EN EL PRIMER DÍA DEL BENDITO MES DEL RAMADÁN DE 1446 (1)

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salam ala sayyídina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayibini-l-atharini-l-muntayabín sáyyama Baqíati-l-Lah fi-l-arazeyn (2).

Doy gracias a Dios Altísimo por la celebración, nuevamente, de esta reunión y por el encuentro y escucha gratos y hermosos que supone para un humilde servidor. Igualmente, alabo a Dios Altísimo y Le doy gracias por el constante aumento del número de quienes leen el Corán. Hoy nos han alegrado la vista y el oído. Hemos disfrutado de verdad con las recitaciones que se han hecho. De diferentes ciudades, con distintas edades y distintos estilos. Todas ellas, propiamente coránicas; todos, propiamente recitadores. Me ha alegrado mucho ver al señor Rohanineyad (3). Después de cuarenta y tantos años, hemos vuelto a oírlo. Tenía una voz extraordinaria en aquel entonces, en su juventud, a la edad en que era discípulo del señor Mojtarí (4) —Dios tenga en Su misericordia al señor Mojtarí—, con aquella voz que tenía. Gracias a Dios. Felicito la llegada del bendito mes del Ramadán, que verdaderamente es, para los fieles y para quienes saben apreciarlo, una gran fiesta. Pido a Dios Altísimo que haga de este mes del Ramadán una verdadera fiesta para todo el pueblo de Irán y para todos ustedes.

Lo que a un servidor le parece importante es que, con la fuente inagotable del Corán, podamos saciar la sed de la sociedad — nuestra propia sociedad, en primera instancia—. Eso es lo que necesitamos, y es una necesidad acuciante. Hay ciertas imperfecciones que son subsanables con el Corán tanto en nuestra vida individual, en nuestra vida personal, en nuestra moral, en nuestro modo de actuar o en nuestro comportamiento como en nuestra vida colectiva, una parte de la cual atañe a las relaciones internas de la sociedad —nuestras relaciones entre unos y otros, nuestra colaboración, nuestras interacciones, nuestros afectos mutuos— y otra al encuentro con el exterior de la sociedad. Esos son nuestros problemas. En todo ello —tanto en las cuestiones personales como en las sociales internas a la sociedad y en las sociales relacionadas con el exterior de la sociedad, en todas ellas—, padecemos ciertas taras subsanables a través del Corán. En este terreno, el Corán puede guiarnos y llevarnos de la mano.

Ahora, en lo que concierne a la relación con el exterior de la sociedad, el pueblo de Irán se ve hoy frente a un vasto frente de poderosos descreídos o hipócritas. Es así. Con los pueblos no tenemos ningún problema. Los pueblos son hermanos o, incluso si son extraños, no quieren nada unos de otros. Los que sí quieren cosas de los países y los pueblos son los poderosos. Nosotros estamos hoy entre esos países que se ven frente a un vasto frente de esos poderosos. ¿Cómo actuar frente a ellos? El Corán contiene el modo de actuar con ellos: ¿Cuándo hablar con ellos? ¿Cuándo prestarse a cooperar? ¿Cuándo callarles la boca? ¿Cuándo sacar la espada? Todo esto está especificado en el Corán.  

En lo que respecta a las cuestiones sociales internas a la sociedad —cuestiones de relaciones—, pues bien, ya saben ustedes que, conforme a la perspectiva del Islam, en la constitución de la sociedad islámica, tras la unicidad divina, las enseñanzas y el vínculo con Dios, la cuestión más importante es la de la justicia —la justicia social—. Después de la unicidad de Dios, los profetas no exhortaron a nada tanto como a la justicia. En ese terreno de la justicia social, nosotros tenemos ciertos problemas, y la solución está en el Corán. En nuestro propio terreno personal, de nuestras circunstancias personales propias, nos vemos aquejados por enfermedades morales y espirituales. Y no solo nosotros: toda la humanidad padece hoy esas enfermedades espirituales y morales. Padece envidia, padece avaricia, padece desconfianza, padece pereza, padece veleidad, padece egoísmo, padece preferencia de su interés propio por encima del colectivo. Esas cosas están ahí, y están también entre nosotros. Y somos una sociedad islámica. En algunos aspectos hemos progresado, pero al mismo tiempo padecemos esas enfermedades también. Pues el remedio está en el Corán. La recitación del Corán, si se hace correctamente —y ahora hablaré de ello brevemente—, si se recita y se escucha, esas enfermedades se subsanarán.

