«A lo largo de los últimos dos o tres siglos, los occidentales han cubierto todos sus crímenes con bellas denominaciones. Tanto si mataban como si saqueaban, esclavizaban, expropiaban las riquezas de las naciones o provocaban guerras forzadas entre naciones, entre otros crímenes, lo cubrían todo con denominaciones de apariencia bella y engañosa; nombres como «lucha por la libertad», «derechos humanos», «democracia» y similares. Llamar «libertad» a la orientación de la cultura occidental respecto a las mujeres es una denominación falaz. Eso no es libertad. La base de la cultura de Occidente consiste en que la sociedad ofrezca la mujer al hombre como mercancía y como medio de obtención de placer. De ahí que se aliente y se incite a la desnudez. En Occidente, el hostigamiento a las mujeres ha crecido, no disminuido, en los últimos cien o doscientos años. La libertad y el desenfreno sexuales no han hecho que en Occidente deje de bullir el deseo carnal, que es un instinto natural del ser humano. Antes es lo que se pregonaba, que se dejase que hombres y mujeres mantuvieran relaciones libres en la sociedad para que disminuyese el ansia sexual, pero en la práctica se ha visto que ha sucedido al revés: cuanto mayor es la libertad social para las relaciones entre hombres y mujeres, en la situación que han creado, más crece la lujuria del ser humano. Hoy en día, a los occidentales ni se avergüenzan de plantear la desviación hacia el mismo sexo como algo de valor. A una persona digna le suda la frente del bochorno, pero ellos ni se ruborizan. La actitud de Occidente respecto hacia la mujer es una actitud decadente, defectuosa, descarriada y errónea, mientras que la actitud respecto a la mujer del Islam es una actitud dignificante, ennoblecedora, que propicia el crecimiento y da independencia a la identidad y la personalidad de la mujer. Esa es nuestra tesis, y tenemos los más sólidos argumentos para demostrarla.
»En un entorno islámico, la mujer crece desde el punto de vista científico, de la personalidad, de la moral y de la política; se sitúa en las primeras filas respecto a las cuestiones sociales más fundamentales; y, al mismo tiempo, sigue siendo mujer. Ser mujer es para la mujer un privilegio y un motivo de orgullo. Para la mujer, no es motivo de orgullo que se la aleje del entorno femenino, de las características femeninas y del modo de ser femenino, considerando vergonzoso el cuidado de la casa, de los hijos y del marido. La cultura occidental ha destrozado la familia. Uno de los grandes problemas actuales del mundo occidental es la descomposición de las familias, la proliferación de hijos sin identidad. Todo esto acabará poniendo a Occidente en graves aprietos. Progresivamente, irán produciéndose conflictos sociales, y será de ahí de donde reciba Occidente los golpes más fuertes y por donde acabe cayendo esa civilización materialista con todos sus oropeles.
»El Islam contempla a la mujer con dignidad. Todas las características del ser humano son comunes al hombre y la mujer. Un ser humano, antes de caracterizarse por ser hombre o mujer, se caracteriza por ser humano. Y, en la humanidad, no hay hombres ni mujeres: todos son iguales. Esa es la concepción del Islam. Dios el Altísimo ha asignado a ambos sexos atributos corporales que tienen cada uno su papel en la continuidad de la creación, en el crecimiento y la elevación del ser humano y en el movimiento de la historia, y el papel de la mujer es más importante. La labor más importante de la persona es dar continuidad a la generación humana, es decir, la reproducción. El papel de la mujer no es comparable al del hombre en esa labor, en la que es importante la casa, la familia, las restricciones al ejercicio de los instintos sexuales… La cuestión del Islam y de los preceptos de la ley islámica deben contemplarse desde esa perspectiva. El Occidente descarriado ve en eso cortapisas, mientras que a ese cautiverio del descarrío ¡lo llama «libertad»! Ese es uno de los engaños de Occidente» (11/07/2012).