En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

La alabanza es para Dios, Señor de los Mundos, y vayan los rezos y la paz con nuestro maestro y profeta Abulqásim al-Mustafa Muhammad y su excelsa y pura familia de infalibles, en especial lo que queda de Dios en la tierra, el imam del Tiempo.

Sean ustedes muy bienvenidos, queridos hermanos y hermanas. Este encuentro anual es para este humilde servidor uno de los más dulces y memorables, y reunirme con la gente de Tabriz y de Azerbaiyán ha sido siempre, de los viajes que he hecho, una de las mejores, más dulces y memorables reuniones de viaje. Me alegro de encontrarme una vez más con un grupo del orgulloso, devoto, revolucionario y valiente pueblo de Azerbaiyán y de Tabriz en esta husainiya. Sean ustedes muy bienvenidos.

Hemos hablado mucho de los méritos de Tabriz, de los tabrizíes y de Azerbaiyán, y aún quedan cosas por decir. Cuanto más repasa uno en la mente los acontecimientos históricos del periodo de la Revolución y de antes de la Revolución, más siente la importancia de la gente de Tabriz y de Azerbaiyán y de su influencia. Si queremos formular un juicio de manera sucinta sobre esta gente, tenemos que decir que el celo religioso, nacional y revolucionario está cristalizado en el comportamiento, la personalidad y la identidad de la gente de Azerbaiyán, que se ha distinguido por su defensa de la religión, del país, de la Revolución, de la nación y de la identidad religiosa. Cuando por motivaciones hostiles se divulgaban en Azerbaiyán ideas desviadas contra la religión, los salvadores de la Revolución constitucional de 1906 se apoyaron en las fetuas de los alfaquíes. Nadie creía que Sattar Jan y Baqer Jan recibieran órdenes y decretos de las autoridades religiosas de referencia, pero así era. Siempre preservaron la identidad religiosa.

Un punto importante y positivo que se ha repetido en las palabras del imam de la oración es que en Azerbaiyán y en Tabriz las cosas ocurren en su momento, no con retraso, sino en el momento en el que es preciso, en el instante preciso. Un servidor ha dicho muchas veces que, cuando uno está parado en un punto de una línea de producción, cuando pasa el producto delante de nosotros es cuando hay que realizar una operación sobre ese producto. Si se retrasa uno cinco segundos, el producto pasa y queda defectuoso. Hay que tomar una decisión y actuar en ese mismo instante. Así se ha comportado Azerbaiyán, decidiendo y actuando en el instante. Así fue el 18 de febrero de 1978, cuyo aniversario rememoramos hoy por aquel inmenso acontecimiento. Tomaron una resolución, actuaron y Dios deparó bendiciones, como ahora diré resumidamente: Dios depara bendiciones por ese tipo de acciones.

En los sucesos de después de la Revolución, igual. Yo estaba al corriente. En el Consejo de la Revolución, todos tenían presente en permanencia la situación de Tabriz. También el imam Jomeiní estaba pendiente. Algunos estaban aterrorizados, pero el imam ordenó que no cundiera el pánico, que la propia población de Tabriz se ocuparía de acabar con el tumulto y que no hacía falta nadie más. Y así fue. Ya en los primeros meses de la Revolución, juntaron a los antirrevolucionarios de aquí y de allá, y los llevaron a Tabriz, por si podían organizar desórdenes y agitación. Quien puso remedio al tumulto fue la propia población de Tabriz. Entró en acción la propia gente de Tabriz, los jóvenes del mismo Tabriz.

En la Defensa Sagrada, igual. En los sucesos posteriores al periodo de la Defensa Sagrada, en los distintos tumultos, en el año 2009 y en los acontecimientos posteriores, Tabriz siempre ha estado adelantada, avanzando por delante de los demás. Y, aunque no trajeron a Tabriz los restos mortales del general mártir Soleimaní, la inmensa movilización popular que se produjo para despedirlo ―yo lo estuve mirando por televisión― le sacaba a uno realmente las lágrimas. Todo esto es muy importante y muy significativo. Luego, la marcha del Veintidós de Bahmán, en ese frío, con esa nieve, en un clima como ese, con esa multitud inmensa. Todo eso son cosas que se ven con los ojos. Las ven los ojos de los amigos y cunde en ellos la esperanza. Las ven también los ojos de los enemigos, y hacen sus cálculos. El enemigo también ve esas cosas. El enemigo no está dormido ni ciego; ve lo que sucede en Irán. Por lo tanto, todo ello influye, como ahora voy a decir.