Además de decirnos cuál es el remedio… fíjense ustedes bien, el Corán nos dice el remedio, nos muestra el camino y además nos motiva. Esto es importante. Hay muchos que conocen el camino, pero carecen de motivación, y sus sistemas de pensamiento y morales no son capaces de generar motivación en ellos. El Corán genera motivación. Si se recita bien el Corán y nosotros lo escuchamos bien y prestamos bien atención, se logran grandes resultados y se sanan esas enfermedades. El propio Corán lo recuerda: Huwa-l-ladi bá’aza fi-l-ummiyina rasulan mínhum yatlu aláyihim ayátihi (5). Recitación: «Para que les recite las aleyas». ¿Y cuál es el resultado de esa recitación? Wa yuzakkíhim. Cuando recita esas aleyas, eso lleva a una purificación, tazkiya. ¿Y qué quiere decir tazkiya? Sanación del espíritu y del corazón. Eso es lo que significa tazkiya: que el corazón de la persona, su espíritu, su alma sanan de esas enfermedades de las cuales he señalado algunas. Eso es tazkiya. El Corán hace eso. La recitación del Corán purifica. Wa yu’al·limúhumu-l-kitab. «Les enseña la Escritura». ¿Y qué es la Escritura? La Escritura es la forma de la vida individual y social; eso que, en el vocabulario coránico y religioso, Dios Altísimo llama Haq. Quien dice la Escritura dice la forma general de la vida individual y social. La forma de la vida social e individual es un conjunto de cosas que están contenidas en la Escritura, que las explica; que es su expresión última. Wa yu’al·limúhumu-l-kitaba wa-l-hikma. ¿Qué es la hikma? El conocimiento; conocimiento de las verdades del universo. Que el ser humano conozca las verdades del universo. La recitación del Corán nos las enseña.

Yatlu aláyhim. El Profeta recita el Corán a la gente para que se lleven a cabo estas cosas: purificación, enseñanza de la Escritura y enseñanza de la hikma. ¿Y cuál es la labor de ustedes? Ustedes los recitadores hacen lo mismo que el Profeta. Ustedes recitan también. La labor de recitación es una labor de profetas. Tal es la importancia de la recitación del Corán: que sean ustedes capaces de hacer, de las ideas coránicas, las premisas del pensamiento del común de la gente. En el Corán hay miles de epígrafes y rótulos importantes. Piensen, por ejemplo, en li-yaquma-n-nasu bi-l-qist (6), en judi-l-afwa (7) o údkuru-l-Laha dikran kaziran (8). Todas esas cosas constituyen rótulos y epígrafes enteros. Uno de los deberes y funciones de la recitación de ustedes —si se realiza bien— es transformar esos conceptos en premisas intelectuales de la sociedad; que se asiente en la sociedad que hay que establecer la justicia; que hay que recordar a Dios: Údkuru-l-Laha dikran kaziran. Que entre hermanos hay que ser indulgente: Judi-l-afwa. Hay que fa-l-yuqátil fi sabili-l-Lah (9)… y demás ideas que hay en el Corán. No exagero: en el Corán hay miles de epígrafes, temas y rótulos que pueden transformarse en el saber y pensamiento del común de la gente, del público en general. ¿Y qué es lo que consigue eso? La buena recitación. [Con ella] aumenta la cultura coránica de la gente, y esta piensa en la manera que manda el Corán.

