Un año y medio después del inicio de la crisis siria, es decir, hacia 2012 o 2013, el rey Abdulá bin Abdulaziz mandó un enviado especial ante Bashar al-Asad —esto es algo de lo que ya he hablado en algunos medios de comunicación—. El mensaje saudí era que, si Al-Asad salía del Eje de la Resistencia y cortaba sus relaciones con Irán, la guerra contra Siria se detendría, y Riad hallaría una solución para los grupos takfiríes y lo reconocería para siempre como presidente. El rey saudí le dijo a Al-Asad que ellos no querían ni reformas ni ninguna otra cosa, y que estaban dispuestos a pagar cientos de miles de millones de dólares para reconstruir Siria; de modo que su objetivo era completamente diferente de las reivindicaciones populares de la Primavera Árabe. Era despojar a Siria de su posición histórica, arrebatarle sus derechos y sacarla del Eje de la Resistencia, a fin de preparar el terreno para acabar con la causa palestina, consolidar la hegemonía estadounidense en Irak y aislar a Irán para terminar de rodearlo. Así es como nosotros comprendimos la lucha desde el primer día. Espero que los hermanos de Irán ayuden a transmitir esto. Algunos responsables de EE. UU. y opositores sirios decían que, si se hacían con el control de Siria, penetrarían de inmediato en el Líbano para acabar con Hezbolá. Otros decían que irían a Irak. Por lo tanto, la cuestión no se limitaba a Siria.

Bien. Cuando Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, reconoce que Obama, Clinton y la CIA crearon a los terroristas de Daesh y los llevaron a Siria, ¿era el propósito de esos terroristas establecer la democracia y las elecciones? ¿O lo que buscaban era destruir el país? Por eso nosotros supimos desde el primer día, con total certeza, que el objetivo de la guerra contra Siria no tenía nada que ver con cosas de ese tipo, sino que era derrocar al Gobierno, destruir el Ejército sirio y ampliar el control sobre Siria, a fin de que ese país renunciara a sus derechos y se preparara el terreno para acabar con la causa palestina, normalizar las relaciones con Israel y erradicar todas las esperanzas y deseos de las naciones de la región. En el Líbano —por ejemplo, en Hezbolá— había unanimidad al respecto; en Hezbolá no había ni una sola opinión diferente sobre los objetivos de la guerra contra Siria. De hecho, el Seyed Guía (Dios lo guarde), que es objeto de la aprobación divina y goza de una perspicacia y un conocimiento inmensos, de alcance histórico, además de las excepcionales cualidades para el liderazgo que se le conocen, lo veía con meridiana claridad.

He señalado en diversas ocasiones que hay quienes dan a entender que Irán nos ordenó entrar en Siria, pero eso no es correcto. Nosotros decidimos entrar en Siria por la sensación de peligro que teníamos respecto a Siria y el Líbano. Sentíamos que existía el riesgo de que los combates se extendieran con rapidez al interior de nuestras ciudades y pueblos. Queríamos entrar en la batalla, pero en definitiva ese paso requería autorización, además de respaldo; pero lo más importante era la autorización.

Fui a ver al Seyed Guía, le expuse los datos, cómo yo veía Siria y su evolución, y mis razonamientos. Lo que vi es que su perspectiva sobre Siria y lo que sucedía en ella era mucho más clara, transparente y profunda que la nuestra. Su postura ante Siria y lo que estaba pasando estuvo clara desde el primer día. Dijo que era una conspiración para derribar a Siria, con la posición de Siria en la Resistencia y Palestina, la causa palestina y el Eje de la Resistencia como blancos, además de la República Islámica de Irán, puesto que después de acabar con Siria llevarían la lucha al Líbano, Irak e Irán. Eso es lo que pasó. Vinieron al Líbano, ocuparon parte del valle de la Becá y, si hubieran podido, habrían ocupado más territorio. Pero el Ejército y nosotros nos alzamos frente a ellos y los cercamos en las montañas.

Ya vieron ustedes lo rápido que se trasladó a los terroristas takfiríes del este del Éufrates, en Siria, a Irak. En un espacio de tiempo muy corto, controlaron la provincia de Al-Ambar, que abarca casi una cuarta parte de la superficie de Irak o más. Se hicieron también con Mosul, Saladino y otras zonas, y llegaron a 20 kilómetros de la ciudad de Kerbala y a 40 kilómetros de Bagdad. Esto significa que lo que dijo el primer día de los acontecimientos de Siria su eminencia el Seyed Guía se ha ido verificando a lo largo de los años, con lo que ha quedado clara la razón de la firmeza en su postura de mantenerse al lado de Siria. La República Islámica de Irán adoptó esa posición y nosotros, adoptándola igualmente, fuimos a Siria y combatimos allí.