La influencia de la presencia en el momento oportuno es una influencia que Dios el Altísimo observa con una atención y un favor especiales. Cuando hacen ustedes lo que hay que hacer en el momento necesario, las bendiciones de esa acción son mayores. Aquel mismo 18 de febrero de 1978 es un ejemplo. La convicción de un servidor es que, si el pueblo de Tabriz no hubiera realizado aquel 18 de febrero el duelo del cuadragésimo día por el 9 de enero, muy probablemente el 9 de enero habría caído en el olvido, relegado entre las oleadas de propaganda de todo tipo de aquel entonces. Dios el Altísimo deparó Sus bendiciones. La gente se mantuvo firme, resistió, fue valiente, acudió a los ritos del cuadragésimo día por los mártires del 9 de enero de Qom y, por haber sido prestos, por haber actuado correctamente de manera oportuna y en su momento, Dios el Altísimo deparó bendiciones. ¿Y cuáles fueron esas bendiciones? Pues que, a resultas de esa acción, se produjo el movimiento general de la nación iraní. Después de Tabriz, muchas ciudades ―ya no era cosa de una sola ciudad― acudieron al cuadragésimo día de los mártires de Tabriz, es decir, que aprendieron lo que tenían que hacer. Fueron los tabrizíes los que abrieron el camino. Así dio bendiciones Dios el Altísimo. Y el movimiento general de la nación iraní desembocó en un acontecimiento que no tiene precedentes en toda la historia de nuestro país: la abolición del reinado del Tagut, de la tiranía idólatra, y la llegada al poder del gobierno del Islam. Esa es la bendición divina.

Este servidor tiene muchas esperanzas puestas en Azerbaiyán y en Tabriz, así como en la juventud. La mayoría de quienes están aquí son jóvenes. No tienen ustedes el recuerdo de aquellos días, ni conocieron al imam ni el periodo de la Sagrada Defensa, pero la capacidad de ustedes, si no es mayor, no es menor que la de aquellos hermanos queridos que combatieron en la Defensa Sagrada. Esa es mi convicción. Hoy día, el joven azerbaiyano se mantiene firme con virilidad en la defensa de la Revolución, interviene ante la amenaza ―ya sea en el terreno de la guerra suave, en el ámbito ideológico, en el campo de las distintas ideas o plantando cara a la propaganda hostil del enemigo― y, si, en un momento dado sucede algo y se hace necesaria la presencia en la acción de otra manera, lo que yo veo es que esos jóvenes están dispuestos a estar ahí. Tanto en el ámbito económico como en el político, en el científico o en las distintas cuestiones del país, Azerbaiyán tiene realmente la disposición para cumplir con su papel y, si Dios quiere y concede Su ayuda, el papel que cumpla será determinante.

Hoy, este servidor quiere hablarles un poco de las elecciones. Los destinatarios de estas palabras son tanto ustedes, que están aquí, como aquellos que escucharán lo que decimos a través de otros altavoces. La cuestión de las elecciones es muy importante. Lo que yo les digo a ustedes es que las elecciones son un Yihad general. Las elecciones son un componente del fortalecimiento del país y de la reputación del sistema islámico. ¿Ven ustedes cómo la propaganda de los estadounidenses pretende crear distancia entre el sistema islámico y la gente? Se esfuerzan mucho por ello; trabajan sin cesar. Crean lo que ellos llaman think tank ―le llaman think tank a los grupos de pensamiento―, se reúnen, piensan y hacen planes. En los distintos departamentos hay varias decenas o centenares de personas encargadas de Irán y de la cuestión de la opinión pública iraní, reuniéndose y realizando actividades con el objetivo de separar a la juventud iraní del sistema islámico; sin conseguirlo: ya ven ustedes lo que pasa los 11 de febrero, en el Veintidós de Bahmán, o en el homenaje a nuestro querido mártir, el general Soleimaní. ¡Eso mismo tiene que pasar en las elecciones! Miren ustedes: por más que los enemigos insistan en alejar a la gente del sistema, la gente recibe las elecciones con interés, y ese interés redunda en la reputación del sistema islámico.

