Considero necesario evocar en estos días, con motivo del aniversario de su martirio, la memoria del gran muyahid mártir Seyed Hasán Nasralá. Seyed Hasán Nasralá fue un invaluable tesoro para el mundo islámico; no solo para el chiismo o para el Líbano, sino que fue un tesoro para el mundo del Islam. Y por otra parte, ese tesoro no se ha perdido; esa riqueza sigue ahí. Él ya no está, pero esa riqueza que él creó, esa riqueza perdura. La historia del Hezbolá libanés es una historia que continúa. No se debe subestimar a Hezbolá ni debe descuidarse esa considerable riqueza. Es un tesoro para el Líbano y para más allá del Líbano.

Punto dos: la cuestión del enriquecimiento. Esa palabra, enriquecimiento, se repite mucho en las declaraciones y discusiones del Ministerio de Relaciones Exteriores con sus contrapartes políticas. Estas dicen una cosa sobre el enriquecimiento, y nosotros decimos otra. La palabra se repite también dentro del país, en las distintas discusiones, y yo quiero dar una breve explicación sobre la cuestión. Porque, ¿qué es en el fondo el enriquecimiento? ¿Qué es lo que tiene tanta importancia? Todos los debates giran en torno al enriquecimiento —enriquecimiento de uranio—. Lo que quiero decir es que enriquecimiento es una palabra, pero detrás de esa palabra hay todo un libro de conceptos, a los cuales haré apenas una breve referencia. Sería bueno, sería oportuno que las personas especializadas en estos campos hablaran a la gente sobre el tema; yo haré solo una breve exposición.

El enriquecimiento de uranio significa que los científicos y especialistas relacionados con los temas del uranio tomen el uranio en bruto —del cual existen además minas en Irán— y, mediante una serie de complejos y avanzados esfuerzos técnicos, lo conviertan en un material de gran valor que influye en diversos aspectos de la vida de las personas; eso es lo que quiere decir enriquecimiento. Es decir, toman algo que se extrae de las minas y, con tecnologías complejas, grandes esfuerzos, un alto grado de especialización y mucha habilidad, van y lo transforman en un material que es el uranio enriquecido; lo enriquecen a diferentes grados, y eso tiene efectos en diversas cuestiones en la vida de la gente. En otras palabras, la gente se beneficia del material de uranio enriquecido de maneras diversas, y eso tiene un impacto en su vida. Esto incluye la agricultura, en la cual tiene numerosas aplicaciones; incluye la industria y los materiales; también la alimentación, relacionada con la agricultura; tiene aplicaciones en el medioambiente y los recursos naturales; las tiene en áreas relacionadas con la investigación, la enseñanza, la indagación y el desarrollo científico, y también en la generación de energía eléctrica, donde la repercusión es obvia.

Hoy en día, en muchos países desarrollados, las plantas de energía eléctrica funcionan con uranio, mientras que la mayoría de nuestras plantas operan con gasolina o gas, lo que, claro está, tiene un alto costo y contamina el medio ambiente; contamina el aire, mientras que la electricidad que se obtiene del uranio enriquecido y las plantas nucleares tiene contaminación cero, su costo es mucho menor, la vida útil [de la planta] es mucho más larga y posee muchas otras ventajas que los especialistas deberían ir a explicar a la gente. En mi opinión, si hacemos una lista de esos usos diversos del uranio enriquecido, será una lista muy larga.

Pues bien, nosotros esa tecnología tan importante no la teníamos; no éramos capaces de enriquecer el uranio, y los enemigos no estaban dispuestos a darnos la tecnología, como tampoco nos la daba nadie más.

