Tal y como observamos, el movimiento político en América Latina ha tomado un rumbo enorme y distinto, cuyo mensaje hace eco a nivel nacional, regional y mundial. Aun así, el mensaje más evidente se dirige a su vecino desapacible, arrogante e intervencionista del norte. Si bien, antes del cambio de posturas políticas de países latinoamericanos, los Estados y presidentes que contaban con el apoyo de EE. UU. tenían una voz más potente, en la actualidad la población ha logrado pasar página y llevar al poder a gobiernos cuyo lema principal consiste en excluir la dominación política y la hegemonía estadounidenses en sus asuntos internos, e incluso en el continente y en el mundo.
Otro importante mensaje de este acontecimiento, es el de la experiencia, esperanza y valentía. En otras palabras, la idea es que “hemos experimentado este tipo de políticas estadounidenses, perdimos la esperanza del mismo, y nos unimos y levantamos con valentía para modificarlo.” Esta valentía merece la admiración, particularmente, por las múltiples medidas propagandísticas, intervenciones, amenazas clandestinas y conspiraciones realizadas por la Casa Blanca contra los pueblos, en especial, durante las elecciones generales. Las mismas naciones eran conscientes de que esta forma de sufragio desfavorece a los Estados Unidos y, por ello, (según los hechos históricos) podrían conllevar sanciones, coacción e interferencia por parte de este país en comento; de ahí que los pueblos de América Latina decidieron enfocarse más en el futuro y la autonomía de su país, que en los envenenamientos de los EE. UU.
De igual modo, algunos flamantes líderes regionales han enviado un mensaje claro al mundo, anunciando su disposición a mantener relaciones y consolidar, aún más, sus lazos con otras potencias globales y regionales, principalmente, las que señalan a EE. UU. como un rival o un enemigo; sin lugar a dudas, esto se considera un duro golpe en mal tiempo a Washington, gobierno que enfoca a América Latina con una mentalidad basada en la Doctrina Monroe.
Cabe recordar que, la resistencia de Venezuela y Cuba ante los E.U. ha jugado un papel clave en la presentación de la imagen real de este país a los pueblos y nuevos líderes de la región, alentándoles a aplicarse en buscar otro camino. En este caso, se puede alegar que la Casa Blanca hizo todo lo posible para doblegar a ambos países; desde crear una falsa oposición, hasta imponer sanciones devastadoras; movilizar rebeliones sucesivas, saquear bienes y barcos, expropiar capitales en el extranjero, realizar propagandas mediáticas, romper las relaciones diplomáticas, interferir en asuntos de seguridad, apretar a las empresas e industrias, influir en los Estados vecinos para suspender los lazos bilaterales, aplicar robots y comentaristas en las redes sociales, como Twitter y Facebook, a fin de manipular a la opinión pública, y muchas más medidas que, en parte, permanecen desconocidas. (Resulta curioso que todas las medidas antedichas también fueron ejercidas contra Irán por los belicistas estadounidenses, aunque todas fueron en vano, gracias a la voluntad divina y a la resistencia del pueblo iraní.)
En pocas palabras, esta tendencia beligerante (de los EE. UU.) ha motivado que Washington considere a cualquier área geográfica como un campo de batalla y, por ende, procure destruir los vínculos entre otros países, sobre todo, donde menos espera su propia supervivencia. Un testimonio de esta realidad es la decisión del secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, quien, conforme a Reuters[1] , como uno de los brazos propagandísticos fundamentales de Washington, al observar las fallidas estrategias de su país en América Latina, realizó un viaje obligatorio a esa zona, poniendo en la agenda el anuncio de su preocupación por la influencia de sus rivales a los líderes latinoamericanos.
Aquí surge la pregunta: “¿Cómo América Latina logró coronar la cumbre de resistencia contra la dominación y el colonialismo en el mundo?”
De hecho, la respuesta la podemos encontrar en la noble intelección de sus pueblos; gente que sale exitosa de esta prueba, ya sea parte de la élite (como Simón Bolívar) o siendo parte de la ciudadanía. Si conocemos bien la base de la trayectoria evolutiva de América Latina, nunca podemos separar la actual comprensión y su propensión a la resistencia a nivel regional, ello a partir de la figura de Simón Bolívar y sus actividades. A modo de ejemplo, Bolívar conceptualizaba a Latinoamérica como una textura entretejida y absolutamente vinculada, de ahí que definía un destino igual para todos en la región. Gracias a sus esfuerzos por la unidad regional, se fundó la Confederación Latinoamericana[2]. Por consiguiente, surgen, en épocas posteriores, figuras como el argentino Che Guevara, quien se siente responsable por el destino de otros países en la zona, y procede a ayudar y acompañarlos.
Otro elemento sustancial de la nobleza demostrada por la confrontación de los latinoamericanos frente al arrogante imperialismo mundial, cuya manifestación ha sido evidente en varias épocas, es la elevada movilidad y vitalidad, así como el pragmatismo en el terreno por parte de esta población. Desde el principio, Simón Bolívar hacía hincapié en la siguiente idea:
“Unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición…pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos.”[3]
También existen otros factores que suman la importancia de las mencionadas comunidades y de sus activistas, pero, merecen exponerse en otra nota. Volvemos a tomar el hilo del tema (excluir la dominación estadounidense en la región) para sacar varias lecciones y consejos a favor de otras naciones. Con todo ello, nadie desconocerá la razón de la “urgencia” de exclusión de dominación yanqui:
Las tres lecciones básicas que se puede tomar de la lucha latinoamericana contra el imperialismo estadounidense, son:
Sin duda alguna, existen numerosos casos similares a los mencionados anteriormente. A modo de colofón, se puede deducir del rumbo actual de los acontecimientos a nivel global, que el mundo se encuentra en el periodo de transición hacia un “Orden No Estadounidense y No anglosajón”, y en este intermedio, sobresalen naciones que toman el mando de su propia voluntad; a juicio de los pueblos latinoamericanos, este sendero atraviesa por la sagacidad política.
NOTAS