En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Alabado sea Dios, Señor de los mundos; la paz y las bendiciones sean para nuestro maestro y Profeta Abulcásim al-Mustafa Muhammad y su familia excelsa, pura e infalible, en especial para el Imam del Tiempo.

Hoy, la ceremonia de homenaje a nuestro gran imam Jomeiní se celebra de una manera diferente a la habitual, pero el modo de celebrarla no es importante. Lo principal del asunto es que se hable sobre el gran imam Jomeiní, algo de lo que tenemos necesidad para la actualidad y el futuro de nuestro país. Él sigue vivo años después de su deceso aparente y de su falta aparente entre nosotros, y es necesario que siga vivo y que nosotros nos beneficiemos de su presencia, de su espiritualidad, de su pensamiento y de sus indicaciones.

Voluntad de cambio y promoción del cambio, de las características más destacadas del imam

Hoy un servidor quiere hablarles de un rasgo importante de los que caracterizaban al imam, aunque, por supuesto, él era una persona con múltiples dimensiones y numerosas cualidades destacables. Esa de la que les quiero hablar hoy es uno de los principales y más prominentes rasgos del imam, y es su espíritu de voluntad de cambio y de promoción del cambio. El imam era en espíritu una persona que deseaba el cambio y lo creaba. En esa creación de cambio, su papel no se limitaba al de un maestro, un profesor, un docente; era el de un comandante en el campo de operaciones y el de un auténtico líder. Él creó las mayores transformaciones de su tiempo, en muchos y diversos terrenos, a algunos de los cuales voy a hacer referencia hoy. Lo primero es que ese espíritu de voluntad de cambio existía en él desde antiguo. No fue algo que apareciera en él con el inicio del movimiento islámico, en 1341 (1). Fue una persona que deseó el cambio ya desde su juventud, como se ve en la nota escrita por él de joven ―estaría en la treintena― en el cuaderno del difunto Vazirí Yazdí, quien me mostró el apunte de su puño y letra. He visto que luego se ha publicado y se ha puesto a disposición de mucha gente. En aquel manuscrito, señala la noble aleya que dice: «Di: “En verdad, os recomiendo una cosa: que os pongáis en pie por Dios, por parejas o individualmente” (Sagrado Corán, 34:46), invitando a todo el mundo a alzarse por Dios. Ese espíritu estaba en él. El imam lo puso en práctica y, como he dicho, creó una transformación. Abordó la cuestión del cambio saliendo a la arena, no solo hablando o dando instrucciones, y empezando por crear una transformación anímica en un grupo de jóvenes seminaristas islámicos de Qom ―como ahora explicaré―, hasta crear una transformación a gran escala en el conjunto de la nación iraní.

La transformación y la revolución anímica y espiritual en el individuo

A lo que me refería en relación con Qom son sus clases de moral. Décadas antes del inicio del movimiento, aparte de las clases de derecho islámico, principios del derecho islámico y ciencias filosóficas, estuvo años enseñando moral en Qom, donde tenía una clase de moral. Bien es cierto que cuando yo fui a la ciudad hacía años que esa clase se había cerrado y ya no existía, pero quienes habían asistido contaban que, cuando hablaba, el imam ―que daba clase una vez a la semana en la escuela Feizié, donde los jóvenes seminaristas se apiñaban para escucharlo―, causaba conmoción en el aula. Los corazones quedaban agitados. Eso, por otra parte, sí lo vi en sus clases de derecho islámico y principios del derecho. Incluso en aquellas clases suyas de derecho y principios del derecho, en ocasiones, hablaba sobre moral y los seminaristas lloraban a lágrima viva. Cuando hablaba sobre moral, se les escapaban las lágrimas. Así de conmovedoras eran sus palabras, y tal era la conmoción que provocaba en el ánimo. Así mismo actúan los profetas, que comenzaron siempre provocando una convulsión espiritual. A eso se refiere el Príncipe de los Creyentes, cuando dice la-yasta’duhum mizaqa fitrátihi wa yudakkiruhum mansiya ni-mátihiwa yuziru lahum dafain al-uqul (2). La-yasta’duhum mizaqa quiere decir que despertaban en ellos esa naturaleza oculta del ser humano y los obligaban a moverse y a guiar las acciones de los seres humanos. El imam comenzó así, desde ese punto. Claro está que yo no puedo afirmar con rotundidad que él diera aquellas clases para que más adelante tuviera lugar el grandioso movimiento político islámico. Yo eso no lo sé. Sin embargo, lo que es seguro es que el modo de actuar de nuestro gran imam era esa generación de movimiento, esa excitación de los instintos espirituales y de la naturaleza humana profunda, y lo hacía con clases de moral, con advertencias y preparando los corazones. Por ahí empezó, hasta crear una transformación a gran escala en toda una nación. Tanto en la época de la lucha ―de la que ahora pondré unos ejemplos en relación con esa transformación― como después de la Revolución, él creaba cambio en el pueblo iraní, en el verdadero sentido de la palabra.