Por lo general, los seres humanos actuamos y avanzamos de la misma manera en que pensamos. Tal es por tanto la importancia de la recitación del Corán, de la lectura del Corán, de esta labor que ustedes realizan; tal es el milagro que opera, tal es la grandeza de la obra que lleva a cabo. Ahora bien, en el respeto de las normas de la recitación. Esa es la condición. Es eso lo que hace difícil su tarea. Tienen que respetar las reglas de la recitación.

La primera regla es que, cuando ustedes recitan el Corán —ya lo hagan para sí mismos en casa o en público, aquí o donde sea—, sean conscientes de que están en presencia de Dios, de que nos están ustedes recitando Su palabra. Mantengan presente que están ustedes, en presencia de Dios, transmitiéndonos lo dicho por Él, Su palabra. Eso les da a ustedes un cierto sentimiento. Esto es muy importante. Esto es lo primero.

Reciten ustedes el Corán prestando atención al significado. Hoy he visto que algunos de los hermanos observaban esto bien y que las recitaciones se hacían atendiendo al significado. A veces no hay esa atención y la recitación no deja huella. Presten atención al significado, sean conscientes de qué verdad es la que está saliendo de su garganta —eso quiere decir atención al significado—, y dejará huella. Alguien puede ser arabohablante, que el árabe sea su idioma materno, y sin embargo no darse cuenta de lo que está diciendo. Es importante que seamos conscientes de qué estamos diciendo. La atención al significado es eso.

Y reciten el Corán con tartil. Ahora, en la terminología usual entre nosotros, el tartil son esas recitaciones que se hacen en las reuniones coránicas, en que varias personas se sientan a recitar y dicen que han recitado «con tartil». Pero el tartil no es eso: Wa ráttili-l-Qur’ana tartilan (10). Lo que significa tartil es que se recite el Corán entendiéndolo, meditándolo, de manera pausada. Wa Qur’anan faraqnahu li-taqrá’ahu ala-n-nasi ala makzin (11). Eso es el tartil. El tartil es algo del orden de lo espiritual. Sean conscientes de lo que están haciendo, de lo que están recitando, de qué es lo que están transmitiendo a quien tienen en frente y cuál es el formato en que lo transmiten. También esto es importante y quizá ahora haga una alusión. El tartil es eso.

Pues bien, en los modos habituales entre los recitadores célebres y entre quienes han escrito libros sobre la recitación, la recitación del Corán es, o bien en forma de tahqiq, o bien de tadvir, o bien de hadr o tahdir. El tadvir es el punto intermedio, lo que hoy llamamos tartil —el término culto y técnico es tadvir—. Por encima está el tahqiq, que son estas recitaciones que hacen ustedes. Y por debajo, el hadr o tahdir, que es la recitación coránica rápida y presurosa. Si se recita el Corán con tartil —en el sentido que hemos señalado, no en el corriente—, dejará esa huella. Entre paréntesis, déjenme decirles que recitar el Corán en modo tadvir —lo que llamamos tartil— es una labor muy importante, es muy interesante. Que se haya vuelto común recitar el Corán en todo el país —en Mashad, en Qom, en Yamkarán, en Juzestán, en Ahvaz, en Tabás, en todas partes— y que lo transmitan por televisión es algo muy valioso, muy positivo. Quizá no sea capaz yo de describirles la alegría, la satisfacción extraordinaria que siento al ver a recitadores distintos y diversos venir y sentarse a recitar el Corán, tanto de manera canónica o tachvidí como con pausas, con los comienzos correctos y las salidas de las letras, bellas y correctas. Esto es extraordinario, es excelente. Cuanto más se difunda, mejor. En todo caso, el tartil en el sentido que hemos dicho es la condición de efectividad de nuestra recitación.

