Las verdades de la guerra y la Sagrada Defensa que nosotros guardamos en mente y que yo tantas veces he repetido no son ya meras afirmaciones. Hubo un tiempo en que nosotros afirmábamos, por ejemplo, que contra nosotros estaban haciendo la guerra todas las potencias mundiales y que la nuestra era una guerra internacional. Eso decíamos: el Este, el Oeste, la OTAN, etcétera, etcétera. Pues bien, eso, que era entonces una afirmación nuestra de la que alguien podía decir que no era más que algo que decíamos nosotros, lo están diciendo ahora ellos mismos. Ahora son ellos mismos quienes están publicando los documentos que lo acreditan; y uno ve las confesiones y sus pruebas, así que aquello mismo que nosotros decíamos y afirmábamos se está demostrando. Las verdades a las que me refería son de ese tipo.

Sí, claro que quien atacó fue Saddam ―que estaba loco por el poder―, pero detrás de Saddam estaba la Arrogancia mundial; principalmente, Occidente, así como por otro lado también el régimen soviético y los países orientales subordinados a la Unión Soviética. Era eso lo que había tras Saddam. Lo alentaron a que lo hiciera ―pues si bien él mismo codiciaba el poder y se daban en él las condiciones para ello, los otros lo alentaron y le dieron, como se dice, luz verde― y además le prometieron que lo apoyarían, como de hecho hicieron. Cumplieron, por tanto, la promesa que habían hecho a Saddam. De manera que el otro contendiente no eran solo Saddam y el Baaz de Irak, sino que era la Arrogancia mundial, el sistema de dominación.

Una verdad en la que quiere incidir un servidor es que la agresión militar al país después de la Revolución no fue algo inesperado; que atacaran al sistema revolucionario era natural. ¿Por qué? Pues porque la Revolución los había enfurecido, y aquella fue su reacción a una revolución de tal envergadura. Esta revolución hizo cosas de cuyas dimensiones acaso nosotros mismos no nos percatáramos demasiado. En aquel entonces, ellos se daban más cuenta que nosotros mismos de lo que había ocurrido en el mundo con aquella revolución. No fue solo que la Revolución Islámica de Irán supusiera una derrota política momentánea para Estados Unidos y para la Arrogancia o para el conjunto del sistema de dominación. No era solo eso. Esta revolución era una amenaza para el reinado del sistema de dominación. Cierto es que, por edad, la mayoría de ustedes no tienen por qué haber visto los acontecimientos de aquellos días en la documentación y la prensa de entonces, pero la realidad del asunto era esa. Por aquel entonces, los Estados y las naciones estaban subordinados o a un bando o al otro. Por supuesto, esa subordinación era de distintas clases, pero se trataba de algo generalizado. En otras palabras, alguien que se adhiriera al sistema occidental podía, apoyándose en ese sistema, hablar algo contra el sistema oriental; y lo mismo sucedía en el otro sentido. Que un pueblo, un país, se alzara, se interpusiera independientemente de aquel conjunto sobre el cual imperaba el sistema de dominación y hablara por sí mismo, aportando un mensaje nuevo, era radicalmente insoportable. Que un pueblo no temiera a Estados Unidos, que no se amedrentara ante el poder militar, político y económico que regía el mundo de aquel entonces, que no sintiera temor era para ellos de todo punto insoportable. Y más, tratándose de un sistema político erigido en un lugar donde se habían concentrado las esperanzas, los apoyos y la codicia absoluta de una de las dos potencias, es decir, de Estados Unidos: en Irán.

