En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso
Alabado sea Dios, Señor de los mundos, y vayan las bendiciones para Muhammad el Elegido, su familia pura y sus compañeros selectos.
Damos gracias a Dios Poderoso y Sabio, que una vez más ha hecho del período bendito del Hach momento de encuentro para las naciones musulmanas, abriéndoles ese camino de gracia y misericordia. La Umma puede ahora de nuevo contemplar su propia unidad y unanimidad en ese clarísimo espejo eterno y dar la espalda a los motivos para el fraccionamiento y la desunión.
La unidad de los musulmanes es uno de los pilares fundamentales del Hach, y al acompañarse de la invocación del nombre de Dios y de espiritualidad, que es el otro pilar fundamental de ese deber envuelto en misterio, puede llevar a la Umma a la cima del poder y la felicidad, haciendo que se verifique en ella la aleya «y el poder pertenece a Dios, a Su Mensajero y a los creyentes» (1). El Hach es una combinación de esos dos elementos político y espiritual, y la sagrada religión del Islam una majestuosa y grandiosa mezcla de política y espiritualidad.
En la historia reciente, los enemigos de las naciones musulmanas han acometido un colosal esfuerzo para debilitar en nuestros pueblos esos dos elixires vivificantes que son la unidad y la espiritualidad. Promoviendo el modo de vida occidental, carente de ánimo religioso y surgido de la miopía materialista, hacen que se diluya y desfallezca la espiritualidad, y amplificando e intensificando ilusorios motivos para la división como la lengua, el color, la raza o la geografía ponen la unidad ante un desafío.
La Umma, de la cual es visible ahora una pequeña muestra en el Hach, debe ponerse en pie y plantar cara con todas sus fuerzas: por una lado, reforzando en las mentalidades de todos el recuerdo de Dios, las obras por Dios, la reflexión sobre la palabra de Dios y la confianza en las promesas de Dios; y por otro, superando los motivos de desunión y desavenencia.
Lo que hoy puede decirse con rotundidad es que las actuales circunstancias globales y del mundo islámico son más favorables que nunca para ese valioso esfuerzo.
En primer lugar, porque hoy las élites y gran parte de las masas populares de los países islámicos han reparado en su formidable riqueza sapiencial y espiritual propia, percatándose de su valor. El liberalismo y el comunismo, principales aportaciones de la civilización occidental, no poseen ya el lustre de hace cien o cincuenta años. La reputación de la democracia dineraria occidental ha quedado en serio entredicho y los pensadores occidentales admiten su desorientación en lo teórico y en lo práctico. En el mundo islámico, los jóvenes, los pensadores, los hombres de ciencia y religión, al advertir esta situación, alcanzan una nueva perspectiva sobre su propia riqueza cultural y sobre las líneas políticas corrientes en sus países. Ese es el despertar islámico al que aludo de manera constante.
En segundo lugar, esa conciencia islámica de sí ha dado luz a un extraordinario y milagroso fenómeno en el corazón del mundo islámico, frente al cual las potencias de la Arrogancia se encuentran en graves apuros. Ese fenómeno se llama Resistencia y su realidad es la manifestación de la fuerza de la fe, de la lucha y de la plena confianza en Dios. Es ese mismo fenómeno a propósito de uno de cuyos ejemplos en los inicios del Islam se reveló la noble aleya: «Aquellos a quienes las gentes dijeron: “En verdad, la gente se ha juntado contra vosotros. ¡Temedles!”. Y eso incremento su fe y dijeron: “¡Dios nos basta! ¡Él es el mejor protector!”. Y han regresado, por una Gracia y un Favor de Dios, sin sufrir mal. Buscaron la satisfacción de Dios, y Dios es el Dueño del Favor inmenso» (2). El escenario de Palestina es uno de los lugares donde se manifiesta ese fenómeno admirable, que ha logrado arrastrar al contumaz régimen sionista de una posición ofensiva y pendenciera a otra defensiva y de pasividad, cargándolo de los evidentes problemas políticos, de seguridad y económicos actuales. Otros ejemplos brillantes de resistencia pueden observarse con claridad en el Líbano, Irak, Yemen y algunos otros lugares.