Tengan ustedes presente que a quien se dirigía él en esa transformación era toda la nación iraní. Antes de comenzar el movimiento del imam, ya había alguna actividad política combativa en Irán. Hacía décadas que distintos grupos luchaban, pero el ámbito de su actividad se limitaba, como mucho, a un grupo de estudiantes. Eran capaces, a lo mejor, de influir sobre 100 o 150 estudiantes universitarios y llevarlos a un acto. Sin embargo, el objetivo del imam no era un grupo limitado ni un gremio concreto. De lo que se trataba era de la nación iraní en su conjunto. Ahora bien, una nación es como un océano, y crear una tempestad en un océano no es algo que pueda hacer cualquiera. En una piscina se pueden hacer olas, pero hacerlas en un océano es un trabajo inmenso. Pues, siendo una nación un océano, el imam lo hizo. Provocó el cambio.

Transformación de la apatía y el sometimiento del pueblo en espíritu reivindicativo

Una de esas transformaciones fue la del espíritu de apatía y sometimiento del pueblo. En mi juventud, en la época que puedo recordar, que es cuando comenzó este movimiento, el pueblo iraní era un pueblo que no se ocupaba en absoluto de su propio destino. La gente estaba resignada y apática respecto a su vida personal. No existía en absoluto en el comportamiento ni en el carácter de nuestro pueblo esta efervescencia por salir a la arena, entrar en acción y reivindicar ―reivindicar además cosas grandes e importantes―. Eso lo creó el imam, que transformó aquel pueblo apático y resignado en un pueblo reivindicativo. Aquellos discursos apasionados y resonantes del imam, aquellos alegatos clamorosos suyos sacudieron de tal manera a este pueblo que se transformó en un pueblo reivindicativo. El ejemplo lo tenemos en los sucesos del año 1341, cuando comenzó el movimiento, y en las grandiosas concentraciones populares que se formaron en distintas ciudades y que llevaron después al 15 de jordad (3), día en que el régimen no pudo ya detener el movimiento con aquella inmensa matanza. Y las concentraciones de la gente se prolongaron hasta el fin del período de los combates. Aquello fue una transformación asombrosa que él creó.

Cambio en la actitud de la gente y creación en la nación de un sentido de la dignidad y la confianza en sí misma

Otra transformación fue la que se operó en el modo que tenía la gente de mirarse a sí misma y a su sociedad. El pueblo iraní tenía una concepción denigrante de sí mismo. A nadie en absoluto le pasaba siquiera por la cabeza que aquel pueblo pudiera imponerse a la voluntad de las potencias y las superpotencias; no ya a la de las potencias mundiales, sino siquiera a la voluntad de potencias interiores e incluso a la de tal responsable, como pudiera ser un jefe policial o de seguridad. A la gente ni se le ocurría que pudiera vencer la voluntad de aquellos que albergaban intenciones funestas. Se sentían despreciables e incapaces. El imam transformó aquello en un sentimiento de dignidad y de confianza en sí mismos, y sacó a la gente de aquel estado en el que consideraban natural el gobierno despótico; porque así era: en aquella época, nos figurábamos que, al fin y al cabo, había una persona a la cabeza del país, que era su voluntad la que regía y que esa era la naturaleza de las cosas, y lo considerábamos algo totalmente natural y normal. Convirtió a la gente en personas que determinaban por sí mismas el tipo de gobierno. Entre las consignas de la Revolución estuvieron, primero, el sistema islámico, el gobierno islámico; y, después, la república islámica. Por sí misma, la gente se había hecho determinante y reclamaba. Después, en las diversas elecciones, la gente ha venido determinando a la persona del gobernante y a los responsables de los distintos sectores del Gobierno. Aquella manera de la gente de creerse insignificantes se transformó por completo en una actitud de dignidad y de confianza en sí misma de la nación.

Transformación en el tipo de reclamaciones de la gente

Otra transformación más fue la de las reclamaciones fundamentales de la gente. En aquel entonces, si un grupo de gente reclamaba algo del Estado o de los poderosos de la época, podía tratarse, por ejemplo, de que se asfaltara un callejón o una calle se diseñara de tal manera. Hasta ahí llegaban las reclamaciones. Eso se transformó en la reclamación de independencia y libertad… cosas grandiosas. Está también el eslogan «ni del Este ni del Oeste». Se produjo tal transformación en las reclamaciones de la gente que se pasó de aquellas cosas insignificantes, pequeñas, locales y limitadas a asuntos fundamentales, de gran fuste, de dimensión humana y mundial.

Transformación en la actitud de la gente respecto a la religión

Una transformación más es la que produjo el imam en la manera de la gente de concebir la religión. La gente consideraba la religión solo un medio para las cuestiones personales, el culto o, como mucho, los asuntos relativos al estatuto personal; algo destinado solo a las oraciones diarias, el ayuno y acaso los deberes financieros, el matrimonio y el divorcio. Hasta ahí. Limitaban a esas cosas la religión, el deber religioso, la responsabilidad religiosa y la misión de la religión. El imam asignó a la religión la misión de edificar el sistema, la civilización, la sociedad, el ser humano, etc. La concepción de la religión de la gente se transformó por completo.

Cambio de la perspectiva sobre el futuro y sobre la creación de la nueva civilización islámica

Otra transformación fue la de la perspectiva sobre el futuro. En aquella época en que comenzó el movimiento y el imam entró en escena, a pesar de todos los eslóganes de los partidos y de algunos grupos y grupúsculos ―que eran muy pequeños―, en la gente no se veía ninguna visión de futuro. La gente no tenía ante sus ojos ningún horizonte. Eso se convirtió en la creación de la nueva civilización islámica. Miren ustedes hoy en día al pueblo iraní. Fue el imam quien, con su venturosa mano, creó esta situación. La gente busca dar forma a la nueva civilización islámica y crearla; crear la grandiosa unidad islámica y dar forma a la Umma islámica. Esa es la perspectiva del común de la gente, la masa de la gente.