Una tercera consideración es que el objetivo del recitador al recitar ha de ser, en primer lugar, su propio aprovechamiento. Al recitar el Corán, piensen en primer lugar en aprovecharse ustedes mismos; a continuación, hagan que se beneficie su audiencia y, en tercer lugar, usen las necesarias figuras estilísticas de forma y verbales en consonancia con el Corán. Respecto de esas figuras, de cómo recitan, con esas buenas voces y los timbres melodiosos y buenos estilos en que recitan, no hay nada que objetar. Y bueno, afortunadamente, yo veo que, entre nuestros recitadores, entre aquellos que son retransmitidos por televisión u otros medios y a los que a veces, la recitación y las entonaciones de muchos de ellos no son imitativas. Son entonaciones creadas por ellos por primera vez. Antiguamente, antes de la Revolución, nuestros recitadores tenían que imitar a alguno de los recitadores egipcios célebres; a Abdul Basit, a Mustafa Ismail, a Al-Minshawi o a alguno de esos. Hoy vemos que no, [que no es así]. Por supuesto, no hay nada malo en imitar. No hay nada que objetar a aquellos que imitan una voz, que repiten las inflexiones de un buen recitador, las aprenden e imitan. Nada de malo en absoluto. Pero hoy, gracias a Dios, en nuestro país nuestros recitadores crean sus propias entonaciones. Eso lo ve uno en algunos recitadores.

Por tanto, si su objetivo son en primera instancia ustedes mismos, provocar un efecto sobre sí mismos, en segundo lugar ha de ser provocar un efecto sobre la audiencia, de ser posible. Si eso sucede, ese oyente alcanzará el estado de mansedumbre. La mansedumbre del oyente ante el Corán es fruto del tipo de recitación que hagan ustedes. Cuando ustedes recitan bien —bien, en el sentido que he señalado—, amansan el corazón de los oyentes. Esa mansedumbre es algo muy valioso e importante. Se llega al estado del recuerdo de Dios: Údkuru-l-Laha dikran kaziran / wa sabbihuhu búkratan wa asilan (12). Esa glorificación, ese recuerdo y esa mansedumbre que se crean en su corazón por efecto de la recitación es algo muy valioso de lo que tenemos necesidad.

Por otra parte, una cuestión que se da en nuestro país y en los países no occidentales es la cuestión de la comprensión de los significados, y ese problema debemos resolverlo de alguna manera. Es uno de los males que nos aquejan. Ahora bien, hoy es ya muy distinto. Cuando nuestros recitadores declaman, uno advierte que tienen los significados presentes, que los entienden y que están hablando con uno. A principios de la Revolución, no era así. Recitaban sin entender el significado. El resultado era que había muchos defectos en la calidad de las recitaciones, en su forma, en las paradas, los inicios, etc. Hoy, gracias a Dios, están bien, pero eso debe generalizarse. Cuando sus oyentes oyen el Corán, deben entender también lo que están ustedes diciendo. Han de darse cuenta de lo que dicen, aunque sea a grandes rasgos. Eso requiere trabajo, y ese trabajo es responsabilidad del Ministerio de Educación, de la Organización de Difusión Islámica y de los organismos coránicos dedicados a la labor coránica. Que se sienten a pensar y encuentren de verdad algún método. Por supuesto, una de las maneras es realizar traducciones, que ya se hacen y están bien. Existen también otras maneras, que deben buscarse y descubrirse. Esto, en cuanto al modo de ser y actuar del recitador, al corazón del recitador. Hemos dicho que el recitador debe declamar el Corán de modo acorde a las circunstancias.

Es también importante la apariencia del recitador. En primer lugar, ha de poseer las formas de la gente devota. A comienzos de la Revolución, para cualquier recitador que quería venir aquí de tal o cual país, una de las condiciones que nosotros habíamos puesto era que debía dejarse barba, porque ellos no consideran haram afeitarse la barba; van afeitados. Son ulemas, pero se afeitan. Poníamos la condición de que, cuando vinieran a Teherán, estaba prohibido. Todos aceptaron. No recuerdo ningún caso en que no. Vinieron muchos recitadores. Los recitadores conocidos, los recitadores hoy afamados, que en su mayoría han fallecido, se dejaron todos barba. Ninguno de ellos llevaba barba allá donde realizaban su labor ni en otros lugares y países. Aquí se la dejaron. Ser gente devota es muy importante. Nuestros buenos recitadores deben observar esto. El vello facial es la forma de la gente de bien, la forma de los devotos. Esto, los recitadores lo tienen que acatar. Especialmente, el recitador que quiera recitar en televisión, en reuniones públicas, en la mezquita o demás lugares.

