«Desconfíen del Islam que agrade a Washington, Londres y París, tanto del que es de tipo secular y prooccidental como del anquilosado y violento. No confíen en un Islam que tolera al régimen sionista, pero se enfrenta sin piedad a las demás escuelas de jurisprudencia islámica; que se acerca a Estados Unidos y la OTAN para reconciliarse, pero en el interior instiga guerras tribales y religiosas, tratando a los creyentes con el mayor rigor, y a los infieles con la mayor misericordia. Desconfíen del Islam estadounidense y del británico, que los arrastra hacia la trampa del capitalismo occidental, el consumismo y la decadencia moral. En décadas anteriores, tanto las personas más cultivadas como los gobernantes se enorgullecían de adscribirse lo más posible a Francia, Inglaterra y Estados Unidos o la Unión Soviética, y huían de la simbología islámica. Hoy, todo se ha dado la vuelta» (03/02/2012).