Tanto amigos como enemigos tienen la vista puesta aquí. Sean ustedes conscientes de ello. Los enemigos quieren saber qué efecto han tenido al fin y al cabo sobre la gente todos esos esfuerzos suyos, la propaganda y los problemas económicos que existen en el país, así como los incumplimientos de los occidentales y los europeos con nosotros, y las presiones ―como dicen ellos, la «presión máxima»— que están ejerciendo los norteamericanos. Los enemigos están observando, y eso es lo que quieren ver. Y nuestros amigos de distintas partes del mundo observan con preocupación para ver qué va a pasar. Claro que, cuando enviamos un mensaje a alguno de nuestros grupos de amigos, yo siempre les digo que no se preocupen; que, por el pueblo de Irán, no se preocupen. El pueblo de Irán sabe lo que hace, sabe lo que tiene que hacer y lo está haciendo.

Las elecciones neutralizan muchas de las intenciones aviesas contra el país que albergan los estadounidenses en sus mentes y los sionistas en sus corazones. Las elecciones neutralizarán esas intenciones aviesas. Estas elecciones servirán de contrallave frente a las argucias de los enemigos de Irán. Son un ejemplo de esa presencia en el momento oportuno de la que hablaba. Como decía, Dios depara bendiciones por la presencia en el momento oportuno, como en el caso de la presencia el 18 de febrero del 78, que Dios bendijo. Y ahora es la presencia en las urnas, para las elecciones, la que, con la ayuda de Dios, será fuente de bendiciones. Si hacemos bien nuestra tarea, es posible que se cree en el país una influencia transformadora.

Yo he dicho repetidas veces que Irán debe fortalecerse. Si lo hace, el enemigo desesperará y sus conspiraciones quedarán sofocadas en su etapa embrionaria, sin que lleguen a dar resultado. Eso es lo que pasa cuando uno se fortalece. Y uno de los baremos del fortalecimiento es, justamente, una Asamblea fuerte: una Asamblea que pueda inmunizar al país frente a las conspiraciones del enemigo promulgando las leyes necesarias y orientando al Gobierno hacia la dirección deseable. Una Asamblea fuerte es así. Pues bien, cuanto mayor sea la asistencia popular a las urnas, más fuerte será la Asamblea. Ese es uno de los pilares; del segundo ahora hablaré. El primer pilar de la fuerza de un Parlamento es que mucha gente, una multitud mayoritaria, le dé su voto. La Asamblea que se forme con el voto de una mayoría rotunda de la población será una Asamblea fuerte y creíble. La influencia que ejercen las elecciones no se aplica solo además a los cuatro años de la legislatura de la Asamblea en cuestión, sino que se trata de una influencia de largo plazo, dado que es posible que los representantes que ustedes envían a la Asamblea tomen decisiones y aprueben leyes cuyos efectos se prolonguen durante muchos años. De esa manera, la influencia de una Asamblea ―ya sea una Asamblea fuerte y buena o una Asamblea débil― puede ser de largo plazo. No quiera Dios que tengamos una Asamblea débil y sumisa ante el enemigo, porque esa también ejercería una influencia negativa durante un largo tiempo.

En opinión de un servidor y teniendo en cuenta todos los aspectos, hoy por hoy la presencia en las elecciones, la participación y el voto es una obligación religiosa. No es solo un deber patriótico y revolucionario, sino un deber religioso. Al mismo tiempo, se trata también de una fiesta nacional y de un derecho de ciudadanía. La gente tiene el derecho de intervenir en el destino de su país. Participar es el ejercicio de un derecho de toda la gente. Por lo tanto, tanto desde el punto de vista de la ley religiosa como desde el punto de vista nacional y el del cumplimiento de un derecho de ciudadanía, las elecciones poseen una relevancia especial. Bien, esta es una parte de la cuestión.

