tenemos—, aquellos que saben, que están informados, que poseen la competencia, ven un horizonte esperanzador. Por ejemplo, cuando en nuestras directrices se dice que aspiramos a un crecimiento del ocho por ciento de la economía del país, algunos dicen cosas que implican que eso no es posible. En la exposición económica a la que asistió el presidente, quienes se dedican al sector económico dijeron y demostraron —y el presidente repitió sus palabras— que el crecimiento del ocho por ciento podemos conseguirlo, y sin necesidad del extranjero. Por tanto, debemos mantener la esperanza en todos los campos. Ahora bien, la esperanza sin esfuerzo carece de sentido. Tengamos esperanza y esforcémonos. Tengamos esperanza y actuemos conforme a lo que se requiere para progresar. Tengamos esperanza y sepamos qué queremos, qué buscamos y cómo debemos actuar para lograrlo. Eso es lo que significa la esperanza.

Lo último que me gustaría decir es que los diversos acontecimientos —ya sean los acontecimientos nuestros o los de la región, como lo que sucede en Siria— no deben hacer que la cuestión palestina decaiga en la memoria. El germen principal de la Resistencia es la resistencia frente a los maléficos actos del régimen sionista. Es eso la Resistencia. La Resistencia está viva y debe seguir estándolo y fortalecerse día tras día, y nosotros apoyamos a la Resistencia; a la Resistencia de Gaza, a la Resistencia de Cisjordania, a la Resistencia del Líbano, a la Resistencia de Yemen. Dondequiera que se alcen frente a los maléficos actos del régimen sionista y resistan, nosotros los apoyamos.

Y con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Toda alabanza sea para Dios, Señor de los Mundos, y las bendiciones y la paz para nuestro maestro Abulqásim al-Mustafa Muhammad, así como para su familia excelsa, purísima y selecta, en especial para el Imam de la Época.

(2) Las manifestaciones del Diecinueve de Dey de Qom, señaladas en el calendario oficial de la República Islámica de Irán como Levantamiento Sangriento del Pueblo de Qom, incluyen varios días de manifestaciones de protesta por la publicación en el diario Ettelaat del artículo «Irán y el colonialismo rojo y negro», en el que agentes del régimen de los Pahlaví insultaban al imam Jomeiní (Dios lo tenga en Su misericordia). El punto álgido de las protestas fue el día 19 de dey de 1356 H.s. (9 de enero de 1978). Muchos consideran aquellas manifestaciones el punto de arranque de las protestas que en febrero de 1979 culminaron en el derrocamiento del régimen de los Pahlaví y el final de la monarquía en Irán.

(3) Viaje de Jimmy Carter a Irán, el 10 de dey de 1356 H. s. (31 de diciembre de 1977 d. J. C.).

(4) «Y ellos pensaban que sus fortalezas los protegerían de Dios. Pero Dios vino a ellos por donde menos lo esperaban» (Sagrado Corán, 59:2).

(5) Nombre de la espada del imam Alí (la paz sea con él).

(6) “Mensaje a la nación iraní con ocasión del alzamiento del 19 de dey del pueblo de Qom, y buena nueva de la victoria” (22/01/1978), Sahife-ye emam, vol. 3, pág. 316.