En cualquier caso, el Gobierno, el pueblo y el Ejército sirios resistieron frente a las conspiraciones. Una parte inmensa de la población siria se mantuvo junto al Gobierno y resistió. Nosotros siempre hemos dicho que, tras la gracia y el favor de Dios, lo que llevó a la victoria de Siria fue la resistencia y la perseverancia del Gobierno, el pueblo y el Ejército sirios. El Hezbolá libanés, la República Islámica de Irán, los amigos iraquíes y —después— Rusia sirvieron todos ellos de ayuda a Siria, pero la labor principal la realizaron el Gobierno, el pueblo y el Ejército del país. Si los dirigentes sirios se hubiesen rendido, si el Ejército de Siria se hubiera desmoronado o si el pueblo sirio hubiera dejado solos al Gobierno y el Ejército, nosotros no hubiéramos podido avanzar en la gran batalla por las tierras de Siria. Nosotros tan solo fuimos elementos auxiliares.

Así es como hemos llegado hasta aquí. Voy a terminar esta sección con recuerdos de un encuentro con el Seyed Guía y de los carismas de este estimado y gran seyed. Tras el comienzo de la crisis de Siria, en 2011, entró en ese país una coalición internacional liderada por Estados Unidos, y todos los países del mundo estaban convencidos de que Damasco caería en sólo dos meses. Así lo creían todos los países árabes, e incluso compartían esa convicción algunos amigos nuestros. Nosotros mismos, si bien no estábamos convencidos de tal cosa, no dejábamos de sentir cierta preocupación. No veíamos claras las dimensiones de lo que sucedía. Estábamos muy inquietos. En esa época, países como Turquía y Catar, con los que estábamos en contacto antes de la crisis siria, nos enviaban algunos mensajes. Por aquel entonces vino al Líbano el Sr. Davutoğlu, que tenía responsabilidades políticas.

 

¿Eso sucedió antes de la Conferencia de Estambul o después de ella?

No, después de iniciarse los acontecimientos y antes de las Cumbres de Astaná. Astaná se organizó después de lo de Davutoğlu. Ahora estoy hablando de lo que sucedió en el primer y segundo año de la crisis y, más concretamente, del primer año. Los gobernantes turcos nos enviaban mensajes en el sentido de que estaban dispuestos a darnos garantías, que retrocediéramos y no contáramos con Siria, porque ellos nos aseguraban que Damasco caería en los siguientes dos o tres meses. Muchos de los hermanos iraníes se veían influidos por esa atmósfera, pero en una reunión que tuvimos con el Seyed Guía (Dios lo guarde), en contra de la opinión de todos los países del mundo, de lo que pensaban los expertos en la región y del punto de vista de cierto número de responsables iraníes, él me miró y dijo: «Nosotros tenemos que obrar de tal modo que Siria y Bashar al-Asad triunfen, que en última instancia triunfarán». Eso fue lo que dijo, en contra de lo que decía el mundo entero. Después de unos dos años, se hicieron visibles las señales de que se cumplía la predicción del líder supremo de la Revolución; y ahora estamos siendo testigos en Siria de una gran victoria de proporciones históricas. Imagine por un instante que Daesh, el Frente Al-Nusra y sus protectores estadounidenses se hubiesen alzado con la victoria en Siria y hubiesen sometido el país a su dominio. ¿Qué habría pasado entonces al Líbano, a Irak, a Irán y a las naciones de la región? ¿Cuál habría sido su destino? De haber triunfado los takfiríes, el «acuerdo del siglo» se habría hecho realidad hace tiempo, y hoy sería una realidad. Si Bin Salman viniera hoy y les dijese a los palestinos que aceptasen las migajas que se les ofrecen, ¿qué pasaría con Al-Quds (Jerusalén) y Palestina? Lo que estoy diciendo es que, si queremos comprender la grandeza de la victoria que se ha obtenido, hay que hacer la pregunta al revés: Si no hubiésemos triunfado en Siria, si hubiésemos sido derrotados, si hubieran ganado ellos, ¿cuál sería la situación de Siria, del Líbano, de Palestina, de Irak, de Irán y de toda la región? Al responder a esta pregunta, nos damos cuenta de la importancia de lo realizado por los combatientes en Siria y de su resistencia.

 

Ha reiterado usted varias veces que gobernantes de países de la región se pusieron en contacto con Bashar al-Asad y le hicieron promesas de distintos tipos, financieras, políticas e incluso su mantenimiento en el poder, pero al final él no aceptó esas propuestas. ¿Cuál es la razón de esa resistencia de Al-Asad a las promesas? ¿Qué hizo que pudiera soportar semejantes presiones?

Eso se debe en primer lugar a la desconfianza de Bashar al-Asad en la parte contraria, ya fueran los estadounidenses o los árabes. Por otro lado, Al-Asad conocía las experiencias de ellos, consistentes todas en ir avanzando por el camino de hacer concesiones, mientras que él no es una persona que ceda en los principios fundamentales ni en los principios nacionales. Al-Asad tenía la convicción de que toda cesión sobre los principios nacionales era peligrosa para la existencia de Siria, la soberanía nacional y su lugar en la región.

