«Ahora, en nuestro propio país, hay numerosas verdades que muchos intelectuales no entienden. Por ejemplo, los analistas políticos no entienden que sea posible resistir frente a las potencias arrogantes y dominantes del mundo actual. Preguntan cómo va a poderse resistir frente a Estados Unidos. Si observan ustedes los análisis que realizan los politólogos, estén donde estén, ellos hacen sus cuentas y se dicen: “Dos y dos son cuatro: ellos tienen dinero, tienen tecnología, tienen progreso científico, cerebros que funcionan, poder propagandístico, poder político, poder militar… ¡Miren lo que le hicieron a Kuwait! ¿Y lo que le hicieron a Irak? ¿Y lo que han hecho en otros sitios? ¿Cómo se va a poder resistir frente a Estados Unidos?”. En definitiva, si las cosas dependieran de los analistas y de los cálculos de intelectuales, especialistas y expertos, todo el mundo tendría que ir, agachar la cabeza delante de Estados Unidos y decir: “¡Lo que usted mande!”. Sin embargo, lo que dicen las masas populares es: “¿Por qué no se iba a poder resistir?”. En otras palabras, las masas tienen una sensación clara; aunque carezcan de la percepción científica y analítica propia de los intelectuales, sí tienen una percepción clara acientífica y una comprensión propia, y lo que dicen es que por qué no se va a poder resistir. Después, cuando observamos los hechos, ¡lo que vemos es que realmente se puede resistir! Porque, cuando una nación toma una decisión, resiste. Hoy por hoy, de hacer un análisis concluyente un intelectual especializado que tenga los sentimientos correctos y precisos y que se ocupe de los asuntos sin sesgos particulares, llegará finalmente a esa misma conclusión, y verá que todo el empeño de la Arrogancia mundial es orientar las convicciones de las masas en el sentido que ellos quieren, porque, si las convicciones de las masas no están del lado que ellos quieren, realmente no les pueden hacer frente. Y, cuando eso es así, ¿qué ha de hacerse con las masas populares? ¿Acaso se las puede matar? Tal cosa no es posible. ¿Y hacer que se tambaleen los Gobiernos con base popular? ¿Es posible hoy día? Miren ustedes los Gobiernos de Europa oriental, que no eran populares, sino Gobiernos de partido basados al cien por cien en el Partido Comunista. El mecanismo característico del Partido Comunista consiste en poner a una persona al mando, como en muchos Gobiernos de Europa oriental, que llegaron al poder con el respaldo del Gobierno soviético. Allá donde se oponían a la Unión Soviética, ellos entraban. En Checoslovaquia, en Polonia, en Hungría y en Bulgaria, lo que se hacía era lo que quisieran los soviéticos. En otras palabras, el Gobierno estaba realmente separado de la gente y carecía de todo carácter popular. Así, con un gesto y en apenas unos meses, todos ellos se tambalearon como edificios de cartón por los que pasara una riada y se vinieron abajo. Pero al Gobierno de Cuba, que está en el corazón de América, justo al lado de Estados Unidos, con toda la hostilidad que le profesa Washington, eso aún no le ha pasado y, por más desazón que muestren el Sr. Bush y otros en sus entrevistas, ahí sigue en pie. Yo a veces, cuando leo revistas estadounidenses, veo que no dejan de hacerles caricaturas y burlas, y eso refleja lo que he dicho. Claro está que el Gobierno de Cuba tiene problemas, pero, al gozar de una relativa base popular, al haber luchado junto con su gente y al haber llegado al poder con el acuerdo de la gente, el pueblo a su vez reconoce a Fidel. Yo, que he hablado con él de cerca y largo y tendido, lo veo como una persona de carácter popular; y, si aún no han podido hacerle nada, es por tener su base en la gente» (27/05/1992).