Lo mismo sucede con la indumentaria. Se lo [decía] yo a uno de los amigos que iba de viaje. Al fin y al cabo, nuestros recitadores son muy bienvenidos en los distintos países; los alaban mucho y los reciben bien. Pues algunos de nuestros recitadores se ponen la ropa de ellos. Le dije: «¿Por qué? ¿Por qué se ponen la ropa de ellos? Ustedes son iraníes, vistan su propio traje, con chaqueta y pantalón. Como mucho, échense un manto [abá] sobre los hombros. Se ponen los gorros de otros, se ponen la ropa de otros. O se visten, por ejemplo, como tal recitador egipcio, ¡del que además habría qué decir! ¿Qué necesidad hay? Mantengan ustedes las apariencias; la distinción de ser iraníes.

Otra cuestión, en las formas de la recitación, es no practicar entonaciones que sean haram. Presten atención. En esa reunión anterior, creo que fue el año pasado (13), mencioné el nombre de algún recitador. Me dijeron que la persona a la que había nombrado tenía muchos partidarios. Y sí, claro, ya sabemos que tiene muchos partidarios. A mí mismo me agrada cómo recita, pero, en algunas ocasiones, lo hace de tal manera que uno ve, digamos, que no se diferencia en nada de las canciones de algún vocalista egipcio. Es igual, ¡canta lo mismo! Claro, eso no son entonaciones coránicas. La entonación coránica es otra cosa y no está en contradicción con entonar bien. Los mismos de ustedes que han recitado ahora, nuestros buenos recitadores —y aquellos que recitan todavía mejor— usan entonaciones muy buenas, entonan bien, [lo que hacen] resulta bello y agradable, a uno le apetece escuchar y no es haram. Por tanto, es posible evitar las entonaciones haram.

Como hemos dicho, no hay nada malo en imitar un estilo de recitación, pero que nos esforcemos y organicemos festivales para formar imitadores, yo verdaderamente no lo entiendo. No sé qué aporta de nuevo, por ejemplo, que nos pongamos a enseñar que, si se quiere recitar como el sheij Mustafa Ismail, hay que recitar así y así. No entiendo qué necesidad hay de enseñar eso. Si la persona lo aprende por sí misma, pues muy bien, no tiene nada de malo. Por cierto, un servidor fue el primero que llevó las cintas de Mustafa Ismail a Mashad. Encargué que las trajeran de los países árabes y las difundimos. En Mashad, a Mustafa Ismail no lo conocían. En otras palabras, a mí me gusta su manera de recitar, pero que vayamos y les enseñemos a nuestros niños que lo imiten a él o a Al-Minshawi, a Ahmad Shabib o a otro, a mí me parece que es algo que no tiene mucha lógica.

Otro punto a considerar es que de las cuestiones del Corán están encargados y se encargan distintos organismos. Se ocupa del Corán el Ministerio de Guía Islámica, se ocupa la Organización de Difusión Islámica, se ocupa la Organización de los Waqf, se ocupa la radiotelevisión IRIB, están también otros organismos diversos y se ocupa también el común de la gente, grupos populares. Pues bien, que establezcan sinergias. Y la manera de hacerlo es que el Consejo Superior del Corán que se ha creado elabore directrices y que se preste atención a esas directrices. Esto es importante y es útil. En otras palabras, tiene que hacerse de tal manera que, en todo el país, cuando se realiza labor coránica, se haga atendiendo a los distintos aspectos y las distintas cuestiones. Yo he visto cómo algunos maestros de Corán mantuvieron conversaciones —de las que algunas se pusieron a mi disposición— en las que abordaban y prestaban atención asuntos importantes, asuntos dignos de consideración respecto de las cuestiones del Corán, las cuestiones de la recitación, incidiendo en ellas, haciendo un esfuerzo. Pues bien, eso tiene que aprovecharse. En especial, a las producciones coránicas de calidad debe darles acogida la radiotelevisión. Debería apoyarlas de verdad. En el terreno de la recitación coránica, tenemos ahora producciones verdaderamente muy muy buenas, producciones sobresalientes. Han de aprovecharse y que la gente se beneficie de ellas.