 

Antes de que Siria emprendiera este camino, y de que que Irán, Hezbolá y la propia Siria y el Gobierno del doctor Al-Asad lo escogieran, ¿se estudiaron otras vías diferentes? ¿Se analizó si había otras opciones o si, desde el principio, no quedaba ningún otro camino posible?

Nuestra opción inicial fue la negociación; la prioridad eran las vías políticas. El Gobierno sirio, nuestros hermanos de Irán y nosotros mismos en Hezbolá entramos en contacto en numerosas ocasiones con los opositores, y los invitamos a negociaciones para poner en funcionamiento una vía política, pero ellos rechazaron con contundencia la negociación y el diálogo políticos, creyendo que el Gobierno sirio caería en 2 o 3 meses. Recuerdo que algunos de los actores influentes entre los opositores sirios nos decían que lo que nosotros pretendíamos era, por decirlo de algún modo, revivir a un muerto. Decían que el Gobierno de Damasco estaba acabado y que no estaban dispuestos a negociar con tal Gobierno. Está claro que cometieron un error de cálculo que los llevó a no aceptar entablar negociaciones para abrir una vía política en ninguna circunstancia. Pero su mayor error de cálculo fue optar muy pronto por la acción militar, que de hecho era su objetivo principal en Siria. Como he dicho antes, ellos no pretendían establecer la democracia ni implementar reformas, sino que su meta principal era derrocar el Gobierno de Damasco, asestar un golpe al Ejército sirio y cambiar los equilibrios del país. En definitiva, así es: cuando el Gobierno sirio y sus amigos y aliados escogieron la resistencia armada, no existía ninguna otra opción.

 

Un asunto importante en el que siempre ha insistido su eminencia el ayatolá Jameneí es el acercamiento entre escuelas religiosas, y que las distintas escuelas islámicas deben poder convivir en paz, sin crear en ningún caso enemistad mutua. Por otro lado, vemos movimientos influidos por propaganda y orientaciones políticas de extranjeros —enemigos tanto de los chiíes como de los sunníes— que alimentan discordias religiosas. ¿Cómo ve usted esa política de acercamiento pregonada siempre por el ayatolá Jameneí e igualmente por el imam Jomeiní (que en paz descanse)? ¿Cuáles han sido los logros de esa política de acercamiento? Y, en su opinión, ¿qué asuntos pueden amenazar esa política en el momento actual?

Lo primero es que ese es uno de los principios fundamentales que divulgó su eminencia el ayatolá Jomeiní (pura se mantenga su tumba) hablando de unidad islámica, de unidad entre los musulmanes, de acercamiento entre las escuelas islámicas y de difundir un espíritu de convergencia, colaboración y armonía entre todos los musulmanes. La República Islámica de Irán siempre ha actuado en el sentido de hacer realidad esa orientación, y el Seyed Guía (que tenga larga vida), tras aceptar la responsabilidad del liderazgo, continuó con fuerza por esa senda, haciendo hincapié en ese principio. La realidad es que esa postura es la del Islam puro de Muhammad (PB), la del noble Corán. La unidad entre los musulmanes y la orientación hacia el acercamiento entre todas las distintas escuelas islámicas forma parte de la lógica del Islam, y todos los musulmanes deben prestarle atención.

Como es lógico, se han hecho muchos esfuerzos en ese sentido. Desde el triunfo de la Revolución islámica en Irán, se han establecido comunicaciones a gran escala entre distintas facciones islámicas y eruditos del Islam de toda la región e incluso del mundo. Además de esto, a lo largo de los años se han celebrado numerosos coloquios, conferencias y encuentros encaminados hacia ese acercamiento entre las escuelas islámicas. Sin duda, la postura del imam Jomeiní (que en paz descanse) y del Seyed Guía respecto a la cuestión de Palestina ha desempeñado un papel importante a la hora de unir a los musulmanes tras una sola bandera, que es la de la centralidad de la causa palestina.

En todo caso, se han hecho muchísimos esfuerzos en este terreno. Si buscamos los resultados positivos y los logros de la política de acercamiento entre escuelas islámicas, los podemos ver en los últimos años, ya que el acontecimiento más peligroso desde 2011 a esta parte ha sido el proyecto estadounidense y saudí, que tenía el objetivo de crear división y discordia religiosa y sectaria en la región entre chiíes y sunníes. Esto es aún más peligroso que lo ocurrido en Siria, Irak, Yemen y Bahréin. Le recuerdo lo sucedido en los últimos años —ahora estamos en el quinto—. Cuando la coalición agresora estadounidense-saudí invadió militarmente Yemen, el imam de la gran mezquita de La Meca proclamó en sus sermones del rezo colectivo del viernes que la guerra de Yemen era una guerra entre chiíes y sunníes; y los saudíes han tratado de presentar también la guerra de Siria como una guerra religiosa y sectaria. En los medios de comunicación ha habido muchos esfuerzos en ese sentido y se han gastado sumas ingentes de dinero para hacer ver las distintas guerras de la región como guerras sectarias, entre religiones y entre clanes. Todos esos esfuerzos han fracasado. Los chiíes han rechazado esa lógica. Muchos ulemas y personalidades sunníes la han rechazado también. Ese es uno de los resultados del camino seguido en estos últimos 30 años.