Transformación en los fundamentos ideológicos y entrada del derecho islámico en el campo de la construcción del sistema político

En un ámbito más especializado, está la transformación en los fundamentos ideológico-prácticos. Eso lo provocó el imam. Se trata de un aspecto especializado que forma parte de las cuestiones de los seminarios islámicos y de quienes se ocupan de derecho islámico, de la ciencia de los fundamentos del derecho y similares. El imam introdujo el derecho islámico en el terreno de la construcción del sistema político, del que estaba alejado. Por supuesto, la cuestión de la tutela del alfaquí existió y se planteó entre los alfaquíes durante mil años, pero como no había esperanzas de que esa tutela del alfaquí se hiciese realidad, nunca se ocupaban de los detalles ni de las preguntas que suscitaba. Fue el imam quien la introdujo entre las cuestiones principales del derecho islámico. La planteó en los Seminarios Islámicos de Nayaf y discutió sobre ella, con discusiones académicas, sólidas, consistentes y totalmente dignas de atención para los expertos de esos asuntos. Lo mismo pasa con la cuestión de la conveniencia del sistema ―que no es sino el interés público y el interés nacional, y no otra cosa―, que en derecho islámico la planteó el imam. Introdujo también en el ámbito del espacio público las célebres cuestiones de principios jurídicos de la incompatibilidad y de «lo importante y lo más importante», que se aplicaban en cuestiones personales y de pequeña entidad, de tal modo que la cuestión de la conveniencia del sistema y la de «lo importante y lo más importante» son ahora corrientes en el ámbito de la administración del país. En el derecho islámico fue él quien introdujo estas cosas, con lo que creó una gran oportunidad para el derecho islámico, ampliando sus capacidades de intervención en cuestiones diversas. En mi opinión, los seminarios islámicos deben estar muy agradecidos por ello, aplaudirlo y aprovecharlo. Ni que decir tiene que esa obra del imam en este campo del derecho islámico fue del todo metódica y sistemática, es decir, ajustada al derecho islámico yavaherí, para emplear los términos del imam. No se trata, por lo tanto, de ninguna invención, sino de un uso correcto de los estándares convencionales del derecho islámico que tienen a su disposición los alfaquíes.

Conjunción de la insistencia en la obediencia a Dios y de una perspectiva innovadora en derecho islámico

Otro ejemplo de esa transformación en la concepción de la religión y las cuestiones religiosas es la insistencia en el taabbud, la consagración al servicio de Dios, junto a una perspectiva innovadora de las cosas. El imam era un alfaquí innovador, un ulema innovador que contemplaba las cuestiones desde una perspectiva renovadora. Pero, al mismo tiempo, era extremadamente fiel al servicio y la adoración de Dios. En aquella época, había ulemas conocedores de las cuestiones de la intelectualidad, que debatían sobre ellas y hablaban. Eran ulemas eruditos y conocedores de la religión, pero estaban hasta cierto punto bajo la influencia de las circunstancias y no tenían el apego necesario a las cuestiones de adoración. En su práctica personal, sí, mantenían ese apego, pero en su propaganda no insistían mucho en ello. Llegó el imam y, junto a la perspectiva innovadora que tenía sobre las cuestiones de derecho islámico, del Islam, la religión y demás, se mantuvo muy firme en la cuestión del taabbud, tanto respecto a los preceptos y disposiciones como a los ritos. Su insistencia en las reuniones y ceremonias de duelo y similares es una muestra de esa firmeza y esa gran consagración al servicio de Dios.

Transformación de la perspectiva respecto a la juventud y confianza en ella

Otro campo en el que produjo una transformación fue la perspectiva respecto a los jóvenes. El imam confió en el pensamiento y la acción de los jóvenes. Eso fue una transformación en el verdadero sentido de la palabra. Por ejemplo, cuando se formó el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, él aceptó que hubiera jóvenes de veintitantos años a la cabeza del Cuerpo. Los que más tenían quizá treinta años de edad, y aquellos se situaron a la cabeza del CGRI como comandantes de tropa y comandantes en jefe. Eran todos jóvenes a los que se encomendaban grandes tareas. Y en los demás campos era igual, ya fuera en asuntos judiciales o en otros lugares, el imam tenía una confianza asombrosa en los jóvenes que contaban con su aprobación. Delegaba los asuntos confiando en el pensamiento y la acción de los jóvenes.