Que en tal lugar se produjera repentinamente una revolución, que surgiera una figura como el insigne imam Jomeiní, movilizara al pueblo y lo alineara y que una nación de treinta y tantos millones de personas en aquel entonces se levantara con todas sus fuerzas. Esto para ellos era absolutamente insoportable y, por tanto, tenían que desquitarse, debían vengarse, debían asestar un golpe de respuesta y lo hicieron, pero no surtió efecto. Pusieron en marcha golpes de Estado, lanzaron un ataque aéreo militar en Tabás e instigaron a los pueblos o grupos étnicos iraníes. Hicieron muchas cosas como esas, pero nada, no llegaron a ninguna parte; había que forzar una contienda militar, y esa guerra debía por lógica darse de parte de un vecino: tenía que lanzarse por medio de un vecino una contienda militar con todas las de la ley. Al vecino lo encontraron muy fácilmente: un arribista maníaco del poder en la vecindad de Irán. Contaban con ciertos antecedentes, lo obligaron, lo azuzaron y entró. De manera que aquella acción militar no fue algo contrario a las expectativas. Por lógica, aquello debía ocurrir.

La cuestión no era si nosotros queríamos empezar la guerra, si queríamos atacar o si queríamos (continuarla)… No, de lo que se trataba es de una estrategia política del enemigo, del sistema de dominación y del imperio del sistema de dominación. Era de eso que se trataba. Ellos tenían que poner de rodillas al pueblo iraní; era eso lo que buscaban. Tenían que hacer que el sistema de la República Islámica, que se les había opuesto, mordiera el polvo. Lo que querían era eso; detrás de eso andaban. Una de las verdades que importan de la Sagrada Defensa es saber quién era entonces nuestro oponente, cuál era su motivación, por qué atacó. Esta es una de las cuestiones importantes a las que me refería. Pues bien, este es la primera verdad.

Bien, veamos cuáles eran los objetivos de la guerra, por qué fuimos atacados, por qué nos atacó Saddam. Su objetivo, en primer lugar, era partir el país y separar de él una parte importante: Juzestán. En primer lugar, el objetivo era ese: separar esa parte. Pero, bien, la población de Juzestán, incluida la población árabe de Juzestán, a pesar del enemigo, llevó a cabo ella misma una de las mejores defensas.

Sin embargo, en las etapas posteriores, como he dicho, de lo que se trataba era de poner al pueblo iraní de rodillas. Querían derrocar la República Islámica y cambiar el destino de Irán. El objetivo era ese. Querían alterar el destino que se estaba dibujando por medio de la Revolución, cambiar el destino de Irán. Ese era el objetivo. Querían ahogar la voz del pueblo iraní. El pueblo de Irán traía un mensaje nuevo; había expuesto al mundo una nueva idea. «República islámica» es una idea nueva; «democracia religiosa» es una idea nueva, un orden nuevo para la vida, un estilo de vida nuevo para los pueblos. Quisieron que no llegara ese mensaje, que es un mensaje de resistencia, de firmeza, de no rendirse ante la prepotencia, de hacer frente a la injusticia, de hacer frente a la discriminación internacional. Quisieron ahogar ese mensaje. Quisieron suprimir ese mensaje. Ese era el objetivo.

Este pueblo había logrado poner fin a un corrupto régimen vasallo. Había conseguido además humillar a una gran potencia como Estados Unidos. Querían hacer que los pueblos escarmentaran; que entendieran que, si alguien se rebelaba contra Estados Unidos y hacía cosas de ese jaez, sería aplastado igual que lo había sido el pueblo iraní; que los demás pueblos lo entendieran y se diera por terminado el asunto de la resistencia. El objetivo definitivo y fundamental era ese.

La popularidad de las Fuerzas Armadas aumentó. Cuando en un país la gente simpatiza con el ejército y desarrolla afecto por él, en ese país se crea sensación de seguridad. Cuando la gente confía en el Ejército y el CGRI (Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica), de manera natural se crea en ellos una sensación de seguridad. Esa sensación es muy importante, y eso es algo que ha ocurrido. La Sagrada Defensa les dio esa sensación de seguridad. Y déjenme decirles además aquí mismo, en presencia de los respetables dirigentes del Ejército y el CGRI, que esa popularidad y autoridad se mantendrá mientras las Fuerzas Armadas sigan avanzando con la misma velocidad que ahora. Es decir, que frente al enemigo no deben quedar a la zaga. Hasta ahora, hemos avanzado muy bien. De la gente que tenemos trabajando en distintos campos, distintos organismos han hecho muy buenos progresos; mi evaluación en este terreno es que el progreso ha sido bueno. Pero debe tenerse siempre en mente el peligro del estancamiento. Quedarse estancados es un peligro y es algo que puede ocurrir en cualquier momento; y estancarse significa además retroceder, no permanecer estático en un lugar. De pararse ustedes un instante, retrocederán, porque el enemigo sigue avanzando. Deben mantenerse alerta. A esto deben prestarle atención tanto los responsables militares como los civiles. El gobierno y el parlamento deben saber que el apoyo a las Fuerzas Armadas es uno de los deberes de obligado cumplimiento.