Las comunicaciones entre chiíes y sunníes, los esfuerzos de la República Islámica de Irán y la postura del imam Jomeiní (que en paz descanse) y del Seyed Guía dieron lugar a cierta solidez en las relaciones internas del mundo islámico, de tal modo que se pudo neutralizar la mayor división, que tenía el objetivo de desencadenar una guerra civil entre chiíes y sunníes. Claro está que debemos seguir avanzando en ese sentido, aunque ya hemos pasado esa etapa y dejado atrás muchos peligros. Yo pienso que Washington y Riad han sufrido una gran derrota en su intento de crear división en la región, y no han podido presentar los acontecimientos de Irak como una guerra entre chiíes y sunníes. Vimos cómo se alzaron frente a Daesh, todos juntos, sunníes, chiíes y tribus iraquíes, de una confesión y de la otra. Antes, habían resistido ya codo con codo frente a la ocupación estadounidense. En Siria, quienes combatieron a Daesh, al Frente Al-Nusra y a los demás grupos terroristas, ya fuera el Ejército sirio, las milicias populares u otras fuerzas aliadas, eran en su mayoría sunníes. Eso quiere decir que quienes hicieron la guerra en Siria eran por lo general sunníes, que lucharon junto con chiíes y con gente perteneciente a otras vías islámicas. Por lo tanto, yo creo que lo que ha sucedido hasta ahora, ya sea en Yemen o en los demás países, es un proyecto de creación de división fracasado, y eso quiere decir que la Umma islámica se ha hecho en buena medida inmune a ese riesgo de caer en las diferencias entre escuelas religiosas. Por supuesto, debemos seguir por este camino para que ese logro se refuerce; a fortalecer la unidad y la solidaridad entre los musulmanes pueden contribuir una mayor comunicación, mayor colaboración, más apoyo a la causa palestina, la resistencia frente a Estados Unidos y la defensa de las naciones de la región.

 

En ocasiones, la propaganda que difunden quienes desean mal a la nación palestina y quienes desean mal a la República Islámica y el Eje de la Resistencia incide en que los palestinos son sunníes, entre otras características que les atribuyen a fin de crear antipatía hacia ellos entre el pueblo iraní. Con ello, intentan sembrar la duda de si hay alguna razón en absoluto por la que Irán deba apoyar a una nación de una tendencia islámica distinta. Sin embargo, siempre hemos visto recalcar a su eminencia el ayatolá Jameneí que él no ve en modo alguno la cuestión palestina desde el prisma de la división entre chiíes y sunníes.

Esa posición del Seyed Guía ha existido desde el inicio mismo de la ocupación sionista de Palestina, y ha sido la posición de todos nuestros ulemas, alfaquíes y autoridades religiosas, ya sean los de la Nobilísima Nayaf o los de la ciudad santa de Qom, además de ser la posición de todos los chiíes del mundo. Incluso aquellos de entre nuestros ulemas y grandes autoridades religiosas de referencia a quienes se considera tradicionalistas, y que no son revolucionarios —suponiendo que sean calificaciones correctas—, apoyan la causa de los palestinos, rechazan la ocupación israelí y brindan ayuda a Palestina. Todos ellos han emitido autorizaciones escritas para donar a la Resistencia palestina parte de los tributos religiosos, incluida la porción asignada al Imam. ¡Eso no es cualquier cosa! Usted sabe lo precavidas que son nuestras autoridades religiosas, de manera general, a la hora de gastar algo de la porción del Imam, y cuando dan permiso para que esa porción o parte de ella se dedique a la Resistencia palestina, hay que preguntarse, ¿quiénes han venido siendo los miembros de esa Resistencia? ¿Quiénes son aún hoy en día? Los miembros de la Resistencia palestina son sunníes, no chiíes. Muchos de ellos ni siquiera eran islamistas, sino, por ejemplo, nacionalistas o izquierdistas. Nuestras autoridades no establecieron condición alguna para esa ayuda; se limitaron a dar permiso para que una porción de la parte del Imam se asignara a la Resistencia palestina, en aras de la liberación de Palestina. Esto muestra el altísimo grado de lucidez y conciencia que había.

Respecto a la cuestión palestina, como ha señalado el Seyed Guía en infinidad de ocasiones, si damos toda la vuelta al mundo buscando una causa imposible de contaminar en modo alguno, y de justeza clara y evidente por completo, ya sea desde el punto de vista jurídico, de la legitimidad religiosa, de la fe, la moral o la humanidad, esa causa es la causa palestina. Los forasteros emplean todas las herramientas de que disponen para alejarnos, mediante distintas artimañas, de la causa palestina. Así, durante años han enviado agentes suicidas palestinos a cometer atentados terroristas en zonas chiíes, lo que hace unos años me llevó a preguntar en el Día de Al-Quds: «¿Por qué nos enviáis jóvenes palestinos? ¿Por qué les pagáis para que masacren a nuestras mujeres y niños? Si lo que buscáis es alejarnos de la causa palestina, ¡encontradnos y matadnos debajo de cada piedra, delante de cada puerta, cada mezquita y cada husainiya! Somos chiíes, seguidores del Príncipe de los Creyentes, Alí ibn Abi Talib (con él la paz), y no abandonaremos a Palestina, a la nación palestina ni los lugares sagrados de la Umma islámica en Palestina. Esos esfuerzos son ya harto conocidos, tanto de palabra como de obra. Lo que está en cuestión es sin duda la Justicia y el Islam, y por eso la República Islámica de Irán, todos los musulmanes y nosotros mismos debemos cumplir nuestro deber religioso y divino en relación con Palestina».