Orientarse hacia la juventud sin dejar de confiar en el personal de más edad

Por otra parte, el imam no rechazaba las capacidades de quienes no son jóvenes. Cuando hoy en día hablamos tanto de la orientación hacia la juventud, algunos se imaginan que esa orientación significa que se saque por completo a los viejos del escenario. Pero no, no era eso en absoluto lo que tenía en mente el imam, que confiaba en los jóvenes, viendo en ellos una reserva de riqueza para el sistema, mientras confiaba también en la misma medida en el personal de más edad. Por ejemplo, a la vez que designó a este humilde servidor ―que entonces no era muy viejo, en términos relativos― para dirigir el rezo colectivo de los viernes de Teherán, designó también para dirigir el de Kermanshah al difunto Sr. Ashrafí (4), un hombre de ochenta años, al difunto Sr. Dastgueib (5) y a otros mártires del mihrab. Eran todos ellos hombres sexagenarios, septuagenarios, etc. Del mismo modo colocó a jóvenes en las Fuerzas Armadas ―por ejemplo, en los Guardianes de la Revolución―. En el Ejército, al mártir Falahí (6) o, pongamos por caso, al difunto Zahirneyad (7). Eran individuos sexagenarios o más que sexagenarios, y el imam los empleó. Cuando hablaba de apoyarse en los jóvenes, eso no significaba que hubiera que sacar de escena por completo al personal que no lo fuera. En otra ocasión, designó para el Comité de Socorro al difunto Sr. Asgaroladí, que no era demasiado joven.

Por lo tanto, cuando decimos que confiaba en los jóvenes ―que es una convicción que tengo yo también hoy en día, que hay que aprovechar la energía de los jóvenes para para el progreso del país, como diré ahora―, lo que quiere decir es que se trata de una reserva de riqueza del país y que esa riqueza debe aprovecharse. Eso no quiere decir que, si hay personas experimentadas que no sean jóvenes, que constituyen también una riqueza, no deban aprovecharse.

Cambio de la perspectiva sobre las potencias y superpotencias mundiales, y creencia en la posibilidad de derrotarlas

Bien. Ahí están esas transformaciones, pero también provocó otra importante que quizá lo sea más que algunas de las mencionadas, y que es la transformación en la perspectiva sobre las potencias y superpotencias mundiales. En aquella época, nadie imaginaba que pudiese replicarse en algo a Estados Unidos ni actuar en contra de la voluntad norteamericana. El imam hizo que los propios presidentes estadounidenses acabaran diciendo que Jomeiní los había humillado. Y realmente así fue. El imam, quienes actuaban por encargo suyo y los jóvenes que respondían a un simple gesto suyo humillaron, en el verdadero sentido de la palabra, a las superpotencias. Rompieron su voluntad y las sacaron del escenario. El imam mostró que las superpotencias eran vulnerables y podían ser derrotadas, como pondría de manifiesto lo que pasó después. Ya vieron ustedes cómo y de qué manera acabó la Unión Soviética, y ya están viendo cómo está hoy Estados Unidos y qué está pasando allí (9). Jamás se hubiera imaginado tal cosa. Fue el imam quien desde aquellos días colocó en el corazón de la gente la conciencia de que eran vulnerables y se los podía derrotar.

Perspectiva divina y centrada en la unicidad de Dios del imam respecto a todos los cambios señalados

Ahora bien, lo importante aquí es que el imam, que había causado todos esos cambios y era, en el verdadero sentido de la palabra, el imam del cambio, lo consideraba todo ello obra de Dios. No se atribuía a sí mismo esas cosas, sino que las consideraba obra de Dios. Sobre esa transformación anímica que causó en los jóvenes, fíjense ustedes cuánta atención le presta en sus declaraciones, publicadas en el propio Sahifé-ye emam, cuánto se sorprende de ella y lo asombrosa que le parece. Era el propio imam quien la había causado, era su mano la que había realizado la acción, pero él la consideraba cosa de Dios. Y la realidad es esa misma, que fue cosa de Dios: La haula wa la quwa il-la bil-Lahi-l-Aliyi-l-Adim. Todas las cosas y todos los poderíos pertenecen a Dios, y el imam tenía una convicción verdadera en el «ni eras tú quien lanzabas cuando lanzabas» (Sagrado Corán, 8:17). Dedicaba grandes esfuerzos a ese movimiento y esa transformación de los jóvenes, que le causaba gran admiración. En algún sitio dice que la transformación que se ha operado en el espíritu de los jóvenes es superior a la victoria frente al régimen del sah, porque esta consistió en imponerse al sah, mientras que la transformación acaecida en los jóvenes supuso imponerse a Satanás, y Satanás está por encima del sah. Así es como miraba él esa cuestión, y en ese sentido le causaba admiración. Esta es otra cuestión que aquí queda dicha.

Necesidad de transformación y dinamismo de toda sociedad viva

De manera que el imam fue el imam del cambio. Ahora, en esta discusión que estamos planteando no se trata meramente de adquirir más información sobre la personalidad del imam ―aunque eso tiene su importancia propia―, sino de aprender una lección. Del imam hay que aprender. Toda sociedad viva y dinámica necesita transformación. Nosotros, hoy en día, necesitamos transformación en distintas áreas. Déjenme decirles por otra parte que, tras el fallecimiento del imam, la Revolución y el país no se han distanciado de esa disposición transformadora. Gracias a Dios, la nación iraní ha sido capaz de mantener la disposición transformadora del imam y llevarla adelante. En distintos campos, nos hemos transformado, en el verdadero sentido de la palabra, y nos hemos hecho más fuertes de lo que éramos en el pasado. Eso es así. Esa misma transformación científica que ha tenido lugar no es cosa baladí. Es muy importante.