En tercer lugar, junto a todo esto, hoy el mundo es testigo en el Irán islámico de un exitoso modelo, ejemplo glorioso de poder y soberanía política del Islam. La estabilidad, independencia, progreso y dignidad de la República Islámica son un fascinante y significativo acontecimiento de una notable grandiosidad susceptible de atraer hacia sí la inteligencia y el sentimiento de todo musulmán despierto. Aquellas ineptitudes y procederes en ocasiones erróneos nuestros, como administradores de este sistema, que han retrasado que se goce plenamente de todas las bendiciones del gobierno islámico jamás han podido hacer que tiemblen los sólidos cimientos o flaquee el paso firme que brotan de los principios fundamentales de este sistema ni que se detenga el progreso material y espiritual. A la cabeza de sus principios fundamentales se sitúan la soberanía del Islam sobre la legislación y la gestión, el reposo sobre el sufragio popular en las cuestiones más importantes de la dirección del país, la independencia política plena y la ausencia de confianza en potencias inicuas; y son esos mismos principios los que pueden servir de posición de consenso a los pueblos y gobiernos musulmanes y unir a la Umma en materia de orientación y colaboración.
Esos son los fundamentos y factores que han propiciado las actuales circunstancias del mundo islámico, favorables para el movimiento unido. Los gobiernos musulmanes, los grandes talentos religiosos y científicos, los intelectuales independientes y los jóvenes buscadores de la verdad deben más que nunca pensar en servirse de esos fundamentos.
Es natural que las potencias arrogantes y, sobre todo, Estados Unidos, se inquieten por tal tendencia en el mundo islámico y empleen todos sus medios para hacerle frente; y eso es lo que ocurre ahora. Desde el imperio mediático y las modalidades de la guerra suave hasta la provocación de guerras y el lanzamiento de guerras por procuración, pasando por la creación de tentaciones y la recopilación de información de tipo político o por las amenazas y los sobornos; todo ello es llevado a cabo por Estados Unidos y los demás arrogantes para apartar al mundo islámico del camino hacia su despertar y su dicha. El criminal e ignominioso régimen sionista en esta región es por su parte uno de los instrumentos de ese esfuerzo en todos los frentes.
Por la gracia y la voluntad de Dios, esos esfuerzos fracasaron en la mayoría de los casos y el arrogante Occidente se ha ido debilitando cada vez más en nuestra delicada región, y recientemente en el mundo entero. La angustia y la frustración en la región de Estados Unidos y su criminal cómplice, el régimen usurpador, pueden contemplarse con claridad en el terreno de los acontecimientos de Palestina, el Líbano, Siria, Irak, Yemen y Afganistán.
En el extremo opuesto, el mundo islámico rebosa de jóvenes motivados y joviales. El mayor capital para edificar el futuro reside en la esperanza y en la confianza en uno mismo, que hoy bullen en el mundo islámico y en especial en los países de esta región. Tenemos todos el deber de conservar ese capital y hacer que crezca.
Aun así, los ardides del enemigo no deben perderse de vista ni por un momento. Evitemos el orgullo y el descuido e incrementemos nuestro esfuerzo y nuestra vigilancia; y en toda situación pidamos ayuda, atentos y suplicantes, a Dios Poderoso y Sabio.
La asistencia a los ritos y ceremonias del Hach es una gran oportunidad para encomendarse y suplicar a Dios, así como para reflexionar y decidir. Recemos por nuestros hermanos y hermanas musulmanes del mundo entero y pidamos a Dios que les depare el éxito y la victoria; e incluyan la guía y la ayuda divinas a este su hermano en sus buenas plegarias.
Con ustedes la paz y la misericordia de Dios
Seyed Alí Jameneí
5 de dulhiya de 1443
5 de julio de 2022
Notas
(1) Sura Al-Munāfiqūn (Los hipócritas), aleya 8.
(2) Sura Āl ‘Imrān (La familia de ‘Imrān), aleyas 173 y 174.