 

Dada la importancia de esta cuestión, me permito hacerle dos preguntas. La primera tiene que ver con el planteamiento global del ayatolá Jameneí sobre el acercamiento entre las distintas corrientes islámicas, que está claro: ya al comienzo de su liderazgo lanzó una corriente en nombre de ese acercamiento. Lo que le pido a usted es que nos ilustre sobre casos y ejemplos visibles de las acciones y opiniones de Su Eminencia en el terreno de la unidad entre chiíes y sunníes, y del acercamiento entre ellos. Se suele citar como ejemplo, entre otros de cariz similar, que el ayatolá Jameneí declaró proscritas como haram las faltas de respeto a las cosas sagradas de los sunníes. La segunda pregunta está relacionada con que algunos dan a entender que los problemas surgidos en los últimos años en distintos países islámicos como el Líbano, Irak, Yemen y Bahréin surgen de la existencia de diferencias entre Irán y Arabia Saudí, y que los demás entran en conflicto entre sí en sustitución de esos dos países. ¿Hasta qué punto puede haber verdad en eso?

Sobre la primera parte de la pregunta, diré que entre las acciones del Seyed Guía para el acercamiento están la creación de la Asamblea de Acercamiento entre las Escuelas Islámicas, la organización en Irán de numerosos coloquios y conferencias, la atención especial del propio Seyed Guía a esos eventos y su insistencia en estar presente en los mismos y en hablar con los musulmanes del mundo allí presentes. Asimismo, en las Conferencias de la Unidad Islámica que se celebran en Irán hemos visto siempre cómo el Seyed Guía hacía caso omiso de toda consideración, de seguridad o de cualquier otro tipo, para acercarse a los grupos de ulemas chiíes y sunníes, y estar con ellos. Esa característica suya se debe ante todo a su insistencia en que impere una cultura de unidad entre las distintas sociedades islámicas y entre los ulemas. Él siempre ha avalado las congregaciones destinadas a crear unidad entre los eruditos de la religión.

Nosotros mismos, en el Líbano, tenemos la Asociación de Eruditos Musulmanes, que está considerada una experiencia positiva y exitosa de creación de unidad entre las escuelas islámicas. En la Asociación hay un gran número de ulemas chiíes y sunníes, y, cada vez que nuestros hermanos responsables de la Asociación han viajado a Irán y se han reunido con el Seyed Guía, él ha alabado la experiencia de la creación de tal asociación, y ha recalcado la necesidad de extenderla a otros países islámicos.

El Seyed Guía ha adoptado posturas muy valerosas en los últimos años. Nosotros hemos visto en estos años cómo algunos hacían un gran esfuerzo por crear diferencias y sembrar discordia entre chiíes y sunníes. Por desgracia, algunas corrientes wahabíes y takfiríes, así como cadenas satelitales que se reclaman del sunnismo, como Safa y Wesal, operan en el sentido de declarar infieles a los chiíes, y propagan grandes mentiras sobre el chiismo, al que atribuyen ideas y creencias que no son en absoluto las suyas.

Frente a estas cadenas vía satélite, hay otras que dicen estar vinculadas con el chiismo y con personalidades y grupos chiíes, pero que ni han tenido ni tienen relación alguna con los chiíes, y para las cuales las cuestiones de la actualidad, como la Umma islámica, la lucha contra la arrogancia mundial, el despotismo y la tiranía, la libertad y la defensa de los carismas y de las cosas sagradas no revisten ninguna importancia. La única misión de este conjunto de cadenas satelitales es sembrar cizaña entre chiíes y sunníes con insultos e injurias al contrario. Es lo que el Seyed Guía ha llamado «chiismo londinense».

El tipo de actividad que desarrollan ambos grupos de canales satelitales, tanto los que se dicen chiíes como los que se dicen sunníes, revela que ambos son dirigidos desde una misma sala de control. Por poner un ejemplo: vemos cómo algunos canales supuestamente chiíes insultan a ciertas Madres de los Creyentes o esposas del Profeta (PB) o a Compañeros (Sahaba) suyos, y en el bando opuesto los canales wahabíes retransmiten parte de esos insultos. Esto quiere decir que tanto unos y otros se complementan para crear división y diferencias religiosas entre chiíes y sunníes. Como es lógico, esta dinámica puede ejercer una influencia muy peligrosa en los musulmanes. Yo he conversado con grandes ulemas sunníes del Líbano, así como de otros países, como Siria y Egipto, que me hablaban de lo peligroso que es esto. Nosotros creemos que sólo una persona es capaz de alzarse frente a esta ola y solucionar este problema, ya que tal labor precisa valentía y debe hacerse desde una posición muy eminente que permita adoptar una postura tajante para secar esa fuente de división.

