»En la Sagrada Defensa se defendían la Revolución Islámica, la República Islámica —como resultado de la Revolución Islámica— y la integridad territorial del país (…). El (objetivo) de ellos (los agresores) era la Revolución. Querían contener esa importante —mayúscula— revolución sin parangón que se había producido gracias a los sacrificios del pueblo iraní. ¿Y por qué digo sin parangón? Porque era un fenómeno como no se había producido otro igual antes, entre las grandes revoluciones. Era popular, era religioso, era auténtico e independiente, era nacional, era de todos. No era como los golpes de Estado y las revoluciones de partido y similares. Esta revolución había logrado eliminar el corrupto sistema político títere que regía el país e instaurar en este país un sistema nuevo, una idea nueva: la República Islámica. República —democracia— e islámica —religión—: democracia religiosa. Esa era una idea nueva en el mundo. En la historia ha habido gobiernos religiosos en los que no era cuestión de democracia (…). Un gobierno o sistema político en el que estuvieran implicados, constituyéndolo, tanto la religión como lo mundano, este mundo y el otro, el pueblo y Dios… algo así no tenía precedentes. Eso había ocurrido y querían aplastar, sojuzgar y eliminar la República Islámica. Ese era su objetivo, y sigue siéndolo hasta hoy« (20/09/2023).