Otra parte de la cuestión es cómo llevar a cabo la elección: cómo elegir y a quién elegir. Esto es importantísimo. En ocasiones anteriores ya he hecho ciertas observaciones, pero ahora voy a recalcar de nuevo esos puntos que ya he tratado: que tengan fe, que sean valientes y que sean eficaces; personas creyentes, valientes, responsables, motivadas, leales a la gente y leales a la Revolución. ¡Estimados míos! En cierto momento hemos tenido representantes en la Asamblea de Consulta Islámica ―en esta misma Asamblea de Consulta Islámica nuestra― que son, en la actualidad, lacayos y criadas de Estados Unidos y de los enemigos de irán; de los enemigos de la República Islámica. ¡Y un día fueron representantes aquí! Con esto hay que tener mucho cuidado. Que los elegidos sean leales al Islam, leales a la gente, leales a la Revolución, leales al país e inflexibles ante el enemigo; que no se sientan débiles ni muestren debilidad ante el enemigo; que tengan la vista y el corazón ahítos, no pendientes de los bienes de este mundo. Es posible que algunos entren a la liza como representantes para obtener acceso a bienes, propiedades y medios. Tales personas no son dignas de representar a esta nación. ¡Personas que andan detrás de llegar a diputado a fin de ejercer influencia en la administración de ciertos lugares, poniendo y quitando, para hacer de ello un objeto de codicia de tipo financiero! Así no debe ser.

En la Asamblea debe haber una proporción adecuada de jóvenes y personas experimentadas. Eso es indispensable. Un servidor siempre insiste en la juventud, pero eso no significa que se prescinda de las personas experimentadas, conocedoras e informadas. Los jóvenes son en realidad los actores principales, que impulsan e imprimen movimiento hacia delante. Es por lo tanto imprescindible que existan. Lo es tanto en los órganos gubernamentales como en los órganos legislativos y en los distintos sectores. Esa tendencia a la juventud de la que hablamos es una necesidad rotunda del país, pero eso no implica que se saque de la circulación a las personas experimentadas, avezadas, que conocen el camino y cómo se hacen las cosas. No, sino que la deseable es una composición de los dos.

Deben considerarse también un punto negativo rechazable los antecedentes de interés por el enemigo y de pasividad ante él. Quienes tienen esos antecedentes de haberse mantenido pasivos ante el enemigo, de no haber tenido la capacidad de ser firmes ante el enemigo y no haber confiado en sí mismos, si somos imparciales, no son apropiados para representar a esta nación. Esta nación tiene confianza nacional en sí misma. Nuestra nación tiene confianza nacional en sí misma. Es algo que siente quienquiera que observa nuestro país.

Tengan ustedes presente que, ahora mismo ―no sé si estas noticias llegan a todo nuestro querido pueblo o no―, ese es el juicio que se hacen de la nación iraní muchos de los científicos del mundo, pensadores, políticos y autores. Dicen que el pueblo iraní es un pueblo grande y audaz, lleno de energía, y que no es un pueblo al que se pueda asustar y obligarlo con presiones a hacer algo. Eso lo dicen todos aquellos que trabajan con Irán. Claro está que los miembros de la CIA de EE. UU. no dicen eso. Natural. Tampoco lo dice el que dependa de tal Gobierno hostil, pero las personas libres sí. En la prensa y las publicaciones extranjeras se dice mucho de eso, conforme a los informes que me llegan.

Por cierto, hablando de las elecciones, las de la Asamblea de Consulta Islámica son importantísimas, pero también lo son las elecciones de la Asamblea de Expertos, que se celebran conjuntamente en algunas ciudades. No deben dejarse al margen. La labor de la que se encargan los Expertos de la nación es una labor de extrema importancia.

De manera que hay dos pilares relativos a las elecciones: uno son las elecciones en sí y la participación general de la gente, sobre la cual ya hemos dicho que quien ame el Islam, quien ame la Revolución, quien ame el sistema y quien ame Irán tiene que participar en las elecciones, pero sin dejarse influir por propaganda de distintos tipos. Quien tenga esas cualidades debe realizar una buena elección. Me ha llegado un informe, con gran probabilidad fidedigno y exacto, según el cual uno de los países hostiles de la región, cuyo nombre no quiero mencionar, ha dado dinero a un medio occidental inglés para que en sus emisiones en persa diga cosas que alejen a la gente de los candidatos revolucionarios. Gastan dinero, gastan petrodólares para persuadir a la gente y llevarla en otra dirección. Ese es el segundo pilar. El primero, las propias elecciones, y el segundo el cómo y de qué manera se hacen las elecciones. Esto es lo que tenemos que decir sobre las elecciones, que van a ser en unos días. Son tanto una bendición divina como una prueba divina. Son un escenario en el que hay que estar presentes, y esperemos que, si Dios quiere, todo el querido pueblo de nuestro país, el querido pueblo de la provincia de Azerbaiyán y el querido pueblo de Tabriz salgan de esta prueba con la cabeza alta.