En aquella época, la posición en que estábamos desde el punto de vista de la ciencia no merecía en absoluto mención ni consideración. Hoy se habla de nosotros en el mundo como de actores adelantados en el movimiento y el esfuerzo científicos. Lo mismo pasa con nuestras capacidades defensivas, que hoy en día se hallan realmente cerca del nivel de disuasión. Es algo muy importante de lo que ha sido capaz el país. Igualmente, en el campo de la política, en el cual el país resplandece a nivel mundial. La República Islámica exhibe hoy en día una presencia resplandeciente y poderosa en el mundo. Todo ello son transformaciones que han tenido lugar y que son dignas de consideración.

En estos treinta años, el movimiento transformador del país que lanzó el imam no se ha detenido, sino que ha seguido adelante. En algunos aspectos, se han creado infraestructuras transformadoras, aunque aún no se hayan completado o no se hayan hecho operacionales. Eso está ahí, pero no es suficiente. Lo que estoy diciendo es que en algunos aspectos no nos hemos transformado ―y se trata de aspectos importantes― y en otros hemos retrocedido, lo que es muy lamentable, desagradable e inaceptable, además de ser contrario a la naturaleza de la Revolución. Que la Revolución siga viva depende de que se innove sin cesar, de que haya transformación y de que haya progreso, y transformación quiere decir llegar a una situación claramente mejor; quiere decir salto, movimiento de gran amplitud. Y nosotros necesitamos eso en distintos terrenos. En algunos de ellos no hemos tenido esa capacidad en absoluto.

El avance o retroceso de las sociedades depende de la voluntad y la acción de los seres humanos

El extremo opuesto a la revolución es la reacción. Muchas revoluciones ocurridas en el mundo cayeron en la reacción. A causa de su falta de esfuerzo, transcurridos cinco, diez o quince años desde el inicio de la revolución, cayeron en la reacción, en el retroceso. Esa reacción es lo contrario de la revolución, y ambas ―tanto el progreso revolucionario como el retroceso, en el sentido de reacción― dependen de la voluntad de los seres humanos. Si estos actúan de modo correcto, avanzarán de modo correcto. Si actúan de modo erróneo, retrocederán. A ambos casos se alude en el Corán. En la sura bendita del Trueno, encontramos: «En verdad, Dios no cambia la situación de un pueblo mientras ellos no cambien lo que hay en sus almas» (13:11). El hilo de las aleyas muestra que esa expresa el aspecto positivo, es decir, que, cuando uno crea cambios positivos en uno mismo, Dios el Altísimo crea para él sucesos y realidades positivos. El segundo caso está en la sura de Los bienes excedentes: «Eso es porque Dios no cambia la bendición que ha otorgado a un pueblo mientras ellos no cambien lo que hay en sus almas» (8:53). Ese es el aspecto negativo del retroceso. Si Dios depara una gracia a una nación y esta no actúa bien, Dios se la retira. En la plegaria de Kumail, se recita: Al-Lahumm agfir liya-d-dunuba-l-lati tugay-yiru-n-niam. Ese «cambio de las gracias» significa la anulación de la gracia, y es algo que se origina en la voluntad. Debemos estar extremadamente atentos y vigilantes de no incurrir en esa situación.

Esto ocurre también en el sistema político. Desde el fallecimiento del imam, ese movimiento transformador ha existido, pero la medida en que se ha producido no me parece suficiente. Por motivos diversos, somos capaces de crear una transformación en distintas áreas civilizatorias del país y del sistema. Sin embargo, existen cosas a tener en cuenta. Yo espero de mí mismo, de nuestros jóvenes, de nuestro pueblo y de nuestras élites que pensemos en crear transformaciones en los distintos ámbitos en que se necesitan.

La voluntad de cambio, una orientación constante a la mejora y a evitar el anquilosamiento

En cuanto a qué sectores precisan una transformación, es algo que requiere una discusión separada. Yo haré luego alguna indicación, pero hay algunos puntos que señalar. Si queremos que se produzca una transformación, en el sentido auténtico y correcto de la palabra, debemos prestar atención a los siguientes puntos. Uno es que la voluntad de cambio no implica necesariamente disgusto, sino que consiste en una orientación constante a la mejora. La voluntad de cambio es eso: no contentarse con lo que se tiene. El origen de la transformación puede ser ese. Claro está que puede haber casos en que sea el disgusto con la situación existente, pero no siempre es así. En muchos casos, el cambio significa que no se está satisfecho con lo que se tiene y se busca ir un paso más arriba, una etapa más allá. No hace falta necesariamente haber experimentado un fracaso para desear crear un cambio. No es así. En ocasiones, no se experimenta un fracaso. ¿A qué conclusión quiero llegar? Lo que quiero decir es que nadie vuelva a decir, allá donde hemos creado transformaciones positivas ―por ejemplo, en el campo de la ciencia―, que ya está, ya hemos cambiado y ya no hace falta más. No es así. No debemos darnos por satisfechos. No debemos contentarnos con lo que tenemos, sino que debemos aspirar a más cambio aun, considerarlo necesario e ir tras él, aunque sea en ese campo en el que hemos obtenido una transformación u otros diversos en los que se ha conseguido una transformación. La transformación implica un deseo de aceleración y velocidad en el movimiento, de salto en el movimiento y de evitar el anquilosamiento, evitar la insistencia en lo erróneo conocido. Eso es lo que significa transformación, y esto es completamente cierto incluso allí donde no existe queja. Este era uno de los puntos.

