“Los occidentales degradan a la mujer de manera peligrosa. Záynab al-Kubra supo exponer al mundo entero la gran capacidad de la inteligencia femenina. Mostró dos cosas: que una mujer puede ser un océano de paciencia, y que puede estar en lo alto de la cumbre de la sabiduría”.

“Si no hacen ustedes el relato de la Revolución islámica, lo hará el enemigo. Si no relatan la guerra del régimen de Saddam contra Irán, la relatará el enemigo ―y mintiendo, con un giro de 180 grados en sentido opuesto a la verdad, cambiando de lugar el opresor y el oprimido―”.

“Si no cuentan ustedes lo que pasó en la toma del nido de espías de Estados Unidos, que lamentablemente no lo han contado, lo hará el enemigo ―lo ha hecho ya― con relatos falaces. Es una tarea que debemos llevar a cabo nosotros: es deber de nuestros jóvenes”.

“La ayuda a los necesitados es algo muy valorado en todas las culturas; más aún en el caso de los más necesitados, que son los enfermos. La enfermería es fuente de seguridad y tranquilidad. ¿Tranquilidad de quién? En primer lugar del paciente; en segundo lugar, de sus allegados; en tercer lugar, de toda la gente. Si no hay enfermeros, todos están ansiosos y preocupados”.

“El enfermero ayuda a quien está necesitado de todo: de agua, de alimento, de tranquilidad para dormir en la noche, de que calmen su dolor, de medicamentos… El enfermero, como un ángel de la salvación, atiende esas necesidades para esa persona que está en el colmo de la necesidad”.

“El trabajo de enfermería es por naturaleza desagradable. Un enfermero ve sufrir a los pacientes, los ve padecer dolor, oye sus gemidos, es testigo de sus noches en vela, y para una persona ver eso ante sí en permanencia es desagradable al fin y al cabo”.

“En los momentos duros, el enfermero tiene mucho más trabajo, como con el coronavirus. ¿Cuánto puede uno aguantar ver morir a la gente? ¿Cuánto habrán visto los enfermeros expirar a otras personas? Además, ¡cuántos compañeros suyos habrán fallecido tras infectarse del virus!”.