En el nombre de Dios, el Clemente y Misericordioso
Estamos muy agradecidos a los queridos hermanos activos en los distintos distritos de la provincia de Markazí por pensar en llevar a cabo esta acción tan útil y revivir la preciada memoria de los ilustres mártires de la provincia. La provincia de Markazí ―en la que según nos han dicho estos caballeros hay 6200 mártires― es posible que en el pasado haya tenido también grandes mártires. Es muy probable que muchos de los imamzadé, los descendientes de imam que hay enterrados por toda la provincia, recibieran el martirio. Yo he ido a la tumba de Sultán Seyed Ahmad, en Hezavé, que es ancestro mío. La situación del enterramiento muestra que aquel gran seyed no fue enterrado allí de modo normal, sino que allí ocurrió algo, hubo un enfrentamiento o alguna otra cosa.
Con los demás pasa lo mismo, porque en la provincia de Arak hay muchos imamzadé enterrados. Yo los he visitado unas cuantas veces, entre ellos a los descendientes de imam que están en Saruq, que tiene distintos distritos y hay muchos imamzadé enterrados allí, lo que muestra con claridad que aquello fue un centro de martirio. Los honorables seyed iban hacia allí por ser zona segura ―porque en aquella época Irán era para ellos zona segura―, y unos de los centros que les quedaban cerca en el camino era esa zona a la que hoy llamamos provincia de Markazí. Pero, o bien ahí eran también objeto de persecución y recibían martirio, o bien allí comenzaban alguna acción ―es probable que lanzaran algún movimiento― contra el aparato de opresión de la época y recibían el martirio en los enfrentamientos. Quiera Dios hacer que la gente de esa región se beneficie de las bendiciones de los mártires locales, igual que se beneficia de las bendiciones de los mártires, gracias a Dios, la nación iraní.
En cuanto a la tarea del Congreso de los Mártires de la que han hablado ustedes y a todas las labores realizadas señaladas por el caballero, se trata de un trabajo loable. Algunas de esas labores son excelentes y muy necesarias. Lo llena a uno de satisfacción ver que, gracias a Dios, se presta tanta atención a esos puntos y a esos centros sensibles. Este tipo de proyectos en torno a una anécdota relativa a una mezquita son de gran importancia. Los recuerdos de los padres y cónyuges de los mártires de la Guerra Impuesta, la Sagrada Defensa, son como piedras preciosas que tenemos a nuestra disposición y, que, si las descuidamos, las perderemos. De hecho, ya se han perdido muchas de ellas. Muchos de los padres y madres de los mártires han fallecido, y muchos otros han perdido la memoria. Cada mártir es, sin embargo, todo un compendio de enseñanzas para quien reflexione en lo que vivió. Cuando uno lee lo que atravesaron esos mártires a lo largo de su vida y las situaciones en las que se encontraron durante la Sagrada Defensa, en la guerra, advierte cosas que son todas muy instructivas.
De manera general, tenemos que saber que quienes fueron, hicieron el yihad y recibieron el martirio eran personas singulares; da igual que tuvieran poca o mucha edad. Si no hubieran sido singulares, Dios el Altísimo no les hubiera concedido la gracia del martirio. El hecho de que diera a aquellos jóvenes, adolescentes, hombres y personas de mediana edad la salvación mediante el martirio en el yihad por la causa de Dios es en sí mismo un indicio de su excelencia. Cuando uno observa lo que experimentaron y lee sus biografías ―si se han escrito con atención― ve que, en efecto, esas señales de su excelencia están presentes en su modo de ser, en sus actos y en sus palabras, y uno se asombra del alto nivel de sabiduría que caracteriza a esos poseedores de tan alto grado de excelencia y de lo que dijeron.
Eso, en lo que respecta a los mártires; en cuanto a los antiguos combatientes, son un capítulo aparte del mismo tipo. Aquellos combatientes que no extraviaron el camino y siguen el mismo movimiento, la misma orientación, constituyen un capítulo aparte. Es un capítulo aparte cada uno de ellos. Hace falta poner de relieve y dar más y más brillo día a día a su recuerdo, que es realmente alentador, esperanzador y orientador. Entre las cosas que deben tenerse en cuenta en esos recuerdos de los mártires y en las entrevistas con sus familias es pedirles que expliquen el motivo de aquel joven para partir y el de aquella joven esposa para aceptar que su marido partiera.