Una transformación positiva requiere respaldo intelectual

El segundo punto es que una transformación correcta requiere respaldo intelectual. No puede considerarse transformador cualquier movimiento sin respaldo intelectual. Hay movimientos insustanciales y superficiales que no pueden ser categorizados como transformadores. Para la transformación hace falta respaldo intelectual. Pongamos por caso una de las cuestiones en las que hoy en día se necesita sin falta una transformación, que es la de la justicia. En este campo, debemos crear una transformación, que debe de estar apoyada sobre el fundamento intelectual de nuestro pensamiento sólido y bien formado sobre el significado de lo justo y la justicia. Es entonces, sobre esa base, cuando iremos hacia el cambio. Por lo tanto, uno de los requisitos es ese respaldo intelectual, que está en nuestro acervo espiritual. En este terreno debemos aprovechar nuestro caudal espiritual, que son los preceptos y reglas del Islam, las valiosas aleyas del Corán y las palabras de la Familia del Profeta (con ellos la paz). Estas cosas deben utilizarse y servir de base para producir el cambio.

Todo lo que hizo el imam en materia de transformación estuvo basado en ese mismo impulso islámico y en las bases conceptuales del Islam. Ese es el marco en el que se movió. De no existir un respaldo intelectual similar, esa transformación del ser humano se hará mal y será probable que se den pasos en falso. Luego, no se perseverará como debe ser y no habrá persistencia en esa actitud de transformación. Esto recuerda el caso de ciertas personas. En nuestra propia Revolución, hubo personas que eran revolucionarias y entusiastas, pero, al carecer de solidez en los fundamentos teóricos, y no ser los fundamentos de su fe fundamentos robustos, consolidados y dotados de un respaldo racional y argumental sólido, cuando pasó un tiempo y quedó algo atrás la juventud se convirtieron precisamente en los mismos carcamales contra los que iba la Revolución. Lo que hizo en definitiva la Revolución islámica fue apartar a una serie de carcamales envilecidos. Pero algunos jóvenes revolucionarios del pasado, tras pasar por diversas etapas y dejar atrás los años de juventud, acabaron cerca de ser algo similar a aquellos carcamales ―en realidad, algunos se acercaron y otros se convirtieron plenamente―. Como dice en un poema el difunto Amirí Firuzkuhí:

Pasó la juventud en el conocimiento, y la vejez en la ignorancia
Traspapelados han quedado los capítulos del libro de mi vida
(10).

Realmente, algunos son así.

Degeneración intelectual y alienación de la identidad auténtica frente a la transformación

Otro punto que es muy importante es que no debe confundirse la transformación con la degeneración intelectual. Poco antes del Gobierno de los Pahlaví, así como después, y alcanzando su máxima intensidad durante el Gobierno pahlaví, entró en el país algo llamado modernización, que estaba considerado una transformación en la vida del pueblo de Irán. Aquello no fue una transformación, sino una degeneración del pueblo iraní. Era quitarle al pueblo iraní su identidad. En realidad, el pueblo de Irán perdió con ese modernismo su identidad religiosa, su identidad nacional y su identidad histórica profunda. Con la modernización, durante el período de los Pahlaví, se suprimió la identidad de la nación iraní, tanto por parte, hasta cierto punto, de Reza Jan, como de quienes lo apoyaban y de los llamados intelectuales aquejados de occidentalismo y embrujados de su época, que impulsaban, guiaban y ayudaban a Reza Jan y justificaban sus actos. Dicho de otro modo, el pueblo iraní se apartó de aquella identidad auténtica. Eso es degeneración, no transformación. La transformación debe dirigirse hacia delante, mientras que aquello iba hacia atrás.

Si las naciones pierden su identidad propia y su acervo espiritual, ante lo que estamos es la muerte de una civilización. Se trata de muerte civilizacional, como sucedía por desgracia también en nuestro país. En los asuntos científicos, sociales y universitarios, se llevó la cosa hasta el punto de que la palabra de un científico occidental se consideraba un referente indiscutible. Al discutir, decían que tal científico occidental había dicho tal cosa y, puesto que lo había dicho él, ya no había más que hablar. Lo que eso supone es cerrar el camino al pensamiento. Cuando se llega a la imitación de otros, sin tener la osadía de añadir algo a lo dicho por tal científico occidental en algún asunto de ciencias humanas o similares, eso quiere decir que hay que dejar el pensamiento a un lado, cerrar la puerta al esfuerzo de reflexión y limitarse a imitar. Eso es justo lo contrario de lo que enseñan los profetas con yuziru lahum dafá-ina-l-uquli (11): dar vida a los tesoros ocultos del intelecto y el pensamiento, exaltarlos y hacer que se manifiesten. Es exactamente lo contrario de lo que hacían aquellos. Hasta aquí este otro punto. 

Necesidad de paciencia y de una guía segura en la transformación

Un punto más es que la transformación no es necesariamente repentina. A veces, la transformación se produce de manera gradual. No hay que impacientarse. Si hemos apuntado bien al objetivo de la transformación y tiene lugar un movimiento real, no pasa nada si llegamos tarde a él. Lo fundamental es que recorramos el camino y realicemos el movimiento, sin impacientarnos. Si nos figuramos que las cosas tienen que ocurrir de manera súbita, pues no. No es así.

