El mes de ramadán, mes de oportunidades

Aconsejo a todos mis queridos hermanos que practiquen la taqwa, el temor de Dios, que es el mayor fruto del venturoso mes de ramadán. Este mes bendito está de nuevo aquí, con todas sus gracias y sus bellezas espirituales. Antes de empezar el mes, el Gran Profeta del Islam ordenaba a la gente que se preparase para entrar en ese importante y sublime terreno lleno de bendiciones. «Se dirige hacia ustedes el mes de bendiciones, misericordia y perdón», dijo en un sermón del último viernes del mes de shaabán, según una tradición, al llamar la atención de la gente hacia la llegada de ramadán. Si queremos definir en una frase el mes de ramadán, tendremos que decir que es el mes de las oportunidades. En este mes hay numerosas oportunidades ante ustedes y yo. Si logramos aprovecharlas bien, tendremos a nuestra disposición un inmenso y valiosísimo depósito.

Todos estamos invitados al convite divino

El Profeta del Islam (P) dijo: «Ramadán es un mes en el que están ustedes invitados al convite divino». La frase en sí merece reflexión: «invitación al convite divino». No se fuerza a todos los individuos a aprovechar el convite. No. Se establece un deber religioso, pero queda a nuestro arbitrio si aprovechamos ese convite o no. Hay quienes, en este inmenso convite, ni siquiera hallan la oportunidad de prestar atención a la invitación. Están tan distraídos e inmersos en las cosas del mundo material que ni ven pasar el mes de ramadán, como si se invitara a alguien a una fiesta esplendorosa, repleta de bienes y bendiciones, y esa persona no tuviese ocasión de ir y hasta se olvidara de mirar la tarjeta de invitación. Esos se quedan con las manos totalmente vacías.

Algunos ven que el convite está ahí, pero no van. Esas son las personas a las que Dios el Altísimo no ha dado Su gracia. Aun no teniendo excusa, no ayunan y quedan privados de la recitación del Corán o de las plegarias de Ramadán. Son personas que no entran en ese convite, no van a él. Está claro lo que les toca.

Y una gran parte de los musulmanes, los que son como nosotros, entramos en el convite, pero la parte de cada uno en el convite no es la misma. Algunos se benefician al máximo de esa oportunidad.

En ramadán, aprovechen todo lo que aporta el mes

Las bendiciones que tiene el ayuno para el ser humano son tantas, desde el punto de vista espiritual y de la iluminación del corazón, que acaso pueda decirse que la mayor bendición de este mes no es sino el mismo ayuno. Sin embargo, además de ayunar ―que es el ejercicio espiritual de este venturoso mes―, también hay un gozo y un sentido diferentes en la recitación reflexiva del Corán estando en el estado anímico del ayunante, el estado luminoso que trae el ayuno; en la lectura nocturna y de madrugada del Corán; en la intimidad con el Corán; y en ser receptor del mensaje de Dios. Lo que aprende uno del Corán en tal recitación no puede obtenerlo en un estado convencional y normal. Pues de eso también disfrutan esas personas. Y además se benefician también del diálogo y la conversación con Dios el Altísimo, de los ruegos íntimos y de abrir a Dios el propio corazón y los secretos de uno con todas esas plegarias: la plegaria de Abu Hamza al-Zumali, las de los distintos días, las de las noches y las de las madrugadas, que son conversaciones con Dios, ruegos a Dios y acercamientos del corazón al espacio sagrado de la gloria divina. Eso también lo aprovechan, de manera que se benefician de todo lo que aporta el convite.

En ramadán, la obra más virtuosa es evitar los pecados y respetar las prohibiciones divinas

Antes de eso ―y en algún aspecto quizá por encima de eso― está abandonar los pecados. En este mes tampoco cometen pecados. En una tradición, el Príncipe de los Creyentes (con él la paz y las bendiciones) pregunta al Profeta qué acción es más virtuosa en este mes, y él le responde: «Evitar los pecados y las cosas prohibidas por Dios». Evitar el pecado es impedir que el espíritu y el corazón se contaminen y deterioren. De manera que tenemos el ayuno, la recitación coránica, las plegarias y rezos y la evitación de los pecados. Ese conjunto de cosas acerca al ser humano a lo que tiene en mente el Islam en cuanto a moral y comportamiento. Cuando se lleva eso a cabo, el corazón del ser humano se vacía de odios, cobra vida en él el espíritu de generosidad y sacrificio, ayudar a los desvalidos y necesitados resulta fácil y se hacen fluidas las renuncias en lo material a favor de otros y en perjuicio de uno mismo. Por eso ven ustedes que en el mes de ramadán se reduce la criminalidad, aumentan las obras de caridad y el afecto entre la gente es mayor que en otros momentos. Todo ello es por la bendición de ese convite divino.

