«En los países occidentales, incluido Estados Unidos, que alardean de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, hay estadísticas terroríficas de violencias y abusos cometidos contra las mujeres en distintos entornos. Por lo tanto, con las ideas de Occidente no se pueden solucionar los problemas de la mujer, y quitándole a esta el hiyab de la cabeza y absteniéndose de respetar los límites de la ley religiosa sus problemas empeoran. Frente a eso, el Islam se esfuerza por crear un entorno saludable, basado en la razón y la inteligencia, en el que no se abuse de los débiles, en contra del escándalo que arma el mundo occidental en torno a la cuestión del hiyab, como si este vulnerara los derechos y la libertad de la mujer.
La cuestión del hiyab no guarda relación alguna con los derechos y la libertad de la mujer. El hiyab es algo obligatorio para la mujer y para el hombre, cada uno de los cuales debe respetar esa limitación de una manera, porque con la destrucción del hiyab lo que le ocurriría a la mujer sería esa misma desgracia de la que somos testigos hoy en día en los entornos occidentales, en que se abusa de ella.
El Islam analiza la cuestión del hiyab con gran sabiduría. El hiyab se plantea en el ámbito de la vida privada del hombre y la mujer, siendo el chador el considerado tipo superior de hiyab, pero, al mismo tiempo, sin ser obligatorio. La sagrada ley religiosa del Islam establece un límite para el hiyab que no debe traspasarse, sin que sea necesarias ni la dejadez ni la exageración» (11/11/1995).