El problema de esa modernización que nos dieron esos Gobiernos puestos por otros es que carecía de una mano que guiara. Uno de sus problemas era ese. Mientras esa transformación se produce de manera gradual, debe ampararla una mano segura que la guíe. Deben ser manos seguras y dignas de confianza las que guíen esos movimientos de transformación, porque, si no cumplen esa función de guía, se llega a la situación que había en aquellos días. Este era otro punto.

Evitar actos vanos y apresurados

Otro punto es que la transformación no debe confundirse con un encadenamiento de actos cómodos, pero insustanciales. Hay tareas insustanciales que se realizan con prisas y de modo descuidado. La transformación no es eso. En ocasiones, se hacen cosas para aplacar un ansia de hacer algo, pero eso no tiene gran valor. La transformación es una actividad en profundidad, una actividad fundamental que debe tener lugar. La rapidez es importante, claro está, pero no es lo mismo rapidez que prisa.

Bien, estos han sido unos cuantos puntos sobre la transformación que buscamos y que debe buscar el pueblo iraní y, en particular, nuestros jóvenes. A esos puntos debe prestárseles atención.

Relación de aspectos en que la sociedad necesita transformación

Ahora bien, ¿en qué campos hace falta una transformación? Como ya he dicho, requeriría una discusión larga por separado establecer cuáles son los campos en los que tenemos carencias y debe llevarse a cabo una verdadera transformación. Aun así, pueden señalarse algunos casos y ejemplos, a modo de sucinto inventario. Por ejemplo, en el ámbito de la economía, la transformación consiste en que podamos cortar el cordón umbilical que ata la economía nacional al petróleo; que podamos establecer una economía sin petróleo. Esa es una transformación en el verdadero sentido de la palabra. Otro ejemplo: en el ámbito del diseño presupuestario gubernamental, que el Gobierno y la Asamblea tracen los presupuestos de manera que tengan en consideración lo que está en cuestión y el modo de gestión: un «presupuesto operativo», podría decirse. Por supuesto, los Gobiernos dicen que sus presupuestos son operativos, pero no lo son. Si el presupuesto del país se diseña bien, operará una transformación en la economía. Está también el ámbito de la enseñanza, en el que tenemos una verdadera necesidad de transformación. En ese terreno, la transformación consiste en que hagamos de la enseñanza universitaria, secundaria e incluso primaria una enseñanza en profundidad: en profundidad y práctica, no de mera memorización. Que las asignaturas y el material se diseñen centrándose en su utilidad.

En nuestras escuelas y universidades se enseñan algunas lecciones y cursos que no van a tener utilidad alguna para quien las aprende, ¡en toda su vida! Al no especializarse uno en ese campo, la información de que disponga al respecto no es una información provechosa. Se aprenden cosas a modo de cultura general que no tienen utilidad alguna y consumen tiempo. Es decir, que, en el ámbito de la enseñanza, si queremos crear una transformación verdadera, esta consistirá en que las asignaturas se orienten a la utilidad y tengan profundidad y aplicación. Si ahora se pone en práctica y se cumple el plan de transformación que se ha elaborado para la enseñanza (12), se estará atendiendo a parte de eso.

Igualmente, está el campo de los asuntos sociales, como puede ser garantizar la equidad o resolver de manera definitiva problemas como la adicción. Se trata de auténticos problemas sociales que debemos resolver. Y otro campo en el que hace falta una verdadera transformación son los asuntos relativos a la familia. Estos días, hay noticias e informes fidedignos que nos dicen que nuestro país avanza con rapidez hacia el envejecimiento. Se trata de una noticia terrible. Es una de esas cosas cuyos efectos se advertirán cuando ya no pueda imaginarse remedio para ellas. Pues esto hay que tratarlo con transformación. En estos terrenos deben producirse transformaciones.

Ausencia de temor a hostilidad y oposiciones, condición de la transformación

Una condición importante para que tenga lugar la transformación es que no se tema al enemigo ni la hostilidad. Dios el Altísimo dice a su Profeta: «Temiendo a la gente, cuando Dios es más digno de que Lo temas» (Sagrado Corán, 33:37). No hay que temer a la gente ni lo que digan unos u otros. Al fin y al cabo, toda acción positiva y toda tarea importante pueden tener cierto número de opositores. El opositor se opone. Además, hoy en día, con la aparición del ciberespacio, la oposición suele adoptar formas hirientes, mordaces y molestas. A la hora de llevar a cabo tareas importantes, correctas, fidedignas y bien pensadas, no hay que tener miramientos con esas cosas, como tampoco hay que tenerlos con el enemigo extranjero. Ante todo movimiento hecho en la buena dirección en el país, hay un amplio frente enemigo que está esperando, pensando sin cesar cómo hacer daño, tanto en el terreno material como en el inmaterial. En el ámbito inmaterial, lo que hacen es que, cuando en el país se toman decisiones importantes, correctas y lógicas, las ponen en entredicho con su vasta propaganda, con ese imperio propagandístico que está en manos de los sionistas, machacándola y aniquilándola para hacerla desaparecer. No hay que temerlos. Hay que actuar y, a mi juicio, la manera de hacerlo es que estén implicadas las fuerzas de la juventud. Es el joven quien no tiene reparos, no teme y actúa sin miramientos. Por supuesto, como he dicho antes, la implicación de los jóvenes supone emplear el pensamiento, el ánimo, la disposición para la acción y la osadía de la juventud, no negar la presencia a las reservas de mayor edad. La condición es que se haga esto.

