Dijo el Mensajero de Dios a Abu Darda: «Quien al amanecer se encuentre sano y seguro y disponga del alimento de ese mismo día es como si le hubieran dado el mundo» (1).

«Dijo el Nobilísimo Profeta que una persona que tiene tres características cuando comienza el día es como quien tiene el mundo entero: la primera, no tener ninguna enfermedad en el cuerpo, estar sano, tener el cuerpo sano; la segunda, gozar de seguridad en la trayectoria vital y en los desplazamientos; y en tercer lugar, disponer de la comida del día. ¡A eso se refieren cuando hablan de sabiduría! Palabras ‘llanas pero inalcanzables’, en apariencia sencillas y elementales, pero en las que cuanto más se piensa más se comprende su profundidad y se entiende que se trata justo de eso.

»¿Para qué quiere el hombre el mundo entero? Pues lo quiere para tener el cuerpo sano, no padecer enfermedades, gozar de seguridad y no tener el estómago vacío. El mundo es fundamentalmente para eso; son esas las necesidades imperiosas del hombre. Una persona así es como si tuviera el mundo entero. Esto no quiere decir que no deban ustedes ocuparse de crear riqueza, igual que dicen algunos: “¡Vaya! ¡El Islam se opone a la producción de riqueza!”. No: el islam de hecho clama por que extraigan ustedes con todo su ser y todo su talento las riquezas acumuladas en la naturaleza; no se opone a ello. No dice, por poner un ejemplo, que no busquen conocimiento, gloria o respeto entre la gente. ¡El Islam no prohíbe eso! Anima a que lo hagan. Lo que pretende eso es decir cuáles son las bases del bienestar del ser humano, que cuando goza de ellas no debe ya ansiar más. No debe, por los adornos del mundo, cometer injusticias, caer en malos humores, ser parcial o cometer crímenes.

»Son esas tres características. Esas tres características son el fundamento de todas las cosas. Y son esas las que, cuando uno las tiene, no es consciente de su valor. Si ustedes comen bien y excretan con facilidad ―sin tener problemas ni en el comer ni en la excreción, sin sufrir ningún dolor, pena ni incomodidad durante el trayecto de ese alimento, desde que desciende por la garganta hasta que se evacúa―, pues bien, eso es la salud. Entre ese mismo inicio en que se ingiere la comida, cuando atraviesa los labios de la persona, hasta el final, cuando salen las heces, pueden darse decenas de clases de molestias y malestares. Si se produce cualquiera de ellos, la vida se les hace desagradable; ya sea porque tengan los labios heridos y no puedan comer bien, o bien que los dientes estén en mal estado y no puedan comer, o tengan llagas en la lengua y no puedan comer, o tengan un problema en la garganta y no puedan tragar… Sigan ustedes bajando de esa misma manera y vean cuántos problemas pueden producirse en ese trayecto, cada uno de los cuales les haría la vida penosa. Si ustedes no padecen esas cosas, no se darán cuenta de que no están sufriendo tales problemas. Ahí reside el mayor bienestar en la vida del ser humano. Lo mismo pasa con la seguridad y con el propio alimento ―con que uno no tenga inquietud por pasar hambre―. Con esto se quiere controlar y dominar ese estado de ánimo de ansia, de codicia y de excesiva avidez del cual resultan las desgracias de la gran colectividad humana, de la gran familia humana» (23/12/2003).

Notas

1) Al-Jisal, vol. 1, pág. 161.