El siglo XX fue el siglo de los «sueños americanos» ―sueños de un Estados Unidos que alardeaba sin cesar de que el mundo giraba en torno a él―. En desarrollo de aquella presunción, tras el derrumbe de la Unión Soviética en el año 1991 y con la transformación del mundo en unipolar, Bush padre dijo que el orden mundial precedente había terminado, y los pensadores y analistas políticos que estaban en consonancia con él proclamaron el comienzo de una era de hegemonía de Estados Unidos, un «nuevo siglo estadounidense», diciendo que en adelante reinarían en el mundo el estilo de vida, los valores y la cultura norteamericanos. Estados Unidos iba a ofrecer al resto del mundo sus supuestamente valiosos logros, como el capitalismo, la democracia y los derechos humanos, y crear naciones soberanas, democráticas y comprometidas con la libertad. Sin embargo, el curso de los acontecimientos mundiales en el siglo XXI ha mostrado hasta qué punto aquella presunción carecía de fundamento, haciendo que muchos dudaran de tales alardes (1). Si bien Bush padre trató de preservar la imagen heroica de Estados Unidos por medio de las teorías del «fin de la historia» de Fukuyama y el «choque de civilizaciones» de Huntington, hubo otros muchos que percibieron las señales del ocaso de Estados Unidos ya en ese mismo periodo. Noam Chomsky fue uno de los primeros que anunció esos signos y consideró una ilusión ingenua la suposición de la superioridad estadounidense respecto al mundo. Ted Galen Carpenter, profesor universitario y miembro del Instituto Cato, fue el primero en emplear el término «declive como por carcoma» para aludir al declive progresivo de la potencia de Estados Unidos a causa del fomento de incontables guerras y la pérdida de terreno frente a sus competidores, hasta el punto de que el propio Trump reconoció ese declive y adoptó como lema electoral la recuperación de la grandeza de Estados Unidos ―por más que muchos vieran en su misma presencia uno de los signos evidentes del declive norteamericano―.
Al mismo tiempo que transitaba hacia su ocaso, Estados Unidos empleó Hollywood como fábrica de sueños a fin de mantener en el mundo la imagen de su poderío, exhibiendo al mundo representaciones ficticias de sí mismo en la forma de películas y haciendo así que el planeta lo acompañara. Sin embargo, en el terreno de la realidad, los sangrientos resultados de las guerras estadounidenses en el oeste de Asia, las crisis políticas, sociales y económicas, la aparición de un presidente como Trump y finalmente el triunfo del covid-19 en Estados Unidos colocaron esa imagen de ensueño frente a interrogantes de gran calado.
El papel de la toma del Nido de Espías en el derrumbe de la hegemonía de EEUU
Aunque hoy en día el mundo está ya reconociendo el declive de Estados Unidos, cuya hegemonía ve desmoronarse, años antes de que esto ocurriera ―antes incluso del desmoronamiento de la Unión Soviética―, la Revolución islámica planteó en esta parte del mundo un desafío nuevo a las arremetidas desbocadas de Washington, desempeñando en ello Irán en solitario el papel principal. Por más que Estados Unidos no tenía intención de entrar de modo visible en el conflicto entre los revolucionarios y el régimen de los Pahlaví y camuflaba tras proclamas humanitarias injerencias tales como el asilo concedido al shah de Irán, con la toma del Nido de Espías y la salida a la luz de los documentos que probaban los actos hostiles de Washington contra la Revolución islámica quedó claro para todos quién era el mayor enemigo de Irán y cómo saqueaba las legítimas pertenencias de la nación iraní, al igual se había ya visto antes en el golpe de Estado del 19 de agosto de 1953. De ahí que el imam Jomeiní (1900-1989), fundador de la República Islámica de Irán y primer Líder de la Revolución Islámica, considerase aquellos hechos una «segunda revolución» aún mayor que la primera, por haberse en ella partido a la batalla contra un enemigo mayor.
