«La observancia del hiyab ayuda a la mujer a llegar a su propio grado de excelencia espiritual, sin cometer deslices en lugares muy resbaladizos que se encuentra en su camino. Lo contrario es justo esa cultura romana que reina hoy sobre Europa. Todo lo aceptan, menos dos o tres cosas. Una de ellas ―quizá la más importante― es el mantenimiento de una suerte de barrera protectora que ponga disciplina entre los dos sexos, hombre y mujer. Es decir, la contención ante eso que llaman libertad sexual. Frente a eso, son muy vehementes. Cualquier otra cosa que se haga no es importante. Para ellos, es reaccionario quien insista en esta cuestión. Si en algún país las mujeres se separan en alguna medida de los hombres, ¡resulta que eso es contrario a la civilización! Y tienen razón: su civilización está construida sobre las ruinas de aquella civilización romana. No es otra cosa. Pero, desde el punto de vista de los valores, eso es un error. Lo correcto es lo contrario» (25/12/1991).