La importancia de pedir perdón al Creador en el mes de ramadán

En este mes, el afán de los musulmanes debe ser aprovechar al máximo el convite divino y acceder a la misericordia y el perdón divinos, y yo insisto en el istigfar, la súplica de perdón: pedir perdón por los pecados, los errores y los deslices, ya sean de menor o mayor entidad. Es muy importante que, en este mes, limpiemos nuestros corazones de esa herrumbre y nos purifiquemos y limpiemos de esas manchas. Con la súplica de perdón, eso es posible, y por eso hay numerosas tradiciones conforme a las cuales la mejor de las plegarias o la que las encabeza es la súplica de perdón, pedir perdón al Creador. La súplica de perdón es además para todos. También el Nobilísimo Profeta ―aquel ser humano excelso― rogaba perdón. En el caso de personas como nosotros, se pide perdón por un tipo particular de pecados comunes y corrientes y pero las tendencias animales que hay en nuestro ser. Pero hay otros cuya súplica de perdón no es por pecados así, sino por tark al-aula: hacer lo bueno, pero no lo mejor. Hay quienes ni siquiera hacen tark al-aula y, aun así, piden perdón, siendo esa súplica de perdón por las deficiencias innatas y naturales del ser humano posible frente a la grandeza de la Esencia Sagrada del Creador; un ruego de perdón por carecer del conocimiento perfecto que corresponde a los santos y los grandes seres humanos.

La gran utilidad de la súplica de perdón es salir de la distracción respecto a uno mismo

Debemos pedir perdón por nuestros pecados. La gran utilidad de la súplica de perdón es que nos saca de la distracción respecto a nosotros mismos. En ocasiones, incurrimos en equivocaciones respecto a nosotros mismos. Al pensar en pedir perdón, cobran vida ante nuestros ojos nuestros pecados, errores y obcecaciones, las veces en que nos hemos abandonado a las pasiones, las transgresiones de límites que hemos cometido y las injusticias que hemos cometido contra nosotros mismos y contra otros; nos acordamos entonces de lo que hemos hecho y no caemos en el orgullo, la arrogancia y el olvido de nosotros mismos. Esa es la primera utilidad de la súplica de perdón. A continuación, Dios el Altísimo dice que quien pide perdón ―es decir, que se arrepiente de verdad y ruega con una plegaria auténtica a Dios el Altísimo que lo perdone― «encontrará a Dios perdonador y misericordiosísimo» (Sagrado Corán, 4:64). Dios el Altísimo acepta el arrepentimiento. La súplica de perdón es la vuelta hacia el Creador; es dar la espalda a los errores y pecados; y Dios lo acepta, si la súplica de perdón es de verdad.

Tengan ustedes presente que decir de palabra, sin más, «astagfirulá, astagfirulá, astagfirulá» con la atención perdida por aquí y por allá no sirve de nada. Eso no es una súplica de perdón. Un ruego de perdón es una plegaria, un ruego. La persona debe pedir a Dios de verdad, implorando el perdón divino y la generosidad del Creador: «¡He cometido este pecado, Señor! Ten piedad de mí, perdona este pecado mío». Pedir perdón así por cualquiera de nuestros pecados traerá consigo con seguridad el perdón divino. Dios el Altísimo ha dejado esa puerta abierta.

Eso sí: en la sagrada religión del Islam, confesar los pecados ante los demás está prohibido. Eso que hay en otras religiones de ir a un templo y reunirse con un sacerdote, un cura, y confesarle los pecados en el Islam no existe; tal cosa está prohibida. Ser indiscreto respecto a uno mismo y revelar a otros los propios secretos y pecados está prohibido y no sirve de nada. Aunque en esas religiones se plantee una creencia ilusoria y tergiversada según la cual el cura perdona los pecados, no es así. En el Islam, el único que perdona los pecados es Dios. Ni siquiera el Profeta puede perdonarlos. Una preciosa aleya dice: «Si, cuando fueron injustos consigo mismos, hubieran venido a ti y hubieran pedido el perdón de Dios y el Mensajero hubiera pedido perdón para ellos, habrían encontrado a Dios perdonador y misericordiosísimo con los creyentes» (4:64). Es decir, que el Profeta pide el perdón para ellos. El propio Profeta no puede perdonar los pecados. Solo puede hacerlo Dios el Altísimo. Eso es la súplica de perdón, que ocupa un lugar verdaderamente importante. Que no se descuide el ruego de perdón en este mes; en particular, en las madrugadas, en las noches. Recen las plegarias que hay en el mes de ramadán prestando atención a su significado.

Quiera Dios el Altísimo ayudarnos a todos a hacer en este mes de ramadán que nuestro lado angélico predomine sobre el animal. Tenemos un aspecto angélico y otro material y animal. Las pasiones hacen que ese aspecto material prevalezca sobre el angélico. Quiera Dios que en este mes de ramadán podamos hacer que esa espiritualidad y esa iluminación prevalezcan sobre el aspecto material, lo conservemos como un depósito y aprovechemos el mes de ramadán como un entrenamiento que nos sirva a lo largo del año, si Dios quiere.

14/09/2007