Una parte de las declaraciones del Líder de la Revolución Islámica

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En estos pocos días, importantes hechos políticos y militares han atraído la atención del mundo; hablo de esos inauditos acontecimientos de la querida Palestina. Nosotros no podemos ser indiferentes a estos hechos, a este importante acontecimiento, y pasar de largo. Afortunadamente, los responsables se han posicionado —y son posiciones buenas y correctas las que han adoptado—. Yo quisiera hacer algunas consideraciones a este respecto para ustedes, estimados, para el pueblo iraní y para todos nuestros hermanos de los países islámicos.

La primera consideración es la misma que aparece en los diversos análisis de estos dos o tres días. En estos hechos del 7 de octubre a esta parte, el régimen usurpador sionista ha sufrido un fracaso irreparable, tanto desde el punto de vista militar como desde el punto de vista de la inteligencia. Ese fracaso lo han señalado todos; yo lo que subrayo es su carácter irreparable. Digo que ese terremoto devastador ha logrado derruir algunas de las principales estructuras de gobierno del régimen usurpador, de tal modo que reconstruirlas no será posible así como así. Es improbable que el régimen usurpador sionista pueda, pese a todo el escándalo que está armando y todo el apoyo internacional que se le da hoy por hoy por parte de los occidentales, reparar esas estructuras. Déjenme decirles que, después de este sábado 7 de octubre, el régimen sionista no es ya el mismo régimen sionista de antes. El daño que se le ha infligido no puede ser compensado así como así. Esa es la primera consideración.

La segunda consideración, que me parece muy importante, es que esa calamidad se la han acarreado a los sionistas sus propias acciones. Cuando la opresión y el crimen sobrepasan un límite, cuando la barbarie alcanza su cota máxima, hay que contar con que la tormenta llegará. ¿Qué han hecho con el pueblo de Palestina? La acción de los palestinos ha sido una respuesta audaz —y también acompañada de sacrificio— al crimen del enemigo usurpador, que se ha prolongado durante años y cuya intensidad había crecido en los últimos meses. Y el culpable de ello es el actual gabinete de gobierno del régimen usurpador sionista. En la historia mundial reciente, al menos hasta donde tenemos noticia en este último periodo, estos últimos cien años o más, ninguna de las naciones islámicas se ha visto confrontada a un enemigo como ese que tienen hoy ante sí los palestinos. Jamás ha habido frente a los pueblos islámicos, frente a los países islámicos, un enemigo de esa maldad, de esa vileza, tan despiadado y tan sanguinario. Los pueblos han sufrido iniquidades muchas veces, pero su enemigo no era tan indecente, pérfido y despiadado. Ninguno de los pueblos musulmanes se ha visto ni se ve sometido a la misma presión, el mismo asedio y la misma escasez que el pueblo palestino. No lo encontrarán en el mundo de hoy ni tenemos tampoco noticia de tal cosa en el período hasta el que de alguna manera nos alcanza la vista. A ningún Estado han apoyado y ayudado los Estados occidentales —en particular, Estados Unidos e Inglaterra— tanto como a ese falso estado inicuo y sanguinario. Primero, los ingleses; después, los norteamericanos y, junto a ellos, diversos Estados: cuando existía el Bloque Oriental, ellos, la Unión Soviética y otros. Todos ayudaron a ese régimen inicuo, y el comportamiento de ese régimen inicuo ha consistido en no tener piedad de mujeres ni de hombres, en no tener piedad de los niños ni de los ancianos palestinos. No han respetado la sacralidad de la Mezquita de Al-Aqsa. Han arrojado a los colonos como perros rabiosos contra los palestinos. Han pateado y pisoteado a los fieles cuando rezaban. En fin, ante tanta iniquidad y tanto crimen, ¿qué ha de hacer un pueblo? Un pueblo orgulloso, un pueblo antiguo. El pueblo palestino no es al fin y al cabo un pueblo nacido hoy ni ayer; es un pueblo con varios miles de años de antigüedad. ¿Cómo ha de reaccionar un pueblo frente a tanta injusticia? Está claro que levantará una tormenta. En cuanto tenga ocasión, levantará una tormenta. ¡Ustedes, opresores sionistas, son los culpables! Son ustedes quienes han provocado esta tormenta. Ustedes mismo se han atraído esa calamidad. Frente a semejante enemigo, a un pueblo no le queda otro camino que reaccionar con bravura y valentía.

La tercera consideración: ese enemigo cruel y malvado, habiendo recibido una bofetada, adopta ahora una política de victimismo, para lo cual recibe ayuda de otros. Lo ayudan los medios de comunicación del mundo de la Arrogancia, pero ese victimismo es absolutamente falaz y contrario a la realidad. ¿O acaso es víctima porque los combatientes palestinos hayan logrado escapar del cerco a Gaza, zafarse y alcanzar los centros militares y civiles de los sionistas? Ese régimen usurpador es cualquier cosa menos víctima: es victimario, es invasor, es bárbaro y es charlatán, pero víctima no es. Es victimario. Nadie puede hacer de ese monstruo diabólico una víctima.

La cuarta consideración: el régimen de ocupación usa ese victimismo como pretexto para proseguir con sus iniquidades, multiplicándolas: ataques a Gaza, ataques a las casas de la gente, ataques a civiles, matanzas y asesinatos en masa contra la gente de Gaza. Ese victimismo es un subterfugio para poder multiplicar sus crímenes. Quiere justificar sus crímenes haciéndose pasar por víctima. También ahí hay un error de cálculo. Sepan los dirigentes y decisores del régimen usurpador, así como quienes los apoyan, que ese proceder les acarreará calamidades aún mayores. Sepan que la reacción a esas iniquidades será una bofetada aún más penosa sobre su feo rostro. La resolución de los audaces jóvenes palestinos, la resolución de los sacrificados palestinos, se reafirma con esos crímenes. Atrás quedó el día en que iban unas personas a ver si, hablando y reuniéndose con el opresor, podían obtener una posición para sí mismos en Palestina. Ese tiempo ya pasó. Hoy, los palestinos están despiertos. Los jóvenes están despiertos. Los planificadores palestinos trabajan con total pericia. También es por tanto erróneo el cálculo del enemigo que piensa en hacerse pasar por víctima para seguir con sus arremetidas criminales. Por supuesto, el mundo islámico no debería callarse ante esos crímenes. Debería reaccionar.

La última consideración: en estos dos o tres días, quienes apoyan al régimen y algunas personas del propio régimen usurpador han dicho y siguen diciendo ciertas sandeces. Entre otras, que detrás de esta acción (la operación de ‘Tormenta de Al-Aqsa’) está el Irán islámico. Se equivocan. Por supuesto, nosotros defendemos a Palestina. Nosotros defendemos la lucha. Nosotros, por supuesto, besamos la frente y los brazos de los ingeniosos y sagaces planificadores y de los jóvenes valientes palestinos, y nos enorgullecemos de ellos, pero aquellos que dicen que esta gesta ha sido obra de gente no palestina. No conocen al pueblo de Palestina. Subestimaron al pueblo palestino. Ese ha sido su error. También aquí han errado el cálculo. Claro está que todo el mundo islámico tiene el deber de apoyar a los palestinos y, si Dios quiere, los apoyará. Pero esta acción es obra de los propios palestinos. Planificadores inteligentes, jóvenes intrépidos y activistas abnegados han sido capaces de dar lugar a esta gesta, que Dios mediante será un gran paso adelante en la salvación de Palestina, si Dios quiere.