En una reunión que mantuve con el Seyed Guía hace unos años, le expuse esta cuestión, mencionando nombres propios, y él me dijo: «Así es, lo que está ocurriendo es muy peligroso. Insultar a las personalidades destacadas de las distintas escuelas religiosas es de lo peor que se puede hacer, y debemos ser contundentes en nuestra oposición a tal cosa».

Varios años antes, recuerdo que al inicio de un viaje por la provincia iraní de Kurdistán el Seyed Guía pronunció un discurso en la ciudad de Sanandach en el que recalcó la prohibición como haram de las ofensas y maledicencias contra personas y figuras importantes del sunnismo. No había pasado mucho tiempo desde aquel discurso cuando los canales satelitales que se dicen chiíes lanzaron una serie de improperios contra Sayida Aisha, acusándola de cosas que jamás habían dicho los chiíes. Aquello hubiera podido desatar un gran conflicto entre países del mundo islámico.

Después de aquello, un grupo de ulemas escribió una carta al líder supremo de la Revolución para pedirle un dictamen sobre los insultos a personas y figuras destacadas de las distintas escuelas islámicas, y el carácter explícito y contundente de su respuesta le dio gran eco en los países árabes e islámicos. Puedo decir de modo categórico que el discurso del Seyed Guía en Sanandach y esa respuesta suya posterior a la petición de fetua de los ulemas en el contexto de la actuación de esos canales atribuidos a chiíes y sunníes acabó de raíz con ese conflicto y cortó las alas a quienes buscaban crear división. Además, gracias a Dios, por aquel entonces muchas de las excelsas autoridades religiosas de referencia de las ciudades de Qom y Nayaf emitieron distintos comunicados en los que proclamaban sin ambages que la postura verdadera del chiismo era la que había expresado el Seyed Guía.

Respecto a la segunda parte de la pregunta, hay que decir que esa interpretación de lo que sucede en la región como una guerra irano-saudí es errónea. En la región había ya batallas y conflictos antes de que se estableciera en Irán la República Islámica, cuando se enfrentaban, por un lado, la Unión Soviética y, por otro, los Estados Unidos de América y Occidente. También estaban, antes de fundarse la República Islámica en Irán, el conflicto árabo-israelí, que existe desde 1948 e incluso antes, es decir, antes de que triunfase la Revolución islámica. Así que los problemas de Arabia Saudí con muchos de los países de la región y con muchos de los grupos de la Resistencia de la región vienen del periodo anterior al triunfo de la Revolución islámica en Irán. Esta es una verdad que todos conocen.

Ahora bien, cuando en Irán triunfó la Revolución y cayó el régimen imperial, que era uno de los principales amigos de los Estados Unidos de América, en Irán se estableció la República Islámica, y esta comenzó a respaldar la causa palestina, a los grupos de la Resistencia y a los desamparados de la región. Desde el primer instante, Riad proclamó su enemistad con la República Islámica, a pesar de que ya en los primeros días del triunfo de la Revolución el imam Jomeiní (que en paz descanse) hizo gestos de amistad hacia todos los países árabes e islámicos. Aun así, los Al Saúd entendieron ya en esos primeros días que la existencia de la República Islámica de Irán ponía en peligro los intereses de EE. UU., Israel, los impíos y los déspotas, por no hablar de los esbirros de Washington y Tel Aviv en la región; por ello iniciaron la enemistad con el nuevo Gobierno.

Ellos dicen que cuando apoyaron a Saddam en la guerra contra Irán gastaron 200 000 millones de dólares en ese apoyo; y eso, en tiempos en que el precio del petróleo estaba por los suelos. Recuerdo cómo hace unos años un príncipe saudí llamado Nayef declaró que, si en aquel momento Arabia Saudí hubiera sido capaz de dar más dinero a Saddam, con toda seguridad lo habría hecho. Quien inició la enemistad, la guerra y las intrigas contra la República Islámica de Irán fue por tanto Arabia Saudí, y lo hizo después de ofrecer Irán su amistad. El problema que Riad tiene con Irán es en lo básico el mismo que ha empañado las relaciones saudíes con otros países que apoyan a la Resistencia en Palestina y a nivel regional. Eso es una realidad. En la región no hay nada que se pueda considerar una guerra entre Irán y Arabia Saudí a través de terceros.