El episodio de la toma de la embajada de Estados Unidos posee numerosas dimensiones relacionadas con la política, la seguridad e incluso la economía, y puede ser contemplado desde distintos puntos de vista. Una de las dimensiones más importantes es la puesta en entredicho de la imagen civilizada de Estados Unidos en el mundo. Piénsese en un país que se jacta de ser el principal rector de la sociedad mundial y de tener bajo su dominio el mundo entero, y al que pusieron en jaque unos jóvenes estudiantes independientes de la línea del imam Jomeiní que no estaban subordinados a potencia alguna. Eso, en un país que acababa de pasar por una gran revolución y parecía hallarse en una situación de gran inestabilidad, además de que, en el relato estadounidense, la región de Asia Occidental es débil y está necesitada siempre de un mando occidental. Es evidente cuán peligroso ha de considerarse tal acontecimiento para esa imagen ilusoria de un Estados Unidos grandioso. Para contrarrestar aquella humillación internacional, entraron en la agenda norteamericana medidas tales como los incesantes y numerosos esfuerzos de Washington por liberar a sus rehenes (2), por un lado, o la censura generalizada a nivel mundial de las imágenes que muestran a los estudiantes entrando en la embajada. Desde el primer momento se esforzaron por trasladar al mundo su versión de los hechos dentro de la categoría «crisis de la toma de rehenes en Irán», frente a la versión de los revolucionarios, que los presentaban como «la toma de un nido de espías». Su objetivo era, poniendo de relieve la detención de los empleados de la embajada ―que en realidad eran la mayoría agentes de la CIA en Irán―, ocultar tras eslóganes sobre derechos humanos la cuestión del espionaje a una nación y la violación de sus derechos. Los estadounidenses jamás dijeron de qué modo se produjo el estrepitoso fracaso en Tabás de su operación para llevarse a los rehenes (3). En su lugar, trataron de preservar su imagen heroica mediante engañosas narrativas hollywoodienses como la de la película Argo. Con todo, la historiografía sabe cómo, años antes de que la opinión pública mundial comprendiese la realidad de Estados Unidos, la Revolución iraní sentó las bases para manchar la imagen falaz de Estados Unidos que había en el mundo.
¿Por qué es importante que caiga la hegemonía de EEUU?
Estados Unidos ha ligado su propia identidad a su supremacía en el mundo. Es por ello que constantemente quiere recibir concesiones sin hacer ninguna por su parte (4) y, a resultas de ese mecanismo, presidir el mundo (5). El Corán llama arrogancia a ese rasgo de carácter (6). Lo que caracteriza al arrogante es considerarse grande a la vez que, para preservar esa grandeza propia, estima pequeños a los demás. Por eso intenta destruir los puntos fuertes de los demás pueblos (7). Mediante el recurso a dispositivos de propaganda de masas, la Arrogancia hace que las grandes naciones crean en ella y se vean ante ella insignificantes, con el fin de que le entreguen cuanto poseen. El primer paso en la lucha contra la Arrogancia es apuntar a esa ansia de dominación. Debe suceder algo en un principio para que esa falsa grandeza se desmorone y vaya saliendo poco a poco a la luz la realidad tras ese derrumbe. Es por ello que la Revolución islámica consideró desde el principio antagonista suyo no solo al régimen de los Pahlaví, sino por encima de él a la Arrogancia mundial, y ya desde el principio se afanó por luchar contra ella (8) y por acabar en el mundo con la aceptada dualidad del dominante y el dominador (9). Si bien el triunfo de la Revolución islámica en febrero de 1979 fue el primer paso en ese combate, la formación de los bandos del Islam y la Arrogancia se selló de modo más patente que nunca con la toma del Nido de Espías de Estados Unidos. En esa ocasión, aquellos a los que siempre se había considerado pequeños se alzaron frente a ese Estados Unidos que siempre se había mostrado grande y cambiaron el terreno de juego (10). El primer efecto de aquella acción fue señalar a las naciones oprimidas del mundo que no se considerasen pequeñas frente a los arrogantes del mundo, y que supieran que pueden preservar su independencia apoyándose en sus propios recursos. Es esa creencia en la capacidad de uno mismo la que ha fortalecido a la corriente de la Resistencia frente a la Arrogancia y le ha dado la confianza en sí misma necesaria para reivindicar sus derechos en el mundo.
Notas
(1) https://aeon.co/essays/is-westernisation-fact-or-fiction-the-case-of-japan-and-the-us
(2) http://www.wired.com/magazine/2007/04/feat_cia
(3) https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2006/05/the-desert-one-debacle/304803/
(4) Véanse las declaraciones de Seyed Alí Jameneí el 1 de agosto de 2016.
(5) Idem.
(6) Véase la sura Al-‘Arāf (aleya 12) o la sura Şad (aleya 76).
(7) Véanse las declaraciones de Seyed Alí Jameneí el 20 de septiembre de 2005.
(8) Véanse las declaraciones de Seyed Alí Jameneí el 17 de febrero de 2010.
(9) Véanse las declaraciones de Seyed Alí Jameneí el 20 de marzo de 2008.
(10) Véanse las declaraciones de Seyed Alí Jameneí el 4 de noviembre de 1990.