«Hay un factor de extrema importancia que es el consistente en el espíritu, la espiritualidad y la rectitud religiosa y moral. Se trata de un aspecto de enorme importancia con un papel extraordinario en el poderío de unas fuerzas armadas. Si en un Ejército no existe ese factor, ese Ejército no podrá, por más equipamiento y medios con que cuente, sostener que es un Ejército con poderío. Ya vieron ustedes cómo entró en nuestro vecino Afganistán el Ejército estadounidense ―pertrechado al fin y al cabo con todo tipo de equipamiento, tanto convencional como por encima de lo convencional, con todo― para derrocar al Gobierno de los talibanes. Permanecieron veinte años en ese país, cometiendo matanzas, perpetrando crímenes, ocupando, haciendo que proliferaran los estupefacientes y destruyendo las limitadas infraestructuras del país. Veinte años después, les han entregado el gobierno a los talibanes y se han ido. Es decir, que habían ido a sacar a los talibanes del poder; se quedaron veinte años en el país de esa manera, en esas circunstancias, cometiendo todos esos crímenes, dejando tantas víctimas, con todo ese coste material y humano, y al final dejaron el gobierno en manos de los talibanes y se fueron del país. Lo que eso significa es que ese Ejército carece de un elemento fundamental, vital, que es el elemento inmaterial de la moralidad, la atención a Dios Altísimo y la espiritualidad (...). Esa es la naturaleza del Ejército norteamericano. La imagen hollywoodiense que se muestra de los Ejércitos de países como Estados Unidos y similares no es real» (03/10/2021).