«El Islam valora el medioambiente y llama a preservarlo»

«Respecto a la visión que tiene el Islam de la tierra, el planeta y todo este complejo que es la cuna de la vida del ser humano, de su nacimiento, su desarrollo y su centro de retorno, en un momento el Corán dice: “Y ha puesto la Tierra al servicio de los seres humanos” (55:10). Creó la Tierra, este planeta, para los seres humanos. Es de todos. No pertenece solo a algunos, ni tienen algunos más derecho a ella que otros ni pertenece a una generación menos que a otra. Hoy, les pertenece a ustedes. Mañana, pertenecerá a sus hijos, a sus nietos, a su descendencia y, así, hasta el final. Esto es así en toda la extensión del planeta. La creación que es la Tierra es de los seres humanos. Les pertenece. En otra aleya, dice: “Creó para vosotros todo lo que hay en la Tierra” (2:29). Cuanto hay en la Tierra y pertenece a ella ha sido creado para ustedes los seres humanos. Por lo tanto, como es propiedad suya, los beneficia y los pertenece, no deben destruirla. Toda ella es valiosa. Hay cosas que a una persona superficial le pueden parecer valiosas y otras que no, pero todas lo son. Todas ellas son bendiciones, todas ellas son gracias; no tienen derecho a destruirlas. Ni los jardines y huertos, ni los bosques, ni las llanuras y praderas ni los desiertos. Todo ello pertenece a los seres humanos, y debe aprovecharse».

«EEUU, Estado matón, se opuso al Protocolo de Kioto»

«El tema del medioambiente es un tema muy importante. De manera sucinta, esa importancia reside en la responsabilidad del ser humano ante la naturaleza. El ser humano debe sentirse responsable. Igual que nos sentimos responsables de los seres humanos, debemos sentirnos responsables de la naturaleza. El Islam y las religiones divinas han buscado mantener el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Ese es el objetivo principal. Que no se preserve ese equilibrio se debe a distintos factores, de los que los fundamentales son el egoísmo humano, el deseo de poder y el matonismo de algunos de nosotros los seres humanos. Y, cuando eso no sucede ―es decir, cuando no se preserva ese equilibrio―, se produce la crisis del medioambiente, y esa crisis medioambiental perjudicará entonces a toda la humanidad y a todas las generaciones.

»En la actualidad, esa crisis no es algo particular nuestro ―suponiendo que sea correcto hablar de “crisis”, pero sí lo es al menos hacerlo de “gran desafío”―. Ese gran desafío, pues, no es hoy día algo particular nuestro. Ese desafío existe en la actualidad en todo el mundo, y se debe a esa misma falta de sentido de la responsabilidad. Ya vieron ustedes cómo se opuso EE. UU., como Estado matón que es, al Protocolo de Kioto. Hablamos de una actitud pendenciera respecto a un tratado que no es cosa de un país o dos ni de un rincón u otro del mundo, sino que concierne al mundo entero. La cuestión de los gases de invernadero no es algo que dañe a un país o a un grupo de gente. No, afecta a toda la humanidad. Sin embargo, el problema fundamental de las cuestiones del medioambiente es que los efectos de su destrucción no se hacen visibles con facilidad ni rápidamente. Ahora, una vez que aparecen, remediar los daños y problemas lleva en ocasiones mucho tiempo, y en otras es imposible. Piensen por ejemplo en que el derretimiento de los hielos polares lleve a una subida del nivel del agua de los mares o en muchas otras cuestiones ambientales diversas. Ya no son cosas que tengan remedio para la humanidad. No son ya cosas que se puedan compensar en diez, veinte o cien años. Tendrán efectos duraderos para la humanidad».