Déjenme decirles también algo sobre las tonterías que han dicho últimamente los estadounidenses. Porque, recientemente, esos tontos de remate se han juntado, se han alineado y no dejan de decir todos ellos cosas sobre Irán, sobre el pueblo iraní y sobre la República Islámica. Algunas de las cosas que dicen son para influir en las elecciones. Quieren ejercer una influencia como puedan, hacer que la gente se desaliente y pierda la esperanza en las urnas. Parte de eso es el resultado de su pasividad. Después del martirio de nuestro querido general Soleimaní, con el crimen que perpetraron los estadounidenses en el aeropuerto de Bagdad, han caído en la pasividad. El propio presidente de EE. UU. y quienes lo rodean se han quedado pasivos, en el verdadero sentido de la palabra, y han entendido que hicieron aquello sin calcular. Los han atacado tanto en el mundo como dentro de EE. UU. con mucha virulencia: que cómo han hecho semejante desatino, que ha dado resultado inverso. Los norteamericanos querían eliminar a nuestro querido mártir, que tenía influencias muy profundas sobre la región, para poder dominar esta, y les ha salido al revés: esa inmensa marcha del pueblo iraquí en Bagdad, la movilización de la gente en Siria, los acontecimientos en torno a Alepo y demás, así como otras cosas que pasan en la región, son justo lo contrario de lo que pretendían los estadounidenses, que ahora están pasivos. Estos disparates que dicen últimamente se deben, en parte, a esa pasividad, que quieren compensar de alguna manera. Eso, por un lado. Por supuesto, el martirio del general Soleimaní ha supuesto para nosotros una pérdida amarga. El general era muy valioso, una persona muy entrañable y muy útil que despertaba la admiración en mucha gente. Todo eso es así. Bueno, ahora lo hemos perdido, pero cuando miramos lo ocurrido vemos que ese acontecimiento, como otros acontecimientos de índole divina, en los que la gracia de Dios impera sobre la cólera.

En cuanto al propio mártir, Dios el Altísimo dice en el Corán, poniéndolo en boca de los musulmanes: «Tendremos una de las dos mejores cosas» (Sagrado Corán, 9:52). Husna quiere decir «lo mejor». Tendremos una de las dos mejores cosas. ¿Y qué son esas dos cosas, de las que el ser humano puede obtener una? Una es la victoria y la otra, el martirio. El mártir Soleimaní obtuvo las dos husna: alcanzó la victoria ―hace varios años que el vencedor en el campo de batalla de la región es el general Soleimaní, y los vencidos, EE. UU. y los agentes de EE. UU., y es así en toda esta región― y además recibió el martirio. Es decir, que Dios el Altísimo otorgó a ese mártir las dos mejores cosas.

Respecto a la nación iraní, hay que decir que ha mostrado su grandeza, su unidad, su motivación y su presencia. Esto es algo que ocurrió en Teherán, ocurrió en Tabriz, ocurrió en Mashhad, ocurrió en Ahvaz, ocurrió en Kermán y ocurrió en Qom. Es un suceso inmenso, de los que se ven raras veces: que decenas de millones de personas de distintas ciudades despidiesen a un mártir. Eso mostró la grandeza de la nación iraní, la gratitud de la nación iraní y la lucidez de la nación iraní. Esto, por otro lado, ha sido una bendición divina. Ha colocado a muchos pueblos junto a Irán desde el punto de vista del dolor compartido. Los pueblos nos expresan sus condolencias. En un país extranjero ―que, por cierta razón, no quiero nombrar, pero que si lo nombrara todos confirmarían que el dato es correcto―, se han celebrado mil concentraciones en memoria de Soleimaní. ¡Mil concentraciones! Hasta ese punto ha habido condolencias de países. Eso ha pasado en algunos países europeos e incluso en países lejanos, en países africanos. Lo hemos ido oyendo a medida que pasaba, y seguimos oyéndolo. Las noticias que llegan de un lado y de otro muestran que esto ha hecho que los pueblos compartan nuestro dolor y ha acercado a nosotros sus corazones. Esto es una gran bendición. Esa es la profundidad estratégica de la Revolución islámica y del sistema islámico. Así que con esta historia hemos salido ganando. Dentro de un asunto de apariencia tan amarga ―al fin y al cabo, nos han quitado a nuestro querido mártir, lo que es muy amargo―, Dios ha ocultado algo que es todo ello victoria.