Unos cuantos directivos resueltos y unos cuantos científicos responsables de alto rango —en el verdadero sentido de la palabra— iniciaron el enriquecimiento de uranio en el país hace más de treinta años y lo llevaron a donde está hoy. Hoy en día, estamos en un nivel alto en cuanto a enriquecimiento de uranio. Por otra parte, los países que quieren fabricar armas nucleares llevan el enriquecimiento incluso hasta un noventa por ciento de pureza; nosotros, como no necesitamos armas y hemos tomado además la decisión de no poseer armamento nuclear, no lo hemos elevado tanto; lo elevamos hasta el sesenta por cien, que es una cifra muy alta, muy buena, y es necesaria para algunos de las tareas que se requieren en el país; hasta ahí hemos podido avanzar. Nosotros somos uno de los diez países del mundo que tenemos esa capacidad; permitan que les diga, en definitiva, que de los doscientos y pico países que hay en el mundo, son diez los que pueden enriquecer, y uno de esos diez países es el Irán islámico.

Por supuesto, esos nueve países tienen además bombas atómicas; somos nosotros los que ni tenemos bombas nucleares ni las tendremos, ni planeamos usar armamento nuclear, pero sí tenemos el enriquecimiento. Figuramos como uno de los diez países líderes en esa industria, y las bases para que eso sea así las sentaron esos científicos a los que me he referido, que realizaron un gran avance; pero su labor más importante fue formar a numerosas personas en ese camino. Eso es lo que han reportado los responsables del sector, por medio de un informe sólido y fiable: hoy trabajan en el país decenas de destacados científicos y catedráticos, cientos de investigadores y miles de personas formadas en los departamentos nucleares de las diversas disciplinas relacionadas con este tema.

Pues bien, estos llegaron y bombardearon las instalaciones de tal y tal lugar; la cuestión es que esto es ciencia, y la ciencia no se puede destruir; la ciencia no desaparece con bombas, con amenazas y cosas así; existe.

Como he dicho, y lo repito, hay decenas de científicos destacados, de profesores expertos y cualificados, cientos de investigadores y miles de personas formadas para diversos trabajos nucleares. Piensen, por ejemplo, en el caso de los tratamientos médicos; no he mencionado las aplicaciones nucleares en tratamientos, cuando los cuidados médicos son uno de los usos importantes del enriquecimiento nuclear. Un gran número de personas trabajan en distintas áreas de tratamientos médicos. Lo mismo sucede en el sector agrícola y también en el industrial, como también en diversos otros sectores en los que se trabaja y se hacen esfuerzos.

Por supuesto, durante estas décadas en las que hemos realizado estos trabajos en el país, las presiones sobre nosotros, sobre Irán, sobre los responsables del país, sobre nuestros gobiernos, han sido muy grandes; querían que, con esas presiones, Irán abandonara el trabajo, pero ni nos hemos rendido ni nos rendiremos. Ni en este asunto ni en ningún otro nos hemos doblegado ante la presión, ni tampoco lo haremos. Ahora bien, la parte estadounidense se ha empecinado en que Irán no debe tener enriquecimiento; los de antes decían que no tuviéramos enriquecimiento a niveles altos o que no mantuviésemos el producto de nuestro enriquecimiento en el país; nos decían esas cosas, nosotros no las aceptábamos. Pues este dice que directamente no tengamos enriquecimiento en absoluto. ¿Qué significa eso? ¡Que echemos por la borda ese gran logro, por el que tanto se ha esforzado nuestro país, que tanto ha invertido en él, que ha pasado por tantos problemas por él! ¡Que echemos por la borda todo el resultado y lo hagamos desaparecer! Eso es lo que significa «no tener enriquecimiento». Evidentemente, un pueblo con amor propio como es el de Irán le da una bofetada en la boca a quien dice eso y no lo acepta. Y esto era lo relacionado con el enriquecimiento que habíamos dicho.

En lo referente al siguiente tema, que es el tercero: en las palabras de quienes se dedican a la política se oye mucho hablar de la cuestión de las negociaciones con Estados Unidos, y hay diferentes opiniones. Como digo, algunos las consideran beneficiosas y creen que son necesarias, mientras otros las consideran perjudiciales, y otros aun sostienen posiciones intermedias; hay distintos puntos de vista. Yo quisiera exponer a nuestro amado pueblo lo que he entendido, visto, sentido y experimentado hasta ahora en todos estos años.