En el Líbano, al margen de la posición de la República Islámica y antes incluso del triunfo de la Revolución islámica, Riad siempre ha sido hostil a los grupos de la Resistencia; de modo que nuestro problema con Arabia Saudí no tiene nada que ver con las posiciones de Irán. Tampoco el problema histórico de los saudíes con la Resistencia palestina guarda relación con Irán. Por poner un ejemplo, en tiempos de la gran enemistad entre Riad y Egipto, con Gamal Abdel Naser, en Irán no había triunfado aún la Revolución islámica. Así que los conflictos de la etapa anterior al establecimiento de la República Islámica tienen claramente sus propias razones. Cuando la Revolución islámica iraní triunfó y la nueva República Islámica empezó a ocuparse de cuestiones de la Umma islámica y árabe, comenzó la enemistad saudí con ella. Esa es la realidad.

 

Para terminar de hablar de Arabia Saudí, recordemos cómo recientemente, a propósito de cómo algunos están suministrando misiles y armas atómicas a Riad, el líder supremo de la Revolución dijo que no hay motivo para enfadarse, puesto que ese equipamiento caerá pronto en manos de los combatientes del Islam. ¿Cómo valora usted esas declaraciones del ayatolá Jameneí?

El régimen imperante en Arabia Saudí es un régimen viejo que ha llegado a la decrepitud. Es posible que esté atravesando ya, por motivos naturales, su etapa final. La familia Saúd lleva 100 años imponiendo a los demás todo tipo de injusticias y saqueando los bienes de su propio pueblo. La corrupción ha echado raíces en todo el régimen, la represión ha llegado a su máximo nivel de toda la historia de ese país, e igualmente ha llegado a su culmen del último siglo la acaparación del poder por los miembros de la familia.

Pero lo que ha adelantado y va a adelantar el fin de ese siniestro régimen es la gestión de sus actuales responsables, que tanto en las apariencias como en sus métodos de actuación es completamente diferente de los métodos de las autoridades saudíes precedentes. Por ejemplo, el príncipe heredero Muhámmad bin Salmán fue a la guerra con Yemen, y ahora somos testigos de los horrendos crímenes que se cometen en ese país. Sin duda, esa decisión tendrá consecuencias para el régimen saudí en el futuro. Estas flagrantes injerencias de Arabia Saudí en los asuntos de distintos países no dejarán de afectar al futuro de ese régimen.

En el mundo árabe vemos a las autoridades saudíes inmiscuirse en los asuntos de todos los países e intentar presentarse como solidarios de las distintas naciones. En los últimos cuarenta años, hemos visto cómo los saudíes trataban de hacerse pasar por amigos de todos los países y todos los pueblos, y de fingir que su país es fuente de bien y ayuda para los demás. Sin embargo, ahora, por primera vez, estamos oyendo resonar en muchos países árabes el grito de «¡Muerte a los Al Saúd!».

Es la primera vez que vemos a grupos políticos y populares, además de Gobiernos, posicionarse abiertamente frente a los crímenes e injerencias saudíes en los países del mundo árabe. Esas intromisiones saudíes son visibles en países como Bahréin, Yemen, Irak, Afganistán y Paquistán. Incluso en Libia, donde actualmente hay en curso enfrentamientos militares, vemos que al menos una de las partes en conflicto dice que Arabia Saudí y Emiratos conspiran para destruir Trípoli en particular y Libia en general.

Hoy día, en muchos países árabes e islámicos, personalidades diversas, partidos políticos, distintas corrientes, ulemas y Gobiernos están hastiados del comportamiento saudí y se oponen a él. Añádale a esto la posición saudí respecto a la causa palestina y, en particular, respecto al llamado «acuerdo del siglo». La indignidad, la postración y la humillación saudíes frente a Trump van a destruir naturalmente la respetabilidad y la apariencia majestuosa de los gobernantes de Riad. Los saudíes siempre se han presentado como independientes y como dignos custodios de los Santos Lugares, pero fíjese en el último viaje de Trump a Arabia Saudí y en lo que dice en las fiestas y ceremonias. Hace poco dijo: «Me he puesto en contacto con el rey saudí y le he dicho que lo amo»; y dice que le dijo al monarca saudí: «Ustedes tienen mucho dinero y nosotros gastamos mucho en defenderlos. Tienen ustedes que pagar el coste de esa defensa».

Trump ha dicho también que en sólo una hora Arabia Saudí pagó 450 000 millones a EE. UU., y que a él le costó mucho menos obtener de Riad esa suma desorbitada que sacarle 100 dólares a un puesto callejero de Nueva York. Y, sin embargo, mire a Arabia Saudí, sus medios de comunicación y sus responsables políticos. Silencio absoluto y nada más. Ni siquiera sus amigos por el mundo ni los numerosos medios de comunicación que tienen por todo el planeta dijeron una palabra al respecto. Es el colmo de la deshonra. Está claro que Trump habla así para ridiculizar y humillar a Arabia Saudí. Los estadounidenses se ríen de los saudíes y los ponen en ridículo.

 

Sin embargo, si una personalidad del mundo islámico habla de manera similar sobre los saudíes, se enfurecen.

