Nuestro querido imam hizo saber que uno de los objetivos de esta revolución era liberar Palestina y eliminar ese tumor canceroso que es Israel. Las poderosas olas de la Revolución se extendieron por todo el mundo y transmitieron el mensaje de que Palestina debía ser liberada. Incluso los principales problemas que los enemigos de la Revolución impusieron a la República Islámica de Irán, incluidos ocho años de guerra por parte del régimen de Saddam, impulsado por Estados Unidos e Inglaterra y respaldado por los regímenes retrógrados árabes, no han podido socavar la voluntad de la República Islámica de Irán en su defensa de Palestina. En las venas de Palestina corrió sangre nueva. Entraron en escena grupos de combatientes musulmanes palestinos. La Resistencia libanesa ha abierto un poderoso nuevo frente de oposición al enemigo y sus partidarios. En lugar de recurrir a los Estados árabes, Palestina contó consigo misma y con sus jóvenes, y, sin dirigirse a organismos internacionales como la ONU, que es cómplice de los crímenes de los Estados arrogantes, se apoyó en sus profundas convicciones islámicas y en la abnegación de su pueblo. Ese es el secreto de todas las victorias y éxitos. En las últimas tres décadas, este proceso de crecimiento se ha venido desarrollando de manera progresiva. Las características más destacadas de los últimos treinta años son la humillante derrota del régimen sionista en el Líbano en 2006, el vergonzoso revés de su vanidoso ejército en Gaza en 2008, su huida del sur del Líbano y su retirada de Gaza, la formación del Gobierno de la Resistencia en Gaza y, en una palabra, la transformación del desesperado e indefenso pueblo palestino en una nación esperanzada, resistente, fuerte y segura. Este breve resumen sólo estará completo si discernimos de modo pertinente aquellos actos y traiciones cuyo objetivo no es más que acabar con la Resistencia y hacer que los grupos palestinos y los Estados árabes reconozcan legitimidad a Israel. Esas acciones, iniciadas por el traidor que sucedió a Gamal Abdel Naser con los deshonrosos acuerdos de Camp David, siempre han tenido como objetivo debilitar a la Resistencia. Con los acuerdos de Camp David, por primera vez un Estado árabe reconoció oficialmente el carácter sionista de Palestina y firmó un texto que reconocía «que Israel era la patria nacional de los judíos».