Yo ruego a los responsables políticos, a los activistas políticos, que reflexionen un poco, que piensen en esas posturas, que mediten y que emitan un juicio basado en el conocimiento y la información. Mi opinión es que actualmente, en la situación existente —es posible que en veinte o treinta años la situación haya cambiado, eso no nos concierne ahora—; en la situación actual, negociar con el gobierno de Estados Unidos, en primer lugar, no ayuda en nada a nuestros intereses nacionales; no supondría beneficio alguno para nosotros ni repararía tampoco ningún perjuicio. En otras palabras, es hacer algo que no conlleva beneficio, que no tiene utilidad para el país, a la vez que no evita daño alguno. En absoluto tendría ese efecto. Eso, lo primero.

En segundo lugar, ¡es al revés! Incluso conlleva perjuicios: no solo no supondría beneficio alguno, sino que, en segundo lugar, negociar con Estados Unidos en la situación actual acarrearía grandes daños para el país, de los que acaso pueda decirse que algunos de ellos serían irreparables. Hasta ese punto entraña perjuicios, como ahora explicaré.

Cuando decimos que no nos conviene y que no entraña provecho alguno para nosotros, es porque la parte estadounidense ha determinado ya de antemano el resultado de las negociaciones; ha hecho saber que acepta unas negociaciones, que quiere llevar a cabo unas negociaciones cuyo resultado sea el cese de las actividades nucleares y de enriquecimiento en Irán. Es decir, que nos juntemos con Estados Unidos en torno a una mesa de negociación y que el resultado de las conversaciones que mantengamos con ellos sea lo que ellos han dicho que ¡se tiene que hacer! Es que eso no son negociaciones, ¡es un dictado! Es una imposición. Sentarse a negociar con alguien para que el resultado sea necesariamente lo que quieren ellos, ¡que sea lo que ellos digan! ¿Eso son negociaciones? Pues así es como habla hoy nuestra parte contraria: «Negociemos», dice, y que de la negociación salga ¡que Irán no tenga enriquecimiento!

En fin, este ha dicho lo del enriquecimiento, pero unos días antes su vicepresidente anunció ¡que Irán tampoco debía tener misiles! No ya misiles de largo alcance, sino que tampoco debía tenerlos de medio alcance ¡ni de corto alcance siquiera! Es decir, que tenga las manos tan atadas y vacías que, si se le agrede, no pueda siquiera dar una respuesta, una réplica a tal base estadounidense en Irak o en tal lugar. Eso significa lo que dicen: que negociemos ¡de modo que el resultado sea ese! Claro, ahí no hay beneficio. Es una negociación en la que no hay beneficio ninguno, sino que todo es perjuicio para nosotros. Ese es el resultado de negociar. Eso no es una negociación: es prepotencia, es soportar la prepotencia y las imposiciones de Estados Unidos.

Cuando alguien trata con el Irán islámico, tales expectativas, tales declaraciones, surgen de no conocer al pueblo iraní, de no conocer a la República Islámica, de no saber cuál es la filosofía, la base y el proceder del Irán islámico; y al no saber esas cosas, hablan de esa manera. Como decimos los mashadíes, «esas palabras son más grandes que la boca de quien las dice». Esa propuesta de ir a negociar para algo así no es digna de consideración. De modo que no nos beneficia.

En cuanto a los perjuicios —ya he dicho que entraña perjuicios—, eso es más importante; que sea perjudicial es más importante. El tipo ha amenazado con que, si no negociamos, pasará tal y tal cosa, bombardearemos, haremos tal y cual; ese tipo de declaraciones, un poco ambiguas, un poco explícitas. En definitiva, amenazas: «¡O negociáis o, si no lo hacéis, pasará tal y tal cosa!». Eso es una amenaza; y claro, aceptar tales negociaciones sería señal de que el Irán islámico es susceptible a las amenazas. Si ustedes van y negocian con esa amenaza de por medio, lo que eso significa es que nosotros nos asustamos de inmediato ante la amenaza que sea, nos entran temblores y nos rendimos a la parte contraria; eso significa. Si se crea esa susceptibilidad a las amenazas, ya no tendrá fin. Hoy dicen que, si tenemos enriquecimiento, ellos harán tal y cual cosa; mañana dirán que, si tenemos misiles, harán tal y cual otra; y después dirán que, si no mantenemos relaciones con tal país, harán tal y tal otra. «Si no mantienen relaciones con tal país, ¡haremos tal y tal!». ¡Todo amenazas!, y nosotros obligados a retroceder ante esas amenazas del enemigo. En fin, unas negociaciones marcadas por las amenazas no acepta entablarlas ningún pueblo con honor, ni las avala ningún político sensato. Esta es por tanto la situación.