Sí, así es. Hasta es posible que corten las relaciones diplomáticas con los dirigentes de ese país, que los acusen de infieles y que dicten sentencias de muerte contra ellos. Puedo decir con rotundidad que Arabia Saudí no había experimentado jamás en su historia este nivel de humillación, de inconsistencia, de debilidad y de deshonra. Es por este preciso motivo que yo pienso que los actuales gobernantes saudíes no permanecerán en el poder mucho tiempo. Tanto las tradiciones divinas e históricas como la propia naturaleza de las cosas nos dicen que no pueden seguir así mucho más.

 

En los últimos años, hemos sido testigos de levantamientos populares en distintas partes del mundo islámico, incluido Yemen, donde el pueblo se alzó y protagonizó una auténtica rebelión; y en todos esos casos, Arabia Saudí ha intervenido para intentar reprimir esos alzamientos populares a favor del establecimiento de gobiernos islámicos y antisionistas. Como usted sabe, su eminencia el ayatolá Jameneí valora mucho de modo general el papel del pueblo en la creación de un movimiento global que se enfrente al sionismo, en el sentido de que, incluso si los movimientos de la Resistencia llevan a cabo una labor especial, él mantiene los ojos puestos en la población de la región, y da siempre esperanza en que la gente se sublevará. Incluso en el caso de Palestina, cuando algunos dirigentes palestinos firman acuerdos negativos a fin de llegar a un entendimiento, él dice que el pueblo palestino está en contra de ello. A la vista de todo esto y dada su insistencia en la importancia del papel del pueblo, ¿cómo analiza y valora usted, a partir de los encuentros que ha mantenido con el ayatolá Jameneí, su perspectiva sobre ese papel general del pueblo en las transformaciones del mundo islámico?

Lo que yo he oído una y otra vez al Seyed Guía (que Dios lo guarde), tanto en eventos y reuniones públicos como en encuentros privados, es su insistencia particular en el valor de la presencia popular multitudinaria en todos los ámbitos, en que, si uno tiene una organización, esta debe mantener siempre su lugar en el corazón de sus partidarios y de la gente, en que ninguna organización, entidad ni partido debe distanciarse de la atmósfera popular que la ha impulsado, y en que el poder verdadero es el poder de la presencia popular. Esto mismo es lo que vimos en el triunfo de la Revolución islámica de Irán, y en el Hezbolá del Líbano hemos tenido la misma experiencia. La fuerza del Hezbolá libanés no se debe sólo a sus capacidades militares, sino también a la aceptación que ha logrado entre las distintas capas de la población. En Palestina, también, quien lucha contra las agresiones y complots israelíes, como el «acuerdo del siglo», es el pueblo palestino.  Es apoyándose en la nación como los movimientos de resistencia palestinos han podido resistir, combatir y tomar posiciones de fuerza. En Yemen, hoy mismo, si no fuera por la presencia del pueblo y su apoyo a Ansarolá, ¿acaso habrían podido Ansarolá y su líder, el querido hermano Seyed Abdulmalik al-Huzi, entrar en su quinto año de batalla y continuar la guerra?

En muchas provincias de Yemen, como Saada y Saná, se ve que el pueblo se mantiene al pie del cañón, y ello a pesar de los numerosos problemas y dificultades que existen en el país, ya sea la propia guerra, la propagación de enfermedades como el cólera u otras, o el asedio. A pesar de todo ello, todos los yemeníes —mujeres, hombres, viejos y jóvenes— salen a las calles en todas las ocasiones, y esa presencia popular es la que da al Ejército y a los comités populares yemeníes la fuerza necesaria para resistir frente a la agresión saudí-estadounidense. Otro ejemplo es Irak. ¿Quién se alzó frente a Daesh? En Irak, fue la gente quien se alzó frente a los terroristas de Daesh.

Quien fue capaz de resistir frente a Daesh fue el pueblo iraquí y las Unidades de Movilización Popular, Al-Hashd al-Shaabi, después de la fetua de las autoridades religiosas y del respaldo de su eminencia el Seyed Guía y de la República Islámica de Irán. Si no hubiera sido por el apoyo del pueblo iraquí a Al-Hash al-Shaabi, el Ejército y las autoridades religiosas, no se habría podido resistir frente al terrorismo takfirí ni derrotarlo. En todos los escenarios es igual.

Por lo tanto, la cuestión de los pueblos y naciones es una cuestión fundamental. En la actualidad, lo que ha podido causar… o la causa principal de que la lucha palestina siga viva después de décadas de conspiraciones y engaños, así como de que uno tras otro hayan fracasado los planes y proyectos de EE. UU. contra los palestinos en la región en los últimos años, es ese factor del apoyo popular, no la postura de los Gobiernos y los Estados. La clave de la victoria ha estado siempre en la postura del pueblo, el alzamiento de las naciones, su interés por los asuntos, su presencia y su sacrificio, es decir, su resistencia. En el Líbano decimos que la nación y la resistencia son como el mar o, más bien, como el agua y el pez. El pez no puede vivir fuera del agua, lo que significa que ningún movimiento de resistencia puede actuar y triunfar al margen de la nación y sin un gran apoyo popular.