En una época, estuvo el viejo colonialismo ―el colonialismo al que luego llamaron viejo o antiguo colonialismo―: iban y se hacían con el dominio de los países, como en la India, en Argelia y en muchos otros países. Con el despertar de las naciones, ese colonialismo desapareció y no pudieron continuar. Claro está que, en los años del periodo colonial, oprimieron a las naciones y les quitaron realmente su vitalidad, pero, en todo caso, el viejo colonialismo desapareció y en su lugar pusieron el neocolonialismo.

El neocolonialismo no consistía ya en que fueran extranjeros a ponerse a la cabeza de los países y gobernar, como cuando en el período del viejo colonialismo iba un gobernador inglés y regía la India, sino que ponían a personas del propio país, como con el despotismo idólatra del shah, con Reza Jan y su hijo, y como en muchos otros gobiernos de países del «tercer mundo», como dicen ellos, incluidos los países islámicos. Oprimieron a las naciones durante largos años, pusieron a déspotas, llevaron al poder a militares golpistas e impidieron que las naciones se manifestaran de todas las maneras que pudieron. Hoy en día ven que eso no lleva a ninguna parte, por lo que han emprendido un camino nuevo para dominar a los países, consistente en penetrar en los pueblos, que es lo que hace un tiempo yo llamé ultraneocolonialismo o neocolonialismo avanzado.

Más allá del neocolonialismo, hay otro tipo de neocolonialismo. Envían a sus agentes a los países y fascinan y excitan a una parte de la población con dinero, con propaganda, mediante diversos modos de seducción y presentando un rostro colorido y aceptable de los arrogantes opresores del mundo. Quede claro que eso tampoco va a funcionar, porque la cara del colonialismo y la arrogancia es demasiado repugnante para tal cosa. No podrán ocultar su iniquidad, su opresión y su crueldad.

08/01/05