Cuando el difunto Hach Aga Mostafá, el culto y brillante hijo mayor del imam Jomeiní, falleció en Nayaf ―a propósito de lo cual hubo sospechas de que lo hubieran envenenado o algo similar―, en su primera declaración, el imam dijo que la muerte de Mostafá había sido una gracia secreta de Dios (1), y nadie entendió bien lo que quería decir. ¿Cómo podía una persona perder a su hijo mayor, un hijo culto ―porque el difunto Hach Mostafá era muy brillante, era una de las esperanzas para el futuro y, si hubiera sobrevivido, con seguridad sería hoy una autoridad religiosa de referencia―, y decir que aquello era una gracia secreta de Dios? Después, cuando el pueblo iraní actuó de esa manera, rezó la azora Fátiha por él, esa Fátiha provocó aquella reacción de la corte. Luego se sucedieron uno tras otro los acontecimientos de Qom, los de Tabriz y aquella cadena de sucesos, y entonces la gente entendió cuál había sido aquella gracia secreta. Es decir, que una gracia secreta de Dios que empezó con algo amargo desembocó en la creación del sistema de la República Islámica y en la caída del reinado de la tiranía idólatra del Tagut. Y ahora es igual. Ahora, también, ha habido un suceso amargo, pero con ese suceso ha triunfado el frente de la verdad y la justicia. El enemigo pérfido ha salido perdiendo. Se imaginó haber logrado algo, pero en realidad salió perjudicado.

Y yo les quiero decir que EE. UU. no ha salido perdiendo solo en este asunto. EE. UU. lleva cuarenta años perdiendo una batalla en la que constantemente recibe golpes de la nación iraní y resulta derrotado. La razón de la derrota de EE. UU. por la nación iraní en estos cuarenta años es que los estadounidenses han usado contra Irán todas las armas que podían usar ―las armas de la política, la guerra, la seguridad, la economía, la cultura, los medios de comunicación, la propaganda― y han hecho todo lo que podían hacer. ¿Para qué? Con el fin, a lo largo de estos cuarenta años, desde el primer día hasta hoy, de derrocar el sistema de la República Islámica. Pero, en estos cuarenta años, el sistema islámico no solo no ha sido derrocado, sino que se ha hecho mil veces más fuerte. Eso es lo que significa la derrota del enemigo. Hace cuarenta años que el pueblo de Irán derrota a EE. UU. Nosotros nos hemos hecho más fuertes, y EE. UU. se ha hecho más débil.

¡Queridos hermanos y hermanas! ¡Jóvenes! Insisto en que tengan esto en cuenta: hoy en día, EE. UU. finge mantenerse en pie a base de maquillaje. Realmente las cosas no son así. Hoy en día, EE. UU. es uno de los Estados más endeudados del mundo. Debe 22 billones de dólares a distintos países. Hoy en día, en EE. UU. la desigualdad social es mayor que nunca. Esto que digo no lo digo yo, sino una personalidad política actual de EE. UU. que pertenece al grupo dirigente de ese país; es miembro del Congreso, ―senador, por lo que parece―. Eso lo dice él ―yo sé cómo se llama, pero no quiero mencionar el nombre de las personas―, que dice que con la Administración de Trump, que hace tres años que llegó al poder, se han sumado más de cien mil millones de dólares a la fortuna de cinco de las personas más ricas. Tres de esas cinco personas tienen tanta riqueza ¡como la mitad de la población estadounidense! Fíjense ustedes cuánta desigualdad social: tres individuos tienen tanta riqueza como 160 millones de personas. Eso, por una parte; y, por otra, los salarios del 80 % de los trabajadores no bastan para vivir, es decir, que son pobres, porque aquel cuyos ingresos son inferiores a sus gastos es pobre. Vean ustedes qué desigualdad social. ¡Es terrible! La misma persona dice ―son sus propias estadísticas, el que habla no es un periodista, sino un político sobresaliente, una personalidad eminente― que, de cada cinco estadounidenses, solo uno puede pagarse un tratamiento si va al médico. Las otras cuatro, si van al médico, no tienen dinero para comprar los medicamentos. En los últimos cincuenta años, la diferencia entre la riqueza de los blancos y los negros de EE. UU. se ha triplicado. El actual presidente de EE. UU. afirma que ha mejorado la situación económica, y le dicen que sí, que la situación económica ha mejorado, pero para los multimillonarios, no para el pueblo estadounidense. Esa es la situación social de Estados Unidos.