Por supuesto, es posible que la parte contraria diga: «A cambio de eso, yo haré también tal concesión». Mienten; lo que dicen que nos darán como concesión, es mentira. Hace diez años, firmamos un acuerdo con los estadounidenses, llamado en nuestro país Baryam (el Plan Integral de Acción Conjunta, o JCPOA por sus siglas en inglés). En ese acuerdo se estableció, en lo referido a lo nuclear, que nosotros haríamos ciertas cosas: clausuraríamos tal centro de producción; entregaríamos tal producto al 3,5 % que producíamos entonces, que saldría al extranjero, o bien lo diluiríamos —es decir, lo eliminaríamos, anularíamos su enriquecimiento—, y otras cosas. Y ellos, a cambio, levantarían los embargos y, después de diez años, el expediente de Irán en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) quedaría normalizado. En aquel entonces, cuando vinieron a verme los responsables del país y dijeron «diez años», yo dije que diez años era una eternidad, que por qué estaban aceptando diez años. Dijeron esto y aquello, y se quedó en que no iban a aceptar los diez años, pero al fin y al cabo, aceptaron. Esos diez años llegan a su fin precisamente en estos días. Esos diez años que se establecieron para que el expediente de Irán se normalizara en el OIEA, han acabado estos días. Pero vean ustedes como hoy, no solo no se ha normalizado el expediente, ¡sino que los problemas nucleares del país en el Consejo de Seguridad, en las Naciones Unidas y en el OIEA se han duplicado, incluso multiplicado! La parte contraria es así, ¡así es su palabra! Nosotros hicimos todo lo que teníamos que hacer, ellos no levantaron las sanciones, no cumplieron ninguna de las promesas que habían hecho; y luego, ellos mismos, como suele decirse, hicieron pedazos ese acuerdo o ese memorando de entendimiento que se había establecido; lo abandonaron por completo y lo dieron por nulo.

Si ustedes negocian con la parte contraria y aceptan lo que ellos quieren, pues bien, eso supondrá la rendición y el debilitamiento del país, y la destrucción del honor de una nación; eso sucede si ustedes aceptan sus amenazas, que les hablen con amenazas; y si no lo aceptan, estarán como ahora, con las mismas peleas y las mismas [cuestiones]. Por tanto, negociar no es correcto. No olvidemos las experiencias; no olvidemos la experiencia de estos últimos diez años. De quien se está hablando es de Estados Unidos; sobre Europa no quiero tratar ningún asunto por ahora.

Esa parte contraria nuestra incumple su palabra en todo, miente en todo, aplica el engaño; constantemente lanza amenazas militares, a tiempo y destiempo; y si pueden, asesinan personas, como hicieron con nuestro general mártir, el mártir Soleimaní; o bien bombardean centros nucleares. Si pueden hacer cosas como esas, las harán. Ese es el carácter que tiene nuestro interlocutor, y con un interlocutor así no se puede negociar; no se puede uno reunir con confianza, hablar, escuchar y alcanzar acuerdos.

A mi juicio, negociar con Estados Unidos sobre el tema nuclear, y quizás sobre otros asuntos, no es más que un callejón sin salida; con ellos no hay una manera correcta, es un puro callejón sin salida. Que lo piensen, que lo vean. Por supuesto, para ellos sí es beneficioso; esas negociaciones le serían útiles a ese presidente actual de Estados Unidos. Él alzaría la cabeza y diría «amenacé a Irán e hice que se sentara a la mesa de negociaciones»; él se jacta de esas cosas por el mundo, pero para nosotros es puro perjuicio, sin que nos reporte beneficie alguno.