¿Cuál fue el motivo de que los padres que habían criado a aquel retoño dejaran que emprendiera el camino de Dios hacia el campo de batalla? El motivo de todos ellos era Dios, la satisfacción divina, el recuerdo del Señor de los Mártires. Eso es lo que reflejan las escenas de nuestra guerra. No dejen que eso envejezca o se olvide. No dejen tampoco oportunidad a otros para negarlo; porque lo negarán, igual que hoy en día algunos osan abrir la boca para negar abiertamente muchos de los aspectos evidentes de la Revolución. También negarán esto; por eso hay que darle relieve y mostrarlo. En cualquier caso, se trata de una gran fortuna para ustedes; aprécienlo como tal.
Otra cuestión que ha salido en lo dicho aquí antes es que estas conferencias y estas reuniones que tienen lugar, así como las actividades que se realizan, no son sino el principio de la tarea. Así es, es una consideración del todo correcta. No debemos decirnos que muy bien, ya hemos organizado una gran conferencia, hemos imprimido una serie de libros y ya hemos cumplido. No. El trabajo comienza ahora. Este camino debe continuarse. Nuestros jóvenes y adolescentes deben familiarizarse con el conocimiento de la Revolución y la Sagrada Defensa. Gracias a Dios, en estos años esa tarea se ha realizado. Se han llevado a cabo muchas labores. Ahora, uno ve jóvenes que, con poca edad y sin haber conocido la guerra ni al imam Jomeiní ―y sin que haya quedado tampoco ningún recuerdo para ellos o para su familia―, conocen las enseñanzas del Islam igual que un joven del período de la Revolución, y las entienden a veces con mayor profundidad. Esto es una gracia divina. No debemos olvidar este camino. Quiera Dios el Altísimo ayudarlos a ustedes y darles éxito.
En cuanto al difunto Karbalaí Kazem, al que han hecho ustedes alusión, efectivamente, yo tuve ocasión de conocerlo. Lo vi dos veces en Mashhad. Una vez estuvo con Navvab Safaví (que en paz descanse) y lo vimos: un anciano vestido con un manto y un gorro, al que Navvab ponía delante. Estuvieron, por ejemplo, en la madrasa de Navvab, en la que yo hacía estudios religiosos. Cuando fue a ver a los estudiantes, todos tenían la atención puesta en Navvab Safaví, claro. Hablaba, se movía sin parar, se paraba a descansar, seguía hablando y nos arengaba.
Luego sacaba adelante a aquel anciano y se iba. Nosotros nos preguntamos quién sería aquel y nos dijeron que era Karbalaí Kazem. Otra vez ―no recuerdo bien si fue en aquel mismo viaje o en otro; ha pasado mucho tiempo―, en la mezquita de Goharshad, estaba sentado en el suelo al pie del alminar que hay junto al iwán de Maqsuré, con un grupo de gente reunida en torno a él. Uno de mis amigos de Qom lo conocía y dijo: «Es Karbalaí Kazem, vamos a verlo y hablar con él».
Nos acercamos y tenía un Corán en la mano. Alguien recitaba una aleya y él abría el Corán tal cual, lo hojeaba un poco y señalaba la aleya, ¡a pesar de que no podía leerla! No sabía leer como para leer el versículo, pero sabía y lo señalaba con el dedo. Lo vi yo con mis propios ojos. El Corán que llevaba era el suyo y, cualquier aleya que le dijeran, lo abría y la señalaba.
Mi amigo decía que a veces abrían uno de nuestros libros académicos, de Derecho Islámico o de Principios de la Fe, había una aleya citada y le preguntaban si aquello era el Corán. Él, siendo analfabeto, ponía la mano sobre el versículo y decía que la aleya sí estaba allí, pero que el resto del Corán no. Le preguntaban cómo lo sabía y decía que había una claridad; que cuando la aleya estaba en la página la veía iluminada, reluciente, y sabía que era aquella aleya coránica. Así es, el difunto Karbalaí Kazem (que en paz descanse) era parte de los milagros del Corán, y nosotros fuimos a verlo en aquel pórtico de la tumba de aquel venerable imamzadé, donde se le concedió ese carisma. Fuimos y lo vimos. Que Dios les dé a ustedes el éxito y Su aprobación.
Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y sus bendiciones