Un expresidente norteamericano dice que EE. UU. es una oligarquía ―es decir, el gobierno de un sector particular, sin intervención popular― «con sobornos políticos ilimitados». Las huellas de la pobreza abundan en EE. UU. Las personas que duermen en la calle son muchas. Las estadísticas están ahí, por supuesto, aunque un servidor no quiere ahora entrar en ellas. Los detalles de esos datos tampoco resultan muy convincentes, pero lo que está claro es que hay decenas de millones de personas a las que les falta de comer. Hay muchísima gente que, por la noche, no tiene más remedio que dormir en la calle. Cuando hace algo de frío, se oye en las noticias que en EE. UU. han muerto tantas personas. ¿Pero por qué tienen que morir? Unas temperaturas de, pongamos por caso, cinco grados bajo cero no son para morirse. Pero, como duermen en la calle, se mueren. Y cuando hace mucho calor ―40 o 42 grados―, muere también gente, también por estar en la calle y dormir en la calle. Además, están las estadísticas de crímenes y las del libertinaje. En ese país son corrientes cosas tan extrañas, desde el punto de vista social, que uno se da cuenta de que es algo que se les ha echado encima como un chancro y los está destruyendo como la carcoma. Ellos maquillan las apariencias y se dan un aire de grandeza y majestuosidad para engañar a los demás y para asustar a algunos por el mundo. Las apariencias son maquillaje, grandeza y esplendor. Yo lo he anotado así: «Igual que la grandeza y la majestuosidad del célebre barco Titanic no impidieron que se hundiera, tampoco la grandeza y majestuosidad de EE. UU. impedirán que se hunda, y EE. UU. se hundirá.

A lo que nosotros nos oponemos es al reinado de la iniquidad, el desacato y la arrogancia. Cuando decimos «Estados Unidos», nos referimos a eso; no es algo exclusivo de EE. UU. En la actualidad, eso sí, quien está en la cima del desacato, la arrogancia y la idolatría es EE. UU., si bien en realidad a EE. UU. lo controlan los sionistas ―no el gobierno sionista, sino los millonarios y empresarios sionistas―. Con cualquier otro país que mantenga el mismo comportamiento, es igual. Nosotros no estamos en contra de ningún pueblo como tal pueblo, ni en contra de ninguna raza o nación. Estamos en contra de la arrogancia, de la opresión y del desacato frente a los valores humanos y divinos. En la actualidad, es en EE. UU. donde eso tiene su máximo exponente: donde se manifiesta la opresión y donde se manifiesta la arrogancia. Es por eso que EE. UU. es odiado en el mundo. Exhibe su fuerza material ante los ojos de unos y otros. Ahora mismo, hay en torno a nuestro país decenas de bases militares en distintos países, pero esas bases no le van a servir de nada, ni a los EE. UU. ni a los pobres desgraciados que les dan su dinero y ponen en ellos sus esperanzas. A ellos tampoco les van a servir de nada. Si un día pasa algo, no les servirán de nada. Ese país ―la Arrogancia― se está desmoronando desde el punto de vista del alma, del espíritu y del interior.

Lo importante para nosotros es mantenernos en la línea recta divina, en el camino recto divino, y no dejar que nuestro movimiento pierda velocidad. Eso es importante. El movimiento del sistema islámico y de la sociedad islámica hacia los elevados objetivos islámicos no debe bajar de marcha. Ahora estamos avanzando. No es que no haya carencias ni malas prácticas ni fallos de gestión. Sí, esas cosas también existen. De no ser así, nuestro progreso sería mejor, sería mayor, habríamos llegado más lejos, iríamos mejor, desharíamos los nudos con más facilidad. Pero, pese a que esas flaquezas existen, hay progreso también. Lo que para un servidor resulta esperanzador es la existencia de ustedes, los jóvenes. Los jóvenes tienen que prepararse desde el punto de vista académico, práctico, de la experiencia y de la fe. Mañana, el país estará en sus manos. Dios mediante, deberían ustedes poder llevar este país a la cima y, si Dios quiere, lo harán. Espero que, si Dios quiere, que las plegarias al Imam del Tiempo (sacrifíquense por él nuestras almas) les sirvan de respaldo.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Sahife-ye Nur, vol. 3, pág. 234.