«La corrupción y los corruptos causan un gran daño en la vida de la gente, a su estado de ánimo, a su fe y a su convicción. Verdaderamente, hay que reconocer que la corrupción económica ―acompañada de las demás corrupciones, aunque en este momento lo que está en la agenda del Poder Judicial es la corrupción de tipo económico y financiero― es un gran inconveniente. Es un virus peligroso, igual que el coronavirus, e, igual que el coronavirus, se contagia. Es extremadamente contagiosa. La corrupción que hay en un sitio se transmite rápida e intensamente a otros lugares. Un corrupto no se queda con su corrupción, sino que, por distintos motivos, empuja también a los demás a corromperse. Y, al igual que con el coronavirus, que se transmite por medio de manos sucias e impuras, también con la corrupción son las manos sucias e impuras las que hacen que se transmita y pase de mano en mano. Pero, al fin y al cabo, en el caso del coronavirus, si aplicamos jabón a las manos y las lavamos, se acaba el asunto, pero en lo otro, las cosas no se acaban lavando solo las manos con jabón. No queda más remedio que cortarlas. De manera que se trata de una cuestión importantísima» (27