Afortunadamente, el progreso de nuestro país en materia coránica ha sido rápido y, en comparación con otros países que vemos, muchísimo más rápido. En un país en que el Corán estaba abandonado, donde la recitación del Corán era algo limitado y en las grandes ciudades había dos, tres, cinco círculos coránicos y, como mucho, había seis o siete recitadores del Corán que lo recitaran bien, que lo recitaran conforme a las reglas canónicas, hoy por hoy, afortunadamente, en todo el país, incluso en las ciudades pequeñas y quizá en algunos pueblos hay buenos recitadores, hay practicando la recitación intérpretes sobresalientes. Bien, este es uno de nuestros puntos fuertes, y no pueden pretender que la República Islámica no ha sido capaz de trabajar en materia coránica. No, gracias a Dios, se ha trabajado muy bien y hay que trabajar aún más. Ahora bien, los puntos que he señalado deben tenerse en cuenta. Lo fundamental es que la fuente espiritual que es el Corán mane sobre el pensamiento de la gente, sobre los corazones de la gente y, en consecuencia, sobre nuestros actos, los actos de la gente. Lo principal es eso. Quiera Dios concedernos esa suerte a ustedes y a todos nosotros.

Nuevamente, les doy las gracias a todos ustedes. Doy las gracias a los organizadores de esta reunión. Doy las gracias al estimado presentador (14), que ha dirigido muy bien la reunión. Doy las gracias a cada una de las personas que han recitado o han realizado una interpretación. Quiera Dios darles éxitos a todos.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Al inicio del encuentro, varios recitadores y grupos coránicos recitaron el Corán y realizaron sus interpretaciones.

(2) Toda alabanza sea para Dios, Señor de los Mundos, y las bendiciones y la paz para nuestro maestro Abulqásim al-Mustafa Muhammad, así como para su familia excelsa, purísima y selecta, en especial para el Imam de la Época.

(3) Yavad Rohanineyad.

(4) Alí Mojtarí Amirabadí.

(5) «Él es Quien designó entre los iletrados a un Mensajero de entre ellos para que les recite Sus versículos…» (Sagrado Corán, 62:2). En el resto del párrafo se expone progresivamente el resto de la aleya, que reza: «Los purifique y les enseñe la Escritura y la sabiduría, pues, antes de ello, estaban en un extravío evidente».

(6) «Para que los humanos establezcan la justicia» (Sagrado Corán, 57:25).

(7) «¡Sé indulgente!» (Sagrado Corán, 7:199).

(8) «¡Recordad mucho a Dios!» (Sagrado Corán, 33:41).

(9) «Y, a quien combate por la causa de Dios» (Sagrado Corán, 4:74).

(10) «Y recita el Corán de manera fluida y clara» (Sagrado Corán, 73:4).

(11) «Es un Corán que hemos dividido en pequeñas partes para que lo recites a la gente poco a poco y que hicimos descender gradualmente» (Sagrado Corán, 17:106).

(12) «¡Oh, creyentes! ¡Recordad mucho a Dios / y glorificadlo mañana y tarde!» (Sagrado Corán, 33:41-42).

(13) Discurso del 12 de marzo de 2024 ante un grupo de recitadores del Noble Corán, en el primer día del bendito mes del Ramadán.

(14) Mayid Yaraqbafán.