Otra cuestión, entre los ejemplos de amenazas convertida en oportunidades, es como la Sagrada Defensa consolidó un principio para el pueblo de Irán, a saber: que la salvaguarda del país y de su capacidad de disuasión frente al enemigo se obtienen resistiendo, no rindiéndose. Eso se convirtió en principio. Ya en aquel entonces, al comienzo del todo, había ya partidarios convencidos de la rendición, si bien en formas distintas. Quizá no llamaran a aquello «rendición» abiertamente, pero en el fondo era eso lo que daban a entender. Sin embargo, el imam Jomeiní se mantuvo firme en distintos ámbitos y en distintas etapas. Del yihad de la Sagrada Defensa en su conjunto, el pueblo de Irán aprendió que la victoria, el progreso, el que se mantuviera a raya al enemigo, la salvaguarda del país, etc., son cosas que se consiguen resistiendo, no rindiéndose. Eso lo aprendimos. Fue un logro para el pueblo de Irán. Se convirtió en un principio para nosotros. Ese principio lo hemos aplicado y lo seguimos aplicando en relación con muchas y diversas cuestiones políticas, económicas, culturales, etc. La posición del país respecto de muchas de esas cuestiones y expedientes es una posición de resistencia; es una posición de acción y de progreso, no de rendición y retroceso. El sentimiento de que había que resistir hizo, por un lado, que se generaran confianza y autoestima en el propio país ―es decir, que en el interior del país, ante todos los asuntos diversos que se le presentan a un país, los políticos, la gente activa y quienes trabajan en la cultura del país se armaran de confianza en sí mismos y tuvieran seguridad― y, por otro, enseñó al enemigo a tomar en consideración en sus cálculos la fuerza interna de Irán, la resistencia de Irán. Con ese mismo espíritu logramos, afortunadamente, hacer que cierto número de planes importantes del enemigo fracasaran. Nuestras fuerzas políticas y militares lograron derrotar al enemigo en muchos lugares. El enemigo impuso su presión máxima y fracasó. El enemigo sacó a la palestra el plan del Nuevo Oriente Medio (7) y fracasó. El enemigo empezó de una manera u otra a atacar nuestras fronteras, por aire y por mar, y fracasó. Les han derribado sus artefactos voladores (8) y han apresado sus intrusos por vía marítima (9). Eso es confianza de la nación en sí misma y proviene de aquel mismo principio aprendido en la Sagrada Defensa: que la manera de proteger el país es resistiendo.

Notas

(7) El plan del Nuevo Oriente Medio fue presentado en 2006 por Condoleezza Rice, entonces secretaria de Estado de los Estados Unidos de América. Conforme a ese plan, se extenderían por la región llamada «Oriente Medio» (desde Líbano, Palestina y Siria hasta Irak, el golfo Pérsico, Irán y las fronteras de la OTAN en Afganistán, y hasta el norte de África) la agitación, el desorden, la discordia y la violencia, y se daría al régimen sionista, a Estados Unidos y a Inglaterra ocasión de rediseñar el mapa de Oriente Medio según sus necesidades y objetivos.

(8) Entre otros casos, puede mencionarse la destrucción de un vehículo aéreo no tripulado Global Hawk de Estados Unidos en el golfo Pérsico por fuerzas del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica.

(9) Cabe señalar el caso de la incautación de un dron acuático invasor no tripulado de Estados Unidos, el 30 de agosto de 2022, por las fuerzas navales del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica.