«El Profeta del Islam fraternizaba con los sirvientes y se reunía con ellos para comer. Una vez estaba sentado en el suelo comiendo con un grupo de hombres pobres cuando pasó una beduina y preguntó sorprendida: “Pero ¡Mensajero de Dios! ¿¡Comes igual que los esclavos!?”, a lo que él sonrió y dijo: “¿Quién más esclavo que yo?”.

»El Profeta vestía con sencillez y se alimentaba de cualquier vianda que se preparara y se pusiera ante él. Ni pedía ningún alimento especial ni rechazaba ninguno por no ser de su agrado. Semejante temperamento carece de parangón en toda la historia de la humanidad. Se mantenía durante el trato en un perfecto estado de limpieza y pureza, tanto exterior como interior, hasta el punto de que Abdulá ibn Úmar llegó a decir: “No he visto a nadie más generoso, servicial, valiente y luminoso que él”» (27/09/1991).