La descomposición y declive de las potencias se debe a la confianza en Dios

Afortunadamente, cuando un país confía en Dios, el resultado es el que están ustedes contemplando. Una parte del frente enemigo era la Unión Soviética, que se transformó de aquella manera. Esa otra parte es Estados Unidos, cuya situación turbulenta están viendo ustedes hoy. Lo que ven hoy en las ciudades y estados norteamericanos es la manifestación de realidades que se mantenían siempre ocultas. No son cosas nuevas. Es la manifestación de realidades, cuando el cieno acumulado en el fondo del estanque sube y sale a la luz. Lo que está pasando es algo así. Que un policía ponga su rodilla con total frialdad sobre el cuello de un negro, la mantenga ahí y apriete hasta que muera ―él, suplicando, pidiendo socorro, y el otro fríamente sentado sobre él y apretando―, mientras además hay varios policías más parados mirando y sin hacer nada no es algo que haya aparecido hace poco. La naturaleza de Estados Unidos es esa. Es eso lo que los estadounidenses han venido haciendo hasta ahora con el mundo entero. Han hecho eso con Afganistán; han hecho eso con Irak; han hecho eso con Siria; han hecho eso con muchos países del mundo; anteriormente, con Vietnam. La moral de Estados Unidos es esa. La naturaleza del Gobierno de Estados Unidos es esa. Hoy se muestra de esta manera. Cuando ahora la gente grita «¡Déjennos respirar!» o «¡No puedo respirar!» ―que es hoy el eslogan del pueblo de Estados Unidos en las grandes manifestaciones de los distintos estados y ciudades de ese país―, están diciendo en realidad lo que sienten todas las naciones en las que Estados Unidos ha penetrado y actuado por la fuerza. Así son las cosas.

Deshonra del aparato gubernamental de EEUU y humillación del pueblo norteamericano

En todo caso, con la ayuda de Dios, por la gracia de Dios, los estadounidenses se han deshonrado con sus propios actos. Ahí está su gestión del asunto del coronavirus, que los ha desprestigiado en el mundo. A pesar de que la enfermedad llegó allí más tarde que a muchos países y hubieran podido aprovechar la experiencia de los demás y realizar los preparativos necesarios, la deficiencia administrativa que hay en ese país ha hecho que hoy en día su número de fallecidos sea muchas veces superior al de otros países, así como el de infectados. Ni han podido ni pueden gestionarlo, debido a esa corrupción característica que existe en el aparato gubernamental estadounidense. Y luego está la manera de gobernar a la gente, el trato a la gente. Eso sí, tienen la lengua larga. Matan a la gente y se muestran con crímenes flagrantes, sin siquiera pedir disculpas. Y encima tienen la lengua larga: «¡derechos humanos!», dicen. Aparentemente, ese hombre negro al que mataron allí no era humano o no tenía derechos. Así son las cosas.

En todo caso, en mi opinión el pueblo de Estados Unidos ―lo dije una vez y lo vuelvo a decir― se avergüenza de sus Gobiernos. Y es realmente pertinente que el pueblo norteamericano se sienta avergonzado por ese Gobierno que hay hoy en Estados Unidos. Además, tampoco esas personas ―tanto dentro de nuestro país, iraníes que están en nuestro país, como algunos iraníes que están en el extranjero― cuyo oficio es apoyar a Estados Unidos, defender a Estados Unidos y embellecer a Estados Unidos me parece que puedan alzar la cabeza, con esta situación que se ha producido.

Quiera Dios el Altísimo hacer que los acontecimientos del mundo evolucionen a favor del pueblo de Irán, incrementar día a día la capacidad de acción de la República Islámica y reunir el alma purificada de nuestro insigne imam, las de los queridos mártires y la de nuestro mártir reciente, el general Soleimaní, con Sus santos, si Dios quiere.

Con ustedes la paz y la misericordia de Dios.

NOTAS

(1) De la Hégira solar, correspondiente a 1962-1963 del calendario gregoriano.

(2) Cima de la elocuencia, sermón primero.

(3) Alusión al Alzamiento del 15 de Jordad de 1342 (6 de junio de 1963), una manifestación popular en protesta por la detención del imam Jomeiní (q. e. p. d.), que después fundaría la República Islámica. En la manifestación, que tuvo lugar en las ciudades de Qom, Teherán y Varamín, el régimen pahlaví causó cierto número de muertes y lesiones.

(4) El ayatolá mártir Ashrafí Esfahaní, quinto mártir del mihrab de la República Islámica.

(5) El ayatolá mártir Seyed Abdolhoséin Dastgueib, tercer mártir del mihrab.

(6) El general de brigada Valiolá Falahí, designado para la comandancia en jefe de las Fuerzas Armadas después de Abolhasán Banisadr.

(7) El general de división Qasemalí Zahirneyad asumió la jefatura del Estado Mayor del Ejército en 1980.

(8) Habibolá Asgaroladí.

(9) Protestas antirracistas de gran amplitud en ciudades y estados norteamericanos por la muerte a manos de la policía de EE. UU. de un nuevo hombre negro, llamado George Floyd.

(10) Gazaliat, gazal número 91.

(11) Cima de la elocuencia, sermón primero.

(12) Plan de Transformación Fundamental de la Enseñanza.